Rav Salomón Michan
Ser agradecidos

¿Qué significa: Gracias?

Para comenzar este artículo, debemos preguntarnos qué significa el acto de agradecer. Cuando decimos: “Gracias, Dios”, ¿qué estamos expresando? A fin de explicar esto, sepamos que hay dos tipos de situaciones donde cada uno de nosotros podemos agradecer
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Para comenzar este artículo, debemos preguntarnos qué significa el acto de agradecer.

Cuando decimos: “Gracias, Dios”, ¿qué estamos expresando?

A fin de explicar esto, sepamos que hay dos tipos de situaciones donde cada uno de nosotros podemos agradecer a Dios:

  1. Cuando recibimos algo. Si agradecemos, estamos reconociendo que todo viene de Dios y aunque veamos que nos llegó por medio de alguien, debemos saber que “ese alguien”, fue un mensajero de Dios.
  2. Cuando sucede algo. Si nos sucede algo que a nuestro parecer no es tan bueno, y aun así agradecemos a Dios, reforzamos nuestra fe y reconocemos que detrás de todo está Su inmensa bondad.

Cuando llegamos a esa categoría de agradecer por estas dos situaciones, nuestra vida es otra totalmente. Somos felices, jamás nos quejamos, no hay motivo alguno para estar tristes o amargados, o enojados con nadie y por ninguna situación.

¿Qué es el agradecimiento?

Es el reconocimiento de estar recibiendo algo que no se merece y sentir la deuda de pagar al que da con gratitud.

Mientras más sintamos que lo que recibimos de verdad nos corresponde o lo merecemos, entonces menos sentimos la necesidad de agradecer.

Por ejemplo, un trabajador no debe a su jefe un “gracias” al recibir el pago predeterminado por su labor, pero si recibe un bono no esperado, entonces decir: “Gracias” resulta muy apropiado.

Todos debemos agradecer

En Tehilim (Salmos) dice así: Mizmor Letodá, Hariu LaHashem Kol Haaretz, “Salmo de agradecimiento. Canten jubilosos a Dios, habitantes de la tierra”.

Pregunta Rab Jaim Kanievsky:

—¿Por qué David Hamélej (el Rey David) nos obliga a todos a agradecer a Dios? Lo más correcto sería que sólo quien tuvo algún problema o salió de alguna situación difícil o complicada fuera el que agradeciera a Dios.

Y contesta el mismo Rab Jaim Kanievsky con una historia real que ocurrió en Israel:

Una noche llegó una persona al Midrash (Casa de Estudio) para donar una pequeña Seudá (comida) en agradecimiento a que salvó la vida en un choque que sufrió en una calle de Israel.

Al otro día llegó un hombre con una nueva pequeña Seudá y todos pensaron que también había salvado la vida en algún accidente que sufrió algún día.

Pero éste dijo a los presentes:

—Yo no estoy agradeciendo por salvar la vida en algún accidente o en algún choque. Yo agradezco a Dios por el hecho de que he pasado miles de veces por ese lugar donde chocó nuestro amigo, y a mí nunca me pasó absolutamente nada.

Eso es lo que dice Rab Jaim Kanievsky: todos debemos agradecer a Dios por todo lo que nos da, lo que nos quita, lo que no nos da y todo lo demás.

Cada momento debemos agradecer

Los Jajamim nos dan un consejo hermoso para poder vivir con el sentimiento de gratitud cada instante de nuestras vidas.

Nos dice la Guemará: Cuando la persona sale a la calle, deberá considerarlo como si un policía lo arresta. Cuando la persona tiene un dolor de cabeza, deberá considerarlo como que tiene una enfermedad muy grave.

¿Cuál es el motivo de todo esto? Para enseñarnos que sobre cada momento de nuestra vida debemos agradecer de todo “lo que nos pasa” y principalmente “lo que no nos pasa”.

No sabemos cuántas veces Hashem nos salva, protege y cura, sin que nos demos cuenta. Es por eso que dicen los Jajamim: “Sobre cada respiro debemos agradecerle a Hashem”.

