Uno de los niveles de Emuná (fe) es saber que todo es para bien; es decir, entender que todo lo que nos ocurre es para nuestro bien.
Muchas veces podemos ver claramente cómo una situación “mala” se convierte en buena. Seguramente muchos de nosotros lo hemos vivido. Por ejemplo, una persona pierde su trabajo y después de un tiempo encuentra uno mucho mejor que el anterior. El hecho de perder su primer trabajo fue para su bien, ya que seguiría en su primer trabajo y no le iría tan bien como le va en el segundo. O por ejemplo, una persona va a subir a un camión y, por algún motivo, el conductor le cierra la puerta y ya no sube al autobús. Ese hombre comienza a hacer corajes porque no pudo subir, hasta que se entera de que el camión sufrió un accidente muy grave y él salvó la vida por no ir en él.
Por supuesto que en el momento de la prueba es difícil vivir con el sentimiento de “todo es para bien”, ya que ninguno de nosotros conocemos “el futuro” o lo que pasará tiempo después. Pero debemos saber que Hashem sí sabe lo que pasará en un futuro y Él sabe que eso que nos manda es para nuestro bien.
En muchas ocasiones podremos ver cómo esa situación “mala”, a nuestro entender, era para nuestro bien; y muchas otras jamás podremos entender cómo esta situación “mala” para nosotros era para nuestro bien.
Muchos pueden pensar que esta categoría de “vivir con el sentimiento de ‘todo es para bien’”, esmuy elevada y solamente para gente de niveles espirituales muy altos, pero no es así.
En el mismo Shulján Aruj, nuestro código de leyes judías, que debe ser cumplido por cada uno de nosotros, se nos dice: Leolam Yehe Adam Raguil Lomar: Kol MaDeabid Rajamana, Letab Abid, “Siempre la persona debe decir: ‘Todo lo que hace Hashem es para bien’”. Hay una opinión que menciona que el texto correcto es: Leolam Yehe Adam Raguil Lomar: Gam Zu Letobá, “Siempre la persona debe decir: ‘También esto es para bien’”.
No hay diferencia entre esta Halajá y las Halajot de Shabat, Pesaj, Tefilá, etc. “Todo lo que hace Hashem es para bien” es una ley que todo Yehudí debe cumplir, incluso en situaciones que no parezcan positivas, o que parezcan totalmente negativas.
Si analizamos las palabras del Shulján Aruj, está escrito: “Todo lo que hace Hashem es para bien”, y no dice: “Casi todo lo que hace Hashem es para bien”. No podemos creer que casi todo lo que hace Hashem es para bien, sino que absolutamente todo lo es.
Muchas personas se equivocan y piensan que generalmente todo es para bien, a excepción de cuando nos pegan en el bolsillo o en la salud, o enfrentamos alguna situación que no es de nuestro agrado… “¡Esto no es para bien!”, pensamos.
Cuando la persona se esfuerza y vive con el sentimiento de “todo es para bien”, realmente le irá bien en todo lo que haga, así como está escrito:
“Si escuchamos la voz de los Jajamim que nos dicen que todo lo que manda Hashem es para bien y agradecemos y alabamos a Hashem por todo lo que recibimos (por lo positivo y lo negativo a nuestro entender), podemos anular todos los decretos y sufrimientos que deberíamos recibir”.
Incluso si, de acuerdo con las leyes de la Torá, debiéramos recibir sufrimientos, si confiamos en que todo es para bien y agradecemos a Hashem por todo lo que nos pasa, basta con eso para anular todas esas penurias y problemas. ¿Cuál es el motivo? Por cuanto que todos los problemas y sufrimientos que llegan al mundo se deben a la carencia de Emuná (falta de fe y creer en Hashem). Cuando la persona confía en Hashem y refuerza su fe, se apartan todos esos problemas.
De acuerdo con esto, cuando alguien admite lo que le sucede y agradece y alaba a Hashem porque todo lo que le pasa a él y al mundo es para bien, está confiando en Hashem y eso basta para anular todos los decretos negativos que deberían llegarle.
Cuando sentimos que “todo es para bien” y agradecemos a Hashem por eso, incluso en las situaciones en que es difícil encontrar lo positivo arraigamos alegría dentro de nosotros y, automáticamente, nuestra vida se convierte en tranquilidad y satisfacción constante.
Debido a esto, cuando vemos que la vida no nos da lo que quisiéramos, debemos pedir a Hashem que nos ayude a adquirir ese sentimiento de “todo es para bien” y todo se convertirá en algo dulce y alegre.
Cuando alguien vive con cuestiones y preguntas a Hashem sobre su vida, de por qué le va mal, por qué tiene problemas, por qué perdió dinero, por qué chocó en su coche, etc., está viviendo el infierno en esta vida, ya que en vez de vivir con alegría, vive cuestionando y queriendo entender los caminos de Hashem, los cuales es imposible entenderlos. Pero si vivimos con el sentimiento de “todo es para bien” (pues así es la realidad), estaremos viviendo una vida placentera y feliz, pues sabremos que todo lo que tenemos, todo lo que nos pasa y todo lo que ocurre en la vida es para el beneficio de cada uno de nosotros.
La Emuná nos dice que todo lo que hace Hashem es para nuestro bien y debemos tener fe completa.
Preguntó Rab Shalom Arush: “¿Por qué al Yétzer Hará se le conoce por ese nombre?”.
La respuesta es la siguiente: “Porque él nos hace pensar que existe el mal. Y al Yétzer Hatob se le conoce así porque nos hace pensar que sólo existe el bien. ¡Y por supuesto que el Yétzer Hatob está en lo correcto!”.
Nos cuenta la Torá que el Faraón preguntó a Yaakob Abinu: “¿Cuántos años tienes?”, a lo que nuestro Patriarca respondió: “Pocos y malos son los días de mi vida”.
Sobre esto dice el Midrash: “Hashem le reclama a Yaakob sobre lo que dice y comienza a describirle las bondades que hizo con él, y le dijo así: ‘Te salvé de tu hermano Esav, te protegí de Labán, te regresé a tu hija Diná, te devolví a tu hijo Yosef, etc., ¡¿y tú te quejas de que has tenido una vida corta y mala?!”.
Por el hecho de que Yaakob se quejó, Hashem le acortó la vida en 33 años menos de lo que hubiera vivido, es decir, tantos como su padre Itzjak que vivió 180 años, y Yaakob al final vivió 147 años.
Cabe preguntar: ¿acaso Yaakob no tenía permitido quejarse por los años realmente malos que sí tuvo?
La respuesta es que Yaakob debía confiar en Hashem y entender que todo lo que Él manda es para bien absoluto, aun cuando parezca negativo. Hashem se queja y reclama a Yaakob por mencionar que ha tenido una vida mala, aunque sólo se refería a esos años realmente malos. Pero debemos saber que Hashem no manda nada malo a este mundo. Todo es para bien…
En una ocasión preguntó Rab Itzjak de Barditchov a sus alumnos.
—Si ustedes fueran Hashem, es decir, si Hashem les diera el poder de manejar el mundo a su entender, ¿qué harían?
Un alumno contestó:
—Si yo fuera Hashem, daría sustento a toda esa gente pobre que habita en el mundo.
Otro alumno dio su opinión:
—Si yo fuera Hashem, curaría a todos los enfermos del planeta.
Otro alumno dijo:
—Si yo fuera Hashem, reviviría a todas esas madres que dejaron huérfanos a sus hijos.
Rab Itzjak de Barditchov también dio su opinión:
—Si yo fuera Hashem, dejaría el mundo exactamente como está, ya que nadie conoce los caminos perfectos de Hashem, y seguramente todo está como debe estar. Devolvería a Hashem las llaves del Cielo y le diría: “No soy capaz de manejar el mundo como tú lo haces”.
Cuentan sobre un niño muy inteligente que estaba sentado a la mesa de Pesaj con su familia. Toda la gente a su alrededor pensó que ese pequeño iba a hacer preguntas muy interesantes, en especial sobre cómo era posible que Hashem sacara al Pueblo de Israel y cómo se partió el mar, y cómo hubo tantos milagros, etc. Pero el niño no abrió la boca en ningún momento; sólo escuchaba a su padre contar la Hagadá de Pesaj.
La gente preguntó a este niño:
—¿Qué, acaso no tienes preguntas que hacer a tu padre acerca de la salida de Egipto?
El niño contestó:
—¡No! A mi padre no lo cuestiono. Si él dice o hace algo, seguramente está en lo correcto. ¿Quién soy yo para preguntarle algo?
Así debe hacer el Yehudí: saber y aceptar que, si nuestro Padre hace o dice algo, debemos acatarlo y respetarlo en su totalidad y con gusto, ya que todo es únicamente para nuestro bien…
Hubo un hombre de la comunidad Shami, en Argentina, que vivió 108 años. Cuando tenía 102 se le acercaron varios jóvenes y le preguntaron:
—¿Cuál es el secreto de su longevidad?
Y éste les respondió:
—No soy muy religioso, pero te diré. Hay muchas personas que tienen preguntas: por qué esto y por qué lo otro. Hay veces que Hashem se fastidia y dice: “¿Sabes qué? Ven aquí arriba y contesto todas tus preguntas”.
Yo le digo a Hashem: “
—Creo en ti. Sé que sabes lo que haces y por qué lo haces. No tengo preguntas; quiero vivir 120 años.
Falleció a los 108 años. Quizá tuvo una pregunta y le quitaron doce años.
Dicen los Jajamim que mucha gente está sentada en el Gan Eden (el lugar por el que cada uno de nosotros luchamos toda la vida para llegar y disfrutar allí lo que Hashem tiene para darnos), incluso si en esta vida se veían como gente malvada y muy alejada del Judaísmo. ¿Cómo es posible esto? Sabemos que para adquirir esos niveles espirituales debemos cumplir con cada letra de la Torá y vivir muchos años conectados a Hashem mediante Su Torá.
