Si queremos criar
hijos éticos, no tenemos más alternativa que mejorar nuestro
carácter.
Cuando se le preguntó
al director de una de las escuelas judías más importantes
de los Estados Unidos cuál es el desafío más grande
que enfrenta hoy en día, él contestó:
Padres de familia
gastan miles de dólares en colegiaturas para mandar a sus hijos
a nuestra escuela, en donde además de aprender cálculo
y química, se espera que les enseñemos una semblanza de
ética. Después, los domingos, los padres llevan a sus
hijos al parque de diversiones y mienten sobre su edad para ahorrarse
5 dólares en la cuota de admisión. Por ahorrarse 5 dólares,
destruyen una educación de $15,000.
Nuestros mejores
directores de escuelas han incluido cursos de ética separados
en su curriculum escolar. Algunos de ellos han ido aún más
allá, incluyendo una perspectiva ética en cada aspecto
de su programa educacional. Todos estos programas curriculares y extra-curriculares
constituyen intentos heroicos para proveer a nuestros hijos con la mejor
calidad de educación judía. Es difícil imaginar
lo que los pioneros de estos programas pueden hacer para mejorar el
carácter de nuestros hijos.
Existe otro paso que podemos tomar, y ese paso puede hacer más
para mejorar el carácter de nuestros hijos que cualquiera de
los esfuerzos mencionados anteriormente. Nosotros, padres y maestros
también podemos involucrarnos en el tipo de trabajo estructurado
y guiado en el desarrollo del carácter, el mismo trabajo que
nos hace tan orgullosos de ver a nuestros hijos hacer. Podemos crear
"mussar Vaadim" (grupos de mejoramiento del carácter)
para padres y maestros interesados. Participantes en estos programas
trabajarían activamente en su carácter para ser mejores
y más refinados modelos para sus estudiantes.
Nuestra tradición nos dice que nosotros, padres y maestros, podemos
ser modelos muy poderosos. Los rabinos del Talmud ya explicaron, por
ejemplo, que un niño habla en la calle de la misma forma que
escucha a sus padres hacerlo en casa. Los psicólogos también
nos recuerdan que el modelo que nosotros como padres mostramos, presenta
influencias hasta en los más jóvenes de nuestros hijos.
Considera este reporte del Journal of the American Medical Association:
Neonatos nacen con
la capacidad instintiva y el deseo de imitar el comportamiento adulto.
Que los infantes pueden e imitan expresiones faciales de adultos ha
sido demostrado en neonatos de hasta pocas horas de nacidos, inclusive
antes de que sepan conscientemente que ellos mismos tienen expresiones
faciales que corresponden a aquellas que están observando. Es
un instinto más usual, porque para su desarrollo el niño
debe aprender y amaestrar un vasto repertorio de comportamiento en un
orden corto.
El reporte de la
JAMA también nos previene sobre el downside del moldeo pediátrico;
mientas que los infantes tienen un deseo instintivo de imitar comportamientos
humanos, no poseen un instinto para gauging a priori aunque un comportamiento
haya sido escogido para ser imitado. Van a imitar casi todo, incluyendo
comportamientos que muchos adultos considerarían destructivos
y antisociales.
Los estudios en E.U indican que la probabilidad de que un niño
fume es doble si el padre fuma y se cuadriplica si ambos lo hacen. Información
del Norwegian national Health Survey demuestra que la probabilidad de
un joven adulto de tener una dieta baja en grasa es cinco veces más
elevada si uno de sus padres se cuidó de consumir productos de
bajas grasas. Asociaciones similares existen para el consumo del alcohol,
el uso de cinturones de seguridad y el hacer ejercicio. Nosotros no
tenemos razón por la cual no pensar que el ejemplo paterno no
influencia en todos los comportamientos.
Si respondemos a desobediencia fuertemente, nuestros hijos y estudiantes
muy probablemente harán lo mismo. Si somos deshonestos o robamos,
habrá grandes probabilidades de que nuestros hijos internalicen
esos comportamientos también. Ya sea que lo hagamos intencionalmente
o no, a través del ejemplo plantamos nuestro comportamiento en
nuestros hijos. A menos que hagan esfuerzos heroicos para desterrar
estas semillas más tarde en la vida, nuestros hijos crecerán
my parecido a nosotros.
