La generosidad comienza en casa
Dijo
Rab Jaim Vital: Un Yehudí que no hace Jesed en su casa, incluso que haga
mucho Jesed con su compañero, cuando suba al cielo no le
recordarán todos esos favores que hizo con sus compañeros, ya que
el principal Jesed es el que se hace en su casa con su familia.
Mientras más cercano, tiene preferencia
El
Rambam detalla un orden de preferencia sobre a quién debemos hacer Jesed primero y a quién
después: “Mientras más cercana sea la persona, tiene
preferencia”.
Muchas
veces tratamos de ser el mejor y más sobresaliente en hacer Jesed con todo el mundo… pero olvidamos
hacer Jesed en nuestra propia casa.
Muchas
veces apoyamos a nuestro país o a otros, a viudas, huérfanos,
etc., pero se nos olvida ver a nuestros propios hermanos de sangre, o se
nos olvida ayudar a nuestra pareja en casa o con los niños.
Dijo
Shelomo
Hamélej: Karmí
shelí lo natarti, “A
mi viñedo no atendí”.[1]
Muchas veces cuidamos el viñedo de los demás, pero se nos olvida
ver el nuestro, que es nuestra familia directa.
Podemos
pensar que no necesitamos hacer Jesed
con nuestra esposa o con nuestros hermanos, ya que tenemos más confianza
con ellos; pero realmente no es confianza, sino Yetzer hará.
El primer Jesed que debemos hacer es
con nuestra pareja.
La
Guemará
dice que debemos amar a nuestra esposa igual que a nosotros mismos y debemos
honrarla más que a nosotros mismos.
Dar
respeto a nuestra mujer es el mejor Jesed
que ella espera. La berajá de
la casa llega por la mujer.
La mejor Segulá
que podemos encontrar es respetar a nuestra esposa, ya que ella es la fuente de
las bendiciones.
La generosidad comienza en casa
Cuentan que Rab Israel de Salant
le preguntó a su alumno Rab Naftali Dov Amsterdam luego de la boda si
hacía actos de generosidad, el alumno le respondió: ¡Maestro, la
verdad es que mi situación económica no da como para ayudar!,
entonces Rabí Israel le aclaró: ¡No me refería a caridad
con los demás, ni con dinero; mi pregunta era si eres generoso con tu
nueva esposa! ¡Cuando te casaste fue para dar, no para tener alguien que te
atienda, la generosidad comienza por casa!
Pensar en el cónyuge
Cuenta Rab Itzjak Zilvernshtein
que le llegó una pregunta muy interesante. La respuesta no es lo
importante, sino quiero transmitir una enseñanza con la pregunta que le
llegó.
La pregunta que le hicieron fue:
Era una familia con varios hijos
que vivía en Israel, donde el hombre de la casa le pedía a su
esposa que ponga platos desechables en Shabat, ya que la familia era numerosa y
no tenían sirvienta para que lave la vajilla. Así
que el hombre pensando en su esposa, le pidió que ponga platos
desechables de plástico para Shabat.
La mujer no aceptaba eso, ya que
no es darle el respeto y honor al día de Shabat.
Después de tanto discutir,
fueron con el Rab Itzjak Zilvernshtein para que lleguen a una
conclusión.
Dijo Rab Itzjak Zilvernshtein:
“Vean el amor se tiene uno con el otro”. El hombre piensa en ella, incluso que
no será lo más cómodo comer en platos de plástico,
pero por no hacerla trabajar, él está dispuesto a comer en vajilla
desechable. Y la mujer no estaba dispuesta a aceptar, ya que el honor que se merece el Shabat y su
esposo, es comer en una vajilla honorable.
Vemos cómo debe ser el
comportamiento en la casa.
Que el hombre piense en ella y la mujer en él.
La verdadera generosidad
La persona que es generoso en la calle y no en
su casa, es un acto de generosidad totalmente falso.
Lo que brilla en la vida real, es lo oculto.
El Jesed
realizado para que lo vea la gente, no vale.
El verdadero
Jesed es ayudar a los demás en secreto y no para llamar la
atención.
La felicidad auténtica
En
víspera de Sucot llegó un joven con un Etrog para que el
Gaón Rab Shimón Aisén lo revisara y le diera su
opinión. El Rab lo miró detenidamente; el Etrog estaba perfecto.
Sin embargo, el Rab le dijo:
—
¡No te lo recomiendo! ¡No es para ti!
Confundido,
el joven preguntó:
—
¿Qué tiene de malo?
El
Rab le explicó:
—
Este Etrog es perfecto. Seguro que por él pagarás mucho dinero.
