Mística judía, primera parte
Una vez se pidió al sabio talmúdico Hilel que diera una explicación completa sobre el judaísmo en el tiempo que permaneciere parado sobre un pie. Si me lo hubieran preguntado a mí, y yo hubiese podido permanecer parado sobre un pie durante una hora, habría dicho lo siguiente:
Comenzaría con este cuento del Rav Najmán de Breslev. Una vez había un rey cuyo hijo mayor era enfermo mental. El príncipe se desvestía, gateaba bajo la mesa del comedor y cantaba como un gallo. Sólo comía alimento para pollo y lo recogía del suelo con la lengua. Se negaba a hablar. En verdad, actuaba como un pollo en todo sentido. Ni los psicólogos ni los médicos reales habían logrado curarlo. El rey ofreció una recompensa y muchos lo intentaron pero no hubo cambio alguno en el estado del príncipe. Entonces llegó un rabino y propuso su ayuda con una condición. \"Uso una terapia muy radical\", dijo, \"y deben prometerme que no interferirán hasta que concluya\". El rey consintió. ¡El Rav entonces se desnudó y se puso a gatear bajo la mesa del comedor con el príncipe, cantando como un gallo! Y así vivieron ambos como gallos durante varios días.
Una mañana, al despertar el príncipe, notó que el Rav se había puesto un par de pantalones. \"¿Qué sucedió?\" preguntó el príncipe. \"Pensé que usted también era un gallo. ¡Y los gallos no usan pantalones! ¿Por qué se los puso?\" El Rav respondió lo siguiente: \"Tienes razón. Soy un gallo igual que tú. ¿Crees que ya no lo soy por haber cubierto la mitad de mi cuerpo con ropa? ¿Un gallo no puede acaso cambiar sus pantalones sin perder su identidad?\" El príncipe lo pensó un momento y concluyó que el ponerse pantalones no cambiaría su identidad y se los puso.
A la mañana siguiente el Rav amaneció con una camisa puesta. Y hubo entonces entre ellos el mismo diálogo que el día anterior. \"¿Crees acaso que un gallo dejará de ser tal porque se coloca una camisa?\" El príncipe le encontró nuevamente la razón y se puso una camisa. Y así, paso a paso, el Rav logró que el príncipe se comportara como un ser humano normal, haciéndole creer sin embargo que aún era un gallo. Y así termina el cuento: El príncipe está totalmente \"curado\", funciona como un ser humano normal aunque en su mente está convencido que es un gallo.
Esta historia nos hace plantearnos lo siguiente: ¿Qué significa ser un \"ser humano\"? ¿Cuál es la mayor diferencia entre un ser humano y un gallo? ¿La ropa que usa? ¿La silla en que se sienta? ¿El tipo de alimento que come? ¿El hecho que use utensilios en su vida? Toda concepción del mundo, toda filosofía, toda religión debe responder a estas interrogantes. La respuesta, el entendimiento de la esencia misma de la humanidad, contendrá el mensaje que buscamos. Esperamos la respuesta del judaísmo, y para encontrarla debemos primero profundizar en tres temas: misticismo, significado y \"Mitzvá\"(mandamiento, precepto).
¿Qué es una persona mística? Vivimos en un mundo con sillas y mesas, montañas y mares, estrellas y abismos, plantas, animales, gente, etc.
Este mundo hecho de objetos que nos son tan familiares (no siempre) es nuestra realidad. El místico nos relata que está en contacto con otra dimensión, otra realidad, muy distinta de nuestro mundo físico y humano, dimensión en la cual nuestra percepción del mundo que nos rodea es sólo una apariencia.
Tendemos a pensar que el mundo real está compuesto de los elementos que vemos; nada más. El místico por su parte está convencido de que su mundo también es real, aunque sea muy diferente del nuestro, y aún más real que ese mundo que creemos conocer.
Todos los místicos, hasta ese punto, concuerdan. De ahí en adelante se dividen en dos grupos. ¿Qué relación existe entre la realidad mística y nuestro mundo común?
1.- Algunos místicos sostienen que nuestro mundo es toda una ilusión. El mundo físico común no es en absoluto real; es un sueño, un cuento de hadas, en el cual se nos oculta la verdadera naturaleza de la realidad (es decir, la dimensión mística). Esa es la imagen que nos traspasa la República de Platón: hombres encadenados en lo más profundo de una cueva observando las sombras de unos muñecos que pasan frente a un fuego que arde en un costado. Según Platón uno sólo puede enfrentarse a la realidad al ser liberado de esa cueva y salir a la luz. Allí podrá ver un mundo nuevo totalmente diferente. Estos místicos aconsejan abstraerse del mundo, ya sea físicamente, llevando una vida de ermita en una cueva o en la cima de una montaña, o psicológicamente, logrando una indiferencia total a los sucesos del mundo físico.
