Si abuelo,
soy yo. Vine a visitar tu tumba, aquí en el Monte del Descanso. Fue difícil
encontrar el camino. Sabes abuelo, el camino a tu tumba fue tan difícil,
que me pareció que tuve que pasar por Egipto, Babilonia, Roma, España,
Varsovia y Santiago, para llegar al lugar de tu último reposo.
Y ahí
abuelo, ahí, en Santiago, no entendí por qué pediste que
te enterraran justo acá, en la entrada de Jerusalén. Ahora lo
entiendo mejor, Hoy pienso que empecé a entender...
Hoy tu estas
más cerca de mi corazón que entonces... Recuerdo tus visitas semanales
a nuestra casa en Las Condes, los días domingo.
Entonces
irrumpiste en la vida de la casa de mis padres, sudamericanos de clase media,
y tu tenías una apariencia tan extraña, extraño a nuestra
forma de vida acorde a las últimas modas, al estilo de la casa y a todos
los objetos que nos rodean, extraño a nuestro estilo de vida, a la forma
de hablar, la comida y a todo. De repente apareciste de alguna parte, -como
una pieza de museo de hace 200 años- un tipo anciano, con barba blanca
y larga...
Abuelo, créeme, en verdad me esforcé por apreciarte en tus visitas
semanales, quise realmente comportarme respetuosamente, a pesar de tus raras
costumbres, de tu extraña forma de hablar (un poco de idish mezclado
con hebreo antiguo) y de tus cubiertos especiales para comer y tu eterno murmurar,
llamado rezo o algo así.
Quería
apreciarte, pero tú entiendes, era difícil. A decir verdad abuelo:
¡para mí eras el prototipo del fracaso! ¿A qué llegaste
en tu vida? ¿En qué tuviste éxito? ¿En qué
te destacaste? Título académico no tenías, no trabajabas
en nada científico, no tenías un departamento elegante, tampoco
muebles de valor ni por supuesto un auto lujoso. Nunca tuviste ninguno de los
símbolos de éxito de nuestra vida chilena.
Yo no me
justifico por haberte juzgado así entonces... pero no tenía alternativa.
El sistema de conceptos que tenía, no me permitía otros medios
para juzgar tu realidad. Por su-puesto que tendría que haber pensado
de otro modo, ya lo sé... pero eso lleva tiempo, a unos más y
a otros menos...
Tú,
seguro quisieras preguntarme ¿Cómo llegaste hasta mí, frente
a mi tumba? en verdad abuelo, no me lo vas a creer, la culpa la tiene mi novia
Cristina. Te lo voy a explicar mejor. Llegué hasta aquí por tu
hijo y su mujer -que son mis padres que no lograron de ninguna manera, encontrar
las palabras adecuadas para convencerme de que no me case con mi novia.
Fueron en
verdad extrañas conversaciones: mis padres recitaban frases que no eran
de ellos. Cada argumento que empleaban, se transformaba en un juicio religioso
que sonaba extraño al salir de sus bocas. Empecé a extrañarme
de mis padres ateos, liberales en sus ideas, hijos del siglo XX ¿En qué
les molestaba que yo quisiera casarme con esta joven?
Sus argumentos,
abuelo, no eran muy inteligentes, se los podía refutar fácilmente,
pero su energía, abuelo, su energía es la que por un lado me conquistó
y por otro me rebeló.
Sabes, abuelo,
también en tu nombre me pidieron que no me case con esta “goyá”.
Eso me hizo reír, realmente cómico, en qué circunstancias
se acordaron de ti. De ti de quien hasta ese momento se reían y de todo
lo que representabas...
Bueno, abuelo,
no voy a extenderme sobre lo que sucedió en esos días entre tu
hijo y tu nieto, pero esta discusión con mis padres me hizo tomar una
resolución interesante. Emplear un poco de tiempo para investigar todo
el tema. Me refiero al judaísmo. Tú entiendes, saber por lo menos
el valor de esos 3.500 años que estaba por desechar.
Sólo
investigar por supuesto, sin compromiso, sólo interés intelectual...
¿Entiendes a lo que me refiero abuelo? Esos días de Investigación
fueron muy difíciles. Me parecía que jugaba juegos terroríficos.
En especial porque me maniaté con Tefilín, esas cajitas negras,
una en la mano y otra en la cabeza, con sus tiras largas... pero lo que sucedió
fue que pequeños fragmentos de pensamiento y pequeños hechos dispersos,
comenzaron a acercarse y a formar algo más completo... Poco a poco me
acostumbré a las palabras árameas del talmud, descubrí
la extraordinaria y perfecta complejidad de un problema...
Abuelo,
te dice esto tu nieto, que estudió en la Universidad de Chile física
y matemática... estas carreras tienen su lógica, pero -cómo
te explico- acá en el talmud hay en su fino entendimiento algo atormentador,
y al mismo tiempo, palpable... puedes tocar la idea... la lógica es sumamente
real...
Pero no
es sólo el nuevo conocimiento que adquirí... lo principal son
las nuevas personas que encontré, la comunidad a la que entré.
