Bs. As.
1-1-2100
Querido
lector:
¡Feliz
año nuevo 2100! ¿Quien escribe? Mi nombre no es importante,
mi identidad si lo es. Soy el último judío. Estoy en exhibición
en el museo de Historia y Antropología de Buenos Aires. El último
judío. La gente pasa, me mira, goza y sigue su paseo. En las paredes
me adornan las reliquias de la cultura judía: un Sefer Torá,
una bandeja de Pesaj, un Shofar, etc. Cada día me pregunto como
fue que tantos millones de judíos que sobrevivieron por más
de 3400 años superando todo tipo de adversidades finalmente pudieron
desaparecer... (suspiro)
Recuerdo cuando era
chico que mi anciano abuelo me contaba sobre las colonias judías
a principio del siglo XX llenas de inmigrantes. Casi medio millón
de personas había en Argentina únicamente. Sobre las entidades
y organizaciones como AMIA, DAIA, MACCABI, etc. Todo esto se ha desvanecido,
desapareció, tanto aquí como en el resto de la diáspora.
Intento analizar las razones, estudiar los eventos para encontrar los
motivos de semejante destrucción. Tal vez fueron los cambios culturales,
problemas de comunicación entre padres e hijos, la globalización...
La verdad es que antes de esto comunidades enteras ya habían dejado
de asistir a la sinagoga ya que no entendían ni sabían leer
hebreo. Muy de vez en cuando había algún Bar Mitzvá
en fonética. Las fiestas se olvidaron al igual que nuestro calendario.
Dejaron de enviar a los hijos a escuelas donde había una educación
realmente judía. Las mujeres dejaron de encender las velas de shabat
y cambiaron la cena familiar por el shopping o el cine. Los hijos a la
cancha y después a la disco. Mi abuelo decía, sin embargo,
que eran buenos judíos, judíos de corazón. Los rituales
comenzaron a desconocerse, a olvidarse y a no tener sentido. Algunos hasta
se burlaban del tefilín, la kipá, o el talit. Solo el Maguén
David seguía colgado al cuello. Nadie estudiaba la Torá,
consecuentemente quedaron ignorantes de lo realmente nuestro.
Se decretó que judío sin carrera universitaria era como
cuerpo sin alma. Deportistas, músicos y actores eran admirados,
los grandes rabinos de barba y sombrero despreciados. Picnic en Iom Kipur,
comida casher los padres no compraron y los jóvenes novias gentiles
encontraron…
Una vez me preguntó
la maestra de inglés si era judío. No contesté. Me
preguntó de nuevo. Le dije que no importaba. ¿Sos o no sos?!!
Bajé la vista y susurré: y bueno que se le va a hacer...
Por un lado era igual a todos, por el otro, por más que lo intentara,
no iba a poder serlo jamás. Los judíos dejaron de concurrir
al templo e instituciones hasta que se cerraron todas. Casas sin mezuzá
y mesas sin jalá. Los grandes prestaban dinero con intereses y
los chicos tatuaban sus brazos. Dejaron de enterrar a sus muertos en el
cementerio judío, optaban en cambio por el Parque. El Brit Milá
a los niños lo realizaban los médicos, al igual que los
abortos a las adolescentes. Cuantas cosas. Más de las que pensaba.
Prefiero
no seguir.
Entonces llegó
el último suspiro. Esto fue hace unos 50 años. D-os se canso
de nuestra rebeldía. Estados Unidos cortó relación
con Israel. Los países árabes se unieron y atacaron. Con
dos bombas letales diez millones de israelíes fueron borrados de
la faz de la tierra. Cuando esta amarga noticia se dió a conocer,
los pocos judíos argentinos que quedaban exclamaron con apatía:
¡Que Mal cheee! Te dije que era peligroso viajar… Sin embargo,
más de 170 años antes se mataron en Europa seis millones
de judíos. Y hace unos 130 acá en la Capital Federal sucedieron
dos crueles atentados; el de la Embajada y el de la Amia. Mi abuelo me
contó que aquellos judíos juraron que no iban a olvidar.
¿Que pasó? ¿Acaso el único que se acuerda
soy yo? Cuando el judío perdió su orgullo, su história,
su razón de existir perdió todo. Yo soy el último
judío, creo. En poco tiempo yo también me uniré a
los demás en el cielo y hasta en el museo no quedará ni
uno. ¿Que pasó con mi familia? ¿Si tengo hijos? Sí,
dos: María Pía y Christian. Sus nombres lo dicen todo...
Termino estas amargas
líneas con lágrimas en los ojos por que ahora entiendo.
Siento impotencia de no haber hecho antes, hoy ya es demasiado tarde.
Si pudiera volver decenas de años atrás gritaría:
El Judío es Diferente! No despreciemos el regalo que D-os nos dió.
Lo que ningún imperio y nación pudieron hacernos, nosotros
con nuestra indiferencia lo hicimos. Asimilación. Auto-exterminio.
Aunque no me creas D-os te pido perdón en mi nombre, en el de mi
familia y en nombre de todo el pueblo de Israel, tu pueblo, por haberte
abandonado...
Firma:
El Último Judío
Si todavía sientes algo por tu judaísmo y quieres que esta
carta nunca se escriba, explora y vuelve a tus raíces. Descubre
que es lo que la Torá tiene para ofrecerte inclusive en nuestros
días. Estudia la sabiduría de D-os y encontrarás
la felicidad y alegría verdadera que estás buscando. Vive
una vida más espiritual y cumple las mitzvot y de a poco taparás
los vacíos de tu alma judía. Si quieres envía esta
carta a tus amigos judíos, tal vez ellos también reflexionen.
Y por sobre todas las cosas toma responsabilidad sobre tu esencia para
no cortar esta cadena ininterrumpida por más de 150 generaciones.
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