2.- Otros, por el contrario, afirman que nuestro mundo común sí es real pero no comprende toda la realidad, pues la dimensión mística también es real. Además, esta es una realidad más profunda. Sustenta nuestro mundo y determina su naturaleza a los acontecimientos que allí ocurren. Sólo una vez que comprendamos la dimensión mística podremos entender nuestro mundo físico, y aunque esta sea muy distinta del mundo que percibimos, nos revela sin embargo su verdadera naturaleza. Para comprender mejor este tipo de misticismo comparémoslo a la ciencia. Concentrémonos, por ejemplo, en la mesa que tenemos frente. Mirémosla. Tratemos de apretarla, de triturarla con nuestros puños. Parece ser sólida, materia tangible. No vemos en ella agujeros o brechas. ¡Y sin embargo la ciencia nos dice que esa mesa es más de un 99 % un espacio vacío! (No aludimos a la sutileza de la mecánica cuántica), pero aquel lector que la conoce sabrá traducir este punto a su lenguaje). La mesa nos parece materia inerte y no obstante la ciencia nos indica que hay en ella una gran actividad. Sus moléculas vibran y los electrones de sus átomos están en movimiento constante.
Concluimos entonces que la ciencia nos muestra con esto que la realidad es muy distinta a nuestra percepción del mundo, a aquello que revelamos a nuestros sentidos (si no nos introdujeran estos conceptos a temprana edad - es decir, si los escucháramos por primera vez a los 35 años - nos parecerían absurdos, opuestos a todo lo aprendido hasta ese momento). Pero el científico no niega la realidad de nuestro mundo común. Concuerda en que la mesa que tenemos delante nuestro es algo físico, tangible. Pero afirma que malinterpretamos su verdadero significado. Sólo al comprender su dimensión real podremos comprender verdaderamente la mesa, porque es esa dimensión más profunda la que determina la naturaleza y la actividad de la mesa.
El segundo tipo de místico relaciona su dimensión con nuestro mundo de la misma forma que el científico.
El judaísmo es una religión mística del segundo tipo. Nos entrega una visión más profunda de la realidad, que sustenta nuestro mundo y determina su naturaleza. Para comprender esta visión no se necesita exiliarse del mundo sino entenderlo para poder incorporarse a él y vivir allí inteligentemente. La importancia del punto de vista científico es que nos permite comprender nuestro mundo y abordarlo con mayor éxito. Y este es precisamente el valor de la visión mística judía.
Examinaremos ahora tres elementos de esa visión, aunque muy breve y superficialmente.
En la sección siguiente veremos algunas de sus consecuencias para nuestra comprensión del mundo y nuestra relación con él.
1.- Conocen probablemente el famoso principio judío de que D\'s creó el mundo. Sin embargo, pocos saben que la Creación no es un acontecimiento que tuvo lugar una vez en el pasado sino un proceso continuo en todo momento. D\'s recrea el mundo a cada instante. Si no fuese por esa corriente de energía divina, todo lo que existe quedaría en la nada. Por ende, en todo hay algo de la divinidad y santidad de D\'s. Esto significa que nada es irrescatable ni inherentemente malo; por cierto, nada en este mundo es irredimible ni inherentemente secular. Todas las cosas tienen un cierto potencial de santidad que puede o no desarrollarse según cómo se use. Con respecto a este potencial el mundo existe en un estado inconcluso. Se hace un llamado al hombre para que se convierta en partícipe de D\'s y complete la creación desarrollando ese potencial.
