Aprendiendo a ceder
Si quisieramos graficar la visión que tiene de sí en relación
al mundo una persona egoísta, dibujaríamos un círculo
y en su interior un punto, el punto sería élla y el círculo
el resto del mundo; élla siente que aquel fue creado para servirla
y estar sometido a su saber y entender.
Dos personas de este tipo que se casan tienen vidas miserables porque cada
una quiere recibir, cada una se preocupa por sí. La representación
gráfica consistiría en dos flechas paralelas orientadas en sentido
opuesto. La persona debe salir del punto, del “sí mismo”
e intergrarse al círculo, es decir, buscar vivir de acuerdo al que
lo rodea, en pos del bienestar del otro, gráficamente ahora serían
dos flechas redondeadas que se ‘persiguen una a la otra’. Viviendo
así, la persona puede sacudir sus intereses personales, desprenderse
de ellos, y crecer. El Santo Bendito Sea, quiso que no le quedara a la persona
espacio alguno para sí misma en el que por cierto tiempo no estuviera
obligado hacia alguien, por ello le creó
un compañero o compañera, su pareja, a la que estuviera obligada
todo el tiempo.
Hay un lamentable dicho popular que dice “Ambos, uno en compañía
del otro, y cada uno por separado". En otras palabras, ‘ciertamente
vivimos juntos, pero cada uno tiene un espacio en el que el otro no interfiere’.
Esto está en oposición al propósito de la Creación,
el cual es que la persona esté obligada hacia su pareja las veinticuatro
horas.
No sólo eso, el dicho mismo está equivocado, ya que debiera
decir ‘nosotros’, y al no hacerlo es como la diferencia que hay
entre ‘mezcla’ y ‘compuesto’. Ejemplo de mezcla es
la ensalada y de compuesto el cocktail. Para hacer una ensalada, tomo tomate,
pepino, y pimiento, los corto en pedazos, y los mezclo. Al finalizar todavía
puedo extraer un trozo y decir qué es. En el cocktail, combino vino,
cerveza, y cognac. Una vez que lo hice, ya no puedo separar más, porque
ya no tengo ni vino, ni cerveza, ni cognac, sólo cocktail. El hogar
judío implica estar juntos en la cocina, y juntos en el Beit HaMidrash
( N.T.:Casa de estudio de la Torá), y por supuesto que no en el sentido
de que el esposo sepa cocinar, sino que experimente con ella las viviencias
de la cocina, que se alegre con ella por lo que preparó bien, y que
se lamente con ella por lo que se le quemó; y la mujer exactamente
igual con lo de su marido en el Beit HaMidrash o en el trabajo, al hacerla
partícipe de lo ocurrido durante el día ella se conduele o se
alegra con él. Esto es ‘nosotros’, no ‘ambos’.
Una pareja en la que cada integrante vive para sí, buscando sólamente
su propio bienestar, podría decirse que, en realidad, esta jugando
'a la soga’, cada uno sostiene un extremo y jala en dirección
a sí. A medida que tensen la soga, se irá debilitando la parte
del medio hasta que finalmente se romperá, volando cada uno para su
lado. Esta ruptura es la separación, D-os no lo permita!
Y si es así, lo que se demanda de nosostros es que renunciemos y renunciemos
durante más de ochenta años. Decirlo es muy fácil, pero
cuando se llega a los hechos por algún motivo se cesa de hacerlo después
de seis meses de matrimonio. Esto pasa a causa de que carecemos de una comprensión
cabal del concepto de renunciar. El primer medio año la situación
se sostiene porque cada uno tiene la alegría y el entusiasmo del comienzo,
junto a la voluntad de dar; pero al cabo de ese lapso se les termina y esperan
ahora que el otro lo reemplace en la función de conceder, ahí
es cuando toda la felicidad simplemente desaparece.
Acostumbraba el Rab Dessler, Z"L, a decirle a las parejas
en el día de la boda, "cuídense
queridos, de aspirar siempre a colmar de satisfacción uno al otro,
tal como lo sienten en esta hora, y sepan que en el momento en que comiencen
a hacerse reclamos, la alegría se les escapará".
Rab Jaim Friedlander agregó que en los mandamientos
que tiene el hombre en relación a su prójimo no hay dos lados,
ni tampoco en el comportamiento entre esposos. No existe decir: "si cumples
con tus oligaciones hacia mí, cumpliré con las mías hacia
tí," ya que la vida de casados no es una transacción bilateral.
Cada uno entiende que renunciar es bueno, pero está dispuesto sólo
si el otro también lo hace, y así se sientan a esperar. Y esperan,
y esperan, hasta que... a veces ya no hay más qué esperar.
Otra causa por la que se deja de renunciar es la búsqueda de justicia.
En este Mundo no siempre la hay , muchas veces ocurre que no. Y dado que de
igual forma es en el hogar, es preferible conducirse sabiamente en lugar de
insistir con ella, estando a veces la sabiduría en renunciar. Quien
se obstine permanentemente por la justicia, se quedará sólo
con ésta, y no con su cónyuge. En consecuendia,
‘no seas justo, sé sabio’, excepto que
para ser sabio hay que estudiar qué es renunciar.
Cuando una persona renuncia en pos del otro siente que él pierde y
el otro gana. Pero si consideráramos más profundamente el concepto
veríamos que no es así, ya que eso es correcto sólamente
en el momento mismo del renunciamiento. En un plazo más amplio, el
que lo hizo es el que gana, en razón de que lo bueno que resultó
para el receptor de ese acto de renuncia, volverá hacia el que lo llevó
a cabo. Si es bueno para uno, será en consecuencia bueno para el otro.
Expresándolo en primera persona se diría: todo lo mejor que
le vaya al otro por mi relación con él, será bueno para
mí.
Y más, el escrito sobre la Bondad ( del Rab Dessler) expone como tema
central que no hay receptor más grande que el que da. Dar une, siendo
así no sólo entre personas sino también con inanimados;
se hace un dibujo y se lo quiere, y cuanto más se le dedica, mayor
es la ligazón.
Así es la naturaleza humana, el que da
ama, y esto está en oposición al empleo del
próijmo a fin de amarse a sí mismo; cuanto más tiempo
pase y más se de, más unido se estará al cónyuge
y más se lo amará, dado que más se le dió. Después
de veinte años el vínculo será mucho mayor que después
de un semestre.
Rab Israel Salanter dió una defición muy aguda
al decir "la persona debe preocuparse por
su Mundo Venidero y por el Mundo Terrenal de su prójimo".
Pero desgraciadamente, nos preocupamos por el Mundo Terrenal nuestro y el
Venidero de nuestro prójimo.
El gran problema está en que, para nuestra desdicha, invaden nuestro
sector ideas propias de la calle, entrando por la puerta trasera.Y esto es
tremendo, porque si lo que penetra no está bien, pero lo hace por la
puerta principal, por lo menos lo sabremos, y existe la posibilidad de que
alguna vez nos deshagamos de ello; pero cuando ingresa por la puerta de atrás
no percibimos absolutamente nada. Un ejemplo es la horrorosa expresión
– “No seas fraier” ( N.T.: frier: cándido,
ingenuo). Su significado: “no seas de hacer buenas acciones”.
Esa expresión causa que cuando se enfatiza que hay que dar, aparezca
la pregunta: ¿voy a dar y dar, y que mi pareja la pase bien recibiendo,
pasando yo a ser el fraier de mi pareja toda la vida? Ante todo, eso en general
es incorrecto porque el otro sí da, sólo que da según
lo que cree que es suficiente y no según lo que el primero cree que
merece. De esta forma comienza el problema de que "según
el tamaño de la expectativa es el tamaño de la desilusión",
y la regla a saber es: cuanto más es lo que tenemos esperanza de recibir,
menos recibimos, y cuanto menos es ( y más todavía si en absoluto
no tenemos esperanza de recibir) recibimos más.
También en el caso de que la otra parte no de nada, si se es consecuente
durante un tiempo, eso cambiará, porque dado que en su interior la
persona sabe que no está hecha sólo para recibir, finalmente
se sentirá muy incómoda. Por ende hay que dar, dar, y dar a
la pareja, así su actitud se quebrará, y entonces ella le devolverá
con intereses, actualización, e impuesto al valor agregado. No porque
al final se recibirá es que hay que dar, sino porque hay obligación
de dar.
El
judío debe busca dar, y no buscar recibir. ¿ No ser fraier?
Hay que ser fraier! Dar, dar, y dar.