Todo el mundo es partidario de la paz. Pero cuando los judíos se saludan unos a otros con el famoso "Shalom Alejem" (‘Paz sobre ustedes’), realmente se refieren a un deseo de paz interior. Porque todos los placeres del mundo son sólo un camino hacia la paz interior.
El Camino #42 es Maamidó al hashalom, que literalmente significa ‘hacer la paz’.
La palabra en hebreo para paz, shalom, deriva de shalem, que significa completitud, perfección y plenitud. La verdadera paz es mucho más que el cese de la guerra. De hecho, la paz interior es independiente de las circunstancias externas. El mundo puede estar sumido en la confusión, y pese a eso, la persona puede estar en paz consigo misma. Y viceversa: el mundo puede estar en paz, pero la persona puede estar intranquila interiormente.
Todos hemos sentido alguna vez que tenemos un conflicto interno, lo cual generalmente ocurre cuando debemos tomar alguna decisión moral. Cuanto más grande sea la decisión moral, más grande será el conflicto.
Este conflicto es entre dos “naturalezas humanas” opuestas: el cuerpo y el alma. El cuerpo busca comodidades transitorias y placeres sensuales; desea rendirse, soñar, posponer y dejarse llevar por las pasiones. Pero el cuerpo dice: "Dame comida, calor y una almohada. Quiero relajarme".
Por otro lado, el alma desea significado, logros, permanencia, grandeza, realidad y verdad.
Estas dos fuerzas chocan. Nosotros queremos ser firmes, pero nos sentimos como malvaviscos. Queremos ser grandiosos, pero no tenemos ganas de hacer el esfuerzo. Queremos ser independientes, pero nos sentimos seducidos.
E incluso cuando no nos damos cuenta, este conflicto se desata dentro de nosotros. La paz y la tranquilidad sólo vienen cuando nosotros resolvemos la lucha interna. ¿Quieres grandeza o quieres ser mediocre? ¡Despierta!
El Talmud enseña: "El justo le habla a sus deseos físicos, mientras que los malvados dejan que sus deseos sean quienes les hablen a ellos". La pregunta es: ¿Quién dirige el espectáculo? ¿Quién dictaminará lo que harás?
Los hedonistas creen que debemos dedicarnos al cuerpo y seguir sus deseos. Pero un placer mundano no dura mucho tiempo, y generalmente deja una sensación amarga. Cada vez que te rindes ante los deseos de tu cuerpo —cuando pierdes la calma, cuando fracasas en defender tus creencias o cuando sucumbes ante la lujuria—, el buen sentimiento dura tan sólo un momento y luego de eso terminas sintiéndote deprimido y enojado contigo mismo.
El auto respeto, que es la única paz verdadera, proviene de cuando seguimos lo que desea nuestra alma.
Entonces, ¿cuál es la meta? Provocar que el cuerpo desee lo que el alma quiere, ya que no hay manera de que logres tener paz siguiendo los deseos del cuerpo. Tu alma no se rendirá. Nunca.
Pero el cuerpo puede aliarse con el alma. Por supuesto que "duele" un poco alejarse de un placer inmediato, pero podemos sobrevivir sin él.
Hacer que tu cuerpo esté de acuerdo con tu alma no significa que debas romper tu cuerpo.
El deseo del cuerpo es una fuerza positiva que debe ser aprovechada. La clave está en enseñarle al cuerpo a proporcionar la misma energía y entusiasmo cuando busque "sentido" como lo hace cuando busca un dulce. El cuerpo está donde está la pasión, donde está el poder. Llévalo a que se una a tu acción.
Entrena tu cuerpo para que esté a tono con tu alma. Cuando sientas la resistencia del cuerpo, háblale. Convéncelo. Tranquilízalo.
Sólo un firme poder de voluntad puede quebrantar la resistencia del cuerpo y hacer que acepte. ¿Cómo? Recuérdale constantemente el gran valor que tiene estar en forma, delgado y saludable. "Esto es lo que realmente quieres… imagina lo bien que te sentirás… serás respetado… vivirás más años…".
Dos meses más tarde, si llegas a perder un día de entrenamiento, tu cuerpo te reclamará: "Me estoy perdiendo del placer de correr, ¿qué está ocurriendo?".
Averigua qué es lo que quieres y gobierna sobre tu cuerpo. Píntale las cosas de buena forma hasta que logres reducir la ansiedad del cuerpo. Continúa hasta que la resistencia de tu cuerpo se debilite y se convierta en el socio de la voluntad de tu alma. Tal como en el ejemplo de salir a correr, tú puedes medirlo: ¿Cuánto llevará hasta que el cuerpo siga mi meta? Puede llevar un tiempo hasta que el cuerpo se ajuste… pero cada vez será más fácil.
Utiliza la disciplina. No dejes de avanzar. Ten agallas para perseguir tus metas más altas y haz que la pasión de tu cuerpo se hunda en los deseos de tu alma.
Alístate para cuando el cuerpo luche en tu contra y no te rindas. Porque si te rindes, ¡entonces el cuerpo tendrá rienda suelta!
Cuando estás encerrado en una batalla moral y ambas opciones son igualmente tentadoras, ¿cómo puedes saber qué "voz" está hablando?
