La Enseñanza de la Shemitá
"Habló Hashem a Moshé diciendo: Habla con los hijos de Israel y diles: Cuando vengan a la tierra que Yo les entrego a ustedes, descansará la tierra un descanso para D'os" (Vaikrá 25:2).
Al meditar sobre la mitzvá de la shemitá, nos parece muy interesante el hecho de darle un año de descanso a la tierra. Pero en realidad, este precepto es uno de los más difíciles de cumplir, ya que a nadie le es fácil cerrar su negocio durante doce meses, y más todavía en aquellas épocas donde la economía del país principalmente estaba basada en el área agropecuaria.
Dejar descansar la tierra por tanto tiempo significaba un riesgo muy grande para la estabilidad económica del pueblo. Seguramente, la opinión de los economistas de esa época era que esta mitzvá no es muy práctica. Si cualquier programa económico se puede ver perjudicado por su cumplimiento, mucho más perjudicial será para un pueblo que recién comienza a desarrollar su economía.
El pueblo judío se enfrentaba a una prueba muy difícil. Por un lado, estaba el deseo de cumplir con el precepto de D'os, y por el otro, se encontraba el riesgo de tener pérdidas económicas muy grandes.
Realmente, la finalidad de esta mitzvá es que el judío ponga en práctica su fe en D'os y no que la tierra descanse para ser más fértil. Si la Torá buscaría el mejor provecho de la tierra, pediría que descanse cada tres años, y de esta manera explotaría mejor su potencial. Pero esto no es así. La única finalidad de esta mitzvá es fortificar nuestra fe en D'os.
La pregunta es: ¿Cómo se puede adquirir esta fe?
El comienzo de la orden del cumplimiento de la mitzvá de shemitá nos da una fórmula para renovar constantemente nuestra fe en D'os, y consecuentemente poder cumplir esta mitzvá como es debido:
"Cuando vengan a la tierra que Yo les entrego a ustedes…" .En estas palabras se encuentra el secreto. Lo que D'os le está diciendo al pueblo es: "Recuerden cómo les entregué la tierra. Todos los milagros que les hice cuando la conquistaron".
En ese momento, el judío que tenía que poner en práctica la mitzvá de la shemitá comenzaba a recordar todos los milagros que vivió en el desierto y en las guerras de conquista de la tierra de Israel. La comida y el agua les llegó de manera milagrosa durante cuarenta años en el desierto.
Además, las armas que poseían no eran de lo mejor, ya que las posibilidades de fabricar armamento en el desierto eran muy limitadas, y para poder asentarse en la tierra de Israel, tenían que vencer a treinta y un reyes muy poderosos. Finalmente, grandes imperios salieron a la guerra, mas este pequeño y humilde pueblo logró vencerlos.
Otro hecho que estaba bien grabado en sus corazones, fue la conquista de la ciudad de Ierijó - Jericó (Iehoshúa cap. 6). Esta ciudad estaba amurallada, lo que dificultaba mucho la conquista. Entonces D'os le dijo a Iehoshúa que entregará a Ierijó en sus manos, y le pidió que el ejército rodee la muralla durante siete días y cada día den una vuelta alrededor de la ciudad, y en el séptimo día siete vueltas.
Siete cohanim tocaban el shofar una vez al día, pero en el séptimo día tocaron siete veces. Para finalizar, debían tocar un sonido muy largo, y en ese momento lo haría también el resto del pueblo.
El pueblo, sin dudarlo, escuchó a Iehoshúa y comenzó a cumplir la orden. Los soldados enemigos se burlaban de lo absurdo que era ver a todo un ejército caminar sin sentido alrededor de las murallas.
Llegó el séptimo día y al finalizar la última vuelta comenzaron a mezclarse los sonidos de los shofarot de los cohanim con los del pueblo. En ese momento, las murallas que parecían invencibles se hundieron en la tierra, y el pueblo de Israel logró vencer al enemigo, conquistando Ierijó.
La finalidad de reflexionar acerca de los milagros que D'os nos hizo en el desierto y durante la conquista de la tierra, no es para esperar otro milagro, sino para asentar en nuestros corazones la fe de que hay un Ser Superior que dirige todo lo que ocurre en el universo.
