Estamos en el hospital Shaaré
Tzedek de Jerusalem. El personal, los médicos y enfermeros corren y se tropiezan
por los pasillos. ¿Alguna emergencia? No, decenas de ellas. La sala de Unidad
de Terapia Intensiva (UTI), está abarrotada de niños de todas las edades, todos
ellos intubados; los respiradores artificiales no dan abasto, las camas tampoco.
Una virosis respiratoria con severa disminución de la función ventilatoria,
se manifiesta con toda su virulencia. El período de estado (duración de la enfermedad)
entre 7 y 10 días; su único tratamiento, mantener la función respiratoria en
forma artificial hasta que el cuadro ceda. En la mente de todo el personal médico,
un pensamiento aterrador; ¿Y si llega un nuevo caso, qué? La urgencia del cuadro
no permite pensar en una desviación a otro centro especializado, ¿Qué hacer…?
Los temores se confirman, un nuevo niño a llegado. Ya no hay respiradores mecánicos
disponibles. Pero… no todos son niños. Un anciano yace en coma profundo desde
hace ya varias semanas, con diagnóstico de muerte clínica (cerebral). El ocupa
el respirador mecánico tan buscado. La disyuntiva es obvia. ¿Desconectamos al
anciano para salvar la vida de la criatura? La lógica humana gritaría ¡háganlo!
¿Qué están esperando? ¡Salven al niño! ¡Su vida vele más! Se consulta a los
familiares del gerente. Todos están de acuerdo en suspender la respiración asistida.
Y más aun, uno de los nietos toma la palabra: “Si mi abuelo pudiera hablar diría:
¿Qué esperan? ¡Salven al niño! Yo ya he visto nietos, bisnietos, ¿cuánto más?”.
Pero… ¿Quién va a tomar la decisión final?
En la casa del director médico del Shaaré Tzedec, Rab. Abrahan Abrahan suena
el teléfono, son casi las 2:00 AM. El Rab sobresaltado atiende, la consulta
no se hace esperar la negativa del Rab tampoco… ¡Prohibido tocar al anciano!
En escasos minutos, el Rab Abrahan Abrahan, en persona, cruza la puesta de ingreso
al Shaaré Tzedek…
Dejamos aquí la primer parte de
esta historia, verídica y lamentablemente cotidiana. La sociedad toda se convulsiona
tras esta palabra: “Eutanasia” la llaman, del griego EU, bueno/a; Thanatos,
muerte.
La aparición de cada caso nuevo, vuelve a poner en evidencia las serias discrepancias
que se generan en tormo a ella.
La gran pregunta es… ¿es la Eutanasia, un acto de misericordia hacia el paciente
que sufre una enfermedad terminal o lisa y llanamente, un asesinato?
Veremos sintéticamente la postura de los que apoyan, los detractores y finalmente
lo que el judaísmo piensa al respecto.
Eutanasia; Eugénica: es la que se aplica con los discapacitados psicofísicos,
deformes o infectados (Napoleón Bonaparte ordenó el fusilamiento de buena parte
de su batallón afectado por Tifus, para evitar el contagio masivo…), Racial;
ejecutado por el 3er Reich a manos del siniestro Dr. Menguele, sea su nombre
y su memoria borrados; judicial, por inyección de Cek o Morfina en altas dosis,
al reo; compasiva eutanasia rea; activa (que por piedad deja morir, actúa por
abstinencia); voluntaria (con consentimiento del paciente, similar al donante
voluntario) o involuntaria (con consentimiento de los familiares).
Un caso famoso de eutanasia pasiva ocurrió en Bloomington, Estado de indiana,
EEUU, en 1984, cuando los padres de un bebé Down, dejaron de brindarle los cuidados
mínimos para su subsistencia, causándole la muerte en pocos días. La corte del
estado de Indiana habría denegado una solicitud de eutanasia elevado por los
padres.
Los
defensores de la práctica eutanásica alegan:
- Toda persona tiene derecho
a una vida digna, y por ende, también a una muerte digna. No dignifica la
condición humana, dejar a un paciente con diagnóstico de muerte clínica,
con deterioro progresivo de su estado general, postrado en coma semanas
y a veces meses.
- Sufrimiento del entorno familiar;
mientras el paciente está ajeno y ausente de su situación terminal.
- Carga económica para el grupo
familiar; ya que la internación en unidades de alta complejidad médica,
suelen extenderse por tiempos impredecibles.
- Carga social, ya que el paciente
terminal ocupa una cama e insumos que podrían destinarse a otro paciente
con mayores expectativas de sobreviva.
Pero no todos comparten estos aspectos.
Veamos la postura de los detractores de la práctica
eutanástica…
- Ha habido casos, escasos
pero reales, de recuperación ad integrum de pacientes con diagnóstico de
muerte clínica.
