SI NOS MIRAMOS AL ESPEJO – ¡NO SONREIMOS!
Nuestras fiestas maravillosas están cargadas con todos los matices. La comida de la noche de Rosh Hashana, con sus símbolos para bendición: manzana con miel, para un año bueno y dulce. Las semillas de la granada que se comparan con el aumento de los méritos y los preceptos. La cabeza del pescado, para que estemos siempre al frente…
En la fiesta de Sucot, también encontramos la variedad. Comer en la Suca original, con arbustos y ramas de árbol, adornada con cadenas armadas con papeles coloreados y con fotos de nuestros grandes sabios o con hermosos paisajes.
Y si hablamos de variedades, la fiesta de “Simjat Tora”, con sus cantos y bailes, las vueltas y las danzas con los “Sifrei Tora”, y las rondas que con tanta alegría forman los niños…
Y así podemos seguir.
Las velas de Januca, con sus “levivot”, “sufganiot” (comidas tradicionales de la fiesta) y los alimentos en base a quesos.
La alegría de Purim, con la lectura de la Meguilat Ester y la historia de Haman. Los disfraces tan originales y los envíos de regalos y alimentos.
Los preparativos y las compras para la festividad de Pesaj, la limpieza de la casa y la eliminación de todo resto de pan o leudado. La noche del Seder, tan esperada por grandes y pequeños. Las Matzot y las cuatro copas de vino. La lectura de la Hagada de Pesaj y los regalos ocultos junto al Afikoman.
La fiesta de Shavuot, la noche de guardia, la lectura del Tikun y el estudio de la Tora, el Beit Hakneset adornado y la lectura de los Diez Mandamientos.
En toda esa gran cadena de maravillosas festividades, hay una que sobresale y que se coloca por encima de todas ellas. Es una fiesta sin comidas, sin cantos, una fiesta sin colores, brillante con su blanco. En efecto, la costumbre de Israel es andar con vestimentas blancas. Y nos referimos, desde luego, a Iom Hakipurim.
Porque este día es especial, elevado entre todos los días. También los iehudim que no son meticulosos en el cumplimiento de los preceptos durante todo el año y que no se cuentan entre los asistentes al Beit Hakneset – en Iom Hakipurim llenan los Batei Haknesiot con sus oraciones y sus ayunos, y son recibidos con cariño y alegría. En el comienzo de las oraciones de este día Santo, el oficiante proclama: “con el consentimiento de Hashem y con el consentimiento de la Congregación, nosotros permitimos iniciar las oraciones con toda clase de personas” (con personas buenas y no tan buenas).
Pero, hay personas que piensan que este día Grande y Santo tiene otro sentido, y se equivocan. Piensan que pueden hacer todo lo que se les antoje durante todo el año, y que en Iom Hakipurim vienen al Beit Hakneset para hacer “borrón y cuenta nueva”. Suponen que es un día de “perdón colectivo” y que serán absueltos de todas sus obligaciones…
Día de “amnistía”…
Para ellos tenemos un relato:
Una señorita llegó a la edad de casarse y conoció a un joven. El no tenía profesión, no tenía ahorros ni tampoco casa. Pero la joven no se preocupó. Ella compró la casa, la amuebló, y también le dio firma al joven en su cuenta bancaria. Las vestimentas de la boda las compró ella misma, con su dinero – y el joven se vio muy elegante parado junto a ella en la “Jupa”. Desde luego, todos los gastos de la hermosa fiesta, con su majestuosidad y su orquesta exclusiva, fueron a cargo de la joven. Después de la boda viajaron hacia su nueva casa, y en la mañana siguiente el joven bajó al almacén para traer algunos alimentos – y desapareció.
Pasó una hora, pasaron dos, y no volvió. Cayó la noche, y ella, en soledad, en su casa. Pensó, tal vez le ocurrió algo. Tal vez lo secuestraron. Tal vez perdió la memoria. Llamó a la policía y comenzaron las búsquedas. Todo en vano. Pasó una semana, dos semanas, era imposible ocultar el secreto.
Pobre la joven, cuánta vergüenza. Pasó un mes, pasaron dos meses, y no había señales de vida del joven. No había cartas ni llamados telefónicos. Pero sí había una señal: la cuenta bancaria mostraba una continua disminución del saldo…
Así pasó un año en soledad y angustia. Un año con sentimientos diversos, desde el enojo hasta el temor y la preocupación. En la noche del aniversario de la boda, la joven miraba las fotos y caían las lágrimas. De pronto escucha un golpe en la puerta. Se levantó para abrir – y quedó petrificada en el lugar: su novio estaba parado en la puerta, vestido con las mismas prendas que vistió en la boda – qué hermosas se veían sus vestimentas, una sonrisa iluminaba su rostro, y en su mano – un ramo de flores. Entró en la casa mientras su boca esbozaba miles de disculpas.
Y ella estaba confundida. Entre el enojo y el amor y la esperanza. ¿Acaso le mostraría el camino de salida, o le pediría alguna explicación, o se tragaría las disculpas, o borraría el pasado, dándole la posibilidad de empezar de nuevo?
¿Qué harían ustedes? ¿Cómo responderían? Ella, decidió cerrar su boca y tragar saliva, se sentó frente a él y lo observó. No hizo preguntas, no lo reprochó. Alejó las quejas y abrió la puerta al perdón. En la mañana, al día siguiente, él bajó a comprar alimentos…
Y no regresó…
Esta vez no llamó a la policía. Tampoco contó a sus padres sobre la visita. Llegó la noche del segundo aniversario y no abrió el álbum de fotografías. Pero golpearon a la puerta. Y en la puerta, ¿quién más? ¡El novio! Vestido con sus vestimentas de boda, con el ramo de flores en su mano. En sus ojos el brillo de la sonrisa…
¿Qué hacer? ¿Le abrimos la puerta y lo dejamos entrar? ¿O le cerramos la puerta en su rostro sonriente?...
Suponemos que se entiende el mensaje. Pero es difícil imaginar el diálogo, al lado de la puerta abierta a medias, entre los dos jóvenes. “¿Qué quieres?”, pregunta ella con una voz fría. “Te traje flores”, dice él, “y yo te pido que ingreses más dinero en la cuenta del banco, porque ya retiré todo lo que había, y tengo muchos gastos. Tú entenderás…”
Diremos ahora: es verdad, Iom Hakipurim es un día de aceptación, de perdón, pero fundamentalmente, fue el día en que se entregaron las Tablas de la Ley al pueblo de Israel, el día en que se nos dieron los preceptos. Esta es la esencia, la verdad de Iom Hakipurim: el día para un nuevo comienzo. El día para recibir el compromiso de cumplir los preceptos, esos preceptos que dejamos de lado…
Si venimos con la intención de cumplir lo que dejamos abandonado, o de comenzar a cumplir los preceptos de Hashem, las puertas se abrirán con bendición. Podremos entrar, sin preguntas, como ser, ¿dónde estuvimos hasta ahora?...
Traducido del libro Maian Hamoed.
Leiluy Nishmat
Israel Ben Shloime z”l
Lea (Luisa) Bat Rosa Aleha Hashalom
Iemima Bat Abraham Avinu Aleha Hashalom