Rav Iaacob Muhafra
Januca

Quién le dijo al aceite que encienda...

JANUCA Estudiamos en el Talmud (Shabbat 2Ib) ¿Qué significado posee Janucá? Explica Rash"í, por cual milagro fue instituida esta cele­bración. Estudiamos: El veinticinco de Quislev comienzan los ocho días de Janucá, en los que no se ay
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JANUCA

Estudiamos en el Talmud (Shabbat 2Ib) ¿Qué significado posee Janucá? Explica Rash"í, por cual milagro fue instituida esta cele­bración. Estudiamos: El veinticinco de Quislev comienzan los ocho días de Janucá, en los que no se ayuna y no se lamenta a los muer­tos, porque cuando los griegos ingresaron en el santuario impuri­ficaron todos los aceites que allí había, cuando se impuso el poder Jashmoneo y vencieron al enemigo, revisaron y no hallaron sino un pequeño frasco de aceite que se encontraba lacrado con el sello del Cohén Gadol (Sumo Sacerdote), pero éste alcanzaba para encender un solo día, sin embargo ocurrió un milagro y encendie­ron con dicho frasco durante ocho días.

Al año siguiente establecieron nuestros Sabios estos días como época festiva, de alabanza y reconocimiento. Es decir que en la fes­tividad de Janucá se conmemora básicamente el milagro del frasco de aceite.

Es conocida la pregunta que formula el Bet losef, Rabbenu losef Caro z"l, en el comienzo de las leyes sobre Janucá. ¿Por qué los Sabios establecieron ocho días de Janucá, si en realidad el milagro ocurrió sólo durante siete días, ya que para el primer día poseían aceite?

Y agregan los grandes Sabios de la ética otra pregunta. ¿Por qué se instituyeron los días festivos de Janucá en conmemoración del milagro ocurrido con la Menorá (candelabro) y no en recuerdo al triunfo bélico de aquellos días? También la victoria militar ante los griegos ocurrió en forma milagrosa, como recitamos en las plega­rias: Entregaste a muchos en manos de pocos, a fuertes en manos de débiles.

QUIEN LE DIJO AL ACEITE QUE ENCIENDA...

Para aclarar lo anterior, citaremos un párrafo del Talmud (Taanit 25a) que relata que una víspera de Shabbat Rabí Janiná ben Dosá vio a su hija apenada. Le preguntó: Hija mía, ¿por qué estás tris­te? Le respondió: Pues confundí el recipiente de aceite con el de vinagre y encendí las luminarias de Shabbat con vinagre, y se apagarán las luminarias. Su padre le dijo: Hija mía, ¡no impor­ta! ¡Quien le dijo al aceite que encienda le dirá al vinagre que lo haga!

Continúa diciendo el Talmud: Estudiamos, las luminarias conti­nuaron encendidas durante todo el Shabbat, e incluso encendieron con ella la vela de "Habdalá".

Este episodio lo explica magníficamente el Rab Eliahu Dessler z"l en su obra Mijtab MeEliahu (1 pag. 178) donde escribe: En realidad, no existe diferencia entre el milagro y la naturaleza, todo es un milagro [es decir, intervención divina], todo el mundo debe su sentido y su existencia a la voluntad del Eterno, y a su forma de conducirlo, ya que por Su voluntad se materializan las cosas.

Lo que nosotros llamamos milagro, significa la voluntad del Eterno que crea algo a lo que no estamos habituados, y este suce­so inusitado nos induce a percibir la mano de D-os. Aquello que llamamos naturaleza, es lo que la voluntad divina decidió que debe continuar existiendo siempre de la misma forma a la que nos encontramos acostumbrados.

Esto posibilita probar el grado de fe del hombre, si percibe la mano de D-os implícita en todo lo que sucede, o pensar que el Eterno lo dejó librado a las fuerzas naturales, e incluso dentro de la naturaleza el hombre puede de ínteractuar en forma de causa y efecto.

Aprendemos de todo lo anterior, que la naturaleza no es una reali­dad tangible, sino una imaginación del hombre, un desafío para que pueda aplicar su libre albedrío. Tropezar en el error de pensar que las cosas suceden en forma natural, o distinguir la verdad, que todo se halla bajo la supervisión divina.

A ello se refirió Rabí Janiná ben Dosá cuando afirmó ¡Quien le dijo al aceite que encienda le dirá a vinagre que lo haga! Significa, que no existía ninguna diferencia en su corazón entre un milagro y un acto natural, todo se origina en la voluntad divi­na y por lo tanto son exactamente iguales el aceite y el vinagre para encender, ya que todo funciona de acuerdo a la supervisión del Eterno.

TODO ES INTERVENCIÓN DIVINA

Escribe Ramba"n sobre el versículo: Porque con mano fuerte nos sacó el Eterno de Egipto (Shemot 13,16) lo siguiente: El hombre no posee parte en la Tora de Moshé sino hasta que alcance la convicción absoluta de que todo lo que nos ocurre y todas nuestras acciones son milagros- intervención divina- no hay en ellas naturaleza, tanto en lo individual como en lo colec­tivo. Sólo que si cumplimos con los preceptos nos recompensa su pago, y si los transgredimos nos afecta su castigo, todo según Su decreto.