- La ausencia de una terapia
hoy, no implica que mañana sí exista, por lo que patologías “incurables”hoy,
pueden no serlo en el futuro inmediato.
- Cuando la decisión pasa por
la familia enfrentamos dos problemas. Por un lado, los familiares deben
decidir en un estado de shock intenso y generalmente, al aceptar la desconexión,
están atenuando el sufrimiento de ellos y no pensando el real beneficio
del paciente. Por otro lado, acelerar la desconexión puede acelerar una
sucesión o una herencia…
- Sencillamente, ningún ser
humano puede disponer de la vida de otro.
¿Y el judaísmo que opina?
La Torá se opone abiertamente a esta práctica. El punto de discordia con la
ciencia se centra en el diagnóstico del momento de la muerte, es decir, a partir
de que momento se acepta que una persona ha fallecido. De acuerdo a la ciencia
a éste paciente que está en coma cuatro, lo consideramos en estado de muerte
clínica (y por o tanto apto para ser donante de órganos vitales, como el corazón,
por ejemplo), cuando luego de tres electroencefalogramas (estudio de la actividad
eléctrica cerebral), separados cada unote ellos por un intervalo de 6 horas,
y evaluados por tres médicos (un clínico, un neurólogo y un terapista), no se
detecta actividad cerebral alguna (EEG plano). Para la ciencia éste paciente
está muerto, podemos salir a la sala de espera y dar las condolencias a los
familiares.
Para el judaísmo la función cerebral no es determinante. Todo el tiempo que
la función respiratoria se mantiene en forma automática, el paciente está vivo.
Uno de los tantos síntomas de muerte es expirar, decimos que el paciente expiró
(exhaló aire por sus fosas nasales. ¿Por qué serpia así? El Séfer Bereshit nos
aclara: cuando Boré Olam creó al hombre, influyó por sus narices un hálito de
vida, un Rúaj Jaím (Vaipaj Beapav Nishmat Jaím). Es decir que la persistencia
de la función respiratoria también es un signo inequívoco de que el alma ocupa
aún esa envoltura terrenal que llamamos cuerpo (Guf); y esto está explicado
en Masejet Shabat. Ahí se cita un caso de derrumbe de una pared en Shabat. Si
bien no podríamos remover las piedras por la santidad de este día, ante la posibilidad
de que hayan quedado personas sepultadas estamos obligados a hacerlo.
La pregunta que surge es: ¿Hasta dónde debo remover? Veo las piernas, ¿sigo?
Atravieso por ellas un estilete y no hay reacción alguna, ¿sigo? Está en coma
profundo, no hay dudas, quizás con daño cerebral irreparable; si confirmo el
deceso ya no puedo seguir removiendo, sino recién luego de Shabat, ya que puedo
profanar Shabat por una posibilidad de vida pero no por una certeza de muerte.
Viene la guemará y me dice: ¡siga!, ¿hasta dónde?, hasta comprobar si respira,
si remuevo hasta la nariz y no veo respiración, debo dejar, está muerto, y si
no, ¡está vivo!, independientemente de su estado cerebral. Nuestro código de
leyes, el Shulján Aruj, es claro al respecto.
Una persona agonizante debe ser
considerada como ser viviente en todas las materias, y está prohibido tocarla,
no sea que se acelere la muerte por ello. Todo aquel que la toca es como si
hubiera derramado sangre. ¿Con qué se puede comparar esto? Con una vela de llama
vacilante, la cual se apaga ni bien la tocamos. Aún cuando el paciente se halle
agonizando desde hace largo tiempo, y él y su familia se encuentren muy angustiados,
está, no obstante, prohibido acelerar su muerte, como, por ejemplo, quitándole
la almohada, porque algunas gentes creen que cierta clase de plumas retrasan
la muerte, como también está prohibido colocar las llaves de la sinagoga bajo
su cabeza. A pesar de esto si existe una causa externa que impide la partida
del alma, tal como el ruido de ciertos golpes, esa causa debe ser suprimida,
ya que esto no es un acto directo para acelerar la muerte, sino meramente la
supresión de un obstáculo sin tocar a la persona agonizante.
Nuestra postura no tiene grises
Para los que argumentan una muerte digna les diré que el concepto de dignidad
es una valorización humana, y por lo tanto subjetiva; para lo que para unos
es “digno”, para otros puede no serlo en absoluto. Sólo el Creador da la vida
y sólo El determina cuándo y cómo la va a retirar y nosotros no tenemos ninguna
injerencia al respecto. La vida de la cual gozamos, es un regalo Divino que
se nos concede en calidad de préstamo, para cumplir con ella una misión única
e irrepetible. Mal entonces podríamos disponer de algo que no nos pertenece.
