Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Hoja - PERASHAT NOAJ

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LA TORRE DE BABEL

“Y Hashem los dispersó por toda la tierra y abandonaron la construcción de la ciudad” (Bereshit 11,8)

Todo lo relacionado con esta generación conforma una de las perashiot más “cerradas” de nuestra Santa Tora.

¿Qué querían, qué comenzaron a hacer, qué planificaron? Nosotros queremos entender esto no por el sólo hecho de entender, no sólo para entender una porción de la Tora, un tema elevado por sí mismo, sino también para para cumplir con nuestra obligación, obtener una enseñanza y una dirección para nuestros caminos…

Rabenu “Or Hajaim” Hakadosh ztz”l nos dio su explicación, nos alisó el camino con el entendimiento de los asuntos en cuestión, y atestiguó sobre sus palabras, que son simplemente lo que está escrito: Hashem Itbaraj creó el mundo, todo el mundo, para cubrirlo y habitarlo, en toda su extensión. Y si ahora viene la gente y quiere reunir todas las ciudades y pueblos del mundo en una sola ciudad gigantesca, inclusive, cuando el tamaño de esta ciudad sea comparable al de todo un país, o hasta la superficie de dos o tres, ¿qué pasará con el resto de la superficie de toda la tierra?, ¿para qué Hashem creó toda esta tierra digna de ser habitada?

Esas fueron las intenciones de los habitantes de dicha generación: ingresar a toda la población del mundo, de esos días, en una enorme ciudad, en una gran llanura en la tierra de Shinar, alrededor de una impresionante torre que estaban construyendo. Y Hashem Itbaraj no estuvo de acuerdo con esa idea, y los esparció por toda la tierra. Para que aumenten los asentamientos, más ciudadanos y más ciudades, más pobladores y más pueblos, que las personas anden por los caminos que se construyan entre ellos, y que todo el mundo esté habitado. Hasta aquí las santas palabras del “Or Hajaim” Hakadosh.

Y ahora, nosotros buscaremos la enseñanza, el mensaje, pensando, principalmente, en todos los aspectos de nuestras vidas. Cuando Hakadosh Baruj Hu creó el mundo y Su Voluntad fue que esté completamente habitado, también con bendición, también con escasez, lo hizo con poblados dispersos y asentamientos aislados, y no eligió hacer una gran ciudad que agrupe a toda la población en un solo punto, dejando el resto del mundo desolado. Y así está escrito con respecto a los fundamentos de la vida, que son: “mundo, alma, año”, como aparece en el “Sefer Hietzira”…

Si nos referimos al “año”, al tiempo – justamente ahora acabamos de pasar el mes de las festividades. Comenzando con la elevación de Rosh Hashana en busca de Iom Hakipurim, y el camino desde Jag Hasucot hasta llegar a Simjat Tora. Reunimos los Iamim Hanoraim, días de reflexión, balance y oración, fe y entrega al Creador, alegría y Santidad. Fue como una torre de luz, por la que ascendemos. Y pobre del que duda de todo esto, y que piense que puede dejar el resto de los días del año en el abandono…

Lo mismo con respecto al “alma”, tenemos el pueblo de Israel con los miles y millones de almas que lo forman, todos hijos de Abraham, Itzjak y Iaacov, almas que provienen del Trono Celestial, valiosas y brillantes. ¿Acaso puede ser la Voluntad de Hashem que en una esquina (del mundo) se construya una gran ciudad con Tora y Santidad, y que todo el resto del mundo quede desierto? ¿Que un sector encierre toda la Luz de la Tora, el esplendor de la Divinidad, mientras la mayoría del pueblo tenga su alma abandonada, en una oscuridad terrible? ¿O diremos, tal vez, que Su Voluntad será que los habitantes de la gran ciudad se dispersen y traigan la Luz a cada espacio, con el establecimiento de centros de estudio de la Tora, creando cursos de Tora, fortaleciendo la fe y enseñando los preceptos para cumplir?

El gaon y santo, rabi Menajem Mendel ztz”l, rebe de Linsk, era un gran amante de Israel. Así ordenó que se grabe sobre su sepultura y así escribía siempre antes de sellar su nombre en las cartas que enviaba. Una vez, cuando llegó al punto donde debía concluir su carta, se le cayó la pluma. La levantó, y cuando quiso firmar, tuvo otro inconveniente. Entendió que no era un simple problema, algo especial estaba pasando, si se le presentó un problema tras otro, debía haber una buena causa. Revisó sus acciones y no encontró haberse enojado o hacer alguna cosa no debida a un hombre de Israel. Llamó a la gente de su casa y les preguntó: ¿tal vez alguno de ustedes avergonzó a un iehudi o le provocó un sufrimiento?

Recordaron que llegó un hombre simple, y algo desarreglado, que quería hablar con el rab, y ellos se lo impidieron para no molestarlo.

De inmediato ordenó salir a su encuentro para que lo traigan con él. Lo buscaron, pero fue en vano, hasta que alguien dijo haber visto un hombre con esa descripción que andaba en sitios no muy apropiados. Le contaron al rab, que ordenó, que de todas formas, vayan hasta ese lugar y lo traigan junto a él.

El hombre llegó y el rab lo recibió con todo el brillo de su rostro. Le pidió disculpas por haberlo rechazado en la mañana sin que él estuviera enterado. Pidió en la casa que traigan al hombre algo para comer y tomar, brindándole un honor muy especial, hasta que el hombre sintió vergüenza y se arrepintió de sus acciones…

Cuando el hombre se fue, el rab lo acompañó, y al volver, vio como toda la familia estaba extrañada por su comportamiento, tantos honores brindados a un hombre que, al parecer, no lo merecía…

Dijo el rab: el profeta Ieshaiahu habló sobre los tiempos del Mashiaj, diciendo (Ieshaiah 66,20): “y traerán todos los hermanos de todos los pueblos una ofrenda para Hashem, en sus caballos, en sus carros y carrozas, a Mi Monte Santo, en Ierushalaim”.

Y necesitamos entender: ¿a quién le traerán todos los pueblos? ¿Acaso un iehudi puede escuchar la Voz del Shofar que tocará el Mashiaj y no correr detrás? El versículo habla de la gente que ha pecado, que está mezclada entre los pueblos, andando entre las impurezas. Y sobre ellos atestigua el profeta que ellos son dignos de ser una ofrenda para Hashem. Y yo, ¡avergoncé a una de estas “ofrendas”! Ahora, cuando vino a mi lado, ¡¿cómo no voy a honrarla?!...

Nosotros, tenemos la obligación de propagar la Luz por sobre toda la tierra, pero no sólo durante un día o algunos días, sino durante todos los días del año. ¿Cómo? Asociándonos a los cursos de Tora, poniendo la debida intención en las oraciones y siendo meticulosos en los detalles y el embellecimiento de los preceptos. Porque ésta es la Voluntad del Creador, que no haya un punto abandonado, oscuro o despojado. No en el “mundo”, no en el “alma” y no en el “año”.

Traducido del libro Maian Hashavua.

 

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom