Cada evento es
interpretado en forma diferente por las distintas personas involucradas.
Algunos
comprenden más que otros, algunos son más objetivos que otros, y algunos se ven
mas afectados por el evento que otros.
Cuando se
trata de la dramática decisión de cambiar radicalmente el estilo vida, tal vez se
le pueda atribuir una gran importancia a ciertos eventos que para las otras
personas involucradas parecerían triviales, o que por lo menos están muy
distantes de sentir el mismo impacto que la persona afectada.
Este relato es
una es una de estas historias:
Los que la
contaron, trabajaron en el Heritage House de Rabbi
Meir Schuster zz”l en la Ciudad Antigua de Jerusalem, que es precisamente donde termina esta historia.
El personaje más
afectados por este evento casi no se menciona en el relato, a pesar de que sintió
que se le movió la tierra y que tal vez éste fue el evento más significativo de
su vida. Sin embargo, para Shimón y Feigi, quienes
relatan nuestra historia, no representó más que una aventura excitante.
Ellos habían
estado casados por seis meses, y para ambos, había sido una “época de pruebas”.
El’ motivo de
su “problema” era el Chulent de Feigi. Aunque ella trataba, su Chulent siempre fallaba
infaliblemente, semana tras semana, comparado al alto estándar de Chulent que
hacía su suegra. Así era como cada viernes, Shimón manejaba su Cadillac El Dorado blanco hasta la casa
de su madre, recogía una olla de su casi “perfecto” Chulent
y la llevaba a su casa en Beverly Hills. Inevitablemente, cuando se veía que el
Chulent de Feigi era incomible, el de su suegra era
puesto en la plata en su lugar.
Un viernes por
la tarde, Shimon manejó como todas las semanas hasta la casa de sus padres,
para recoger el Chulent. Pero esta vez manejaba el
Lujoso auto de su padre, mas elegante, mas grande y con ventanas polarizadas.
Cuando llegó a
su casa, colocó el Chulent en el horno al lado del que su esposa
había tratado de hacer.
Se paró
delante de la olla de su esposa por un momento, movió su cabeza con pena, y
volvió a su trabajo.
Shimón no se podía
imaginar, que esa semana, Feigi había logrado su objetivo. Su Chulent era una
obra de arte.
Cuando ella lo
probó, una sonrisa de orgullo apareció en sus labios.
Ella miró la
olla de Chulent de su suegra con desprecio, la quitó de la plata y la puso en
el refrigerador para guardarla como evidencia.
En la comida
de Shabat, cuando Shimon probó el Chulent, Feigi se comportó indiferente.
La expression
de Shimon fue de satisfacción y de regocijo mientras se servía un plato lleno y lo comía sin prestar
atención a la orgullosa sonrisa de su esposa.
Feigi
carraspeó su garganta. Al principio Shimón no la
escuchó y continuó comiendo. Ella volvió a carraspear otra y otra vez. Esta vez Shimon
la miró con su boca desbordante de esa rica comida. Curioso de lo que su esposa
quería y un poco molesto por la interrupción de lo que para él era un “sacrilegio
ritual”.
Ella le indicó
con su dedo que la siguiera y el fijó la mirada en su Chulent, sus ojos
claramente preguntaban, ¿por qué? pero ella le indicaba calmadamente que la
siguiera a la cocina. Abrió el refrigerador y le señaló la olla de Chulent
fría, que había estado toda la noche en la heladera. Era sin duda alguna el
Chulent de su madre. El la reconoció como un apasionado del arte reconoce un
auténtico Van Gogh. Feigi señaló la olla en el
horno. Shimon miró primero la olla
que estaba en el horno, luego la que estaba en el refrigerador, con una
concentrada confusión. ¡Una sonrisa apareció en su rostro!. El observó a Feigi.
“No puede ser…, quiero decir… tú no pudiste…” Feigi permanecía callada. Pocas veces una persona puede
experimentar una erupción de alegría espontánea de tal magnitud.
Cuando el
canto y el baile terminaron, ellos
acordaron que después de Shabat llevarían
esa olla de oro marrón a la casa de los padres de Shimon, para probarles
que Feigi era una esposa ideal. Después de habdalá, Shimon llevó el tesoro al
lujoso auto de su padre y cuidadosamente lo puso en el asiento delantero a su
lado, mientras que Feigi manejaba el Cadillac el Dorado blanco. Cada uno tomó una ruta
diferente. El que primero llegara iba ser… el más rápido. Shimon iba cruzando
la Avenida Olímpica. La luz del semáforo estaba en verde, mientras Shimon pasaba la intersección, un auto japonés se le
apareció del lado izquierdo. El accidente era inevitable. El blanco “tanque“chocó al pequeño auto japonés en la puerta del
pasajero, empujándolo y sacándolo de su camino hacia la vereda, golpeando
contra la reja de una sinagoga. El auto de Shimon también chocó contra la
vereda. Shimón tomo un pequeño respiro, después abrió la puerta del auto y
caminó para ver que había pasado con el auto que chocó.
Él estaba
seguro que había matado a los pasajeros. “¿Shimon
eres tú?”
Shimon
reconoció al joven que estaba sentado en el asiento del acompañante del otro
auto ¿Ari, estabas en este auto?...
Sí, pero
mírate a ti, rápido, doctor, ambulancia, ayúdenos!!!!, Shimon
miró su pullover favorito que estaba cubierto
del delicioso
Chulent de su esposa.
Por favor Shimon, siéntate... No te preocupes Ari,
es solo Chulent. Dime, ¿el chofer está bien?.
Sí, ella
estará bien. Está allí parada… Shimon la miró, y
enseguida entendió que se trataba de una joven no judía…
Volvió a mirar
a Ari. Y el miro para otro lado. Era claro que él y esa joven estaban en una
cita.
La historia
ahora cambia de escena. Son las 10 de la noche de un día de semana. Han pasado
cuatro años desde que el seguro le reembolsara y recibiera miles de dólares por
los daños del auto , y por el inconveniente ocacionado
por el irresponsable conductor del pequeño auto japonés.
Shimon estaba
parado en la puerta del albergue del Heritage House, donde trabajaba como
Rabino asistente. Un joven se le acercan y abruptamente se detiene… ¿Shimon,
eres tú? Shimon trató de reconocer ese rostro.
¿Ari?...
¡Si!
¿Qué estás
hacienda aquí?…
¿Te acuerdas
del accidente cuatro años atrás?...
¡Seguro!
Bueno, después
de chocar con el auto de un judío ortodoxo, mientras estaba saliendo en una
cita con una no judía, y considerando que chocamos con la reja de una sinagoga,
entendí que todo esto no era más que un llamado de atención de “Arriba”. Por lo
tanto, aquí estoy, estudiando en una Yeshiva en Jerusalén… He estado estudiando
aquí por dos años…
Esa noche,
cuando Shimon regresó a casa, se dirigió a su esposa:
¿Recuerdas el
accidente?
Por supuesto!!
Tú sabes, a
veces siento que deseo llorar cuando pienso en ello.
¿Te da miedo?
¡No! ¿Quién
tuvo miedo? Solo…. por el riquísimo Chulent que teníamos, y que se
desperdició….
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Receta de Chulent