Sabemos muy bien, como trae el Mesilat Iesharim en su perek alef, que el paso
por esta vida terrenal es tan solo un período de preparación para algo más sublime,
la vida en el Olam Habá, el Mundo Futuro. Existe en función de esto un concepto
de Kapará (expiación), basado en los sufrimientos terrenales, que no harían
más que permitir al moribundo un ingreso más directo al mundo de las almas.
Sin dudas, no solo el paciente sufre, sino también, y en gran medida, su entorno
familiar, que contempla su larga agonía.
Es una mitzvá que nos sentemos junto a ellos y compartamos su dolor; que estemos
pendientes de sus necesidades físicas y espirituales, que podamos servirle de
contención, pero sepamos (obviamente no se lo digamos), hay una gran diferencia
entre la justicia humana y la justicia divina.
¿Cómo actúa la justicia humana? Si un padre de familia ha robado, es arrestado
y detenido a pesar del llanto incontenible de sus hijos. Sufren inocentes (los
niños), por culpables (el padre). En los términos de Justicia Divina, esto no
existe. Cuando ocurre un hecho aciago con un miembro de la familia, es porque
no solo el involucrado merece sufrir, sino también todo su entorno familiar.
Y al revés también. A veces el Zejut (mérito) del entorno protege a uno de sus
miembros de un castigo merecido. Por eso es difícil ver a una mamá de diez niños
en cama, ya que ellos la necesitan y no merecen tener una mamá enferma…
Eutanasia
sí, eutanasia no.
Los judíos, Baruj Hashem, estamos exentos de estos vaivenes de opinión.
Nuestros valores morales absolutos, basados en nuestra Torá, Eterna y Divina,
nos ponen a salvo de cualquier duda.
Preste atención. Bélgica y Holanda despenalizaron la eutanasia para adultos
desde septiembre de 2002; en Bélgica los médicos ya disponen de un “kit para
eutanasia”; que se puede adquirir en cualquier farmacia habilitada.
Lo comercializa la firma Multipharma, y consta de jeringas, sueros Pentotal
(un poderoso anestésico) y Norcurón (relajante muscular). Los médicos belgas
ya han formado el “Leif” (foro de información para poner fin a la vida).
¿Asesinos? ¡No, samaritanos que luchan por reducir el sufrimiento del paciente
terminal!
Escribo esto y viene a mi mente algo que escuché referido al sublime momento
de la entrega de la Torá en Sinaí. Cuando Boré Olam dijo “no maten”, “no roben”,
“no adulteren”, ¿se estaba refiriendo al alumnado de un reformatorio o de algún
Instituto Penitenciario? No, en absoluto. Nuestros padres, al pie del Har Sinaí,
ya habían escalado los cuarenta y nueve portales de la pureza y alcanzado una
gran estatura espiritual.
Entonces el mensaje es claro. Cuando D’s dijo: “No maten”, estaba deciendo no
maten aún cuando vuestros cinco sentidos griten que es lógico matar (¡Desconecten
al anciano! ¡Salven al bebé!). Aún así no maten, yo soy D’s, el dueño absoluto
de la vida.
Volvamos
al Shaaré Tzedek
El Rab. Abrahan Abrahan acaba de entrar.
Buscaron y encontraron un respirador manual, que consta de una pera de goma
que debe colapsarse entre treinta y cuarenta veces por minuto (que es la frecuencia
respiratoria de un bebé). Día y noche sin parar, ¿quién puede accionar algo
así? Voluntarios, cocineros y mucamas del hospital; cada uno donó 15 minutos
de su día para manejar el respirador.
Emocionante. A la semana, el virus cedió y el paciente recuperó su función ventilatoria
normal.
¿Y el anciano? Un par de semanas después, despertó y llegó a vivir unos años
más, participando de la Jupá de otro de sus nietos.
Un cuento de hadas pero real. Si el anciano hubiera fallecido, en nada hubiera
cambiado la historia.
¡Que la vida de un niño vale más que la de un gerente, quién lo dijo? ¿Qué mil
vidas valen más que una, quién lo dijo?
¡Lo tirzaj! No mates, aunque te parezca en algunas situaciones lógico matar.
En el judaísmo existe una fórmula (berajá) para agradecer por todas las cosas
buenas que nos ocurren ¡Y otra para agradecer por las cosas malas! Sin dudas
para impregnar en cada uno de nosotros el concepto que todo lo que D’s hace
es bueno aunque a nuestros limitados sentidos parezca malo e injusto.
Tres veces por día en nuestras tefilot (oraciones) pedimos: “Por favor D’s no
me pongas a prueba”; pero llegada la misma tenemos que saber cómo actuar y qué
es lo que se espera de nosotros.
Sea la voluntad del Todopoderoso,
que pronto se vea cumplida la profecía de Ieshaiau (XXV,8) “Hazme destruirá
la muerte para siempre y enjuagará las lágrimas de todos los rostros”.
Amén.
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