Ellos sabían sacar la esencia de una Idea de su contexto y ponerla en
la mesa del Shabat y hacerte participar también a ti de la discusión...
y esta idea se reflejaba en el vino del Kidush y se amasaba con la jala cuando
esta era horneada.
Eso es todo
abuelo, ahora estoy aquí a tu lado, ojalá pudiéramos conversar,
cosa que no hicimos nunca antes. Sabes, hoy tengo mucho que preguntarte, hoy
estoy interesado en las respuestas que me puedes dar...
Entiéndeme
bien abuelo, yo no soy un justo ni nada parecido... pero cuando estábamos
en la Yeshivá y estudiábamos, esto me asombró, con "esto"
me refiero a la máquina más maravillosa. Si el RaMB”aM Maimónides
hubiese entrado en ese momento y se hubiese sentado entre nosotros, hubiese
podido seguir con nosotros desde el punto en que dejamos la discusión...
Un hombre
de Jerusalén me dijo ayer, que te conocía de Europa, me dijo;
tu abuelo era un alumno muy sabio. Yo no lo sabía y eso me molesta, cómo
puede ser que nunca hayamos conversado... y hoy tengo mucho que contarte, tanto...
Te contaría
también cosas buenas sobre tu hijo, mi padre, sobre él y mamá.
Seguro que te angustiabas por la forma de vida que ellos llevaban, tan lejos
de la vida judía, pero abuelo, a pesar de querer ser como los demás,
a pesar de las presiones por el sustento, que cambiaron totalmente el aspecto
espiritual de mis padres, ellos querían de todo corazón que sus
nietos sigan siendo judíos y después de todo papá terminó
la universidad de Chile y mamá recibió su título en la
Universidad Católica.
Tan modernos,
intelectuales y del siglo XX, y a pesar de todo judíos.
Eso es algo,
abuelo...
Y aún
más, ¿Tú creerías que aquellas veces que quise escapar
-no por haber llegado a la conclusión que en el judaísmo no hay
verdad, al contrario, quería escapar porque estaba convencido que era
la verdad- tú creerías que tu hijo y su mujer, fueron quienes
me empujaron a quedarme en la Yeshivá? ¡me instaron a seguir luchando,
a resistir diciendo que ellos lamentaban no haber tenido la oportunidad que
yo tenía!
¿Lo
creerías? ¡y te cuento todo esto para que sepas... que no fracasaste...!
Que algo
tuyo todavía vive en ellos, y algo de ese algo, una chispa me la pasaron
a mí.
Y algo más,
abuelo. Antes de venir a Israel, fui al barrio donde vivías. Volví
a San Francisco, hasta fui a la vieja sinagoga a donde íbamos en nuestro
auto- en Rosh Hashaná a desearte un feliz año. Fue una visita
atemorizante. Vi los fantasmas revoloteando en la sinagoga, y vi un coro imaginario
que decía “Kadish” ...
El mundo
exterior, abuelo, era más atrayente, los manjares que él prepara
a todo el que quiera, tentaban mucho. No se puede permanecer indiferente a la
tentación, y más difícil aún es ser diferente, no
ser como todos, y sentirse extraño a todo lo que sucede alrededor...
¿Te
das cuenta, abuelo, de la lucha que hay en mi interior? hay veces en que yo
gano y otras en que pierdo, pero últimamente se me ha aclarado cada vez
más la dirección de esta lucha en mi interior. Entonces, cuando
estaba parado dentro de esa pobre sinagoga en San Francisco estaba seguro que
el "Minián" de fantasmas decía kadish por el alma de
esa grandiosa cultura, que se apaga rápidamente...
Hoy no estoy
para nada seguro de eso... ya que de repente se quebró la dialéctica
de la lógica y me chequeó, y las voces de los estudiantes de la
"Yeshivá" que retumban con el “Keriat Shema” en
el rezo vespertino y los niños sentados a la mesa del Shabat resplandecían
con una santidad que no era de este mundo, realmente increíble.
Pero repentinamente
la historia se iluminó con un significado actual... y entonces entendí
que el "Kadish" de los fantasmas era por el señor Nietche ¡él
está muerto y D's está vivo en toda su gloria!...
Algo, abuelo,
un eco resuena en la tranquilidad de tu lápida, en Tierra Santa... un
eco de Jerusalén. Abuelo, el año pasado no sabía leer las
letras grabadas en tu lápida, hoy si puedo, ya sé es tu nombre:
“Yaakob”.
Allá,
en el lugar donde nací, los hombres no lloran. Eso es de débiles.
Entonces ¿Por qué me arden los ojos? quizás es más
griego que judío, pero ya te dije que todavía no vencí
en todos los combates...
Adiós
abuelo, ahora tengo que irme, y antes de irme quiero prometerte algo. SI sigo
ascendiendo por mi nuevo camino y espero que así sea, entonces a mi hijo,
al nieto de mis padres que tanto les preocupaba... lo llamaré Yaacob,
como tú.
Y quizás,
también el llegará a ser un estudiante sabio...
Como tú
abuelo...
Artículo
extraído de la revista "El Kolel" de Chile con autorización
de su editor
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