Siendo así, no debemos temer por las supuestas consecuencias negativas que podemos llegar a tener por el cumplimiento de las mitzvot en general, y de la mitzvá de la shemitá en particular. D'os no va a perjudicar a nadie por el cumplimiento de las mitzvot, sino que por el contrario, siempre lo beneficiará.
El Talmud, en el tratado de Taanit, nos relata un vívido ejemplo de esto:
En la época del Bet Hamikdash los judíos ascendían a Jerusalem tres veces al año, en las festividades de Pesaj, Shavuot y Sucot.
En una ocasión, peligraba la llegada de los miles de judíos a Jerusalem, ya que no había agua para beber, por falta de lluvias.
Nakdimón Ben Gurión era uno de los millonarios más importantes de Jerusalem, y para darle la posibilidad a los judíos de cumplir con la mitzvá de visitar el Bet Hamikdash en la fiesta, se dirigió a donde habitaba un árabe que tenía doce pozos de agua para pedirle permiso para que las personas pudieran usarlos.Él le dio gran parte de su riqueza como garantía de que si no se llenarían nuevamente los pozos hasta una fecha determinada por falta de lluvias, el árabe podría quedarse con esa suma de monedas de oro, y le daría algunas más.
Durante la fiesta los judíos volvieron a llenar las calles de Jerusalem, pero esta vez fue por mérito de este gran judío.
La fecha del vencimiento del arreglo se iba acercando, mas la sequía continuaba. A pesar de todo, este judío disfrutó de la fiesta como si hubiese recuperado todo su dinero.
El día llegó, pero no se veían señales de lluvia. Era un día soleado, sin una nube en el cielo. Entonces el árabe le envió un emisario a Nakdimón diciendo que tenía que terminar de pagarle la suma fijada, pues la fecha había llegado y los pozos de agua no se llenaron nuevamente.
Sin embargo, Nakdimón le respondió que el día todavía era largo y que había mucho tiempo hasta la puesta del sol.
Al retirarse el emisario, Nakdimón fue al Bet Hamikdash envuelto en su talit para rezarle a D'os, sabiendo que quedaba muy poco tiempo, y oró con todo su sentimiento pidiéndole lluvias.
Mientras Nakdimón seguía pidiendo, el árabe comenzó a prepararse para tomar posesión de esa gran cantidad de dinero, y a las horas del mediodía envió otra vez a su emisario, pero la respuesta de Nakdimón fue la misma.
Al atardecer, faltando pocos minutos para la puesta del sol, llegó el emisario delante de Nakdimón para pedirle que se presentara delante de aquel árabe. Ya todo estaba definido, todos sabían que Nakdimón ya no sería el millonario que siempre fue.
A pesar de que ya no habían muchas posibilidades de que algo cambie, Nakdimón fue nuevamente a rezar y le dijo a D'os: "Tú sabes muy bien que no lo hice por mi honor ni por el de mi padre; sólo busqué incrementar Tu honor en el mundo.Por favor demuéstrale al mundo que lo hice por Ti".
En ese momento el cielo se llenó de nubes, e inmediatamente comenzó a llover torrencialmente y los pozos se llenaron de agua otra vez.
El árabe le dijo a Nakdimón: "De acuerdo! Llovió. Pero probablemente ya es de noche y no podemos comprobarlo pues las nubes cubren todo el cielo".
Sin perder las esperanzas, Nakdimón regresó al Bet Hamikdash y le pidió a D'os que vuelva a santificar Su Nombre.
Entonces, las nubes desaparecieron hasta que se volvió a ver el sol.
El árabe le dijo a Nakdimón: "Así como todos los presentes sabemos, ya tendría que ser de noche.Pero yo no puedo hacer nada si vuestro D'os siempre hace milagros para ustedes".
Esta historia refleja claramente lo que explicamos al comienzo. D'os no pide que cumplamos mizvot para perjudicarnos, sino sólo para beneficiarnos. Pero por otro lado, si no hubiese sido por la firme confianza que Nakdimón tuvo en D'os, el milagro no hubiese ocurrido.
Quien vive con una plena confianza en Hashem, aunque a primera vista pueda llegar a pensar que se verá perjudicado de alguna u otra manera por cumplir con Sus preceptos, finalmente se dará cuenta de que sólo obtendrá beneficios de ello.