Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Hoja Nueva -tzav-1

BSD ¿DONDE ESTAN LOS DIAMANTES? O EN EL CIELO ¿HAY SOLAMENTE ESTRELLAS? “Y el sobrante de la carne del sacrificio se quemará el tercer día! (Vaikra 7,17) Escribió el Baal Hajinuj: en este versículo hay una señal que nos ense&
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BSD

¿DONDE ESTAN LOS DIAMANTES? O

EN EL CIELO ¿HAY SOLAMENTE ESTRELLAS?

“Y el sobrante de la carne del sacrificio se quemará el tercer día!

(Vaikra 7,17)

Escribió el Baal Hajinuj: en este versículo hay una señal que nos enseña la cualidad de la seguridad en Hashem Itbaraj. En Su Orden de quemar la carne, nos indica que podemos apoyarnos en El, sin preocuparnos por el día de mañana, porque así como llegará el día de mañana, también mañana habrá para nosotros otra carne, y podremos comerla con alegría. Entonces, ¿por qué debemos sentirnos “ahorcados”, como dice el Jinuj, con la comida?

Así es el camino cubierto de flores, de la persona que tiene confianza y seguridad, porque nunca sospecha que le faltará algo ni tampoco nunca necesita de la ayuda de nadie. Todos sus pedidos están dirigidos en una sola dirección: siempre, cuando necesita algo le pide al Dueño del Mundo. El sabe con total seguridad, que solamente allí serán respondidas sus peticiones, por eso, ¿para qué tiene que perder el tiempo dirigiéndose a los “especialistas”?, esa gente con influencia, que para cada cosa tienen siempre la solución…

Muchas veces queremos facilitar las cosas que tenemos por delante y golpeamos la puerta de la gente acomodada, con influencia, que pueden abrir una puerta que normalmente otros no pueden abrir. Ellos, en realidad nos hacen perder más tiempo, y a veces mucho dinero, ya que por sus servicios especiales hay que pagar, cuando al final descubrimos que sus servicios, en realidad no fueron para nada especiales.

Había un rey, que amaba a los habitantes de su pueblo con un gran amor, y le pidió a sus ministros, que se ocupen de ayudar a los habitantes por todos los medios posibles. Era un hombre sabio, por eso hacía bondades con la población y les demostraba su amor en cada uno de sus decretos.

En el jardín del palacio había una gran pileta. En una oportunidad, llamó a todos sus ministros y consejeros, los llevó al jardín y les mostró que en el fondo de la pileta había un gran cofre lleno de diamantes y piedras preciosas.

El que consiga sumergirse en la profundidad de la pileta y traer el cofre hasta la superficie, podrá llevarse el gran tesoro que descansa allí, dijo el rey.

Cuando se hizo pública la declaración del rey, todo el pueblo se congregó alrededor de la piscina, y cada uno probó su suerte. Nadie dudaba de la bondad del rey, sabían que la voluntad del rey era hacer el bien para todos.

Pero esta vez, nadie conseguía tener éxito en la empresa. Miles lo intentaron, sin conseguirlo.

Y el rey, con su buen corazón, sufría en cada intento fallido de la gente. Hasta que llegó uno de los habitantes, inteligente y sabio como ninguno. Se rompió la cabeza para saber cómo sería posible hacerlo y por qué nadie lo había conseguido hasta ahora. El hizo “transparente” la pileta, observó muy bien el cofre y sus alrededores.

De pronto, pareció haber descubierto el secreto, y también el por qué nadie lo había logrado. Pero, para estar seguro, le preguntó al rey, si hacía falta mojarse o si se podía lograr el objetivo sin mojarse en absoluto… Por la pregunta, el rey entendió que este hombre sabio había descubierto como traer el cofre a la superficie, y le contestó que no era necesario mojarse para subir el cofre…

Al escuchar esto, pegó un salto y subió rápidamente al árbol que desplegaba sus ramas por encima de la piscina, y… descendió del árbol con el cofre.

¿Qué fue lo que pasó? El rey quería verificar la inteligencia de su pueblo, y colgó el cofre de las ramas del árbol, y lo que se veía como si estuviera en el fondo de la piscina, era sólo el reflejo del cofre que colgaba bien arriba.

Este hombre inteligente que descubrió el verdadero cofre colgado del árbol, recibió el gran premio que el rey había asegurado, además del cariño del rey por su gran inteligencia.

Y todo queda más que claro. Avinu Shebashamaim, Nuestro Padre, que está en el Cielo, es un padre piadoso y misericordioso, con la sola voluntad de hacer el bien a sus creaciones, volcando sobre todos cantidades de bendiciones y éxito sin límite.

Y para hacernos merecedores de esta abundancia, hace falta sólo una cosa: clavar la vista en el Cielo, donde está el verdadero cofre lleno de diamantes. Mirar hacia las alturas y pedirle al Bore que se hagan realidad los pedidos de nuestro corazón, para nuestro bien.

¿Y qué hacemos nosotros en lugar de esto? Buscamos sacar algo del cofre que está estancado en la tierra, buscando hacer funcionar una maquinaria llamada influencia, y que otras personas consigan para nosotros cosas buenas, regalos, descuentos y cosas similares, pero sin hacer lo que debemos…

En cambio, las personas sabias que viven alrededor nuestro, saben bien qué es lo que se debe hacer. Observan al Cielo y pueden llegar a conseguir todo.

Traducido del libro Barji Nafshi.

Leiluy Nishmat 

León Ben Ezra  ?”?

 



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