Adaptación Rav Gabriel Guiber
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La Nueva nueva hoja PERASHAT Emor -17

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SANTIFICAR EL NOMBRE DEL CIELO: ¡MUY FACIL!

“y me santificaré en medio de los hijos de Israel” (Vaikra 22,32)

Un recorrido muy largo tuvo que andar el alma de cada uno de nosotros en el viaje de la vida. Comenzando en las alturas, junto a las “alas” de la Divinidad, para descender a este mundo oscuro, hablando claramente, nuestro mundo. Aquí permanecerá unas decenas de años para volver a elevarse llevando un tesoro, una compra eterna de preceptos con la que se enorgullecerá en el Paraíso, teniendo una satisfacción infinita que nunca declinará.

Y aunque la valija esté pesada, igualmente logrará elevarse. Una valija llena como el Rimon, que está lleno de semillas: preceptos pequeños y grandes, livianos y pesados.

Pero también lleva otra valija, negra, colgada del otro hombro, cargada de pecados. Y este “peso” no va de acuerdo a la cantidad sino de acuerdo al tamaño: hay un mérito que puede equipararse a varios pecados, pero también puede haber un pecado que esté frente a muchos méritos, como está escrito: “y un pecado puede hacer perder mucho bien”. Y para calcular la gravedad, para pesar el pecado sólo está Hakadosh Baruj Hu, El mide, El decide, El es Quien sabe cómo valorar los méritos frente a los pecados (Rambam Teshuva 3,4).

Nuestros sabios nos regalaron un consejo: “cuídate tanto en un precepto liviano como en uno grave, porque tú no sabes cuál es la recompensa que recibimos por los preceptos”. Así recita el Pirke Avot. En general, sabemos también que “la profundidad del juicio está oculta a los ojos de los hombres” (Pesajim 54b). Junto a esto, nuestros sabios también nos revelaron un puñado de secretos del mundo, entre ellos la forma de juzgar y ciertas recompensas de los preceptos, unas pocas consideraciones exclusivas del mundo de las alturas.

El gaon rabi Israel Misalant ztz”l, reveló que el castigo más grande se le da, aunque parezca increíble, a la persona que se niega a cumplir un precepto de los livianos, los “pequeños”: justamente porque son tan livianos, no existe ningún motivo valedero para negarnos a su cumplimiento.

El fundamento de su afirmación lo tomó de un ejemplo en la Guemara (Menajot 43b). Un rey ordenó a uno de sus siervos colocar en su vestimenta un escudo hecho con barro seco, y a otro de los siervos colocar un escudo de oro. Los dos pecaron y no lograron realizar los escudos que el rey les pidió hacer.

¿Cuál de los dos merece recibir el castigo mayor? Alguien podrá decir que al que le fue solicitado construir un escudo de oro le corresponde el castigo mayor. Pero esa no es la respuesta. El que debía traer el escudo de barro recibirá el castigo más grande porque con mucha facilidad podía haberlo conseguido, y el no traerlo hace pensar que es un traidor contra el reino.

Su alumno, el gaon rabi Itzjak Blazer ztz”l, en su libro “Cojave Or” (cap. 2) desarrolla otra consideración respecto a la recompensa y al castigo: de la misma forma que la profanación del Shabat o la ingestión de alimentos en Iom Kipur, Hashem nos salve, se castigan con mayor gravedad que el pasar por una prohibición cuyo castigo no es la muerte, y también, cuando el camino para llegar al arrepentimiento implique más, lo mismo resulta con un pecado que es equivalente a todos los pecados. Este pecado se llama “profanación del Nombre” (de Hashem), sobre el que está escrito: “y se reveló a los Oídos de Hashem si fue o no perdonado a ustedes este pecado hasta quedar limpios de él” (Ieshaiah 22,14). Sólo existe un consejo para el que cae en este pecado, aumentar en la santificación del Nombre de Hashem, y así será perdonado.

Encontramos, explica el rab Blazer, que a pesar de que todo está entregado en nuestras manos, sabemos también lo que está escrito: “tú no sabes cuál es la recompensa por el cumplimiento de los preceptos”. Pero, hay un precepto en el cual sí sabemos que es más importante que todos los preceptos juntos, un precepto que aparece en nuestra perasha: la ¡santificación del Nombre de Hashem!

Y lamentablemente, existe un gran error, pensar que el “Kidush Hashem” significa sólo morir para santificar Su Nombre. En verdad, esa es una categoría muy superior, y la recompensa por el precepto cumplido de esta forma no tiene medida, como está escrito sobre los “Harugue Maljut”, los sabios que murieron al Kidush Hashem cuando los reinos nos oprimieron: ¡ningún alma puede pararse frente a sus almas! (Pesajim 8a). Pero, la persona que se preocupa por aumentar el Honor del Cielo, y todo el que se asocia para fortalecer el Honor del Cielo, tendrá una “parte” de Kidush Shem Shamaim y se hará merecedor de haber cumplido el precepto más importante entre los seiscientos trece preceptos, y que su propio valor equivale también a los seiscientos trece preceptos.

