Rav Salomón Michan
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Comenzar a platicar con Hashem

Hashem siempre desea nuestras tefilot en cualquier momento del día y de la vida. Los Jajamim dicen que la Tefilá no es únicamente un rezo, sino una charla con nuestro padre (Hashem). Qué importante es hacerse un tiempo diario para platicar con Hashem, ya sea para desa
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Hashem siempre desea nuestras tefilot en cualquier momento del día y de la vida.

Los Jajamim dicen que la Tefilá no es únicamente un rezo, sino una charla con nuestro padre (Hashem). Qué importante es hacerse un tiempo diario para platicar con Hashem, ya sea para desahogarse, pedirle, llorarle, agradecerle, alabarlo, etc., y Hashem siempre espera nuestras palabras con apetito.

Se puede comparar a una pareja que tenía un único hijo de tres años y éste todavía no podía hablar. Los padres ya estaban preocupados y nerviosos de que su hijo todavía no hablaba. Un día escucharon a su hijo que gritó: “Mammm”, “mammm”, y los padres estaban felices y radiantes de que su hijo sacó una palabra de su boca.

¡Pero si no dijo nada!, ¡lo que dijo no significa nada; no dijo ni “mamá”!

El motivo de la felicidad de los padres era porque el hijo estaba empezando a hablar y los padres sentían como si su hijo ya hablara.

Así mismo con Hashem, debemos empezar a platicar con Él, ya que está esperando que Lo llamemos y Él está siempre dispuesto a escucharnos y ayudarnos, ya que es nuestro padre.

Rab Yehezkel Abramsky acostumbraba muy seguido a “platicar con Hashem”. Hubo una época en donde en la ciudad no llovía y la situación comenzaba a complicarse. Se paró Rab Yehezkel Abramsky en la ventana, comenzó a llorar y dijo:

“Hashem, ¿hasta cuándo no habrá lluvia?, ¡apiádate de tus hijos!

 

Más que otras Mitzvot

Dice Rab Aharón Kotler: La Mitzvá de Tefilá tiene una categoría más elevada que otras Mitzvot. Cuando se cumplen otras Mitzvot, se considera como que un esclavo está cumpliendo la ordenanza del patrón. Pero cuando se hace Tefilá, es como si estuviera platicando y conversando con el patrón. Y todos entendemos que no es lo mismo cumplir una orden del patrón que hablar con él.

 

No hay más grande que la Tefilá

Está escrito en la Guemará: “Existen cosas que son muy elevadas espirituales y la gente las deprecia”. Explica Rashí que se refiere a “la Tefilá”.

Dice el Midrash: “No hay más grande que la Tefilá”. Está escrito en el Zohar, la fuente de la Kabalá, escrita hace dos mil años: “La Tefilá pesa lo mismo que todas las Mitzvot”

 

La Tefilá es un deleite, no es un peso.

Dice la Mishná: “Cuando reces, no hagas una Tefilá en forma fija, sino en forma de pedidos”.

La explicación es la siguiente: “No sentir la Tefilá como un peso o una carga que debemos cumplir”.

Incluso que existen cosas necesarias en nuestras vidas, muchas de ellas las realizamos por obligación pero con alegría y gusto, por ejemplo el comer o beber. El cuerpo tiene una necesidad de comer y beber, pero cuando lo hacemos, lo hacemos con gusto y alegría. Así mismo debe ser la Tefilá, incluso que es obligatorio rezar y varias veces al día, debemos hacerlo con alegría y buena voluntad.

Cabe preguntar: ¿Cuándo vimos alguien que al recibir sobre él obligaciones haga una fiesta? ¿Cuándo vimos que alguien que recibe 613 obligaciones haga una fiesta?

Cuando el joven cumple Bar Mitzvá se hace una fiesta, incluso que desde ese día debe cumplir con todas las obligaciones de la Torá y se privará de muchos actos que tal vez quisiera realizar.

Cuando un hombre se casa se hace una fiesta muy grande, incluso que acaba de recibir sobre él muchas obligaciones para con su mujer.

La respuesta es: “Para nosotros las obligaciones son un deleite, no son una molestia o problemas”.

Esto aplica también para la Tefilá, incluso que estamos obligados tres veces al día, durante toda nuestra vida, es un deleite y gusto rezar; no es una carga o molestia.

Dice el Midrash: “Dijo Rab Aibu: Cuando te pares a rezar debes estar muy contento, ya que estás parado frente a Hashem que no hay otro como Él”. Esa es la alegría verdadera de un Yehudí. “Sentir que está platicando con Hashem”.

 

Sentir la Tefilá, no decir Tefilá.

Cuando hacemos Tefilá no basta con decir lo que está escrito, sino debemos sentir lo que estamos leyendo.

