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INCLINANDO LA BALANZA
“Y calculará con el comprador…” (Vaikra 25,50)
Una de las frases más conocidas del Saba Mikelem ztz”l, el más grande de los alumnos del gaon rabi Israel Misalant ztz”l, y que la tomamos de su libro “Tnuat Musar”, es, sin lugar a dudas: un pensamiento elaborado se compara a un órgano masticado por el alma.
Y hay que tratar de entender estas maravillosas palabras. Un hombre puede poner en su boca el postre más delicioso, y ¡hop!, se lo traga, y no siente ni el gusto ni nada.
Tomaremos como ejemplo un versículo al final de nuestra perasha: y calculará con el comprador desde el año en que se hizo la compra hasta el año del Iovel (o Jubileo, los cincuenta años que transcurrieron después de las siete veces que se contaron los siete años de Shemita).
¿Qué es lo que se calcula? Cuando una persona compra una propiedad, en realidad no es una compra sino un alquiler hasta el año del Iovel. O sea, se divide el valor abonado por los años que faltan para el Iovel, ya que en ese momento el comprador deberá devolver la propiedad. Y si el vendedor la quiere recuperar antes, tendrá que abonar según los años que faltan para el Iovel (así, con un poco de matemáticas, explicamos el versículo al que nos referimos).
Aquí se trata de un iehudi que tuvo que venderse a sí mismo como esclavo de un no iehudi. Ahora, el esclavo iehudi debe ser rescatado, y ¿quién tiene esa obligación? La familia del esclavo, como lo aclara Rashi: no permitan que se quede hasta el año del Iovel.
Y ustedes deben venir donde está el dueño y hacer el siguiente cálculo, calculando con el dueño: si por ejemplo, todavía faltan veinte años para el Iovel, y el esclavo fue comprado con veinte monedas, quiere decir que cada moneda representa un año.
Si mientras tanto, el iehudi ya trabajó dos años, el dueño está obligado a liberarlo cuando le paguen sólo dieciocho monedas, frente a los dieciocho años que le restan por trabajar. Así de simple.
Entonces, así nos tragamos lo que está escrito, sin sospechar, para nada, en la profundidad de las palabras y en su mensaje. Porque la pregunta está a flor de labios: ¿acaso la Tora nos quiere enseñar Matemáticas?, ¿tan difícil es pensar que debemos dividir el dinero de la compra entre los años que el esclavo va a trabajar? De esta forma sabremos cuánto dinero hay que devolver al dueño.
Y así, la Guemara, en el tratado de Baba Kama (103a), vio aquí un juicio y una orden, y Rashi, nos explica: del no iehudi que está bajo tu mano, habla la Tora, y, aunque ese sea el caso, no andarás con vueltas y engaños, para no caer en Jilul Hashem (profanar Su Nombre, Jas Veshalom).
Pensemos un poco estas palabras, vamos a masticarlas para que se revele ante nuestros ojos un mundo nuevo.
Imaginemos delante nuestro un muchacho huérfano. Fue saltando de instituto en instituto, hasta que finalmente terminó en la calle.
Su padre fallecido fue un iehudi querido por todos, que cumplía con la Tora y sus preceptos, su abuelo, fue un rabino honorable y muy importante.
Y el nieto… podemos decir, que de cierta forma, cumple el Shabat, se coloca los Tefilin cuando puede, como por casualidad, etc.
Se ha juntado con un grupo de gente no buena, gente que pasa más tiempo entre las rejas que en libertad. El muchacho se siente abandonado y sin otra alternativa, tuvo que venderse como esclavo. ¿Y quién fue a adquirirlo? Una misión!!!
El sacerdote lo compró para que cuide y ordene la iglesia. No para que se convierta, Jalila. Solamente debería limpiar los pisos, lavarlos, ordenar los salones.