Este precepto con el cual fue creado el mundo: “Bendito es Hashem que nos creó para honrarlo”, “todo lo que creó Hakadosh Baruj Hu en Su Mundo lo creó para Su Honor”.

Y en la Guemara Hakedosha encontramos (Ioma 86a) un ejemplo de Kidush Hashem: “Y amarás a Hashem, Tu D-s” (Devarim 6,6), que tus acciones, o sea a través de tu mano, se genere el amor al Nombre de Hashem en tus compañeros. Que lea (en la Tora), que estudie (la Mishna) y que esté cerca de los Talmide Jajamim (el estudio de la Guemara), y que su comercio lo realice con tranquilidad (con las creaciones). ¿Qué van a decir sobre él las creaciones? Dichoso el padre que le enseñó Tora, dichoso el maestro que le enseñó Tora, pobres las creaciones que no estudiaron Tora (como él). Fulano, que estudió Tora, vean qué agradables son sus caminos, qué dulces sus acciones. Sobre él está dicho: “Y dijo (Hashem) tú eres mi Servidor, Israel, porque contigo me lleno de belleza” (Ishaiah 49,3).

Las palabras de la Guemara hacen “ruido”, al revelarnos que el precepto más importante en la Tora es la santificación del Nombre de Hashem, que su recompensa es tan grande. Por lo tanto, el que evita realizar esta santificación tendrá un castigo muy grande, como está dicho sobre el estudio de la Tora que está frente a todo, lo que nos indica que la anulación de la Tora es lo más grave y frente a todos los pecados… Y podemos decir más sobre la santificación del Nombre de Hashem, que su cumplimiento es tan simple: buena conducta, ser agradable con los demás, ordenado, tranquilo… Entonces, la queja contra su incumplimiento resultará mucho mayor. Entendemos que el estudio de la Tora es sacrificado, pero santificar el Nombre de Hashem no lo es. Y si no santificamos, entonces, lo alenu, profanamos, y el pecado es mucho mayor que la anulación de la Tora, justamente debido a que estamos profanando Su Nombre, Jalila. Y el castigo va en aumento debido a que dejamos de hacer algo tan sencillo. Pero, ¿qué nos pide Hashem? Vestirnos prolijamente, hablar con tranquilidad y fundamentalmente moderación.

El justo, rabi Simja Bunim Mipshisja ztz”l le contó a sus alumnos, que una vez se presentó frente a su maestro, el Iehudi Hakadosh Mipshisja ztz”l, y que al verlo sintió miedo. Le preguntó por qué su rostro se veía tan mal. Estaba blanco y sus ojos parecían los de una persona enferma.

Le contestó a su rab que alguien lo había avergonzado tanto, hasta que el sufrimiento llegó a su corazón y sus ojos estaban así de tanto llorar. El Iehudi Hakadosh se enojó mucho con quien le hizo este mal a uno de sus mejores alumnos, y se puso a investigar para saber quién era el culpable, para castigarlo con su preocupación por su alumno.

Su alumno le dijo: no puedo revelar quién es.

El rab insistió y el alumno se mantuvo firme sin revelar la identidad del agresor.

El rab volvió a preguntar: ¿y qué le hiciste después que te hizo sufrir tanto?

Después de que me avergonzó, lo besé con todo mi corazón.

El Iehudi Hakadosh lo miró a su alumno con incredulidad, pensó un momento y le dijo que “le ordenaba” que le diga la verdad de todo lo ocurrido.

No tuvo alternativa y dijo: estudié el libro “Shevet Musar”, y pude comprobar que todavía no empecé a servir al Creador, y yo sé, que lamentablemente, es la verdad. Por otra parte, nuestros sabios dijeron (Ierushalmi Shabat 1,2) que la persona que estudia debe imaginar que cuando un sabio dice unas palabras (desde las páginas del libro), este sabio está frente a él, hablándole, como decir que el autor del libro está reprochándole cara a cara. Eso me hizo sentir tanta vergüenza, hasta que casi el alma sale de mi cuerpo con sus palabras. Cerré el libro y lo besé, con todo mi corazón, y después lo puse en su lugar…

Y terminó diciendo su alumno, el justo rabi Shmuel Mishinava ztz”l (Ramataim Tzofim). ¿Por qué contó esto? Para enseñarnos ¡cómo debemos estudiar de los libros de Musar!

Traducido del libro Maian Hashavua.

 

 

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom



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