Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Nueva Hoja Nueva - PERASHAT BESHALAJ-20

SHABAT Y LA TORA “y dijo Moshe: lo comerán hoy, porque es Shabat para Hashem”(Shemot 16,25) La obligación de comer tres comidas en Shabat, se aprende de este versículo (Shabat 117b), pero no debemos olvidar que allí mismo se enfatiza que el Shabat &ndash
First slide

SHABAT Y LA TORA

“y dijo Moshe: lo comerán hoy, porque es Shabat para Hashem”(Shemot 16,25)

La obligación de comer tres comidas en Shabat, se aprende de este versículo (Shabat 117b), pero no debemos olvidar que allí mismo se enfatiza que el Shabat – es para Hashem.

La Tora nos fue entregada en Shabat (Shabat 86b). Y como cantamos “está prohibido si encontró algún objeto, comenzar a hacer algo con él (Mukse)… esforzarnos en la Tora de Hashem y nos llenaremos de sabiduría”.

Sobre la constancia que debemos poner en el estudio de la Tora durante el Shabat, y preocuparnos y cuidar de que nada interfiera en este estudio, veamos el próximo relato.

Ya era una costumbre antigua, en Teiman, reunirse después de las oraciones del día, en la casa de alguno de los integrantes de la congregación. Y lo hacían por turno, salvo excepciones, cuando alguno de ellos compartía cierto festejo, y todos se asociaban para alegrarse con su alegría. Y cada familia traía de su casa algunas de las comidas clásicas de la región, con bebidas, desde luego, formando una gran familia.

Bendecía cada familia por sí misma, y todos en orden, familia por familia. Todos contestaban “Amen” a las bendiciones de cada mesa, para asegurarse así cumplir con el precepto acumulando más de cien bendiciones diarias y comenzaban a entonar las canciones del principal de los cantores del destierro teimaní, el “Mekubal”, hombre de D-s, rabi Shalom Shabbazi ztz”l.

Son canciones que “brillan” en busca de la Redención y de la tierra de Israel, canciones que reflejan nuestro amor al Creador con la alegría del día de Shabat. Cada canción, con su tonada. Cada canto, con su gracia.

Uno de ellos se paraba para cantar, y todos contestaban detrás, la alegría del precepto se palpaba en tantos corazones puros. Dichoso el pueblo que lo espera, dichoso el pueblo que hace de Hashem, Su D-s.

Y en cada Shabat, al mediodía, el gaon, mari Ijia Itzjak Halevi ztz”l, el rabino principal de todas las comunidades de Teiman, hacía una recorrida por las calles donde vivían los iehudim, para supervisar y anunciar a todos que interrumpan sus cantos y descansen un poco, para poder levantarse con fuerzas y ocuparse del estudio de Tora, retornando al Beit Hakneset (la Casa de Oración). Esto lo hacía cada Shabat, para que nada pudiera interferir en el estudio de la Tora. Porque el precepto “lo comerán hoy” no lo hacemos a cuenta de lo que viene después “hoy es Shabat, para Hashem”…

Así lo legisla el “Shuljan Aruj” (290,2): también cuando las comidas de Shabat son un precepto, está prohibido extenderlas hasta el momento de asistir al Beit Hamidrash (la Casa de Estudio), para no anular la Tora, Jas Veshalom.

Y de la costumbre del rabino, de recorrer las calles, recibió también el gaon, rabi Shalom Tuvi ztz”l, reducir los festejos a sólo una hora y media. Y tenía su motivo: para que no sea una pesada carga para el dueño de casa, y para no entorpecer el tiempo de estudio en el Shabat Kodesh.

Porque no existe nada que tenga mayor importancia espiritual, que el estudio de nuestra sagrada Tora. Ya que cada día, nosotros pedimos en la oración de la mañana, y suplicamos: “Padre Nuestro, Padre Piadoso… pon entendimiento en nuestro corazón, para entender, aprender, escuchar, estudiar y enseñar, cuidar y hacer, y cumplir todas las palabras de estudio de Tu Tora, con amor…”

Preguntó Rabenu, el Maran, legislador de la generación, el gaon, rabi Moshe Fainshtein ztz”l:

Está bien, yo entiendo que todos tengamos que estudiar – cada uno de nosotros tiene el deseo y la obligación de estudiar durante un tiempo fijo, todos los días. ¿Pero enseñar? ¿Desde cuándo la mayoría de los hombres de nuestro pueblo se convirtieron en educadores?