Claro, nosotros los padres, también podemos ser los modelos más
poderosos para cuestiones positivas en la vida de nuestros hijos. Una
madre cuyo hijo va a la secundaria de la yeshivá me contó
esta historia:
Fue al mercado con sus hijos. Cuando estaba pagando, el cajero se equivocó
al cobrarle un producto en promoción. La mujer se acercó
al director de la tienda y le explicó el error. El director estaba
muy ocupado, no muy interesado en la queja de la señora e inicialmente
no muy cooperativo. Sin embargo, eventualmente el director puso la mano
en su caja registradora y le regresó un par de dólares
de compensación. De camino a casa, la mujer se dio cuenta de
que el director le había dado demasiado dinero. Era ya demasiado
tarde y no podía regresar el dinero a la tienda.
Sin embargo, esa noche la mujer no pudo dormir. Siguió pensando
sobre el dinero en su cartera que no le pertenecía. En la mañana
apuró a los niños para que estén listos para ir
a la escuela temprano, salió con ellos antes de lo normal y manejó
directo hacia la tienda. Ahí, en frente de sus hijos, explicó
el error que el director había cometido el día anterior.
El director no estaba interesado en la historia pero tomó el
pago y lo regresó a la caja.
Meses después, el hijo de la señora hizo un examen difícil
en la escuela. La mayoría de los estudiantes sacaron calificaciones
pobres en el examen, pero su hijo sacó un "A+". De
hecho en frente de la clase el maestro alabó al niño por
su perfecto desempeño. Más tarde, y al ver que tantos
estudiantes habían tenido un mal desempeño, el maestro
decidió contestar las preguntas del examen en voz alta. Durante
el repaso el niño se dio cuenta de que había cometido
un error que el maestro no había visto. A lo largo del repaso
el niño estaba luchando por su "A+". Finalmente su
conciencia ganó. Después de la clase se acercó
al maestro y le dijo de su error.
Más tarde en la casa, el niño le contó a su madre
la historia. Ella lo alabó por su voluntad de sacrificar su "A+"
por honestidad. Su hijo le explicó que la batalla se había
presentado mientras escuchaba el repaso. Pero después recordó
a su madre devolviéndole el dinero de vuelta al director del
negocio. El niño le dijo a su madre que en ese momento su batalla
interna acabó y se dio cuenta de lo que tenía que hacer.
(Como buen final de la historia: el maestro estaba tan impresionado
de la honestidad del niño que le dejó la calificación
"A+").
Todos sabemos de niños que han sido asustados por padres o maestros
que respondieron con enojo, uso de lenguaje vicioso o demostración
de egoísmo, deshonestidad u otras características menos
refinadas. A veces dejan la religión. A veces solamente reflejan
las dificultades que vivieron en casa o en el salón de clases.
Conozco a niños así cada semana. Son el testimonio vivo
de la necesidad de un marco formal para el mejoramiento del carácter
del adulto.
La mayoría de los padres y maestros se dan cuenta de que los
valores y perspectivas deben ser plantadas mediante el ejemplo personal.
Sin embargo, en la práctica a veces tratamos de construir en
nuestros hijos y estudiantes rutinas de comportamiento que nosotros
no hemos todavía dominado. Insistimos en que nuestros hijos duerman
lo suficiente, inclusive que nosotros no lo hacemos. Insistimos en que
coman adecuadamente, incluso que nosotros vivimos de café y donas.
Insistimos en que controlen su enojo mientras que nosotros a veces mostramos
rabia. En resumen, encontramos más fácil trabajar con
nuestros hijos que con nosotros mismos, y eso es lo que a veces hacemos.
Esta hipocresía tiene resultados desastrosos: Demasiados niños
legítimamente ven a sus padres y maestros como insinceros. Después
los niños rechazan las autoridades morales de los adultos en
sus vidas. Se aíslan emocionalmente de los padres y maestros
y empiezan a tomar sus propias (a veces destructivas) decisiones.
O a veces estos niños aceptan las lecciones de su infancia. Se
podrían comportar muy bien y estudiar bien en la escuela, pero
también absorben la inconsistencia de su maestros. Al llegar
a sus últimos años de adolescencia estos niños
ya han dominado el arte de la hipocresía y mucho de su comportamiento
no tiene nada que ver con sus valores. Estos son los universitarios
que quieren cambiar el mundo y hacerlo mejor y también compran
porquerías en el Internet. Inclusive que nunca hicimos trampa
en la escuela, si actuamos con hipocresía en otras áreas
de nuestra vida, nuestros hijos absorben la lección y la practican
completamente.
