29.
El Dueño del Guemaj
El Jafetz Jaim contó
la siguiente historia. Había un hombre que tuvo algunos hijos,
pero desafortunadamente, todos ellos murieron. El hombre fue a consultar
a un rabino qué hacer para detener estos eventos trágicos.
El rabino le dijo: "yo
no tengo ninguna cura secreta para esto. Pero mi consejo es que establezca
un guemaj (centro de benevolencia). El razonamiento es simple. Puesto
que usted estará haciendo jesed (bondad) con las personas, D'os
hará jesed con usted".
El hombre tomó el
consejo del rabino y estableció un guemaj en su ciudad. Él
tenía un cuaderno especial en donde había escrito las reglas
del guemaj. Entre ellas él escribió que una vez cada tres
años, en la semana que se lee la parashá Mishpatim - la
cual dice "Deberán prestar a mi pueblo" - todos aquellos que
estaban relacionados con el guemaj, se juntarían y harían
una seudá (banquete) en honor a la mitzvá.
Al final de los tres años,
él fue bendecido con un hijo. Esto fue una clara señal del
Cielo de que el bebé nació debido al guemaj, pues el día
del brit milá fue exactamente el día en el cual debía
tomar lugar la seudá en honor a la mitzvá! El hombre continuó
con su guemaj, y tuvo más hijos e hijas.
Después de un tiempo,
el hombre perdió la visión de la bondad de D'os, y fue a
pedir al rabino que lo libere de su obligación con el guemaj
y que ponga a otra persona en su lugar. Él explicó que estaba
muy ocupado, pues el guemaj había crecido mucho y ahora requería
mucho de su tiempo para atenderlo. Él también dijo que había
personas que no confiaban en la manera en la que él manejaba
el dinero del guemaj. El rabino rechazo el pedido, señalando
que nadie podía hacer el trabajo mejor que él, con tanta
devoción y éxito. Pero el hombre no estuvo de acuerdo y
finalmente el rabino aceptó, diciendo que se debía hacer
una elección para escoger a quien lo reemplazaría.
Las elecciones tomaron
lugar una noche. Al día siguiente, el hombre llegó hasta
lo del rabino llorando amargamente y le contó de la tragedia
que había ocurrido la noche anterior. Su bebé había
muerto ahogado. Es por eso que él le pidió al rabino si
podía continuar ocupándose del guemaj. El Jafetz Jaim concluyó
su historia con una moraleja: "uno puede ver claramente que en el
mérito del jesed niños nacen, y cuando el jésed cesa,
ocurre la tragedia".
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