La siguiente historia es verdadera,
así como fue relatada a la autora. Algunos detalles personales
han sido cambiados para mantener la privacidad.
Era una noche de invierno helada.
Las calles estaban oscuras, desérticas y cubiertas con nieve. La
nieve cubría todo – estaba apilada en enormes bloques que
cubrían las calles y las veredas, manteniendo a todos los residentes
de Jerusalem en la calidez y seguridad de sus hogares. Nadie - excepto,
quizás, algunos niños que no perdían la oportunidad
de jugar y hacer muñecos de nieve – salía afuera con
un clima semejante. De acuerdo a los diarios, Jerusalem no había
visto una tormenta como esa por más de 50 años.
De alguna o otra manera, mi
marido y yo encontramos una niñera dispuesta a enfrentarse al clima
y venir a nuestro departamento de más de 100 años de antigüedad.
Después de envolvernos en capas de sweaters y pesadas medias de
lana, salimos para hablar con el Rab Israel Fisher, el querido sabio del
Bet Din (corte rabínica) de Jerusalem.
Nuestra familia estaba pasando
por una momento extremadamente difícil. Unas semanas antes, mi
madre – que viva y tenga bienestar – había sido hospitalizada
para pasar un procedimiento quirúrgico menor. Sin embargo, aparentemente
algo no había sido bien esterilizado durante la operación,
pues ella terminó con un envenenamiento de la sangre. Y para empeorar
las cosas, los médicos no encontraron el germen específico
que estaba causando la infección, y por consiguiente no sabían
qué antibiótico debían darle para combatir el problema.
Entonces, así como dijo un doctor, ella estaba siendo “bombardeada
con toda clase de antibióticos disponibles”. Esperamos –
dijo él – que alguno de ellos funcione.
Generalmente, hay una larga
fila de personas esperando afuera de la casa del Rab Fisher, para entrar
a hablar con él. Nosotros teníamos la esperanza de no tener
que esperar más de una hora. Para nuestra sorpresa y alegría,
fuimos los únicos que estábamos allí y el Rab nos
pudo dar su completa atención.
Mi marido esperó en el hall de entrada mientras que yo hablaba
con el Rabino privadamente. Después de escuchar los detalles de
la extraña enfermedad de mi madre, él me preguntó
su nombre, los nombres de sus padres y el de mi padre. Yo le dije cada
uno de ellos y cuidadosamente él anotó los nombres en un
pequeño trozo de papel. Después, él pasó unos
minutos haciendo distintos cálculos y dibujando un elaborado diagrama.
“Los nombres están
bien. No hay ningún problema aquí” – finalmente
me dijo.
Yo suspiré con alivio. El Rab Fisher era famoso por su habilidad
única de corroborar combinaciones de nombres y sus cualidades espirituales
inherentes para ver si son compatibles. En la tradición cabalística,
el nombre define la esencia de la persona. Frecuentemente, parejas al
borde del divorcio iban a pedir su consejo para saber cómo reparar
el matrimonio y terminaban saliendo de su estudio con nuevos nombres.
Increíblemente, este cambio de nombre traía consigo frecuentemente
un cambio radical en el shalom bait – la armonía hogareña.
Pero, si los nombres no estaban
causando el problema, entonces ¿qué lo causaba?
Yo esperé que el gran sabio continúe hablando, pero se quedó
en silencio, inmerso en pensamientos. Repentinamente, me miró intensamente
y luego miró hacia abajo a la lista de nombres. “¿Usted
tiene resentimiento en contra de su madre?” – me preguntó
lentamente.
Yo no respondí inmediatamente; no pude responder inmediatamente.
Me di cuenta de que estaba temblando. A pesar de que me tomó algunos
minutos responder, yo estoy segura de que el Rab Fisher no tenía
ninguna duda acerca de mi respuesta.
