Rav Baruj Mbazbaz
Actualidad

Una Pequeña Llama - Parashat Tzav

"Esh tamid tukad al hamizbeaj lo tijbé" (Viakrá 6:6).El versículo ordena que en el altar debía haber un fuego que quede constantemente encendido. Sobre este precepto, los Sabios explican que cada iehudí tiene un altar interno que es su corazón,
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"Esh tamid tukad al hamizbeaj lo tijbé" (Viakrá 6:6).El versículo ordena que en el altar debía haber un fuego que quede constantemente encendido.

Sobre este precepto, los Sabios explican que cada iehudí tiene un altar interno que es su corazón, y que en él hay una pequeña llama permanente que nunca se apaga. A cada uno de nosotros se nos da la oportunidad de avivar esa llama para aumentar nuestro fuego interno, y esta llama que tenemos es el sentimiento por la Torá y sus mitzvot.

En la vida hay situaciones que nos llevan a despertar este sentimiento que muchas veces nos parece ajeno y alejado.Hay iehudim que viven rodeados de goim y a pesar de no tener una sociedad judía a su alrededor Hashem les da la posibilidad de elegir acercarse a sus raíces nuevamente. A cada persona se lo presenta de distinta manera.A nosotros también se nos da la posibilidad, a pesar de que tal vez tenemos un contacto constante con otros iehudim.

La sabiduría consiste en aprovechar esas situaciones para avivar nuestra pequeña llamita y aumentar nuestra riqueza espiritual, que es un gran aporte para disfrutar de una vida óptima.


En una ocasión se acercaron dos iehudim al Maguid de Dubna (Rabí Iaakov Krantz, 1741-1804), y le pidieron que les despierte el sentimiento para poder retornar a las fuentes del judaísmo.El Maguid de Dubna les respondió: "Con ustedes no hay lo que hablar. La probabilidad de que retornen es nula".

Estas dos personas, dolidas por las palabras del Maguid, volvieron a insistirle y después de un tiempo, el Maguid les dijo lo siguiente:

Antes de comenzar a hablar quiero que entiendan el motivo por el cual les hablé tan duro al comienzo, y para eso les traeré un ejemplo:

Un campesino fue a la ciudad a comprar mercadería para venderla en su pueblo. En las largas cuadras del centro, no se perdonó saltearse ninguna vidriera, ya que buscaba alguna novedad para poder vender y ganar una buena cantidad de dinero.

Mientras caminaba, vio en la esquina de la calle un tumulto de gente y se acercó a ver qué era lo que llamaba tanto la atención.Encontró a un vendedor ambulante que vendía fuelles y mostraba cómo avivar el fuego.
Este hombre no podía creer lo que estaba viendo, ya que no entendía cómo de un aparato tan simple podían salir llamas tan grandes.

Sin dudarlo, compró diez fuelles y regresó a su pueblo. Al llegar, comenzó a avisar a la gente que tenía para ofrecer mercadería que nunca habían visto, y con poco dinero la podrían adquirir.

La exposición sería ese mismo día en la plaza central, y gran parte del pueblo se dirigió hacia allí esperando ver la novedad.

El vendedor, con un fuelle en su mano, comenzó a explicar el funcionamiento y dijo que lo increíble era que de este aparato tan simple iba a salir una enorme llamarada de fuego.

Al finalizar su explicación, este hombre comenzó a abrir y cerrar el fuelle rápidamente, pero para su sorpresa no salió ni una chispa.

Pensando que quizás no funcionaba tomó otro y volvió a intentarlo.Al ver que éste tampoco funcionaba siguió probando con los demás, pero ninguno le dio el resultado esperado.

Indignado por la estafa, se disculpó ante los presentes y les dijo que iría a cambiar toda la mercadería y que al regresar haría otra exposición.

Con mucho pesar, llegó el campesino a la famosa esquina y le preguntó al vendedor por qué es que le vendió diez fuelles fallados.

El vendedor tomó uno de los fuelles y con muy poco esfuerzo logró sacar una enorme llamarada.

El campesino, tomó el fuelle e hizo lo mismo, y para su sorpresa también él logró crear una gran llamarada.Con mucho asombro le preguntó al vendedor cómo pudo suceder que frente a todos los clientes él no había podido hacer lo mismo.

Su proveedor le preguntó si en el lugar en donde él hacía su demostración había una brasa encendida.El hombre le respondió: "¿Para qué quiero yo una brasa si tengo este aparato que hace fuego?".

Al entender con quién estaba tratando, el vendedor le explicó que sin un pequeño carbón encendido la función del fuelle quedaba anulada, ya que sólo a partir de ese pequeño fuego es que el fuelle podía producir un gran fuego.

Concluyó el Maguid de Dubna delante de sus alumnos: el fuelle aviva el fuego pero no lo fabrica.Gracias a este ejemplo entenderán por qué les provoqué el dolor, ya que ustedes no tenían dentro suyo ni una chispa de sentimiento, y a través del dolor y la insistencia, el pequeño fuego interno se encendió.A partir de este momento mis palabras pueden llegar a avivar vuestro fuego, pero sin vuestra predisposición, mis palabras serían como tener el fuelle sin un carbón encendido a su lado".

El Maguid de Dubna nos enseña un fundamento importante para nuestras vidas. Muchas veces, esperamos que la solución llegue a través de un tercero, pero eso será imposible si no ponemos un mínimo interés por ser ayudados.

