Sinopsis del libro: El universo: enigma y elucidación Desarrollo del feto |
El
estudio del desarrollo ontogénico (desarrollo del feto) desde la
perspectiva de los descubrimientos de la genética moderna también
proporciona evidencia adicional de que el método reduccionista
no es apto para describir la realidad. El descubrimiento del mecanismo
de la herencia (la estructura del ADN) es frecuentemente citado como el
éxito más grande del enfoque reduccionista. Sin embargo,
este mismo descubrimiento refuta la idea de que el desarrollo ontogénico
puede ser explicado sobre la base de los procesos genéticos y moleculares
que lo constituyen. Por ejemplo, se ha demostrado que así como
una sonata para piano de Beethoven no es el resultado de la estructura
física del piano, así tampoco el desarrollo de un organismo
vivo no es consecuencia de la estructura de su ADN. Más aún,
es universalmente aceptado que cualquier sistema biológico es intrínsecamente
diferente de un sistema físico en el hecho de que posee una capacidad
interna de organización propia. Sin embargo, la metodología
científica por definición no es capaz de explicar un factor
\"interno\" que únicamente se relacione consigo mismo,
puesto que no está expuesto a la observación. Además,
el hecho de que no conozcamos sistemas computacionales capaces de escribir
el programa para su propia fabricación como parte de su proceso
mismo de fabricación arroja una grave sombra de duda sobre la capacidad
del enfoque mecanicista para explicar el fenómeno del desarrollo
ontogénico. En otras palabras, \"parece que estamos a punto
de descubrir no sólo nuevas leyes de la naturaleza, sino también
nuevas formas de pensar acerca de la naturaleza que se apartan radicalmente
de la ciencia tradicional\" (Paul Davies).
Al igual que la física, la biología no incorpora ninguna
noción acerca de los aspectos no-materiales de la vida (conciencia,
finalidad, amor, etc.). Éste y otros hechos han llevado a muchos
científicos (por ejemplo, Niels Bohr y John Eccles) a concluir
que el enfoque mecanicista y reduccionista está muy lejos de ser
un adecuado sistema explicativo de la realidad. Solamente es adecuado
para la descripción de ciertos aspectos específicos del
\"poder ejecutivo\" de la realidad (es decir, los mecanismos por
medio de los cuales la vida opera), pero no para la descripción
de su \"poder legislador\" (la vida misma). Además de todo
esto, se podría argüir que la ciencia por definición
solamente es epistemológica y no ontológica: no tiene nada
que decir acerca de la realidad en sí, sino únicamente acerca
de la imagen del mundo que nos formamos cuando lo experimentamos. El desarrollo
ontogénico, en cambio, es un fenómeno existencial, óntico.
¿Sobre qué, entonces, se basa la afirmación de los
biólogos de que sus explicaciones son más que simplemente
metáforas?
El hecho de que biología moderna deje fuera de sus teorías
cualquier alusión a los aspectos no-materiales de la vida eso mismo
nos indica en qué dirección general debemos buscar la solución
al enigma del desarrollo ontogénico. Es imprescindible un modo
de pensamiento que al mismo tiempo que trata acerca de los principios
organizativos que están a la base del desarrollo ontogénico,
también tome en cuenta el producto final del desarrollo mismo:
la mente humana junto con todas sus facultades. Más que eso, el
primer paso para hallar la solución al enigma del desarrollo es
?apartarse radicalmente de la ciencia tradicional? y asumir
las causas del desarrollo se localizan en el nivel subjetivo. Puesto que
en principio no hay forma de incluir la dimensión psíquica
en una descripción biológica, ello implica que sólo
si traducimos los paradigmas mecánicos propuestos como modelos
explicativos del desarrollo biológico en términos espirituales,
sólo entonces esa dimensión podrá hallar en la descripción.
En palabras de Eugene Wigner: \"Yo creo que las leyes actuales de
la física son, por lo menos, incompletas sin traducirlas en términos
de fenómenos mentales. Lo más seguro es que son inexactas,
su falta de exactitud incrementándose según aumenta el rol
que la vida juega en los fenómenos considerados.\" En un esquema
descriptivo como éste, la dimensión espiritual ?la
cual constituye los substratos más profundos del ser de los que
la conciencia no puede percatarse? es el factor que sirve de generador
y arquitecto del desarrollo ontogénico.
El estudio del desarrollo ontogénico concluye con el Principio
Antrópico (Anthropic Principle). Según afirman sus exponentes,
hay bases suficientes para afirmar que la vida era parte inseparable del
mundo natural incluso antes de la formación de la primera célula,
e incluso antes de la formación de la primera molécula de
ADN, es decir, antes de que la vida apareciera. Se pueden discernir las
huellas de la vida en el hecho de que los valores de las constantes físicas
caen en un margen tan increíblemente pequeño que es el único
que permite el desarrollo y supervivencia de los mecanismos biológicos.
