Está escrito sobre la plaga de las langostas que “nunca existirá una plaga como esta, Jamas”, y la pregunta que debemos hacer es: ¿de qué nos sirve esta información?, más aún, uno de los comentaristas formula otra pregunta muy fuerte sobre esto: está escrito en el Tanaj que sí, hubo otra plaga de langostas, incluso más fuerte que la de Egipto en los tiempos del profeta Yoel. Si es así ¿cómo contestaremos, acaso la Torá mintió? ¿Para qué escribir un dato histórico que puede ser erróneo?... Y si esto es así ¿cual es el aprendizaje?
En la respuesta de esta pregunta encontraremos la clave de las relaciones humanas llamada sensibilidad.
Cuando alguien sufre, su dolor es subjetivo y depende de lo que la situación representa para la persona. Por lo tanto es imposible juzgar o comparar el sufrimiento de dos seres humanos, puesto que los eventos representan diferentes cosas para cada uno de ellos. Recuerdo que hace unos años, antes de entrar a la carrera de Psicología, solía burlarme de las niñas de 15 años que iban al psicólogo, y pensaba, que tontería y gastadero de dinero, puesto que me preguntaba “¿qué problemas podrían tener?”. Sin embargo con el tiempo me di cuenta que la ruptura con un novio era para ellas algo tan serio y doloroso como un evento de mayor magnitud para un adulto.
Suelen decir de R. Israel Salanter, uno de los grandes lideres de perfeccionamiento interno del mundo Judío, contemporáneo a Freud, que si una persona le rompe el jabón de la tina a un niño con el que está jugando para que salga del baño y no pueda seguir jugando con el “barquito”, literalmente, a los ojos del niño, le hundiste su barco, su trasatlántico, puesto que en su mundo y bajo este papel, así se relaciona con este objeto.