En varias oportunidades nos encontramos con pesonas que, a pesar de que ven que la verdad no está de su lado, no se detienen a reflexionar y preguntarse si el camino por el cual transitan es el correcto.

Los motivos por los cuales no reflexionan pueden ser muchos, pero sin importar el motivo que fuese, la consecuencia es la misma: ellos no se permiten a si mismos abrir sus corazones, y sin este pequeño y tan importante esfuerzo es imposible poder avivar la llama interna.

El 23 de junio del año 1992, un joven viajaba desde Israel a Argentina, después de haber estudiado un año en una ieshivá. En el avión, que tenía filas de tres asientos, le tocó sentarse en el asiento del medio.

Del lado de la ventanilla había una señorita y del lado del pasillo estaba sentado un joven, que por el símbolo que llevaba su cadena, se podía deducir fácilmente que no era judío.

Después del despegue, el joven judío abrió un libro y comenzó a estudiar. Algunos minutos más tarde la señorita que estaba sentaba a su lado le preguntó si lo que estaba leyendo era el Tanaj.
Él le respondió: "No, es el Talmud, el tratado de Berajot".

"¿Qué es el Talmud?" - preguntó intrigada esta joven, que se presentó como judía.
Siendo que tenían varias horas de viaje hasta la primer escala en España, el muchacho comenzó a explicarle con lujo de detalles qué es el Talmud.

Por cuanto que pasaron varias horas de vuelo, esa charla tan amena se expandió a otros temas importantes como la demostración de que la Torá fue entregada por D\'os; por qué somos nosotros los elegidos y no los católicos o los árabes; y también hablaron sobre la importancia del cashrut, y el gran valor que tiene cada plegaria de un iehudí.

Al hablar de este último tema, ella le dijo que no rezaba, ya que sólo sabía leer un poco de hebreo pero no entendía nada, ni siquiera las palabras más simples.

El joven vio que ella tenía muchas ganas de aprender, y le ofreció presentarle en Buenos Aires una maestra que le enseñaría gratis la tefilá y su significado.Pero ella le dijo que vivía en la ciudad de Neuquén.Él le contestó que no se preocupara y sacó su sidur y le ofreció traducirle todas las partes importantes de la tefilá, para que ella pudiera rezar y leer la traducción simultáneamente.

Entonces, ella se alegró mucho y exclamó: \"¡Qué bueno! ¡Podré rezar en hebreo y entender lo que digo!\".
\"Si tanto deseabas hacerlo, ¿por qué no has buscado a alguien que te enseñara?\" - le preguntó el muchacho.
Ella respondió: \"En realidad nunca sentí la necesidad de saber rezar en hebreo, pero en los pocos días que estuve en Israel fui al Cotel Hamaarabí y comencé a ver muchas mujeres que rezaban con lágrimas en los ojos volcando todo su sentimiento en sus pedidos. En ese momento pensé: ¡Qué lindo es entender lo que pedimos! Nunca pensé que iba a conocer a una persona tan paciente y buena que podría hacerme el favor de traducirme los rezos\".

Entonces el muchacho le dijo: \"Sobre esto dice el Midrash (Shir Hashirim Rabá): \'Si ustedes abrirán vuestros corazones apenas como el tamaño del grosor de un alfiler, entonces Yo se los abriré como el tamaño de la puerta de un salón\'. Si un iehudí decide realmente acercarse a D\'os, Él le dará una gran oportunidad para que lo pueda hacer. ¡Y mira que interesante! Tú vives es Neuquén, donde casi no hay iehudim, pero D\'os puso a tu lado en el avión a un iehudí para que responda a todas tus dudas. Este momento lo tienes que tener siempre presente para que nunca se apague la pequeña llama de judaísmo que tienes en tu interior\".
Sin perder tiempo, el muchacho comenzó con la traducción pero fue interrumpido por la azafata que traía el almuerzo. Él recibió comida casher, y a ella le sirvieron la comida común.

"Lástima que no supe antes que nosotros comemos casher, la primera vez que lo escuché fue al comienzo de nuestra charla", comentó la joven.

"No te preocupes, tengo unas empanadas en mi bolso. Yo me conformo con eso y tú puedes comer mi comida\", contestó el muchacho.

\"No, gracias, me da vergüenza tanta molestia\".
\"Cuando un iehudí tiene que ayudar a otro no hay molestias, y menos aún cuando se trata de alguien como tú que quiere acercarse a sus fuentes. Almuerza tranquila, que no me quiero retrasar con la traducción\" - éldijo y volvió a su labor.

Al finalizar la espontánea traducción le entregó el sidur diciendo: \"Ahora todo depende de ti, pues D\'os ya te dio esta gran oportunidad. En la parte interior de la tapa del sidur, está mi nombre y mi teléfono. Si tienes alguna duda puedes llamarme. En pocas semanas yo me casaré y seguro que mi esposa te ayudará con mucha alegría en todo lo que necesites para poder seguir creciendo y conociendo tus raíces\".

En nuestro caso personal, cada uno de nosotros fácilmente podrá comprobar cuántas oportunidades D\'os nos dio a lo largo de nuestras vidas para mejorar y elevarnos en el área de nuestra espiritualidad.

Lo que debemos hacer es ocuparnos constantemente en mantener encendida esa llama de sentimiento por nuestra tradición y nuestras raíces, para poder transmitirle a nuestros hijos la luz y el calor que ella irradia. Sólo así podremos asegurarnos de que ese sentimiento sea volcado a nuestras acciones de generación en generación.

 



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