Se cuenta sobre el gran erudito Rab Isser Zalman Meltzer z"l, autor del Eben Haazel, que cierto día se encontraba estudiando en su casa con sus alumnos, y de repente su esposa gritó desde la cocina ¡la leche se volcó! Rab Isser interrumpió su estudio y habló algunas palabras con su esposa y dejó la casa. Los alumnos, que nunca vie­ron a su maestro interrumpir su estudio incluso para cuestiones importantes, se asombraron de su comportamiento. Cuando regresó, le explicó el Rab a sus sorprendidos alumnos: Si la leche se vuelca no es casualidad, es un decreto celestial y hay que revisar los motivos y repararlos.

Se supo más tarde, que ese día la esposa del Rab no le había abo­nado toda la leche al lechero. Por ello tuve que ir a saldar de inme­diato la cuenta -dijo el Rab-, ya que nos fue encomendado: En su día pagarás su jornal (Debarím 24,15).

La palabra Teba -naturaleza en hebreo-, equivale al mismo valor numérico que Elokim, D-os Todopoderoso, lo cual nos habla de que Él es el amo absoluto de todo cuanto ocurre, solo que encubre su accionar tras el velo de la naturaleza, y este encubrimiento sirve como prueba para evaluar el grado de fe del hombre, ante quien aparecen las situaciones mundanas como casualidades, desprovistas de toda supervisión.

Según esto podemos responder la pregunta arriba expuesta. Los griegos deseaban erradicar del corazón judío la fe de que el Eterno conduce el mundo, e imponer la creencia de que todo sucede en forma natural; lamentablemente el pueblo hebreo estaba inclinán­dose hacia dicha filosofía.

Pero al ver el milagro del frasco de aceite, que alcazaba para un solo día y alcanzó para ocho, algo que se salía totalmente de las leyes naturales, tomaron conciencia de que todo es producto de la supervisión divina. Y aún cuando el mundo se desarrolla en forma natural, la mano del Eterno es la que lo conduce.

Por ello instituyeron nuestros Sabios ocho días de Janucá y no siete, aún cuando en realidad el aceite para el primer día era sufi­ciente, justamente para enseñarnos que incluso el aceite que encendió el primer día, "naturalmente", era considerado un milagro. Porque milagro significa supervisión divina en forma abierta, y naturaleza, significa supervisión divina encubierta, pero todo suce­de con la supervisión divina, ninguna criatura puede realizar acto alguno sin la autorización del Eterno, pero en aquello que denomi­namos naturaleza existe implícita una voluntad divina adicional que plantea la posibilidad del error en el hombre, esta voluntad se expresa por medio de la naturaleza.

Continúa escribiendo el Ramba"n (Ib.) A partir de los milagros abiertos y públicos el hombre llega a reconocer los milagros ocul­tos, que son el fundamento de toda la Tora. Quiere decir, que los milagros abiertos son aceptados decididamente como acciones de la divina providencia, pero sirven para que el hombre reconozca la presencia divina oculta tras el velo de la naturaleza, la cual simple­mente oculta la mano divina siempre presente. Y esto es el fundamento de la Tora toda, la fe de que todo sucede sólo de acuerdo a la voluntad divina, y en tanto no alcance esta fe, el hombre carece de parte en la Tora de Moshé.

Según esto, el libro Sifté Jaim explica por qué se instituyeron los días de Janucá conmemorando el milagro de la Menorá y no la vic­toria sobre el enemigo griego. Ya que dicha victoria, aún cuando se trató claramente de la intervención divina, como afirmamos en las plegarias, entregaste, los fuertes en manos de los débiles, los nume­rosos en manos de una minoría, de todas formas, el necio que desee equivocarse tratará de encontrar explicaciones racionales a esto, aún cuando las mismas se hallan lejos de la lógica. Por ello, determinaron que la festividad se conmemore básicamen­te en el milagro abierto de la Menorá, un milagro que indudable­mente se opone a todas las leyes naturales, y a partir de este mila­gro se concluirá que todas las victorias y los triunfos ante los grie­gos también se debieron gracias al Etern

LA DIFUSIÓN DEL MILAGRO

De acuerdo a todo lo hasta aquí expuesto, es posible explicar una cuestión adicional que encontramos en las luminarias de Janucá, la difusión del milagro. Es Mitzvá de difundir el milagro Janucá, colocando las luminarias en la puerta de casa, hacia fuera, como lo dictamina el Talmud (Shabbat 22a). Ello se debe justamente a la necesidad de fortalecer la fe de cada judío que pasa por la puerta de la casa, al observar la luz de las luminarias reflexionará en los Milagros de Janucá y llegará a la conclusión de que absolutamente todo esta dirigido por el Eterno.

Este es uno de los métodos que enseñó Rab Simjá Zisel de Kelem z"l para asumir la fe absoluta, aprender a reconocer los milagros que son cotidianos, los milagros que le ocurren cada día a las per­sonas.

Evitar esa sutil inclinación a la negación del orden divino que se filtra en el corazón y lo enceguece, haciéndole buscar los argumen­tos que atribuyen las cuestiones a un acto natural. ¡Y quién desea purificarse, lo ayudarán de los cielos!

Extraido del libro Emet le Yaacob

 

 

 



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