Después de escuchar una buena historia, un chiste o una idea, solemos estar ansiosos de repetirla a otros. Pero al hacerlo, la tendencia es presentarla como nuestra propia invención.
Haomer davar beshem omró, significa literalmente ‘dilo en nombre de quien lo dijo’. Cuando cites algo siempre debes mencionar la fuente. En otras palabras, “no te robes el crédito de los demás”.
El Talmud, el libro clásico de sabiduría, se extiende enormemente para trazar el linaje intelectual de una idea: "Tal y tal dijeron en el nombre de tal y tal, que dijeron en nombre de tal y tal".
Entonces, la próxima vez que estés listo para compartir una jugosa historia, no te olvides de mencionar: ¿De dónde la sacaste?
Para poder apreciar algo de forma adecuada, primero debemos tasar su valor. Por eso cuando alguien nos da un regalo material por lo general no tenemos ningún problema en mostrar gratitud.
Los 48 Caminos dicen: Reconoce también los regalos espirituales. La sabiduría es ciertamente más valiosa que el oro, y ¡el secreto de la felicidad es más preciado que un diamante!
Como ejercicio, haz una lista de las ideas que regularmente apoyas junto con las fuentes originales de donde las escuchaste. Piensa en personas que te han dado sabiduría para vivir. ¿Acaso un amigo te puso en tu lugar por haber hecho determinada cosa? ¿Acaso tu hermano te salvó de hacer cosas estúpidas? ¿Acaso un empleador te dio un buen consejo en relación a tu carrera?
Reconoce que recibiste el regalo. Si alguien te quitó la venda de tus ojos, es fantástico, es una vida diferente. Dite a ti mismo: “Ahora estoy consciente de una cosa muy importante a la cual no le estaba prestando atención”. Dilo en voz alta. El puro hecho de hacerlo será suficiente para que sientas verdadera gratitud.
Ahora, haz que la fuente sepa cuánto lo aprecias. Considera como si el “gracias” fuera el pago por la buena idea. Disfruta pagando la cuenta, no aborrezcas pagarla. El placer que le darás a la otra persona es una pequeña retribución por un enorme regalo.
Un buen lugar para empezar es por tus padres. Haz una lista de todos los regalos que te han dado, tanto materiales como éticos: tu sentido de honestidad, la disciplina, el deseo de la verdad, la bondad con las personas. Aprecia cuán valioso es cada uno de ellos. ¿Qué obtuviste de tus padres? Averígualo.
Después de eso, escríbele una carta a tus padres agradeciéndoles por todos esos regalos. Suena un poco melodramático, pero es asombrosamente poderoso. ¿Entiendes el enorme placer que les vas a dar, además del placer que tendrás tú mismo al darles a ellos ese placer?
Cuando reconoces la fuente no pierdes, sino que ganas. Nunca serás capaz de valorar un poco de sabiduría, una reflexión sobre la vida, a menos que estés dispuesto a reconocer el regalo. Porque al negar el regalo estás degradando su valor y por lo tanto no lo aplicarás seriamente, ya que para ti no tiene valor.
Es más, si estás conscientemente informado sobre de dónde proviene tu sabiduría entonces es mucho más probable que vayas a buscar más de ella.
También tendrás la capacidad de guiar a otros hacia la fuente. Haz que todos sepan. Hacer que otra persona esté feliz no te roba felicidad, sino que por el contrario; mientras más gente sea feliz, más fácil será para ti ser feliz.
Cuando hay más sabiduría a tu alrededor, la vida se torna mejor para todos.
¿Por qué la gente tiene tantos problemas para reconocer a otra persona como la fuente de una idea?
La verdad es que las personas desean tener independencia y luchan constantemente por estatus y por ser superiores a los demás, pero tener deudas con otros pareciera ser una amenaza a esto. No nos gusta pensar que no fuimos lo suficientemente inteligentes como para “descubrirlo nosotros mismos”.
Pero la verdad es que independencia es cuando pagas tus deudas.
¿Qué nos dice esto? Cuando sientas la necesidad de recibir reconocimiento por el trabajo de otro, deberían sonar campanas de alarma. Es una señal de alerta de inseguridad. Porque a pesar de que puede “hacernos quedar bien”, es realmente un sustituto barato para la verdadera superación personal.
Si quieres obtener reconocimiento por una buena idea, ¡piensa en una tú mismo!
Además, si otros se enteran de tu “robo”, entonces habrás perdido credibilidad ante ellos, e incluso si nadie más se entera de todas formas habrás dañado tu amor propio. Y ambas cosas son productos muy difíciles de recuperar.
Da reconocimiento cuando corresponda. La gente te respetará por eso y te sentirás bien contigo mismo, ¡incluso mejor que si hubieras tomado el reconocimiento de otro!