No esperemos a que nos pase algo y Hashem nos cure o salve, para que agradezcamos. Mejor agradezcamos antes…

Conozco una persona que estuvo encerrado en la cárcel muchos años. Tuvo muchos sufrimientos y amarguras dentro. Después de salir de ahí, no lo he visto ni un momento dejar de sonreír (todo el día está contento) y cabe mencionar que tiene muchos meses fuera de la cárcel. Este hombre vive con el sentimiento que mencionamos. Él está viviendo feliz, ya que siente lo que es disfrutar esta vida teniendo libertad.

Es el mensaje que nos dice la Guemará. No esperemos salir de la cárcel para vivir felices por tener libertar, sino comprendamos que tenemos libertar para ser felices.

¿Cuándo Dios espera que agradezcamos?

Nos dice la Torá: “Y será cuando entres a la tierra (de Israel)… y tomarás las primicias de los frutos que obtengas de tu tierra… e irás al lugar donde elegirá Dios posar allá su Nombre”.

La Torá en esta Perashá (porción semanal de lectura) nos ordena sobre la Mitzvá (precepto) de los Bicurim (primicias). Esta Mitzvá consiste en que cuando alguna persona tenga un campo en la Tierra de Israel y éste empiece a producir frutos, las primicias de los siete frutos con los cuales fue alabada Tierra Santa deben ser colocados en una canasta para llevárselos al Cohén (sacerdote) en el Bet Hamikdash (el Templo Sagrado) y agradecer a Dios por la cosecha que obtuvo de su campo.

Para entender un poco más a fondo esta Mitzvá, debemos reflexionar que la persona que trae sus Bicurim al Bet Hamikdash trabajó su campo durante mucho tiempo, se esforzó, aró, plantó y dedicó mucho de sí para que al fin empezaran a aparecer los frutos.

Precisamente respecto a los “frutos” de su esfuerzo, en lugar de disfrutar esta persona orgullosamente de lo primero que produjo su tierra, lo aparta y lo designa para llevarlos personalmente al Bet Hamikdash a fin de agradecer a Boré Olam, el Rey del Mundo, por lo que le mandó. Es decir, esta persona entiende que plantar una semilla y que “mágicamente” salga un árbol de ella es una maravilla de Dios.

Y no solamente eso, sino que también está consciente de que, de no ser por Dios, nada hubiera sido posible, y es por eso que en el momento de traer los Bicurim lee la Perashá de Aramí Obed Abí, recordando todo el favor que hizo Dios desde Yaacob Abinu salvándolo de las manos de su suegro Labán, los milagros que ocurrieron a Bené Israel (los Hijos de Israel) en Egipto, hasta agradecer los favores tan grandes que hizo Dios con su pueblo al otorgarles la Tierra de Israel y dándoles la oportunidad, a todos y cada uno de ellos, de forma particular, de plantar sus campos y tener el mérito de reconocer y agradecer que, si no fuera por Dios, no habría sido posible ver sus primeros frutos.

El mensaje que nos deja esta Mitzvá es que, a pesar de todo nuestro esfuerzo, nunca debemos olvidar Quién está Arriba de nosotros y a Quién le debemos todo lo que tenemos.

El peor enemigo del agradecimiento es la costumbre

Algo que nos provoca no agradecer, e incluso ser mal agradecidos, es el hecho de acostumbrarnos a todo lo que tenemos.

En la Torá está escrito: Ishamer Lejá Pen Tishkaj Et Hashem Elokeja, “Cuídate de no olvidarte de Dios”.

Profundicemos en esto: Imaginemos que un padre compra para su hijo una mansión hermosa, la adorna con los mejores lujos, le compra el mejor coche, lo casa con la mejor mujer, le pone un excelente negocio para mantenerse, etcétera.

Al final, después de darle todo, el padre pide a su hijo:

—¡Por favor, no te olvides de mí!

El hijo dice al padre:

—¡Cómo es posible que me digas eso! ¡Es imposible que me olvide de ti!

