Rav Arie Natan
Visiones

Parashat Noaj

La Torá nos relata en esta sección la historia de la humanidad después de las primeras diez generaciones, desde Adam hasta Nóaj, que poblaron la tierra y que la gobernaron. El género humano se desplegó y avanzó a través de estas generaciones de
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La Torá nos relata en esta sección la historia de la humanidad después de las primeras diez generaciones, desde Adam hasta Nóaj, que poblaron la tierra y que la gobernaron. El género humano se desplegó y avanzó a través de estas generaciones desde una primera etapa en la lectura de su realidad hasta su establecimiento dentro de un medio más propicio.
 
Así, las primeras épocas constituyeron un enfrentamiento con la realidad de una tierra que producía "cardos y espinas", es decir que la labor agrícola estaba agravada debido a la maldición que el Creador trajo sobre la simiente del hombre; no obstante, estas épocas encontraron con la aparición de Nóaj un momento de descanso, ya que según la tradición recibida fue él quien inventó el arado, o sea hizo más fácil la labor agrícola, que era y sigue siendo el núcleo central de la supervivencia.
 

La invención del arado no fue solo un hecho técnico a través del cual se facilita el trabajo humano, sino que hay en su implementación un trasfondo de espiritualidad. Ya la Torá en la primera sección nos enseña la capacidad creativa de los primeros maestros, así Yuval inició el arte de los instrumentos musicales y Tubalkain la artesanía de la fundición de los metales (Cf. Bereshit 4, 21-22); también estas primeras expresiones de artesanía, junto con la invención del arado, reflejan ideas que van más allá de los instrumentos mismos. Según los relatos de la tradición judía, la hermana de Tubalkain, llamada Naamá, fue la esposa de Nóaj, vemos así que hubo relaciones estrechas entre los primeros maestros y el inventor del arado; esta relación se ve presente en el hecho que Nóaj es descrito en nuestra parashá como un "justo íntegro", el único de su generación, o sea en el transcurso de su vida mostró la justicia y la integridad siendo un ejemplo para los hombres que lo rodearon. Del mismo modo que el arado se hunde en la tierra, la remueve, la abre y la voltea, así Nóaj ejemplificó una personalidad espiritual que trasciende la contingencia del aquí y el ahora, proclamó a su generación que existe profundidad, que no todo queda en la superficie, sino que esta superficie es solo apariencia y que lo que hay detrás de ella es lo esencial. Cuando el hombre rompe el suelo con la reja del arado, puede ser capaz de comprender que debe observar también en su realidad actual un mundo entero y esencial que muchas veces es invisible a los ojos, esta realidad es la presencia del Creador como tal y como supervisor.

Nóaj marca, no obstante, un punto de diferencia con las generaciones anteriores, y en especial con los maestros que le precedieron en la artesanía, Yuval y Tubalkain, ambos desplegaron su creatividad en lo material y profundizaron su arte en una ideología errónea, la música fue utilizada en las generaciones aquellas para acompañar los cultos idolátricos y la herrería para fabricar espadas que sería el instrumento característico del asesino. La desviación del hombre hacia la idolatría creó un marco social donde la necesidad de lo sensorial fue adquiriendo cada vez mayor relevancia, un culto idolátrico carente de atractivo no sobrevivía a la propia sociedad, por tal motivo el acompañamiento de instrumentos musicales, que en si son un placer para el alma, fue el imán que atrajo a esta desviación. A partir de ello otros vicios comenzaron a hacerse presente en aquellas sociedades que poco a poco fueron acarreando la "corrupción" como lo describe la Torá en nuestra parashá. De modo semejante, la herrería, siendo una artesanía vital, se transformó en el medio por el cual la ambición de poder y de dinero encontraría su instrumento, aquello que finalmente trajo la espada al mundo, o sea la guerra - la posibilidad de la destrucción del hombre mismo.

Vemos por lo tanto que la aparición de Nóaj en la escena de la historia es un hito fundamental para entender el proceso humano, frente a un medio que se hundió en el placer hasta llegar a la corrupción y en el asesinato como forma de obtener poder y dinero, se levantó el "justo, íntegro" que busca la profundidad, que trata de ver más allá de la superficialidad del placer y de lo material que centraliza la envidia, el odio o el latrocinio. Esta actitud propia de Nóaj que vemos reflejada en las dos características que la Torá le confiere: justo e íntegro, son la clave para entender su desempeño en las dos generaciones que le tocó vivir, como declara la parashá "un varón justo e íntegro fue en sus generaciones", es decir tanto en la generación previa al diluvio y la posterior a él. Estas cualidades son además el punto sobre el cual se centra la oposición tan íntima que Nóaj tendrá con respecto a su sociedad.