Si el resultado de la decisión será comodidad y facilidad, entonces es probable que sea tu cuerpo el que esté hablando. Pero si el resultado será esfuerzo y paciencia, entonces esa es tu alma hablando.
La clave es enfocar tus metas. Si no entiendes qué es lo que quiere realmente tu alma, entonces estarás encerrado en una batalla constante.
El alma quiere ser buena y ayudar a otros. Ten cuidado con las personas que viven en ilusiones de paz. Puede que te digan: "Yo quiero hacer lo correcto", pero probablemente sean demasiado histéricos como para sentarse a discutir los temas. El cuerpo teme perder el control de sí mismo.
Las personas que poseen paz interior dicen: "Ven, pensemos juntos". El alma no tiene miedo.
Una de las mejores maneras de hacer que tu cuerpo desee significado espiritual es tener una causa.
La gente necesita enfocar sus vidas alrededor de una causa que sea más grande que ellos mismos. De esta manera, el cuerpo se pondrá del lado del alma. Cuando luchamos por algo sobre lo cual creemos, el conflicto entre el cuerpo y el alma prácticamente se termina. Estamos dispuestos a llegar donde sea, pues la voz del cuerpo está sumergida en una causa abrumadora.
Esta es la razón por la cual en todo el mundo —y a lo largo de toda la historia— ha habido quienes han sacrificado sus vidas por elevadas causas.
El nacionalismo es un ejemplo de cómo sucede esto. La guerra, por muy destructiva que sea, crea una causa más grande que los individuos que la pelean. Después de una reciente guerra, apareció un reporte que decía que los niños le preguntaban a sus padres: "¿Cuándo será la próxima guerra?". Los padres respondieron: "¿Qué? ¡Una guerra es algo terrible!". Pero los niños dijeron: "Cuando estábamos en guerra, nuestra nación estaba unida, no había discordia y todos eran amables con los otros. ¡La guerra fue tan linda!".
Esa es la ironía. Cuando una nación está luchando por su supervivencia, hay un sentimiento de paz interior. Las personas no se preocupan sobre pequeñeces como el auto nuevo del vecino o que la mucama puso demasiado almidón a las camisas. ¡Hay algo más importante! Escuchamos cuidadosamente cualquier idea. Dejamos que cualquier persona capacitada nos lidere. Nos elevamos por la grandeza de la causa.
Obviamente hay muchas otras maneras más constructivas de lograr este efecto. Como arreglar el mundo, por ejemplo. ¿Acaso no es esa la mayor causa de todas? Bueno, casi...
Cuando las personas luchan por una causa, ¿qué es lo que buscan realmente? ¿Cuál es el deseo más grande del alma?
Grandeza… eternidad… ser uno con Dios.
Dios es Uno. Esa es la verdadera causa a la cual todos aspiran llegar. Salvar a la humanidad es algo pequeño comparado con hacer la voluntad de Dios. Esa es la mayor causa de todas.
Los judíos se ponen en contacto con esto cada mañana y noche, al recitar el rezo del Shemá: "Escucha Israel, Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno". Nosotros estamos enfocados en lo que más quiere el alma.
Decir el Shemá es una herramienta efectiva para enfocarse, integrarse y completarse.
Una vez que hayas logrado alcanzar algún nivel de paz interior, ayuda a otros a hacer lo mismo. De la misma manera que tú pasaste por distintas etapas para reconocer tus conflictos internos, ayuda a otros a que puedan recorrer el mismo camino.
Observa el potencial que hay en tu amigo y elévalo a la grandeza. Sé ambicioso respecto a lo que él podría lograr; ten la ambición de transformarlo en alguien grandioso. Imagina: "Si yo puedo ponerlo en contacto con su alma, ¿cómo eso acrecentará sus poderes? Si él pudiera ser una persona completa, ¿cuán alto podría volar? Si él pudiera ser más feliz, ¿cómo transformaría eso su relación con los demás? Si él pudiera ser más firme, ¿qué grandes cosas podría lograr?".
Obviamente la siguiente pregunta es, ¿cómo haces que alguien sea grande?
Muchas personas están tan acostumbradas al conflicto interno que lo aceptan como un status quo. Aceptan la mediocridad como una forma de vida, como si la grandeza fuera sólo para "grandes personas". La gente generalmente no sabe lo que realmente quiere de su vida. Y si no saben qué es lo que realmente vale la pena perseguir, entonces perderán la motivación para intentarlo.
Enséñale a la gente a tener metas y a averiguar qué metas son valiosas. Pregúntales una y otra vez: "¿Qué quieres?”. Ayúdalos a enfocarse: “¿Puedes ser realmente feliz si eres mediocre? ¿Puedes estar en paz si no te sientes realizado?".
Si inspiras a otros, eso te dará una dimensión distinta sobre el poder de la sabiduría. Pues al trabajar objetivamente para ayudar a que otros sean poderosos, nosotros también llegamos a serlo.
Además, si tienes éxito en desarrollar el potencial de otros, tú mismo habrás alcanzado la grandeza. Pues el mejor regalo que una persona puede dar a otra es paz interior y tranquilidad. Y ahora, tú compartirás cada uno de sus logros.