Vamos a poner un ejemplo para poder entender y llegar a sentir al hacer Tefilá.

A una persona le pedimos que cargue un garrafón de agua de 19 litros. Lo podrá lograr algunos minutos, pero cargarla más de diez minutos no podrá incluso que sea un hombre muy fuerte. Pero una persona que ingresa al agua, ahí sí es capaz de cargar ese garrafón incluso muchas horas.

¿Qué diferencia existe entre alguien que está afuera del agua y alguien que está dentro del agua?

Cuando la persona ingresa al agua no siente pesado el garrafón, ya que las mismas aguas ayudan a cargarlo; pero cuando está afuera del agua, nadie lo ayuda.

“Esa agua es la Torá”. Cuando alguien se introduce a lo espiritual, no siente el peso. Así mismo es la Tefilá: cuando alguien vive, siente la Tefilá, no se le hará pesado; pero si no lo vivimos, se nos hará muy pesado.

 

Disfrutar la Tefilá

En una ocasión, un joven le preguntó al Mashguiaj de Yeshibat Kol Yaakob: ¿Cómo es posible rezar todos los días lo mismo, durante tantos años? ¡Es muy aburrido y monótono!

Le contestó el Jajam con una pregunta: ¿Tú disfrutas la Tefilá? ¿Tienes placer cuando rezas?

El joven contestó que la Tefilá no se disfruta, ¡Un helado sí se disfruta! ¡Una carne sí se disfruta! ¡Una siesta sí se disfruta! ¡Pero la Tefilá no la disfruto!

Le dijo el Jajam: “La Tefilá se debe disfrutar. La Tefilá no es rezar, es disfrutar”.

Dice la Guemará: ¿Cómo es posible apegarse a una mujer? Por medio de la satisfacción. Por medio que la persona disfruta de su mujer, se apega a ella. Así dice el comentarista Rashí: “Cuando la persona disfruta algo, se apega a eso”.

Así mismo pasa con la Tefilá. Cuando alguien la disfruta, se apega a ella.

 

Finalidades de la Tefilá

Los Jajamim mencionaron varias finalidades que se alcanzan por medio de la Tefilá.

Hashem maneja el mundo, todo para que veamos a la Tefilá como una finalidad y no como un camino para llegar a algo.

 

Sentirnos dependientes de Hashem

Los faltas y las necesidades llegan para hacer Tefilá.

Existe una regla en la vida que es muy real y aplica en todo el transcurso de nuestras vidas: “Mientras más dependes, más te unes; mientras más eres independiente, más te alejas”.

Hay dos maneras de mirar el concepto de la Tefilá:

1. La Tefilá logra llenar los faltantes y necesidades que tenemos.

2. Los faltantes y necesidades llegan para hacer Tefilá.

La Guemará nos dice que “Hashem ama la Tefilá de los Tzadikim”, por eso “Hashem hizo que nuestras matriarcas fueran estériles, y por medio de la Tefilá, cambien la naturaleza y puedan traer hijos al mundo”.

No estamos hablando de que tenían problemas para tener hijos, sino que eran estériles, les era imposible tener hijos; pero por medio de la Tefilá todo es posible.

Dijo Rab Yehezkel Levinshtein: “Todo lo que Hashem hace que le falte a la persona es para que esa persona se acerque a Hashem por medio de la Tefilá; para que sienta un faltante y lo pida en la Tefilá a la fuente de bendiciones y al único que puede hacer que le vaya bien, y ese es Hashem”. Esa es la voluntad de Hashem: “Que la creación de ese problema cree un despertar en la persona para acercarlo a Él”.

Así como escribió el Mabit: “La finalidad del rezo no es para que sea contestado, sino para manifestarle a Hashem que no hay nadie a quien le podamos rezar, sino únicamente a Él; y con eso, le demostramos que no somos nada sin Él”.

Explicó Rab Jaim Frindlander: “Cuando rezamos, no debemos esperar a que Hashem conteste nuestros pedidos por el hecho de que rezamos, sino por la bondad que Él tiene hacia nosotros. Y el motivo de por qué le pedimos nuestras necesidades, es que recordemos que dependemos totalmente de Él y no hay nada ni nadie fuera de Él que nos pueda dar lo que necesitamos”.

Por eso debemos especificar nuestras necesidades en la Tefilá, y no basta con hacer pedidos generales. No debemos pensar que por cuanto que Hashem ya conoce nuestras necesidades no debemos pedírselas, ya que debemos arraigar en nosotros mismos la dependencia de toda nuestra vida y de todas nuestras necesidades. Con esto se entiende por qué es necesario rezar tres veces al día lo mismo, todos los días, durante toda la vida, para que se incorpore en nosotros ese sentimiento que todo depende de Él.



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