GANAR ESCUCHANDO
“y se apartarán los hijos de Israel de sus impurezas” (Vaikra 15,31)
Encontramos esta orden al final de nuestra perasha “y se apartarán”, una advertencia para los tribunales rabínicos, con la finalidad de que los hijos de Israel se alejen de toda cosa impura (Moed Katan 5a). Y con la fuerza de la advertencia los tribunales enviaban equipos de trabajadores que se encargaban de renovar las señales que demarcaban los límites de las tumbas. Como es sabido, en aquellas épocas los muertos eran enterrados en fosas que se cavaban en el interior de cuevas, que se habían determinado para ese fin. Esas cuevas, con sus ramificaciones, a veces tenían las dimensiones de un barrio entero. Y para prevenir a los Cohanim (sacerdotes) que caminaban por los montes para que no pisen por error sobre alguna de estas cuevas, señalizaban sus límites con cal. Las señales se borraban con las lluvias del invierno, y sobre el final de la temporada de lluvias los tribunales volvían a enviar a los equipos de trabajadores para renovarlas. Hasta aquí las palabras de la Guemara, y se entienden perfectamente: tumbas, pureza, Cohanim, son asuntos que incluyen a muchas personas, una “ciudad santa”, todo comprensible…
Pero en esa página de la Guemara, encontramos que en la misma fecha los tribunales enviaban grupos de trabajadores para alisar los caminos, arreglar las calles y todo tipo de necesidad de la congregación. “Y todo tribunal que no realice estas cosas provocando tropiezos e inconvenientes entre la gente será considerado como si hubiera derramado sangre”.
Y todo esto despierta una gran pregunta: hay un lugar honorable guardado para los rabinos en cada Beit Hakneset. De ellos esperamos escuchar la “Palabra de Hashem”, escuchar “la Halaja” (la Ley). Llamamos al rabino para que realice las bodas, entendemos que estamos dependiendo de ellos para cualquier resolución legal (respecto a las leyes de la Tora) o para determinar la aptitud (cashrut) de los alimentos, y con su sello sabemos que la supervisión de los alimentos será la mejor. Nuestro deseo es ser merecedores de que los roces que existen entre las personas por temas económicos se resuelvan pura y exclusivamente en juicios conducidos por rabinos, con el pensamiento de la Tora, y que se detenga la profanación del Nombre de Hashem derivando nuestros problemas a tribunales no rabínicos (Rambam, Sanhedrin 27,7, Shuljan Aruj Joshen Mishpat 26). Todo esto resulta entendible, pero los arreglos de las calles y las veredas, forman parte del trabajo de la municipalidad, del departamento de tránsito. ¿Por qué se tiene que ocupar de esto el tribunal rabínico?
La persona que se pregunta esto, atestigua sobre sí mismo que está desconectada de la verdadera forma de vida del pueblo de Israel en sus generaciones, y de comprender la posición de la Tora en nuestras vidas, que rodea y marca cada situación en lo general y en lo particular. Para esto podemos recordar las palabras de la Guemara (Shabat 114a): “¿Quién es considerado un Talmid Jajam, digno para conducir a una congregación? Será al que le pregunten sobre una Ley de la Tora, sobre cualquier asunto, ¡y conteste!”
Y vamos a explicar que no existe pregunta sobre un tema general o particular que no tenga una respuesta clara en la Tora. Y el dirigente, o digamos, el futuro dirigente tendrá que decidir frente a preguntas muy fuertes y de los temas más variados, por lo cual está obligado a “gobernar” sobre todos los terrenos de la Tora, o al menos saber cómo encontrar el tema en cuestión o poder aconsejarse con un “consenso” de Tora (con un grupo de sabios de los cuales deberá aceptar todas sus opiniones). Así tendrá éxito en todos sus emprendimientos con la garantía del Creador: “Escúchenme, porque ningún hombre que me ha escuchado ha perdido” (Devarim Raba 4,5), y todo el que se entrega a la opinión de los ancianos saldrá exitoso (Shemot Raba 3,8).