Dividiendo
el amor
Mi padre falleció cuando
yo era bebé, y es por eso que desde que fui un bebé hasta
que cumplí mis cinco años, mi madre fue una “madre
sola”. Yo recuerdo que éramos muy pobres. Además de
tener que educar ella sola a sus cuatro pequeños hijos, mi madre
tenía que trabajar todo el día para cubrir las necesidades
básicas. Ahora, como adulta, me doy cuenta de que habrá
sido muy difícil para ella, pero recuerdo que ella siempre estaba
sonriendo y cantando, a pesar de que probablemente lloraba internamente.
A pesar de su soledad y nuestra
falta de recursos económicos, tuve una niñez maravillosa,
por lo menos hasta mi quinto cumpleaños. A pesar de que mi madre
trabajaba durante el día, ella se dedicaba en las noches a sus
cuatro hijos. Tengo vagas memorias de picnics de verano en el parque y
largos cuentos a la hora de dormir, mientras nos acurrucábamos
debajo de las frazadas que nos calentaban en nuestro frío departamento
de Jerusalem. A pesar de que yo me daba cuenta en ese tiempo de que éramos
distintos que otras familias, yo me sentía segura con el amor de
mi madre y era básicamente feliz con la manera en la cual se presentaban
las cosas.
Sin embargo, todo eso cambió
en mi quinto cumpleaños cuando mi madre se volvió a casar
con un joven viudo que tenía cinco pequeños hijos. Repentinamente,
hubo otros niños a quien darles amor. Ahora que su amor tenía
que dividirse entre nueve niños que constantemente clamaban su
atención, yo sentí que no había suficiente amor para
mí.
Puesto que yo era la más
joven de nuestra nueva, gran, “mezclada” familia, y por consiguiente
la más susceptible, me convertí en objeto de un trato muy
desagradable, y en más de una ocasión, ataque físico.
Como adulta, me di cuenta de que mis “hermanos” mayores eran
sólo niños tratando de sobrellevar un gran cambio en sus
propias vidas. Pero en ese momento, yo estaba desbastada.
Yo no podía entender
por qué mi madre me había hecho eso. ¿Por qué
tuvo que volver a casarse? A mi entendimiento, todo era maravilloso de
la manera que era y no había ninguna razón para cambiar.
Yo pensaba que éramos una familia cálida. Yo amaba nuestro
precario departamento, con todas las decoración caseras que cubrían
las paredes. Pero ahora era demasiado chico y nos mudamos a un duplex
espacioso y no amigable. Incluso estuve forzada a compartir mi cuarto
con una extraña que disfrutaba pegarme cuando nadie la miraba!
Simplemente, todo eso no tenía sentido para mí.
Mi madre frecuentemente cuenta
una historia acerca de esos difíciles primeros años, cuando
intentábamos hacer que dos familias distintas, con distintos antecedentes
y costumbres, se fusionen en una sola familia. Fue el día de la
fiesta de Purim de mi jardín de infantes y yo estaba vestida con
mi disfraz de Reina Ester. Mi padre (sí, hoy yo lo llamo mi padre
– después de todo, él es el único padre que
conozco) estaba comiendo su desayuno antes de correr para alcanzar el
autobús que lo llevaba a su trabajo. Encendida con excitación,
bajé las escaleras corriendo y entré a la cocina para mostrarle
a mi madre qué hermosa me veía.
Mi padre me miró y luego,
con una expresión pícara en su cara, se dirigió a
mi madre. “Rebetzin”, dijo (por alguna razón él
siempre llamó a mi madre Rebetzin), “no me has dicho que
teníamos una compañía tan importante esta mañana.
Si yo hubiera sabido, me hubiese puesto mi sombrero y corbata”.
A pesar de que yo personalmente
no recuerdo este incidente, de acuerdo con mi madre yo me paré
y lo observé con una extraña mirada. Luego, me acerqué
a mi madre y le murmuré en su oído: “Mami, ¿has
escuchado lo que él dijo? Yo te dije que era estúpido. Él
ni siquiera se da cuenta de que realmente soy yo y no es una reina! ¿Por
qué te casaste con un tonto como este?”.
Hoy en día, me doy cuenta de que tuve que pasar por todas esas
dificultades para convertirme en la persona que soy. Después de
todo, la vida nunca es fácil y cada periodo tiene su propio desafío.