Si esos valores fueran diferentes incluso en un grado mínimo no
serían capaces de, por ejemplo, formar elementos más pesados
que el hidrógeno y el helio. De aquí a afirmar que fue la
\"vida\" misma la que determinó los valores que hicieron
posible la aparición de los elementos químicos y los mecanismos
biológicos que más tarde servirían de base para su
manifestación sólo hay un paso. Considerada seriamente,
esta conclusión le quita todo sentido al enfoque mecanicista de
la cosmogonía y la cosmología. Cierto es que hay algunos
científicos que consideran que, puesto que no puede ser refutada
experimentalmente, esta conclusión no es científica, mientras
que otros simplemente la rechazan por completo. Sin embargo, según
la opinión de John Wheeler, es apoyada inesperadamente por la mecánica
cuántica. Esta teoría enseña que así como
el universo es imprescindible para que haya un observador, así
también el observador es imprescindible para que haya un universo.
Esto no es todo. La hipótesis anterior de que la vida era parte
inseparable del mundo natural antes de su existencia concreta se integra
perfectamente con la conclusión apuntada anteriormente en el sentido
de que la base de la realidad física la constituye una dimensión
no percibida que está más allá del continuo espacio-tiempo.
También se integra con la idea de que la vida misma tampoco está
comprendida dentro continuo espacio-tiempo puesto que, como ya se señaló,
no es idéntica a los mecanismos biológicos dentro de los
cuales se manifiesta. A la luz de todo esto, no hay ninguna razón
por la que no hayamos de aceptar el Principio Antrópico como inherente
a la esencia de la realidad.
Cuarta Parte, capítulos 16-19
La neurología ha agregado el último clavo sobre el ataúd
de la escuela materialista. Ciertos hechos psico-neurológicos conocidos
demuestran que, contrario a lo que nos indica nuestra percepción
intuitiva, no somos observadores pasivos de la realidad exterior. Se ha
demostrado que la percepción es, en su esencia misma, selectiva:
\"No sólo es cierto que creemos en lo que vemos, sino que en
cierta medida también vemos aquello que creemos\" (Richard
Gregory). Otros descubrimientos menos conocidos demuestran que solamente
la información acerca de las líneas que delimitan los objetos
observados es lo que penetra en el cerebro desde el exterior, pero que
la percepción de sus superficies lisas se origina en el observador
mismo. Más aún, se ha demostrado que la organización
formal de los procesos neurológicos que constituyen el mecanismo
de la percepción del cerebro no es idéntica en absoluto
con la imagen del mundo que percibida por la mente. Aquí tenemos
otra refutación del supuesto reduccionista de que los procesos
cerebrales explican los estados mentales. Precisamente lo opuesto es cierto.
La conclusión que de ello se deriva es más revolucionaria
aun: la imagen de la realidad exterior se localiza enteramente en la mente
del observador y no en el cerebro, ya que no es idéntica en absoluto
con la imagen neurológica que la hace posible. Estos descubrimientos
le quitan todo sentido a la afirmación de que el carácter
material de la naturaleza es algo que se halla \"allá fuera\",
es decir, al exterior de la mente que la percibe. La idea misma de \"materia\"
es, ante todo, conciencia de la materia, y en tanto que tal se origina
en la misma sustancia mental que también da origen a facultades
distintivas del ser humano tales como el pensamiento y el amor; la \"materia\"
no es más que una forma de percepción.
Aunque la física y la biología contemporáneas han
despojado de todo fundamento al enfoque materialista y aparentemente apoyan
al enfoque dualista (en la física esto se expresa en la distinción
entre el nivel macroscópico y el nivel subatómico; en la
biología, en la distinción entre los mecanismos biológicos
y la \"vida\" misma), el estudio del mecanismo de la percepción
mediante el cual conocemos el mundo (incluidos otros descubrimientos de
la física, la biología y la neurología), no deja
lugar a dudas: la aparente oposición radical entre la naturaleza
de la mente y la del mundo exterior no reside en la realidad misma, sino
que es un reflejo de nuestra estructura mental. Los descubrimientos de
la física y la biología indican que aun cuando esta dualidad
de hecho sí permea la realidad, únicamente lo hace en su
estructura y no en su esencia. Todos los diversos niveles y componentes
de la realidad forman parte de una misma substancia, y las diferencias
entre ellos únicamente residen en el modo en que operan, ya sea
holística o mecánicamente.
De todo lo dicho hasta ahora hay que concluir que, en efecto, las categorías
del pensamiento humano no coinciden con la realidad. No sólo eso,
sino que también el mundo no es como parece ser. Con esto no queremos
decir que el mundo exterior no existe, sino señalar que \"nuestro
conocimiento de la realidad exterior se caracteriza por una ignorancia
infinita\" (Karl Popper) y, además, que \"la esencia del
mundo exterior está sellado ante nosotros con siete sellos\",
según afirman los idealistas.
Cortesía del Rab David Toledano. Para cualquier consulta sobre el tema escribir al siguiente E-mail: david_t@netvision.net.il