Rav Isaac Sakkal
Los ayunos, las 3 semanas y el 9 de Av

Las piedras del Kotel

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Soy una piedra del Kotel, muro de la esperanza del pueblo judío. Soy una piedra muy antigua. Hace 2800 años pude ver de cerca la grandeza del Rey Salomón y la emoción inigualable cuando todo el pueblo judío, desde Dan hasta Beer Sheba, vinieron a inaugurar el gran Templo, como un abrazo entre el hombre y Dios. Vi muchos eventos en mi Vida. He escuchado gritos de socorro y de alegría.


Unos de mis primeros recuerdos es aquel anciano judío que venia cada día a darme forma, para que pueda ser parte del Bet Hamikdash, nuestro sagrado templo. Lo escuche murmurar: -Dios, yo sé que Tu no necesitas de este templo, ni tampoco de mi roca, porque Tu eres infinito y ninguna construcción puede contenerte; pero esta es mi forma de expresarte mi gratitud y rendirte tributo y honor.

Año 420 AEC. Soy una piedra del Kotel un trágico 9 de Av, vi la caída del reino de Yehudá. El interior del Templo arde en llamas. Con dolor y lágrimas, el pueblo fue desterrado, y llevado a Babilonia. El hambre y la peste habían diezmado a mi pueblo. Como una madre extiendo mis brazos hacia mis hijos que se aferran a mí, pero el brutal enemigo los arranca de mi regazo.
Año 490 AEC. La alegría me invade, ¡mis hijos regresan! Aunque todo es ruina humeante y maloliente, hombres mujeres y niños se abocan a reconstruir, con la espada en una mano, para defenderse día y noche y la pala en la otra para construir la Gloria del Gran Templo.


Año 70, soy una piedra del Kotel, vi la caída del retoño judío, por el odio que impera entre ellos. Mientras ellos se pelean, otro trágico 9 de Av, los romanos conquistan Yerushalaim y queman el Templo, mientras mis hijos son dispersados por todos los confines, algunos como esclavos, otros para las arenas del circo romano, otros degollados junto a sus niños... me mantengo en pie por milagro, mas internamente me revuelco en dolor y tristeza, cual madre privada de sus hijos...


Año 1948, Soy una piedra del Kotel. Mi cuerpo fue sacudido por el grito: ¡Viva el estado de Israel!, se escuchaba tan cerca... Pero mi corazón estaba aun triste, pues aun continuaba prisionera en manos árabes que no permitían a mi pueblo llegar hasta mí, desde lejos escuchaba sus suspiros y plegarias... mas sus manos no podían abrazarme aun...


Año 1967, Soy una piedra del Kotel, un atardecer, brazos cansados de luchar me abrazaron, lágrimas de felicidad y emoción me cubrieron y voces de jóvenes soldados gritaban sin cesar: “¡Yerushalaim es nuestra! ¡El Kotel esta en nuestras manos nuevamente!” Hace casi 2800 años que estoy en pie, ninguna guerra logro derribarme, pero en este momento, la emoción que me embarga, me hace temblar...


 

  Año 2002, Soy una piedra del Kotel, te estoy mirando y me estremezco, has vuelto a mí, a tu casa, la habitación más intima del pueblo judío. Quizás te sientas un turista, pero comprende ¡este es tu hogar! ¡Tu no eres un turista, eres uno de mis hijos! Para que tu estés hoy aquí, dos padres lucharon por mantener su judaísmo, 4 abuelos más 8 bisabuelos más 16 tatarabuelos, desafiaron la maldad que pretendía borrarlos, cientos de personas mantenían su compromiso judío durante siglos para que hoy tu y yo nos podamos reencontrar cara a cara, como una madre con su pequeño y amado hijo. ¿Qué puedo expresarte?, La alegría y la emoción me embargan, entiende que tu judaísmo no es algo que has heredado, sino que es algo que tomaste prestado de tus hijos y que debes entregárselo también a ellos, para que el día de mañana cuando tus hijos estén frente a mí, tal como tu estas hoy, pueda yo, esta vieja piedra del Kotel, recibirlos y emocionarme al verlos frente a mi retornando a su hogar, y que tus hijos sigan siendo parte de mis hijos. Ese es el compromiso que, como una madre, hoy yo pacto contigo...


Año 2017, 50 años han pasado desde la guerra de los seis días, 50 años que día tras día me vienen a visitar. No importa de donde vienen, Mexico, Rusia, Estados Unidos, Marruecos, Francia, Chile, etc. judíos de todo el mundo llegan a verme, llegan a verter sus lágrimas, a rezar con fervor sobre mis cálidas piedras; me abrazan, me besan, me hacen sentir nuevamente parte de lo mas importante del pueblo judío, el Beit HaMikdash, donde se posa la Santa Shejina, donde convergen todas las plegarias del mundo y suben al cielo, donde toda alma judía llora y se alegra por este reencuentro.


Estamos esperando la redención final, estamos esperando que en este mismo lugar se reconstruya nuestro sagrado templo, estamos esperando que todo Am Israel vuelva a su Tierra, la Tierra que El Todopoderoso le entrego a Su Pueblo Israel.