Mi consejo es que gastes menos y con el dinero restante compres un regalo para
tu mujer. Así conseguirás la felicidad más
auténtica y real de las fiestas.
Saber observar
Rabí
Pesaj Krohn escribe una historia que fue relatada por Rab Shalom Shbadron la
cual nos da la pauta de cómo debemos saber mirar en nuestro entorno.
Resulta
que a la Yeshibá de Lakewood llegó un nieto del Jafetz Jaim. El
Rosh Yeshibá, el Gaón Rabí Aharón Kotler, y el
Mashguiaj (el supervisor espiritual de la Yeshibá), se sentían
alagados por tener entre los estudiantes alguien con ascendencia tan ilustre.
Pero a medida que pasaban los días, una extraña actitud
comenzó a llamarles la atención, este alumno se retrasaba por las
mañanas a la Tefilá.
El
Jajam se le acercó y le preguntó qué estaba pasando, el
joven respondió con simpleza: ¡La verdad es que me levanto muy temprano,
pero muchas mañanas cuando vengo en camino a la Yeshibá, me
encuentro con que una pobre mujer sola con varias criaturas y no logra
atenderlos, uno llora por la leche, el otro que se tiene que vestir para ir a
la escuela, una pequeña que reclama atención los minutos
cruciales que nunca alcanzan, entonces el deber me reclama y entro en
acción para colaborar con la señora. ¡Por eso es que me atraso
con el horario! El Jajam sorprendido le pregunta: ¿Acaso tenemos alguna viuda
en el barrio y nadie lo sabe? Dijo ese joven: ¡No, no es una viuda, la mujer
está casada y su esposo estudia en esta Yeshibá! ¡Esa mujer es mi
esposa, no puedo salir de la casa dejándola en medio de tanto trabajo,
esa es la causa de mis retrasos!
De
esta historia debemos aprender a mirar en nuestro entorno, estar atentos a las
necesidades de quienes conviven con nosotros y no actuar con indiferencia y
egoísmo, y saber que sólo así se construye un hogar
sólido basado en pilares de gratitud y generosidad.
Primero
está la familia
Le preguntaron a Rab Menajem Shaj si los Abrejim
debían sacar su Maaser, ya que su ingreso económico es muy bajo y
no les era posible sacar su diezmo.
Rab Shaj les contestó que en vez de dar su
diezmo de su sueldo; deberían dar su diezmo en tiempo para ayudar y
apoyar a gente.
El plan era que cada Abrej ofrezca el 10% de su
tiempo, única y exclusivamente para dar clases y ofrecer sus servicios a
gente que lo necesita.
Se iba a hacer un sorteo con papeles doblados con
nombres de familias que requerían tiempo de un Abrej.
Uno de esos Abrejim, sacó un papel y se dio
cuenta que el nombre de esa familia, era su esposa e hijos, que querían
tiempo de alguien, ya que su esposo no les daba el tiempo suficiente para estar
con su esposa e hijos.
Este Abrej se dio cuenta que debía atender
mejor a su familia.
Seguro mi mujer tiene hambre
Rabenu
Jaim Vital dijo que el parámetro de las buenas cualidades de las
personas está en cómo son en sus hogares, especialmente con su
esposa e hijos.
Rab
Natán Tzvi Finkel, el Saba de Slabodka, les enseñaba a sus
alumnos casados a ser respetuosos y cálidos con sus esposas. Él
les decía: “La generosidad y los buenos modales primero deben
practicarse en casa y después con el resto de la sociedad”.
Los
últimos tiempos estaba muy anciano y casi no salía de su casa,
los alumnos venían a escuchar sus clases en su casa. Una tarde el Rab se
extendió bastante, de pronto la Rabanit entró a la sala y le
dijo: ¡Estos no son jóvenes solteros, están casados y las mujeres
esperan!, de inmediato el Saba de Slabodka interrumpió la charla y
pidió empezar Arbit, los alumnos le dijeron que seguro las esposas
perdonan el retraso por estar estudiando. El Rab les respondió: Tengo
dos cosas importantes que decirles: Primero, que no es correcto que ustedes
decidan cumplir Mitzvot a costa de los demás. Y segundo, que seguramente
mi mujer tendrá hambre, no corresponde hacerla esperar. A pesar de la
insistencia de los alumnos no hubo manera de que continúe la clase.
Yo siempre telefoneo a la Rabanit
Rab
Mordejay Tendler, nieto del Gaón Rab Moshe Fainshtein, cuenta que una
vez llegó un hombre joven contándole al Rab que su mujer le exige
que la llame durante el día y a él eso le afecta al estudio por
las interrupciones que le ocasiona.