Y en verdad, en muchas épocas tuvimos, nosotros, el pueblo de Israel, tiempos muy bonitos, como los días de la generación del desierto, en los cuales fuimos detrás de la Palabra de Hashem y conducidos por Moshe Rabenu, días en los que no nos faltó nada. Grandes fueron los días del Rey David, el Cantor de D-s (en referencia a sus Tehilim, Salmos). Ni hablar de los días de su hijo Shlomo, el más sabio de todos los hombres, que construyó el Beit Hamikdash, días en los que la plata abundaba como las piedras y “la plata no tenía ningún valor en los días de Shlomo” (Melajim 1 10,21). También podemos nombrar los días de Jizkiahu, el Rey justo, donde “todas las acciones que emprendieran para el Servicio en la Casa de Hashem o en Tora o en preceptos para acercarse al Creador con todo el corazón, en todo lo que hacían veían el éxito” (Divre Haiamim 2 31,21).
En todas las épocas en las cuales estuvieron al frente del pueblo hombres justos, grandes en Tora y en temor a Hashem, tuvimos “Tur Zahav”, abundancia espiritual y material. Toda pregunta se “cortaba” a la luz del conocimiento de la Tora, y merecía la respuesta correcta. La Siata Dishmaia (Ayuda del Cielo) estaba a todo momento lista para surgir… Todos sabían, que todas las respuestas a todas las preguntas podían encontrarse en la Tora, y se dirigían a los sabios y grandes de cada generación para recibir esas respuestas. Como aparece garantizado en el tratado de Avot (6,1): cuando una persona estudia Tora para engrandecer el Nombre de Hashem (sin otros intereses), todos tendrán provecho de su consejo y de su ayuda.
No sólo nosotros sabemos esto, también los reyes de los otros pueblos lo saben, y siempre tuvieron buenas relaciones con los grandes de la Tora y se aconsejaban con ellos en todo lo que podían.
El profeta Daniel fue consejero de Nebujadnetzar, de Babel. Rabenu Harambam fue médico y consejero del rey de Egipto. Don Itzjak Abarbanel consejero del rey de España. Rabi Itzjak Nunis consejero del sultán turco.
Estos reyes tuvieron un gran mérito, sus países prosperaron gracias a que fueron dirigidos de acuerdo a la concepción de la Tora. Y esa prosperidad que se manifestaba era algo tan visible, comparado con otros países o con los mismos países en otros tiempos.
En nuestra época, todavía no tenemos ese mérito, si cada uno de nosotros pudiera conducirse ciento por ciento de acuerdo a la Tora, llevando nuestra casa por caminos dentro de la aceptación del consejo y la dirección, veríamos la bendición que surge del pensamiento de la Tora y de la luz de la Ley. Y lo principal, el éxito nos inundaría hasta donde alcanzara la vista.
Contó el Admur rabi David Jai Abujatzira: un constructor muy famoso vino a verme para contarme una historia: me contó que hace unos años, se presentó con mi padre y maestro, rabenu Meir Abujatzira ztz”l para recibir su bendición, ya que estaba a punto de construir todo un barrio. La inversión era muy importante y también el prestigio que podría adquirir o…, lo contrario.
Le pidió ver los planos y el programa del proyecto. Recibió la debida explicación, y mi padre y maestro le aconsejó construir primero un sector, y dejar otro sector para una segunda etapa de construcción y venta.
Como el crédito que obtuvo para la realización del proyecto fue más que suficiente, construyó todo el barrio de una sola vez.
Lo completó, vendió todas las unidades y se presentó ante la municipalidad para pedir los debidos permisos de fin de obra y habilitación para ser ocupados.
Los funcionarios municipales investigaron y encontraron que había construido más de lo que se había autorizado antes de comenzar el proyecto. Tuvo que destruir parte de lo construido, de lo contrario todo el barrio quedaría sin autorización.
Justamente ese sector, que mi padre y maestro aconsejó no construir por el momento.
La pregunta que me quería hacer el constructor: ¿cómo sabía mi padre cuánto permiso tenía para construir? ¿Cómo sabía que el proyecto no fue realizado correctamente? ¿Cómo sabía que la municipalidad descubriría el problema y me obligaría a destruir? Y justamente ese sector…
Le contesté: no tienes necesidad de entenderlo. Pero si mi padre te aconsejó no construir ese sector en un principio, es un “pacto” que están cortando sus labios, como está escrito: “la palabra es como un decreto que se cumple”.
El que escucha gana, el que no quiere escuchar pierde.
Traducido del libro Maian Hashavua.
Leiluy Nishmat
Israel Ben Shloime z”l
Lea (Luisa) Bat Rosa Aleha Hashalom
Iemima Bat Abraham Avinu Aleha Hashalom