Se cuenta que cierto rey, algunos dicen que fue el mismo Emperador Napoleón, vió en Tishá Be-Av a los judíos lamentándose por la destrucción de Jerusalem y sus Templos. Mientras que estos recitaban las Kinot –lamentaciones- sentados en el piso a oscuras en señal de duelo y aflicción, se preguntó ¿qué les estará pasando a esta gente? Llamó a un Rabino y le preguntó: ¿a que se debe este duelo y este comportamiento? El Rabino le contestó que la congregación judía se estaba lamentando por la destrucción del Templo de Jerusalem sucedida hace varios siglos.
El emperador reflexionó y le dijo al Rabino:
”Un pueblo que se sabe lamentar así después de cientos de años por su destruído y perdido Santuario, es merecedor de ver la redención y seguramente será consolado volviendo a su tierra, la tierra Israel para poder reconstruirla.”
Nuestros sabios dicen que quien siente aflicción por la destrucción del Beit Hamikdash tendrá el mérito de ver su reconstrucción. Para nosotros, en el pueblo judío, rige un antiguo principio: cada uno, cuando se conduce de acuerdo a la Tora, hace de su casa un pequeño Beit Hamikdash. Y cuando vemos como otras casas se destruyen moralmente, también debemos lamentarnos por la ruina de esos perdidos santuarios.
Algunas veces encontramos gente que nos pregunta: ¿Por qué se lamentan solo por la situación espiritual?, ustedes todo lo ven negro a vuestro alrededor.
Pero, aquél que siente aflicción por la ruina espiritual de esta época, aquél que le duele el deplorable estado moral de gran parte del pueblo Judío, está más protegido contra los huracanados vientos de estos tiempos. El dolor espiritual purifica y fortalece su sentimiento judío.
La persona que dice sentirse contenta, a la cual no le importa lo que ocurre a su alrededor, es la que no siente ni comprende las necesidades de su compañero, le falta la sensibilidad que brinda el judaísmo verdadero y sincero.
"Najamu, najamu, ami", consuela a mi pueblo, dice vuestro Di-s; un pueblo que puede lamentarse, un pueblo que conoce el secreto de sentir un dolor espiritual, merece ser consolado; un pueblo que siente que el Beit Hamikdash le falta y añora el gran centro espiritual donde podían verse las demostraciones y los milagros divinos diariamente, merece escuchar las palabras de consuelo que le envían del Cielo.
Relata el Talmud en el tratado Makot página 24-b:
“Raban Gamliel y Rabi Eleazar ben Azarya y Rabi Yehoshua y Rabi Akiva nuevamente subieron a Yerushalaim. Cuando llegaron a Har Hazofim (monte Scopus), rompieron sus ropas en señal de duelo. Después cuando llegaron al monte del Templo, vieron que un zorro salía del lugar del Santo de los Santuarios. Empezaron a llorar y Rabi Akiva reía. Le preguntaron por que estas riendo, y él les preguntó ¿Y ustedes, por qué están llorando? Le contestaron: en el lugar que esta escrito sobre él …y el extraño que se acerca debe morir… (Bamidbar 1) y ahora ¡zorros caminan sobre ese lugar!, y no vamos a llorar. Les contesto Rabi Akiva: por eso yo río, como esta escrito en Yeshayahu 8 …voy a atestiguar con testigos fieles, con Uria el sacerdote, y con Zejatria ben Yebarjihu…” Preguntan nuestros sabios ¿cual es el asunto de poner a Uria junto a Zejaria? Uria vivió durante el Primer Templo y Zejaria durante el Segundo Templo. El motivo es que se conectó el versículo de la profecía de Zejaria con el de la profecía de Uria.
En Uria esta escrito (Mija 3) “Por tal razón, por vuestra culpa, Tzión será arada como un campo, Yerushalaim se convertirá en una pila de ruinas y el Monte del Templo será como altos cubiertos de bosque.”
En Zejaria esta escrito (Zejaria 8-4) “Así dijo el Di-s de los Ejércitos, todavía se van a sentar ancianos y ancianas en las calles de Yerushalaim y el hombre con su apoyo en su mano por su longevidad. Y las calles de la ciudad se llenaran de niños y niñas que jugaran en sus calles.” Hasta que no se cumplió la profecía de Uria temí (dijo Rabi Akiva) que no se iba a cumplir la profecía de Zejaria, pero ¡ahora que se cumplió la profecía de Uria, es sabido que la profecía de Zejaria se cumplirá! De esta forma le dijeron: “Akiva nos consolaste, Akiva nos consolaste”.
Después de tantos años, mas de dos mil años de lamentarnos por la perdida de los Templos, por la aniquilación de una gran parte del pueblo judío, por la expulsión de nuestra tierra, sin duda somos merecedores de oír el Mensaje de la Redención, el verdadero consuelo, y de ser ya redimidos, solo a través del mismo Meshiaj, Bimhera beiamenu, que esperamos que llegue pronto en nuestros días y podamos decir en voz alta nuevamente ¡Akiva najamtuni – Akiva nos consolaste!.