Aparentemente es lógico y normal lo que el hijo menciona, que es imposible olvidarse del padre que le ha dado todo; pero a veces caemos en un error muy grave…

Dios nos dio una pareja, hijos, una casa, coche; nos da comida todos los días, ropa, etc., etc., y Él mismo nos pide en la Torá: “Cuídate de no olvidarte de Dios”.

Dios quiere decirnos: “¡Yo sé que después de todo lo bueno que les he dado, ustedes se olvidarán de mí!”.

¡No caigamos en este error tan grave!

¿No te falta nada, o tienes todo lo bueno?

Hay una pregunta interesante que nos dejará una gran lección de vida, unido con un gran mensaje: ¿Qué es mejor? ¿Que no te falta nada o que tienes todo lo bueno?

El versículo dice: “A los que buscan a Dios no les faltará nada bueno”.

Dice Rab Eliahu Lopian algo hermoso: “Si ponemos atención a este Tehilim, no está escrito que quienes buscan a Dios tendrán todo lo bueno, sino que no les faltará nada bueno”.

Para explicar esto, contaremos una parábola:

Llega una persona a casa de su amigo y se fija en la caja de medicinas; se da cuenta de que está vacía, que realmente no tiene medicinas en su casa.

Dice este hombre a su amigo:

—La verdad me duele mucho por ti, que no tienes medicinas.

El otro hombre, muy inteligentemente, le dice:

—Qué bueno que no tenemos medicinas, ya que eso demuestra que no las necesitamos, pues estamos sanos. A diferencia de ti, que tienes muchas medicinas porque las necesitas, porque estás enfermo.

Es lo que dice el Tehilim: no está escrito que tendrán todo lo bueno, es decir, medicinas para curarse; sino que está escrito que no les faltará nada bueno, es decir, no necesitarán medicinas, ya que no se enfermarán nunca.

Cuánto debemos agradecerle a Hashem por todo lo que no necesitamos, desde sillas de ruedas, tanque de oxígeno para respirar, medicinas, diálisis, etc.

Agradeció a Dios por casar a sus hijos

Para agradecer a Dios no es necesario esperar que Él nos haga grandes milagros; basta con despertarnos por la mañana, abrir nuestros ojos, encontrarnos con nuestras piernas sanas, con nuestro corazón bombeando sangre a todo nuestro organismo, los pulmones y los riñones funcionando a plenitud.

Todo esto es suficiente para saltar de alegría y agradecer a nuestro Creador por hacernos un favor tan grande.

La siguiente historia sucedió en las inmediaciones del Kotel Hamaaraví (el Muro de los Lamentos) con Rab Elimelej Firer como protagonista.

Este Rab es director de la organización Ezra Umarpe, que se ocupa de ayudar a personas con problemas de salud de toda índole, a quienes aconsejan y conectan con diversos especialistas, conforme sea necesario.

Por la función que cumple y el Kidush Hashem (santificación del Nombre de Dios) que hace, es alabado en todo el mundo.

Cabe destacar que este Rabino no es doctor, pero por su gran interés en ayudar a la gente investigó y acumuló gran cantidad de conocimientos de medicina.

En cierta oportunidad, a la sede de la organización llegó un donante muy importante. Después de una entrevista conmovedora con Rab Firer, quien lo puso al tanto de las necesidades y angustias que padecían quienes lo consultaban a diario, decidieron viajar juntos al Kotel Hamaaraví para hacer Tefilá (rezar).

Así fue como llegaron al Kotel pasada la medianoche.

De repente escucharon una voz y llantos desde algún lugar del Muro.

Se acercaron al lugar de donde provenía la voz y se encontraron con un Yehudí (judío) de unos 55 años de edad, quien estaba parado junto al Muro, con la cabeza apoyada sobre las piedras y llorando desconsoladamente.

Tan profundo era el sentimiento que transmitía con su llanto que conmovió a toda la gente que se encontraba en el lugar.

Cuando Rab Firer escucha a alguien llorar, no puede seguir con el orden del día, aun teniendo a su lado a un importante donante.

