YO HABLO, TU HABLAS …TODOS HABLAMOS
“…y Miriam habló con Aharon sobre Moshe, sobre la mujer cushi que tomó por esposa…” (Bamidvar 12,1)
Y si Miriam no tuvo la intención de despreciar a Moshe, y así fue castigada, qué será de los que hablan lashon hara, despreciando a sus compañeros (Rashi).
El tremendo castigo que recibió Miriam es otra de las demostraciones que la Tora no es un invento de algunos hombres sino que la Tora fue creada en el Cielo, “Tora Min Hashamaim”, dice el rab hagaon Iejezkel Levinstein ztz”l, en su libro “Or Iejezkel - Midot”. Aunque Miriam no tuvo ninguna intención, no pretendió despreciar a Moshe, Hakadosh Baruj Hu encontró allí el pecado del lashon hara, despreciar con palabras, y la castigó tremendamente, de pronto se hizo leprosa, todo su cuerpo quedó blanco como la nieve!!!
Y si no hubiera sido por los rezos de Moshe Rabenu, hubiera quedado leprosa para siempre, sin ninguna posibilidad de purificarse, ya que vimos que Aharon estaba con ella y no pudo impedir ni curar su enfermedad.
Ya Jazal nos previnieron y atestiguaron que “todos caen en el pecado de abak lashon hara” (Baba Batra, hoja 165). Esto no es el preciso hecho de despreciar, explica el Rambam, sino algo que lo provoca, es decir, una persona dice algo sobre una persona que incita a hablar mal de él...
Entonces, tenemos que preocuparnos mucho para no caer en este pecado, un pecado que hasta parece “normal”, ya que todos caen en él. Ahí es donde cada uno de nosotros tiene que mostrar su valor y apartarse de la corriente, como así también en los demás pecados que tienen que ver con la forma de hablar. Y podemos pensar, que cuando hablamos mal de alguien o decimos palabras que no suenan del todo bien no es algo tan grave, ¿qué son, solamente palabras?, aire, y a las palabras se las lleva el viento… No tan simple, la Guemara en el tratado de Jaguiga (hoja 12b) nos da una idea del valor de las palabras: toda persona que interrumpe su estudio para ponerse a hablar cosas inútiles le preparan un “lugarcito” junto a unas brasas ardientes…
Y si hacemos una pequeña revisión de nuestras acciones veremos cuán lejos estamos de cuidarnos en los pecados que tienen que ver con el habla…
El Rambam quiere explicarnos un poco acerca de la gravedad del lashon hara, y para prevenirnos nos muestra de dónde proviene. Estas son sus palabras: todas las clases de lepra tienen el mismo origen y no es algo natural que una pared se transforme, sino una clara señal que fue dada al pueblo de Israel para que se cuiden y no hablen lashon hara. El que habla lashon hara ve que de pronto hay un cambio en las paredes de su casa…
Y prosigue el Rambam: veamos lo que ocurrió con Miriam, la profetiza, que habló de su hermano Moshe, que era mayor que él y que lo crió en sus rodillas, que además puso su vida en peligro para salvarlo de las aguas, y que no habló con desprecio sino que sus palabras surgieron de la profecía, habló como cualquier otro profeta, y más, Moshe no se preocupó por lo que dijo en absoluto, como dice el versículo “…Moshe era muy humilde”.
Todo lo que acabamos de enumerar no hizo sino reducir la gravedad de las palabras de Miriam, sin embargo, no pudo evitar que de inmediato fuera castigada con la lepra. Y pensemos, si así fue para Miriam, una mujer tan justa, qué será para las personas malvadas que pasan los días hablando “maravillas” de sus compañeros…
Por eso, el que quiera ir por el buen camino, que se aleje de las reuniones de personas como esas, y que no hable con ellos, para que cuando ellos sean castigados no “caigamos en la misma bolsa”…
Al principio comienzan hablando de cosas permitidas, continúa el Rambam, para después mezclar y empezar a hablar mal de las personas justas… hasta terminar, como es la costumbre, hablando de profetas y negando sus palabras… (Rambam, leyes de impureza de lepra 16,10).