Rab
Moshé le dijo: ¡La razón está con ella! Es más, te
cuento que yo personalmente llamo a mi mujer varias veces en el día.
El
nieto Rabi Mordejay, cuenta que así era y no sólo se preocupaba
por su esposa, sino que a quien lo acompañaba muchas veces le
decía: ¡Regresa a tu casa, puedes estar seguro que es más
importante estar junto a tu mujer y mantener así un hogar armonioso que
estar atendiéndome a mí!
Ayudar a la esposa en la casa
La Guemará dice: “En
los días de Yom Tob, se debe subir a la Torá mínimo cinco
personas (a diferencia de Shabat, que mínimo son siete), ya que hay
mucho trabajo en las casas preparando la comida”.
El Gaón Yabet´z
preguntó: ¿Acaso la comida del hogar depende del hombre? ¡Los hombres
van a rezar al Bet Hakneset, no las mujeres!
La respuesta es, que la que
cocina es parte de la mujer, pero el hombre debe permanecer en la casa ayudando
con los niños. Y es por eso que suben sólo cinco personas, para
que el hombre ayude en la casa.
En el libro “Toldot Yaakob”
cuenta que cuando uno de los alumnos del Rab Yaakob Kanievski llegó para
que su maestro le dé instrucción en el estudio, el Rab lo
atendió con cariño, enseñándole muchos secretos
para el buen aprendizaje. Antes de que se fuera le indicó: ¡No te
olvides de ayudar a tu mujer en casa! ¡Siempre le debes ofrecer
colaboración!
El alumno sorprendido le dijo:
¡Maestro, mi mujer es temerosa y está muy feliz mientras yo estudio
Torá! El Staipeler le respondió: ¡Ese es su deber, pero no te
exime del tuyo que es colaborar con su trabajo!
La recomendación del Rab
fue clara y sencilla: ¡Colabora en casa así tu mujer te
estimulará a que sigas estudiando más tiempo!
Rab Moshé Fainshtein iba al mercado
Cuentan que Rab Moshé
Fainshtein siempre ayudaba en su casa a pesar de que a su mujer no le agradaba
que el Rab se involucre en los quehaceres hogareños. Cuando llegaron a
los Estados Unidos de América, a la Rabanit se le complicaba demasiado
con el idioma para poder hacer sola las compras y Rab Moshé a pesar de
ser una personalidad mundial, no dudaba en acompañarla al mercado para
ayudarla.
Una vez cuando ya era mayor, los
alumnos lo encontraron lavando la vajilla en la cocina. Él les
explicó: ¡A la Rabanit no le gusta que la cocina quede desordenada, por
eso lo hago!
Rab Shemuel Salant lavaba los platos de su casa
Cuentan también sobre el
Gaón Rab Shemuel Salant, gran rabino de Jerusalén, que una vez estaba
tendiendo la ropa luego del lavado, ya que su mujer estaba enferma en la cama.
La mujer le gritaba al Jajam ¡No es honor para tu Torá que estés
haciendo eso!
El Rab cariñosamente le respondió: ¡Tú estás
enferma y no tenemos dinero para pagar a alguien que lo haga, solo estoy
cumpliendo con mi deber!
Ayuda a los preparativos de Shabat
Rab Aizik Sar cuenta que un
hombre llegó a verlo contándole sus penas. Le confesaba:
¡Mi casa, los días viernes se convierte en un caos, con mi señora nos repartimos el trabajo,
pero resulta que todas las semanas yo termino mi parte antes del
mediodía, me baño y antes del almuerzo ya estoy vestido para
recibir el Shabat mientras que mi esposa sigue corriendo hasta un segundo antes
de encender las velas del Shabat, ya no sé qué hacer! El Rab con
mucha simpleza pero con claridad le dijo: ¡La solución es demasiado
sencilla, lo único que tienes que hacer es, en lugar de bañarte y
vestirte tan temprano, debes remangarte la camisa y seguir ayudando un rato
más en casa, sentarse en la sala vestido de Shabat a mirar como los
demás trabajan, es realmente un caos para quienes lo sufren!
Ayudar a la esposa todos los días
El
Gaón y Tzadik Rab Moshé Karelitz, Rabino de Tiberia, vivía
en un reducido departamento.
Para
poder recibir invitados, dividió su departamento con humildes tablas de
madera, dejando un comedor y un pequeño espacio como dormitorio.
Una
vez llegó a Tiberia un hombre joven, de Yerushalaim, recién
casado. Su matrimonio no iba tan bien, tenían demasiados conflictos y
por eso, él se marchó buscando algo de descanso para poder
reflexionar. Su primera escala fue la sinagoga local. Apenas entró el
joven, el Rab Karelitz, que se destacaba por su hospitalidad, lo invitó
a su casa. El joven agradecido, le dijo que tenía reservado un cuarto en
un hotel, pero el Rabino captó el problema del visitante, e
insistió hasta convencerlo, quería que viviera en un ambiente de
familia sana que le sirva de modelo en su vida; lo que nunca imaginaba el
huésped era que sería recibido en un medio ambiente. Al llegar a
la casa ya no podía rechazar la invitación, así fue que
luego de la comida se dispuso a descansar en aquel espacio. Durante la noche
notó que Rab Karelitz apenas si durmió dos o tres horas, el resto
del tiempo siguió allí sentado estudiando.
Antes
de salir aquella madrugada para ir a rezar, el dueño de casa prepara
carbón y se dispone a encender el horno (así cocinaban entonces,
las nuevas generaciones ni imaginan lo complicado que era aquel trabajo cada
día), calienta agua y prepara una humeante taza de té y lo lleva
para el cuarto. El visitante supuso que la mujer no se sentía bien, la
noche siguiente se repitió la misma escena. Al ver esto el joven le
expreso al Rab Karelitz que no podía seguir molestando, y menos si la
dueña de casa está mal de salud, con una marcada sonrisa el Rab
repuso ¿Mi esposa, enferma, quien te lo dijo? ¡He visto como de madrugada usted
comienza su día con el arduo trabajo del fuego para prepararle algo
caliente a ella y no solo un día, sino que lo hizo ayer y hoy lo
volvió a hacer, seguramente es porque no se sentirá bien, ya no
los quiero molestar realmente le agradezco la hospitalidad!
El
Rab atento a lo que escuchaba, supo que había llegado el momento de la
lección y le dijo, ¿tú crees que a la esposa se la debe atender y
considerar solamente si esta enferma sin poder salir de la cama?
Mi
mujer gracias a Dios está muy bien, el té es una muestra de
respeto y afecto que le brindo cada mañana antes de salir de casa.
El
Ari Z´l enseñó que apenas uno se levanta debe cumplir con la
Mitzvá de “Veahabtá Lereajá Kamoja” – “Amarás al
semejante como a ti mismo”, quién mejor que nuestra propia esposa, que
siempre la tenemos a nuestro lado para poder cumplir con esta Mitzvá. El
huésped sorprendido escuchaba cada palabra con suma atención y
cuando el Rab terminó de hablar, el alumno dijo: ¡Querido Rab: Luego de
lo que vi y escuché, tengo que decirle que me voy a tener que marchar de
su casa, y no es por su esposa, lo hago por la mía, mi hogar merece una
nueva oportunidad, y esta vez creo que se cómo actuar!
Valora la mesa de Shabat
Cuentan que el Saba de Kelem,
los viernes por la noche apenas llegaba a su casa, se detenía junto a la
puerta contemplando la hermosa mesa de Shabat que había preparado su
esposa; esto lo hacía para que ella sintiera que su trabajo era bien
apreciado y reconocido.
Socios
igualitarios
Una vez el Gran Rabino de Yerushalaim, Rab Yosef
Zonenfeld, escuchó cómo un matrimonio discutía por dinero,
en el fulgor de la pelea el marido gritó: ¡A partir de hoy, te
daré solamente la mitad del dinero que te daba hasta ahora!
Rab
Zonenfeld conmovido por toda la escena llamó al hombre y le dio un duro
sermón – ¿Acaso tú crees que el dinero que le
das es para ella? Todo es para ti. Ella es quien atiende la casa, la crianza de
tus hijos. Es más, la prosperidad del sustento del hogar, depende de la esposa. Puede ser
que tú trabajes, pero te aseguro que lo que recibes es gracias a ella,
debes comprender que en realidad son socios”. El hombre avergonzado
comprendió al Rabino y a partir de ese día cambió
radicalmente su forma de pensar y actuar.
Que no se te olvide quién es tu hermano
En
una ocasión, en una lluviosa noche llegó un Jajam a casa de un hombre rico para pedirle tzedaká. El hombre rico estaba dispuesto a darle todo lo que
le pidiera, al grado que dijo al Jajam
que escribiera la cantidad que quisiera en un cheque en blanco que le
daría.
El
Jajam escribió una cantidad
grande. Sólo faltaba el nombre de quién recibiría el
cheque.
El
hombre rico pensó que el dinero era para algún pobre de la
ciudad, o incluso para el mismo Jajam.
Pero cuando éste le dijo que pusiera el nombre de su propio hermano,
éste se puso pálido y le costó trabajo escribir el nombre.