Los comentaristas definen estas cualidades del siguiente modo, el calificativo de "justo" se aplica, desde la perspectiva del idioma hebreo, a la rectitud de los actos, al comportamiento normativo externo de una persona; mientras que "íntegro" define al corazón, o sea a la interioridad del hombre justo. Es decir, en el actuar del ser humano, en forma rutinaria solemos contemplar nuestra conducta de manera simple, no obstante cada uno de nuestros actos está compuesto de dos dimensiones, una material: el acto mismo, y otra espiritual: la voluntad e intención de este comportamiento; dos personas pueden realizar la misma acción, que incluso puede ser calificada como "justa", pero la intención puede ser diametralmente opuesta hasta que a uno calificaremos de "íntegro" y a otro no.

Como ya mencionamos, la generación dentro de la cual vivió Nóaj, previa al diluvio, se caracterizó por vicios graves, precisamente aquellos vicios que definen las conductas contrarias al justo y al íntegro. La parashá señala que la tierra había sido corrompida y los comentaristas explican que se refiere a una corrupción de tipo moral y religioso, el hombre había caído en los niveles más profundos de la prostitución y la idolatría cubría el anhelo humano de divinidad; junto con estas conductas nefastas agrega la Escritura que la tierra se había llenado de latrocinio, es decir comenzaron los hombres movidos por el deseo materialista a apoderarse de los bienes ajenos, para lograrlo no dudaron incluso en emplear la violencia armada, el asesinato. Frente a esta sociedad corrupta los planteamientos de Nóaj, la justicia y la integridad, tuvieron poco eco y aunque él haya tratado de realizar una labor educativa para alcanzar la superación colectiva, no estuvo su sociedad a la altura de estas cualidades y sucumbió dejando un espacio para la creación de una sociedad nueva, una nueva era.

Frente al colapso de los valores morales y monoteístas, el planteamiento de "íntegro" que vemos reflejado en la calificación dada a Nóaj, nos presenta la pauta para poder superar la pérdida de los valores básicos, la relación del hombre para con sus placeres debe darse dentro de un marco constructivo, y no como una situación fuera de todo control, no como corrupción, es decir la integridad proporciona los elementos internos para poder templar un ánimo fuerte, capaz de enfrentarse a las pruebas, a veces duras, que presenta la vida. El materialismo, por otro lado, reflejado en el anhelo desmedido de la acumulación de bienes, incluso de manera ilícita, es resultado de la envidia; sin embargo puede ser corregido y canalizado a través de la "justicia", es decir del conjunto de normas que rigen nuestra vida en sociedad. En resumen las características de justicia e integridad se contraponen a la corrupción y al latrocinio, son las columnas sobre las cuales podría haberse apoyado la generación de Nóaj, evitando de tal modo el diluvio.

Estas desviaciones de la conducta ideal, no son solo un recuerdo vago en una hoja de la historia humana, sino que son parte constante de nuestras debilidades, por este motivo el marco dentro del cual el Creador nos comunicó sus preceptos, la revelación del monte Sinaí, donde el pueblo judío en pleno escuchó los diez mandamientos tienen como comienzo y fin la mención de ambas debilidades y nuestra responsabilidad en superarlas. Así, el primer mandamiento se refiere a la fe en el Creador, como supremo Hacedor, siendo Su característica esencial la unicidad, esta declaración de principio es correlativa al comportamiento moral, una persona que ha interiorizado la fe en un Dios único, demuestra su fe a través de su conducta moral, mientras que el alejamiento del Creador lleva al acercamiento de la prostitución. Por otro lado, el último mandamiento nos prohíbe codiciar los bienes ajenos, o sea la serie de mandamientos termina con una prohibición que refleja una debilidad humana común, el anhelo no controlado de poder y dinero encuentra su expresión anímica en la codicia, la cual puede traer a acciones incluso violentas, a idear medios destructivos para alcanzar la materia de nuestra codicia. Al ser estos ideales principio y fin de los mandamientos podemos comprender la trascendencia que tienen a nivel educativo, y la relevancia que tuvo para el desarrollo de la personalidad humana la aparición de Nóaj en su generación.

 



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