Un romano pregunto un día a Rabbí \'Akibá lo siguiente: \"¿Qué actos son los más importantes, los de D\'s o los del hombre?\" Como estaba convencido que los actos de D\'s eran los más grandiosos, se había preparado para desafiarlo con la circuncisión. El cuerpo es creación de D\'s. ¿Por qué entonces los judíos lo mutilan cortándole una parte, puesto que los actos de D\'s son más grandiosos que los del hombre? ¡Sin embargo, el Rabbí \'Akibá respondió lo contrario! Procedió entonces a probar al romano que los actos del hombre eran más importantes que los de D\'s. Colocó frente a él unas espigas de trigo y un pastel y le preguntó que prefería comer. ¡Como el romano escogió el pastel, el rabino le hizo notar que D\'s había creado el trigo pero que el pastel era obra del hombre! Esa explicación bastó para confundir al romano. ¡Pero a nosotros no nos disuaden tan fácilmente! ¿Cómo podemos mostrar que los actos del hombre son superiores con este ejemplo del trigo y el pastel si el hombre necesita el trigo de D\'s para preparar el pastel? Además, ¿cómo hacemos ese pastel? Primero debemos trillar y aventar el trigo, moler el grano para obtener harina, añadir otros ingredientes, y aplicar calor para que ocurran distintas reacciones químicas. Todos estos procesos dependen de las \"leyes de la naturaleza\" para el trigo, la harina y demás ingredientes. Cada uno tiene sus propiedades naturales. Pero si D\'s recrea constantemente el mundo, \"naturaleza\" será sólo un nombre para Su actividad: Es gracias a El que se realizan todos los procesos en la preparación del pastel. ¡Incluso \"nuestros\" actos dependen principalmente de la ayuda de D\'s! ¿Cómo podemos entonces decir que los actos del hombre son superiores a los de D\'s?
No pueden ser superiores, y no es lo que Rabbí \'Akibá trato de decirnos. Quiso hacernos entender lo siguiente: El producto terminado de los actos del hombre es superior al producto terminado por D\'s. Es por ello que D\'s hizo que el trigo no fuese comestible mientras que el pastel hecho por el hombre sí lo es. D\'s dejó deliberadamente al mundo en un estado inconcluso e invitó al hombre a terminarlo. Por ello podemos circuncidar el cuerpo que D\'s nos ha entregado. Con la circuncisión completamos la creación de ese cuerpo. Y este acto de circuncisión ilustra claramente la actitud judía hacia cada parte del mundo. Todos los elementos existentes son una creación; deben su existir a una decisión divina determinada. Ese lazo con lo divino le dará ese potencial de santidad que sólo el hombre puede desarrollar a través de sus actos.
2.-Veamos ahora el segundo elemento de este cuadro místico judío. Adán (Adam HaRishón), el primer ser humano, no era ni hombre ni mujer sino una criatura hermafrodita. (Otros dicen que se suponía que Adán debía ser hermafrodita, pero que sin embargo se había creado primero un hombre y luego una mujer. La explicación siguiente se basa en ambos puntos de vista). Sólo después Adán fue dividido en dos personas, un hombre y una mujer. De ahí se desprende entonces que ni el hombre ni la mujer son criaturas completas. Son más bien partes inconexas de un todo. Si pudiésemos profundizar lo suficiente en su naturaleza percibiríamos que son incompletos, como un rompecabezas a medio terminar. Veríamos también que son complementarios, puesto que cada uno contribuye, con características únicas a una unidad compuesta. Sería obvio entonces que fueron creados con ese fin: sólo al unirse para formar ese todo pueden desarrollar sus potenciales individuales.
3.- El pueblo judío (y por último toda la humanidad) es considerado un organismo compuesto único. Cada individuo judío es visto a su vez (al menos en parte) como los miembros y órganos de ese organismo gigante. Debido al lazo existente entre los judíos, todo lo que suceda a uno afectará a su prójimo. Además, el sentido e importancia de los actos de cada judío dependerá profundamente de la relación con su propio pueblo. Ahora bien, desde un punto de vista metafísico, ningún judío puede desconectarse del pueblo al que pertenece.
Analicemos la analogía siguiente con el cuerpo humano: Todos los miembros y órganos están interconectados. Una infección en la mano no se limitará sólo a ella. El flujo sanguíneo la transmitirá al resto del cuerpo y por ello, la infección atañe también al resto del cuerpo. Veamos el ejemplo siguiente en que el cuerpo también trabaja como una unidad: ¡Si mi mano derecha firma un cheque que es devuelto por no tener fondos, no puedo pedir a mi demandante que me deje en paz y le cobre sólo a mí mano derecha! porque aunque la firma de ese cheque haya sido hecha por el movimiento de mí mano, yo soy quien lo firmó. La persona firma y se hace responsable de ese acto mediante el movimiento de su miembro. Asimismo, al actuar un judío, sus actos conciernen a todo el pueblo judío. Nunca es un acto privado del individuo. Con esto concluimos nuestra visión global sobre estos tres elementos de la dimensión mística judía.
Extraído de la revista El Kolel, con la autorización de sus editores