Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

PERASHAT BESHALAJ-18

NO ES SOLO UN CANTO ES “EL CANTO” “Cantarán a Hashem por que El es alabado” (Shemot 15,21) Rabenu Abraham Tzarfati ztz”l, de los descendientes de Rashi Hakadosh, estudió en “Jabruta” (es decir, estudiar en forma conjunta con otro estudian
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NO ES SOLO UN CANTO
ES “EL CANTO”

“Cantarán a Hashem por que El es alabado”
(Shemot 15,21)

Rabenu Abraham Tzarfati ztz”l, de los descendientes de Rashi Hakadosh, estudió en “Jabruta” (es decir, estudiar en forma conjunta con otro estudiante) con el Maran “Beit Iosef” ztz”l, en la época que estuvo en Adrianopol (antigua ciudad que hoy se encuentra en la Turquía europea).

Una vez, durante la noche de Shabat Kodesh que se correspondía con la perashat Beshalaj, en el año 5250, rabi Abraham se entregó al estudio hasta que lo invadió el cansancio y sus ojos se cerraron por sí solos.

En sus sueños, vio un hombre que se acercaba, con un cinturón de cuero ajustado en su cintura, entró a su cuarto, y le dijo: hijo mío, dime por favor, ¿quién es el más grande de los profetas?
Se sentía extrañado por la pregunta, pero contestó: Moshe Rabenu es el padre de todos los profetas, y un versículo lo afirma explícitamente: ¡y no se levantará en Israel otro profeta como Moshe! (Devarim 34,10).

Es cierto, validó la respuesta Hatishbi (Eliahu Hanavi), pero entonces, ¿por qué Moshe Rabenu no cantó la “Shirat Haiam” (el cántico después de que los iehudim cruzaron el mar de Suf) antes de ver que todos los egipcios murieron ahogados? ¡Ya que los profetas pueden ver el futuro que está por llegar!...

Contestó rabi Abraham: seguro que Moshe Rabenu tenía la posibilidad de cantar la Shirat Haiam mucho antes de que se produjera el milagro, pero el “pastor honesto”, el conductor del pueblo, quería que sea el pueblo, que los hijos de Israel sean los encargados de entonar el cántico. Y en ese momento, el pueblo todavía estaba con mucho temor, y desde luego, no estaban tan fuertes como Moshe en cuestiones de fe. Moshe sabía, que si le pedía al pueblo que cante junto a él, no lo harían con todo el corazón hasta tanto que no vean con sus propios ojos la caída del imperio y a los egipcios ahogados en el mar…

Se iluminó el rostro de Eliahu Hanavi, y dijo: hijo mío, tu respuesta, es en verdad, la respuesta correcta, y está escrita en la Tora: y vio Israel la gran “Mano”, lo que Hashem hizo en Egipto, y creyeron en Hashem…

Y solamente después de haber visto: entonces cantaron, Moshe y los hijos de Israel, este cántico, y así dijeron…

Eliahu Hanavi terminó de decir estas palabras… y desapareció…
Se emocionó grandemente rabi Abraham con la revelación de Eliahu Hanavi, porque está escrito: dichoso el que consiga ver su rostro en sueños, y tiempo más tarde describió el encuentro que tuvo con Eliahu Hanavi en la introducción de su libro “Bircat Abraham”.
¿Y qué cosa pretendió decir Eliahu Hanavi o enseñarnos? Que el “conductor” de Israel, también cuando podría haber cantado solo la “Shira”, sin ayuda ni acompañamiento, prefirió esperar, porque sabía que lo principal era que todo el pueblo se eleve junto a él, y que el sonido del cántico resulte ser un aprendizaje para el rebaño de ovejas, por eso se privó de cantar hasta que pudo hacerlo junto al pueblo…

La vida de los hijos de Israel estaba en peligro, ellos habían perdido todas las esperanzas. Los egipcios los perseguían con la intención de devolverlos a la tierra de Egipto, esclavizarlos y exigirles que continúen con los trabajos forzados, a fabricar los famosos ladrillos de barro. Al parecer, la visión de la pronta Salvación se desvanecía, ¿acaso todo había sido en vano?

Seguro que no. El mar, de pronto, se abre en forma milagrosa, y más tarde, las columnas de agua se desploman sobre los confundidos egipcios. Los jinetes junto a sus caballos, así los jinetes recibían un castigo mayor. Y finalmente, Israel ve a los egipcios muertos, en la orilla del mar…

La amenaza se apagaba y el miedo aflojaba. El milagro era una revelación muy fuerte, hacía muchísimo “ruido”. La necesidad de agradecer, de reconocer el favor, sonaba en todos los corazones. Y el pueblo de Israel abrió su boca entonando un cántico profundo, enérgico. “Un cántico nuevo, la alabanza de los liberados”: “entonces cantaron Moshe y los hijos de Israel”.

Y cuando finalizó el cántico que entonaron en el desierto, Miriam, la hermana de Moshe y Aharon, primero, con un tambor en su mano, y detrás de ella todas las mujeres salieron con tambores y bailes. Y la Tora, a la que no le sobra una sola palabra, que cada palabra, que cada letra está medida con meticulosidad, nos relata sobre el cántico de Miriam. Y a pesar de que no tiene ninguna novedad respecto al cántico ya entonado por los hombres, de todas formas, si la Tora lo escribió, es por algo, y allí Miriam proclama: cantarán a Hashem… el caballo con su jinete se ahogó en el mar…

Y surge la pregunta: ¿qué tiene de especial el cántico de Miriam?
En efecto, no tiene nada en especial el cántico de Miriam, lo especial reside en la sincronización de Miriam. La Tora viene aquí a enseñarnos, que no es para nada relevante elevar un cántico inmediatamente después de ocurrido el milagro, cuando todavía el corazón late a toda velocidad y las emociones no nos permiten respirar. Lo importante, lo inteligente, es recordar el cántico también después de haber escuchado como termina el primero de los cánticos. La grandeza consiste en poder ver, que no olvidamos el milagro, que no lo dejamos perdido con nuestras ocupaciones cotidianas.

¿Y qué queremos decir con todo esto?
No existe un hombre que no tenga millones de cosas por las que agradecer. Cuánto se alegró en su compromiso, cuánto se alegró en su casamiento, cuánto se alegró cuando nacieron sus hijos. Cuánto se alegró al conseguir un trabajo digno, cuánto se alegró cuando se curó de su enfermedad. Cada hombre a su paso, cada hombre en cada estación de su vida. Cuánto tenemos que agradecer a nuestro Creador, cuánto debemos reconocer todos los favores que recibimos, todo resulta digno para elevar un cántico…

Y vemos que en la “Bircat Hashir”, en la oración “Nishmat Col Jai”, nosotros decimos que aunque nuestras bocas estén llenas del canto como un mar, y nuestras lenguas canten… igualmente, no podremos nunca alcanzar a agradecer ni siquiera por una parte en mil miles de miles… por lo que Hashem hizo con nuestros padres y con nosotros…
También por las bondades y los favores que nos fueron realizados públicamente, necesitamos agradecer con cánticos y bailes, como el mar con su gran cantidad de olas. Renovar nuestras prioridades, afilar nuestros recuerdos, agradecer con emoción, con cánticos.


Traducido del libro Maian Hashavua.

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom

 



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