La sección de la Torá Tetzavé, comienza con la orden al pueblo de Israel, para que traigan aceite de oliva puro prensado, para encender una luminaria perpetua.
Luego, es explicada la hechura de cada una de las ocho prendas que deberá vestir el Gran Sacerdote para realizar el servicio. A continuación son mencionados los panes que se elaborarían para colocar sobre la mesa. Y finalmente, se hace mención al altar de oro, donde se realizaría la incineración del incienso.
La ubicación de los tres artefactos debía ser: el candelabro en el sur, en el centro el altar de oro, y la mesa en el norte. (Menajot 86b - Rashi).
El orden mensionado anterirmente, es equivalente a la disposición de los órganos que perciben esas tareas, llevadas a cabo en el Santuario.
La luz de las candelas es apreciada por la vista, por eso los ojos están arriba, en el extremo superior de la cabeza.
Luego, se encontraba el altar donde era incinerado el incienso que proporcionaba el aroma agradable, siendo este captado por el olfato, y por eso, la nariz se halla en el centro.
Por último, la mesa contenía los panes, que son alimento y en contraposición a ella, hallamos la boca en la parte inferior.
La disposición mencionada, nos da una pauta del grado de espiritualidad que alcanza cada uno de esos órganos, lo cual revela que el nivel superior es el visual, debajo de él se encuentra el olfativo, y el menos elevado, el gustativo, netamente material. (Ben Ish Jai - Vaetjanán)
Esta es la razón por la cual nos tentamos más por alimentos deliciosos, y sabrosos, que por una buena fragancia, o un hermoso paisaje.
Sin embargo, esto puede depender de la manera en que nos llegue el estímulo, para determinar el grado de la reacción.
Si observamos con el nivel superior, que son los ojos, un pollo al horno de aspecto exquisito y condimentado, sentiremos deseos de ingerirlo. Pero si llegásemos a percibir su aroma, a través del olfato, que es el nivel intermedio, próximo al gustativo, el deseo será mucho mayor.
-Los sabios tras analizar este asunto, dictaminaron que la gran tentación causada por el aroma que emana de una comida puede ocasionar en la persona trastornos orgánicos si no prueba de esta; hay que darle un pequeño trozo de esa comida de inmediato. Esta norma no rige si el preparado no despide olor. (Mishná Berurá 169: 1, Biur Halajá.
El efecto mencionado se debe a que vivimos compenetrados en un mundo tan materialista, en cambio Moshe Rabeinu superó el nivel material. El estuvo en tres ocasiones cuarenta días íntegros en las alturas celestiales, pudiendo gozar allí del máximo nivel espiritual, (Shemot: 34: 33).
Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de elevar los elementos terrenales a este nivel espiritual superior.
La elevación se realizará a través de "inyectar" en cada alimento su parte espiritual, esto es lo que hacemos al bendecir antes de ingerirlo.
Lo material sin su parte espiritual no puede existir.
De la misma forma el agua, que se encuentra en todo lo existente, ya sea un libro, una piedra o un ser viviente, si la quitásemos dejaría de haber en el objeto un agente de enlace que mantiene unidas a todas las partículas, y al quitarla la totalidad de ellas caerían, desintegrándose totalmente. Si quitáramos la parte espiritual de lo material el objeto no podría existir.
Shabat Shalom