Para el momento que yo ya estaba
lista para casarme y comenzar a construir mi propio hogar, ya nos habíamos
convertido en una sola familia. Además de educar a dos familias
mezcladas, mi madre estaba muy ocupada cuidando al “nuevo factor
en común” – mis hermanos y hermanas menores.
Es gracioso ver cómo profundas emociones infantiles pueden meterse
en medio de lo que nosotros sabemos que es la verdad. Por supuesto que
el nuevo matrimonio de mi madre fue bueno para todos. Yo me siento muy
cercana a mi padrastro, y las dos familias se unieron tanto que a veces
yo me olvido de quienes realmente son mis “verdaderos” hermanos
y quienes son mis “hermanastros”.
Yo odio pensar en lo que hubiera
ocurrido si mi madre nunca se hubiese casado. Lo más probable es
que ella se hubiese convertido en una mujer cansada y amarga, en lugar
de ser una vibrante y ocupada esposa, madre y abuela.
A pesar de que no tengo dudas de que ella hizo lo correcto al reconstruir
su hogar, aún tengo un poco de enojo oculto en un lugar muy profundo
dentro mío. Yo era una niña de cinco años de edad
forzada a compartir a mi amada madre con niños extraños.
Y a pesar de que lógicamente no tiene sentido, el sufrimiento estaba
aún allí.
Desasirse
Yo no le conté al Rab
Fisher toda la historia. Sólo respondí: “Sí,
albergo resentimiento hacia mi madre”.
El sabio me miró. Sentí como si sus ojos penetraban mi alma.
“¿Estás dispuesta a desasirte de ese resentimiento
para que tu madre se recupere?” – él me pregunto gentilmente.
Yo tuve que hacer una pausa y pensar unos minutos. ¿Podía
desasirme de algo que estaba tan profundamente arraigado? ¿Podía
mi mente sobrepasar mis emociones de la infancia?
Mis ojos se llenaron de lágrimas y rápido desvié
la vista. Finalmente, con voz quebrada, le dije al Rab que podía.
Yo sabía que debía hacerlo.
El Rab Fisher se levantó
rápidamente y me dijo que iba a llamar a un bet din, una corte
compuesta por tres rabinos. Yo me quedé petrificada. ¿Tenía
que contarles a ellos toda la historia?
El hatarat nedarim – una renuncia formal de votos y resentimientos
pasados – sólo tomó unos segundos. Cuando terminó,
el Rab Fisher sonrió y me dijo: “Tu madre tendrá ahora
refuá shelemá – una completa curación”.
Mis emociones estaban confusas
al salir del estudio del Rab. Mi marido estaba esperando afuera y juntos
comenzamos a caminar a través de la espesa nieve. A pesar de la
pesada ropa que me tiraba para abajo, yo me sentía liviana, como
si una piedra hubiese sido removida de mi corazón. Yo sabía
que a pesar de que yo había ido a pedir al Rab Fisher que de alguna
manera cure a mi madre, yo también había sido curada. Años
de amargo resentimiento habían sido removidos y me sentía
libre – como un pájaro, lista para emprender vuelo hacia
nuevas alturas.
Esa misma noche, el laboratorio
pudo identificar el germen que estaba causando la infección. Con
esa información el departamento de enfermedades infecciosas pudo
determinar qué antibiótico era el más efectivo. En
pocos días, mi madre fue liberada del hospital y después
de unos meses de descanso, retornó a su vibrante vida.
El Rab Israel Fisher falleció
a la mañana siguiente. Los judíos de Jerusalem lloraron
la pérdida de su amado sabio. A pesar de la espesa nieve, miles
de personas desafiaron al clima para acompañar al Rab Fisher en
su viaje final.
Cuando mi marido y
yo escuchamos la noticia, nos quedamos shoqueados. Pero al mismo tiempo,
nos sentimos extremadamente agradecidos de haber sido unos de los últimos
que se beneficiaron de su increíble sabiduría. Que su memoria
sea para bendición. |