Si hubiera sido vendido como el sirviente de una familia de gente de otra creencia, tal vez habría tenido que hacer el Servicio para ellos, cortar las leñas, y otras cosas para la idolatría. Pareciera que su caso no es tan grave…
Pero, veamos. El muchacho tiene quince años, y el Iovel se espera para dentro de otros cuarenta y cinco años. Tantos años en el patio de la iglesia, en ese ambiente, en la casa del sacerdote, en la cocina donde hacen sus cosas, sin duda, no quedará nada de este muchacho iehudi.
Se escuchaban los gritos de la Comunidad de su abuelo, para salvarlo. Recordamos que el abuelo era el rab de una Congregación muy importante. Vengan todos, rápido, el nieto de rabenu está en un gran peligro, y todo el que salva un alma de Israel, sea quien sea, es como si estuviera salvando un mundo entero.
Se supo que el muchacho se vendió por cuarenta y cinco monedas (cada una de esas monedas equivalía a cien dinares). La Comunidad comenzó a recolectar dinero, por todos lados, era un precepto muy importante liberar al muchacho de una perdición total. Finalmente, lograron recaudar veinte monedas, lo que nos dice, que todavía el muchacho debía permanecer como esclavo durante veinticinco años más, y recién en ese entonces, podría salir libre.
Pero en ese entonces… ya sería muy tarde. Su alma ya estaría envenenada, perdida. Otra vez intentaron juntar más dinero, y llegaron a la suma de treinta monedas. Todavía el muchacho debía permanecer allí otros quince años…
Hasta que un integrante de la Comunidad, tuvo una idea: me darán a mí el dinero, las treinta monedas y yo liberaré al muchacho hoy mismo, lo liberaré y me ocuparé de él. Lo enviaré a estudiar a la Ieshiva, le enseñaré Tora, y haré que se case con una buena mujer, y así lo salvaremos para todas las generaciones!
¿Pero cómo podrás hacer eso?, le preguntaron, todavía nos falta juntar otras quince monedas.
Muy sencillo, contestó. Haré correr un rumor, hasta que llegue a los oídos del sacerdote, de que hubo un error en el cálculo de los años del Iovel. El próximo Iovel será dentro de treinta años, por lo cual, con las treinta monedas, puede ser rescatado inmediatamente. Entonces, procederé a liberarlo en medio de su confusión, y después, aunque alguien le haga notar el error, con el papel firmado, el muchacho quedará en libertad.
La gente de la Comunidad estaba muy contenta: ¡Qué gran idea!
Pero, de pronto, uno de los hombres se levantó y dijo: amigos, ¡esto no se puede hacer! Está prohibido. Entendemos y nos parece correcto, ya que debemos y es un gran precepto salvar el alma de un iehudi. Y también es correcto que estamos comerciando con un no iehudi malvado y tonto, que quiere tener secuestrado a este niño. Todo es correcto, pero la Tora nos prohíbe hacerlo de esta forma.
¿Por qué?, preguntaron todos, ¿dónde está escrito que está prohibido?
El hombre comenzó a leer las palabras de Rashi, en voz alta: no irán hacia él con rodeos, para no caer en Jilul Hashem.
Todos los pensamientos correctos sobre un plato de la balanza, un caso clarísimo de salvar un alma de Israel, y del otro lado de la balanza, una remota posibilidad de Jilul Hashem.
El segundo plato de la balanza, cuando el no iehudi tome conciencia de que fue engañado, un posible Jilul Hashem, empuja la balanza a su favor, y nos prohíbe intentar salvar al muchacho de una perdición segura.
¿Por qué? Porque el mundo fue creado para dar honor al Nombre de Hakadosh Baruj Hu, Cabod Shamaim. Porque, todo lo que creó Hakadosh Baruj Hu en su mundo, no lo creó sino para Su Honor. Este es el punto central, el pensamiento que pesa, y siempre inclina la balanza a su favor.
Traducido del libro Maian Hashavua.
Leiluy Nishmat
León Ben Ezra z"l