El Rabino se dirigió a su visitante y le dijo:

—No en vano Dios nos hizo llegar hasta aquí. Seguramente ha sido para que escuchemos el llanto de este hombre y lo ayudemos.

Hagamos un trato: yo voy a acercarme a él y me presentaré, y si necesita un consejo que tenga que ver con su salud o la de un ser querido, voy a ayudarle en todo lo que pueda.

Si, en cambio, me contesta que su problema es económico, entra usted en escena y le ofrece su ayuda.

De esta forma ambos se pusieron de acuerdo.

En primer lugar se acercó Rab Firer a la persona y palmeándole suavemente el hombro se presentó y le ofreció su ayuda. Estaba dispuesto a conectarlo con los mejores médicos del mundo, si fuera necesario.

—No, no. No necesito ninguna ayuda de este tipo. Baruj Hashem (Bandito sea Dios), no tengo ningún problema de salud.

El Rab hizo una seña a su acompañante indicándole que era su turno de entrar en escena.

El donante se acercó prontamente y se ofreció a asistirlo económicamente en lo que necesitara.

Nuevamente la respuesta fue negativa:

Hakadosh Baruj Hu (el Santo, bendito sea) me dio todo lo que necesito. Baruj Hashem, no me falta nada.

Los que conocen a Rab Firer saben que es difícil encontrarlo en un momento de indecisión, sin saber qué hacer, pero esta vez realmente estaba intrigado…

“No entiendo. ¿Por qué llora tanto, conmoviendo a toda la gente que lo rodea?”, se preguntó.

Decidido a no quedarse con la incógnita, se acercó nuevamente al hombre para averiguar cuál era el problema que lo aquejaba.

Al ser interrogado el Yehudí, contestó:

—Le explicaré por qué lloro: anoche casé a mi hijo querido, al último de los doce que Hakadosh Baruj Hu me dio, y vine a agradecerle a Él por los grandes favores que hizo conmigo durante tantos años, hasta que tuve el Zejut (el mérito) de llevar a la Jupá (el palio nupcial) a mi último hijo…

Así como siempre había mostrado constancia en venir al Kotel y pedir delante de Dios que tuviera el Zejut de casar a mis hijos —siguió explicando este Yehudí—, de la misma forma, después de que todas mis Tefilot (plegarias) fueron recibidas con amor frente al Creador de Todo, y que gracias a ello esta noche pude casar a mi último hijo, no podía dejar de venir especialmente para agradecer por esto.

¡No hay nada por lo que deje de venir al Kotel para agradecer!

¡¿Acaso sólo cuando necesitamos salvación nos acercamos a pedir?! ¡¿Y después nos olvidamos?! —preguntó con vehemencia.

Esta persona tan especial terminó diciendo:

—¡¿Cómo puedo no llorar, cuando vengo a agradecer por favores tan grandes…?!

Así es un agradecimiento a Dios: sale directo del corazón, con el sentimiento que sólo un hijo puede expresar frente a su padre cuando reconoce los favores recibidos de Él.

Seguramente no es necesario realizar este agradecimiento en el Kotel, o después de casar a todos los hijos…

Todo Yehudí puede pararse frente a una de las paredes de su casa o de donde se encuentre, y agradecer a Dios por todo lo que hizo, lo que hace y lo que va a hacer por él durante el transcurso de su vida.

Este agradecimiento, además de ser en sí mismo una gran Mitzvá (precepto), produce una íntima unión entre la persona y el Creador que hace ingresar en su corazón una inmensa alegría.

 

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Shearav Betoda, pág. 20, Rab Shalom Arush.

Tehilim 100:1.

Masejet Shabat 32a.

Cabe mencionar que no debemos sugestionarnos a eso, sino únicamente vivir con el sentimiento de agradecer a Hashem que podemos salir a la calle y realmente no tenemos problemas.

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Kemotzé Shalal Rab, Bereshit 258.

Debarim (Deuteronomio) 8:11.

Rab Nisim Yaguen.

Tehilim 34:11.

Leb Eliahu, Bereshit.



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