Pero hay una dinámica aún más sutil que está en juego aquí. Algunas veces tomamos ideas prevalentes en nuestra sociedad y vamos por el mundo presentándolas como nuestras propias conclusiones.
Haz una lista de tus opiniones en relación a temas como libre albedrío, verdad absoluta, evolución y aborto, entre otras. Sigue el rastro hasta la fuente de cada una de ellas. ¿Son tus propias ideas? Si no es así, ¿de dónde vienen? ¿Leíste un artículo en una revista o te las comentó un amigo? ¿Cómo llegaste a tu conclusión?
No te engañes. Reconoce que cuando tu ego se ve involucrado, no estás viendo la evidencia —los pros y los contras—, sino que simplemente estás “defendiendo tu conclusión”. Y el peligro inherente es obvio: en el fondo no estamos seguros de si la creemos o no.
Por ejemplo, puede que creas que “no hay una verdad absoluta”. En vez de eso, trata de replantearlo: “La gente dice que no hay una verdad absoluta”. De esta forma serás libre para investigar sobre esta idea de una manera objetiva, sin estar encerrado en una posición.
Ahora haz la pregunta un poco más profunda: ¿Por qué decidiste en un principio identificarte con esta idea en particular?
La próxima vez que escuches una discusión sobre un tema controversial, resístete a la tentación de aceptar una idea sólo para sentir que has “resuelto los temas difíciles de la vida”. Evita sacar una conclusión hasta que no hayas escuchado toda la evidencia, ya que en caso contrario no estarás haciendo más que pretender y fingir en lugar de vivir realmente.
¿Puedes estar seguro de una conclusión? ¡Sí! Los 48 caminos dicen: Aprende la dinámica de la claridad y estudia cómo funciona la dimensión del conocimiento. Entonces sentirás la seguridad cuando venga.
Haz una lista de los tesoros de la sociedad: monoteísmo, justicia para todos, educación universal, dignidad individual, el valor de la vida. Todos estos valores centrales del mundo civilizado provienen de la Torá.
Antes de que se entregara la Torá, la gente construía sus vidas sobre un concepto subjetivo del "bien y el mal". Luego, en el Monte Sinai, la historia de la humanidad tuvo un gran cambio. Las personas entendieron que hay un Dios y que este tiene expectativas morales. No puedes simplemente vivir como te plazca; hay una autoridad superior a quien le debes rendir cuentas.
A pesar de que los judíos nunca fueron más que una pequeña fracción de la población mundial, estas ideas se convirtieron en la base del mundo civilizado. Por ejemplo, ¿conoces la fuente de la idea "ama a tu prójimo como a ti mismo"?
Está en los cinco libros de Moshé, en Levítico 19:18.
El pueblo judío es una empresa ilustre de más de 3.500 años de antigüedad. No somos algo que se generó de la noche a la mañana. El mundo utiliza nuestros productos bajo diferentes marcas y lo da por hecho. Considera lo que la humanidad le debe al pueblo judío.
Si vives con sabiduría judía, debes saberlo, citarlo y darle reconocimiento.
Pero más que nada, dale crédito a Dios. Él nos dio un cerebro para entender y apreciar la sabiduría. Otros maestros nos iluminan, pero el maestro original es Dios. Él nos implantó la intuición necesaria para descubrir todo lo que se requiere para vivir.
Dios nos está llenando de regalos todo el tiempo. Comida, aire, ojos, dientes. La vida misma. Él nos programó con una antena para la sabiduría. Nada es posible sin Dios.
El problema es que no queremos estar en deuda con Él, y por lo tanto negamos los regalos. Nos negamos a creer que Él nos ama.
Es como un hijo que no quiere reconocer que le han regalado un nuevo Porsche cero kilómetro. Va a decir que es el color equivocado, que tiene una abolladura, que gasta mucha gasolina. Va a encontrar algo malo en el regalo porque no quiere reconocer la deuda.
Para poder conectarte con Dios debes aprender a apreciar todo lo bueno que ha hecho por ti. Eso significa dejar de lado la ilusión de que sólo tú eres responsable por tus logros. Todo es un regalo de Dios. Tal como cada pincelada de Picasso tiene su firma en ella, todo en este mundo tiene la firma de Dios. Tenemos que aprender a apreciarlo.
Si haces el esfuerzo de apreciar los regalos que te ha dado Dios, entonces tendrás una conciencia de la presencia de Dios tan refinada que todo lo que hagas irá acompañado de Su amor y Su guía. Estarás sorprendido, mucho más allá de cualquier otro placer posible.
Es por eso que la gratitud es la mayor apreciación, el Camino 50 a la Sabiduría. Este es el paso que unifica a todos los anteriores. Empieza a amar a Dios. Reconoce los grandiosos y numerosos regalos que Él te dio.