El preguntó y también contestó:

Es cierto, todos somos educadores. Pero no como se entiende a simple vista, educadores para la Tora, sino educadores con nuestra conducta. Nuestras costumbres y la forma en que se conduce nuestra vida, nuestras palabras y nuestras acciones, influyen sobre nuestro entorno, sobre nuestros semejantes, para bien o para mejor…

Y agregaba Rabenu, que esta es, en realidad, la explicación de la Mishna (Pirke Avot 4,2): “un precepto arrastra otro precepto”. No solamente que cuando nosotros cumplimos un precepto, esto puede provocar el cumplimiento de un nuevo precepto, sino que un precepto que nosotros cumplimos, un comportamiento correcto de nuestra parte, tiene también la fuerza para influenciar sobre nuestros compañeros, para que cumplan otro precepto o para que tengan un mejor comportamiento.

¡Un precepto de una persona arrastra y genera preceptos en otras personas!... (Jaim Sheiesh Bahem)

Porque, cada persona necesita saber que es una parte de la sociedad, y la sociedad influye y toma influencias, entre sus miembros, para bien o para mejor. Si vemos a una persona que estudia, aprenderemos de él y nos ocuparemos del estudio de la Tora. Si vemos al que es detallista con los preceptos, cuida su boca y su lengua, negocia con fe y honestidad, sus palabras son agradables con todos y su mano está abierta siempre a la caridad, veremos y así haremos, con lo cual, la persona que actúa de buena forma, lo hace para sí mismo y también da la posibilidad a los demás de aprender de sus buenas acciones.

Y escribió (Darash Moshe) que así está dicho por nuestros sabios (Ioma 86b): cuando un hombre se arrepiente, él será perdonado y todo el mundo junto con él. Porque su arrepentimiento (individual) puede tener influencia sobre todo el mundo…

Rabenu fue un niño asombroso. El juguete que más le gustaba era el “juego de reyes”, el ajedrez, y los superaba a todos, a grandes y chicos. Con una mente brillante siempre se las ingeniaba para vencer.

Un día, la madre lo vio cuando llevaba el tablero del juego en su mano, se subió a una silla, y escondió el juego en la parte más alta de un armario.

-¿Qué haces?, preguntó la madre extrañada.

-¡Zehu!, se terminó, dijo, con decisión, ya no hay más tiempo para el ajedrez.

-¿Por qué?, volvió a preguntar la madre. Ella sabía cuánto le gustaba ese juego, y lo bien que lo jugaba.

Bajó de la silla y dijo: madre, ¿tú sabes cuántas fuerzas pongo en el juego, cuánta concentración me exige y cuánto pensar? - ¿no es una lástima desperdiciar toda esta fuerza en un simple juego? Yo quiero poner todas mis fuerzas ¡para el estudio de la Tora!

-Pero jugar también es una obligación, le dijo la madre. Son sabidas las palabras del Gaon de Vilna sobre la forma de adquirir la Tora (Pirke Avot 6,6): “con pocas palabras, con poca diversión”, ¡hablar poco, jugar poco!, pero poco también es algo…

-Seguro, dijo el pequeño de ocho años, pero puedo jugar con juegos más sencillos, que no me exijan pensar tanto, y así aprovechar la fuerza de la mente para comprender los secretos de la Tora…

Y encontró un juego así. Todas las noches, al terminar sus estudios – porque así lo dice la Halaja (la Ley), en leyes de estudio (Iore Deah 245,11): “se sientan y enseñan todo el día y un poco en la noche, para enseñar a estudiar en el día y en la noche” – se juntaban en el patio de la casa varios niños y se hacían preguntas y adivinanzas sobre los temas de estudio de ese día: ¿dónde aparece tal palabra?, o ¿dónde encontramos tal cosa? Un juego simple, y también para agilizar la mente, está permitido y es un precepto…

Traducido del libro Vehaish Moshe, Vaiagued Moshe.

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom



Articulos Relacionados

Inscribite
Contactanos