Eventualmente, los verdaderos valores y perspectivas que nosotros, padres
y maestros, plantamos a través de nuestro comportamiento (para
bien o para mal) dan sus frutos. Si queremos criar hijos que sean buenos
adultos, debemos sembrar las semillas de bondad en nuestra conducta.
Ser un modelo no es fácil. Nuestros hijos nos ven a todas horas
del día bajo todas las circunstancias, haciendo lo posible para
mantener la fachada de comportamiento ético. Si tenemos un temperamento
u otra característica negativa, lo verán. Más aún,
mientras luchamos para comportarnos adecuadamente en todo momento, descubrimos
que buenas intenciones por si solas no producen un buen comportamiento.
A veces, inclusive cuando no nos queremos enojar, nos encontramos perdiendo
el control. No tenemos mayor opción que trabajar en nosotros
mismos. Debemos hacernos de un tiempo para mejorar nuestro carácter,
especialmente la paciencia.
La estructura tradicional de trabajar en nuestro carácter es
formar un grupo de 5 a 15 personas, lideradas por un estudioso de la
Torá con experiencia en esto. El enfoque tradicional es complejo,
toma mucho tiempo, pero es muy efectivo. Aquí en Jerusalem hay
más de 120 madres y padres de habla inglesa que participan de
estos grupos. La mayoría han sido miembros por más de
cuatro años y pudieron haber participado por siete años.
Se juntan cada 2 - 6 semanas para aprender sobre la característica
en la que están trabajando, reciben ejercicios prácticos
y clases que les ayudan a interiorizar la cualidad, y discuten sus éxitos
y fracasos.
Vi a miembros de un grupo trabajar en si mismos hasta que el enojo se
convirtió en un evento raro en su persona. Vi a miembros de otro
grupo que desarrollaron tal integridad que los miembros nunca rompieron
su palabra, inclusive cuando el compromiso era estar "en el teléfono
en un minuto". Estos son grandes logros, y han tenido mucha influencia
en los hijos de los miembros del grupo (algunos de ellos son adolescentes
mayores y han entrado también a los grupos).
La educación judía ha recorrido un gran camino en los
últimos 50 años, el movimiento de la escuela Judía
diaria ha estado constantemente en el borde de su progreso. Probablemente
es tiempo de redefinir la educación Judía, y probablemente
innovarla haciendo que directores, maestros y padres otra vez lideren
el camino.
Cuando nuestro patriarca Abraham mandó a su sirviente Eliezer
a buscar una esposa para su hijo Isaac, Abraham le pidió a Eliezer
que jure que nunca traería a una mujer de las Quenaanitas locales
-- pues el pueblo de Quenaan era conocido por ser asesinos y ladrones.
Él le dijo a Eliezer que elija una mujer de la tierra de Abraham
-- aunque aquellas mujeres eran conocidas como idólatras.
El autor del comentario a la Torá "Kli Yakar" pregunta
por qué Abraham prefirió a una idólatra en lugar
de una asesina o ladrona. Y responde que aunque los padres tratan de
pasar dos herencias a la siguiente generación -- nuestras cualidades
internas y nuestras creencias -- sólo nuestras cualidades internas
pasan instantáneamente y sin modificación a nuestros hijos.
Nuestras creencias deambulan en la tierra de nadie hasta que nuestros
hijos escogen aceptarlas o rechazarlas.
Abraham entendió que el asesinato o el robo, resulta de un carácter
corrupto. Entonces, una mujer de una familia de valores corruptos va,
necesariamente, a pasar esas cualidades a sus hijos y el pueblo Judío
necesitaría hacer un esfuerzo masivo en generaciones futuras
para limpiar esta contaminación de carácter.
La idolatría, por otro lado, resulta de creencias erróneas.
Contrariamente a la herencia de las cualidades internas, la creencia
paterna no necesariamente penetra muy profundo, y su influencia superficial
puede ser corregida rápidamente. Mientras que las cualidades
de la futura esposa de Isaac estuvieran en orden, un poco de clases
de introducción al judaísmo romperían sus creencias
y sus descendientes serían refinados y fieles de la nación
judía.
Los directores, maestros y padres de las escuelas judías tienen
una oportunidad extraordinaria de garantizar la herencia de nuestros
hijos. Los grupos de trabajo han probado popularidad en Jerusalem. Sin
duda, sería igual de popular en otras ciudades alrededor del
mundo. Probablemente, el formar grupos es el sistema por medio del cual
podremos escoger construir el tesoro espiritual que pasaremos a la siguiente
generación.
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