El Rambam nos muestra la fuente de nuestra pérdida constante de Irat Shamaim, y nos indica que proviene de que las palabras de Jazal nos resultan frías, lejanas… Estamos acostumbrados a hablar mal de las personas y despreciar su honor, y así llegamos también a dejar de honrar a las personas justas y, lo alenu, a las palabras de nuestros santos jajamim.
El lashon hara que acostumbramos hablar es la fuente de nuestra pérdida de fe y de nuestra disminución de Irat Shamaim. Y el Rambam termina en forma contundente: Y así llegarán a hablar mal de D-s y renegarán a su creencia!!!
También el Ramban (con ene) y el Seforno explican sobre la perasha de Miriam mostrando que de allí surgen cosas mucho más graves que el lashon hara. Todo porque la falta de fe proviene justamente del lashon hara.
Y estas cosas, bases de nuestra creencia, no resultan muy comprensibles para nosotros. Debemos saber, que el renegado, lo alenu, no sabe o no conoce su problema, y puede vivir toda la vida, durante muchos años, sin saber que está renegando a su creencia. Lo que es importante saber, es hasta dónde nos puede hacer llegar el pecado del lashon hara.
Y una de las causas de la no preocupación en el cuidado del habla es la realidad que nos muestra que todos hablan lashon hara, entonces, ¿por qué nosotros no podemos hacer como todos?
Y así de fácil, nos dejamos arrastrar por la corriente sin prestar atención al pecado que llevamos en nuestras manos.
El rab hagaon Shalom Shevadron ztz”l nos cuenta lo que escuchó del rab hagaon Iaakov Kaminetzky ztz”l:
Un rab tenía que cumplir una importante misión durante tres días en una ciudad de Polonia. El Jafetz Jaim lo acompañaba en esa oportunidad. En el camino se detuvieron para comer algo en una hostería que era conocida por su cuidado estricto del Kashrut.
La esposa del dueño del lugar les preparó enseguida una de las mejores mesas y les sirvió de la mejor forma posible, al ver que habían llegado unos huéspedes muy especiales. Cuando terminaron de comer se acercó a preguntarles si la comida estuvo bien preparada. El Jafetz Jaim respondió sin dudar: “muy buena, en verdad estuvo excelente”.
La señora no se movió del lugar, esperaba la respuesta del otro rab. Y la respuesta no tardó en llegar: “realmente buena, pero podría haber estado mejor con un poco más de sal...”
La mujer dio media vuelta y fue rumbo a la cocina. El Jafetz Jaim “olió” algo no muy bueno. Se dirigió a su compañero y le dijo: “No puedo creerlo! Toda mi vida me cuidé de escuchar y hablar lashon hara, ¿por qué Hashem tiene que hacerme esto, que te acompañe para tener que escuchar hablar lashon hara? Estoy muy apenado y arrepentido de haberte acompañado hasta aquí, y ahora estoy convencido que la misión que tenemos no es del todo pura, si sería pura no habría pasado semejante cosa”.
El rab quedó paralizado ante las palabras del Jafetz Jaim, no entendía la gravedad de sus palabras, es más ni la gravedad ni la levedad, estaba seguro de no haber dicho nada malo. Tartamudeando intentó una defensa:
“¿Qué es lo que dije, hay algo grave en mis palabras? Simplemente dije que la comida estaba bien, y solamente agregué que hubiera sido mejor agregar un poco más de sal!”
No tenés la menor idea de la fuerza de las palabras y del mal que pueden causar, dijo el Jafetz Jaim envuelto en llanto, la mujer que vino a servirnos, seguro que no preparó la comida. Lo más probable es que la cocinera sea una mujer muy pobre, y además viuda, que no puede dejar de trabajar para conseguir el sustento de su familia.