Dicen los Jajamim que esa gente se ganó ese lugar debido a que cualquier situación difícil y complicada que tuvo en esta vida supo recibirla con amor y sin reclamar. Esa gente supo entender que esos “golpes” que le dio la vida (por supuesto que estamos hablando de Hashem) fueron provocados por sus pecados y el hecho de limpiarlos por medio de esos sufrimientos fue para su bien.
Cuentan la siguiente parábola:
En la escuela había un niño que siempre decía que su padre era lo mejor, que lo llevaba a todas partes, que le compraba todo, que lo ayudaba con la tarea… en fin, era ejemplar.
Un compañero de clase se hartó de escuchar tales comentarios, especialmente porque no tenía una buena relación con su propio padre. Le decía: “No te creo”, “Estás exagerando”, “Mientes”… Es decir, se llenó de envidia.
En una ocasión, el primero invitó al segundo para que conociera a su padre y comprobara por sí mismo todas sus alabanzas hacia éste.
Cuando llegaron a la casa, el padre no estaba y los chicos empezaron a jugar. Después de un tiempo el primer niño, el que alababa a su padre, tomó en sus manos un vaso con agua y se disponía a beberlo cuando repentinamente su padre apareció y le golpeó la mano con una vara; cayó el vaso al suelo y se rompió.
En ese instante, el segundo niño exclamó:
—¡Ja! Ni mi padre me hace eso. Voy a la escuela a contar a todos que eres un mentiroso…
Salió corriendo de la casa. El niño golpeado trata de llamarlo y le grita:
—No entiendes…
Pero era muy tarde; ya se había ido.
El hijo no se inmuta; el padre empieza a explicarle y dice su hijo:
—Entiendo. No te preocupes. Seguramente en ese vaso había algo dañino…
Responde su padre:
—Exactamente. Era vinagre y no tuve tiempo de llamarte la atención. Lo tenías prácticamente en tus labios. Por eso tomé la vara y te pegué.
La enseñanza es la siguiente: el Pueblo Judío siempre se ha distinguido por tener una excelente relación con su Padre Celestial; siempre lo ha alabado, siempre lo ha amado, a pesar de todo. Sin embargo, vienen las naciones del mundo y se burlan y provocan a los Yehudim: “El Hashem de ustedes no los quiere; les trajo el Holocausto, la Inquisición, el destierro…”. Pero nosotros siempre tenemos la respuesta correcta: “Ustedes solamente ven lo que quieren ver. Él nos ha dado la Tierra de Israel; nos ha hecho sabios y honorables; somos una luz de moralidad…”.
Los pueblos nos atacan y piensan que todo eso es una respuesta inválida, pero nosotros sabemos que todo lo que nos manda es para nuestro bien. No dudamos de Su bondad, no olvidamos todos los miles de favores anteriores. Sabemos que le hemos fallado severamente y por eso ha traído esos dolores para limpiarnos.
No hay otra manera; no puede explicarse a un niño de dos años de edad que no meta las manos en el enchufe eléctrico; si es necesario, el padre le dará un pequeño golpe para que no meta los dedos ahí.
Nosotros no entendemos todo lo que nos sucede, pero tenemos fe, y con ésta saldremos adelante.
Finalmente todos apreciarán lo que siempre hemos enseñado: Hashem es bueno, es bondadoso, todo lo hace para nuestro bien y somos orgullosamente Sus hijos.
Rab Neiman contó que en una ocasión fue mucha gente con el famoso Jazón Ish y le preguntaron:
—¿Por qué Hashem mandó el Holocausto? ¿Qué parte positiva podría tener?
El Jazón Ish contestó:
—Esto se parece a un sastre que se dedica a confeccionar ropa. Un hombre va con él y le lleva todo el material que se necesita para hacer el traje.
El sastre comienza su trabajo y empieza a cortar la tela tan fina que trajo el hombre. Éste comienza a gritar ante lo que está viendo. ¡Está cortando su tela tan cara y fina! Pero el sastre le dice que espere y al final el resultado será totalmente bueno.
Dijo el Jazón Ish:
—En el Holocausto nosotros vimos cómo Hashem ha cortado la tela cara y fina. Después nos tocará ver ese traje tan bello para el que Hashem necesitaba cortar esa tela y llegar a esa vestimenta tan elegante.
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Fuentes:
Began Haemuná, capítulo 2.
Shulján Aruj 230, 5.
Jojmat Shelomó.
BeGan Haemuná capítulo 2.
Likuté Halajot, Hiljot Periká Utiná, Halajá 4.
Sifrí en Debarim 91 (aparece en Gam Haemuná 84).
BeGan Haemuná 84.
Began Haemuná, capítulo 2.
Bereshit 47:9.
Daat Zekenim Baale Hatosafot.
Otzrot Hatorá, Bereshit 300.
Escuchado de Rab Shaul Maleh.
Mishpat Tzedek 266. Aparece en el libro Otzrot Hatorá Bereshit 303.
Basado en las palabras de Rab Z. Wallerstein.
Otzrot Hatorá Bereshit 303.