Ahora, gracias a tus palabras, la señora entrará a la cocina a decirle unas cuantas cosas a esta pobre mujer, aparte de que faltaba un poquito de sal. Para defenderse, la pobre viuda tendrá que mentir, y contestará que puso la medida justa de sal y hasta probó la comida para asegurarse que esté a punto.
Entonces, la dueña de casa la tratará de mentirosa y le dirá: ¿acaso pensás que los distinguidos rabanim están mintiendo?!! Vos sos la que está mintiendo!!!
Y esto provocará el enojo de la señora que posiblemente llegue a despedir a la pobre cocinera, y ésta quedará sin trabajo.
Fijate cuántos pecados cometiste con tan pocas palabras:
1) Hablaste lashon hara.
2) Provocaste que la dueña de casa escuche lashon hara.
3) Hiciste que la dueña de casa repita el lashon hara frente a la cocinera.
4) Provocaste que la cocinera necesite mentir.
5) Hiciste enojar a la dueña, y ésta hizo sufrir a una mujer viuda.
6) Provocaste peleas entre la gente.
Cuando el Jafetz Jaim terminó su reproche, sonriendo y con respeto, el rab dijo en voz baja: me parece un poco exagerada toda esta historia! No es posible que palabras tan simples como las que dije provoquen semejante desastre!
Si pensás así, volvió a la carga el Jafetz Jaim, levantándose de su asiento, vamos a ver lo que está pasando en la cocina!!!
Entraron y vieron a la dueña de casa hablando en un tono muy fuerte a la cocinera, y esta pobre mujer estaba parada contra la pared llena de lágrimas en sus ojos.
El rab vio que el Jafetz Jaim no exageró y sintió una tremenda lástima por la cocinera, ahora tenía que salvarla y disculparse, si existiera la forma, por haberla hecho sufrir tanto. Hasta tendría que insistirle a la pobre viuda que lo perdone, por todo lo que provocó...
Se dirigió primero a la dueña de casa diciéndole que fue un error, que la comida estaba perfecta, que disculpe a la cocinera y que se olvide de todo este asunto, y desde luego, que no se le ocurra despedirla, ya que hizo un gran trabajo. Inclusive estaba dispuesto a pagar por los problemas que causó, con la condición que no despidan a la cocinera.
La señora era muy buena, y aceptó los pedidos del rab. “No tengan ninguna duda, seguro que la cocinera continuará en su trabajo. Solamente quise enseñarle que debía ser más cuidadosa con los condimentos. Es una gran cocinera, y seguirá trabajando con nosotros”.
El relato nos enseña hasta dónde debemos ser cuidadosos con nuestras palabras. Así como unos pocos granitos de sal pueden provocar un daño tremendo, unas pocas palabras pueden causar el abandono de este mundo y el del mundo venidero. En la generación del desierto, el leproso, que adquirió la enfermedad al hablar lashon hara, debía soportar la soledad, el alejamiento, debía vivir fuera del campamento.
Alejado de todos sus conocidos, de su familia, por lo menos durante una semana, sin nadie con quien hablar, solamente con su interior, reprochándose su conducta, que lo condujo a esa triste soledad. Una palabra de lashon hara también aleja al que la dice del Bore Olam, debido a la gravedad del pecado, pero también lo aleja de su compañero, porque quien escucha que alguien desprecia a otra persona sin motivo no hace otra cosa que alejarse.
Para salvarnos de todo esto, hay un solo remedio: estudiar las leyes del lashon hara, y fortalecernos en el amor y el cariño hacia nuestros semejantes. Toda persona que enfoque a sus semejantes con un buen ojo se acostumbrará a querer a todo el mundo, y comprará el escudo que lo proteja de hablar lashon hara. Y esto lo convertirá en una persona querida por todos, y lo más importante querida del Bore Olam, será querido “arriba” (en el Cielo) y apreciado “abajo” (en la tierra). Logrará mejorar su Olam Haze y también tendrá un gran Olam Haba.
Lekaj Tov.
Leiluy Nishmat
Harav Hagaon Moshe Shlomo Halevi ben David ??"?