Rav Elchanán Hertzman Z
Para Reflexionar Juntos

Diagnóstico y cura espiritual

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Sabemos que en el mundo de la medicina hay principios claros sobre la conformación del interior del hombre, el estado de sus miembros, el ciclo de la sangre, del azúcar etc. Cuando la persona va al médico, este último no mira si lleva un traje bonito, al contrario, se lo hace quitar. Lo que mete en la máquina es el cuerpo, a él es a quien hace una radiografía y un análisis de sangre. A la máquina no se le puede engañar.

Según lo que la radiografía muestra, se diagnostica la enfermedad y, de acuerdo al diagnóstico, se administra la medicina apropiada. Cuanto más certeros los diagnósticos del médico, más famoso se hace; todos acuden a él y vuelven a su consulta. Esto es en lo que atañe a los problemas físicos de la persona. En lo que se refiere a los espirituales, desdichadamente, no ocurre lo mismo. En este último aspecto, hay mucha gente que detesta los diagnósticos morales de sus enfermedades espirituales y huye de la verdad como del fuego. Y si saben de alguien que los conoce bien y sabe cuáles son sus debilidades, también de él huyen como si les fuera la vida en ello.

Cuando se trata de enfermedades físicas, la persona no toma en cuenta el dinero ni el tiempo sino que está dispuesta a tomar el avión y volar al otro lado del mundo para hacerse tratar por los médicos que pueden diagnosticar su enfermedad y se lo agradecen. Con las enfermedades espirituales, en cambio, sucede exactamente lo contrario, que el hombre huye al otro lado del mundo para alejarse de quien sabe la verdad de sus carencias espirituales, no vaya a ser que sepa hacer un diagnóstico exacto y le proponga alguna curación mediante censuras y lecciones de ética.

Ese es también uno de los motivos por los que la vida familiar se puede destruir y llegar al divorcio; pues la persona no quiere seguir viviendo con alguien que conoce sus defectos. Hay que tener en cuenta que esa persona vivió con sus padres hasta que le llegó la edad de casarse y nunca le reprocharon sus defectos; al contrario, lo animaron y apreciaron por su mucha \"inteligencia\" cuando se rió y humilló al prójimo con los dardos de su lengua hasta hacerle palidecer de vergüenza. Y ahora, de pronto, se encuentra en un momento nuevo de la vida, viviendo con otra persona que se parece a él, que mide ante él con un compás sus defectos que, por supuesto, no le celebra y eso suponiendo que todo quede ahí...

El ser humano es materia que hay que trabajar, oro mezclado con polvo de tierra y barro que hay que limpiar en profundidad y constantemente desde la juventud, hasta hacer de él oro pulido y purificado. Si los padres no lograron hacerlo mientras su hijo estaba bajo su tutela y responsabilidad, el propio hijo tendrá que empezar el trabajo inmediatamente después de la boda, junto con su esposa. Tendrán que tratar de enmendarse el uno al otro comprendiéndose mutuamente, corrigiéndose en tono agradable y tranquilo. Así, al tratar de enmendar cada uno de los dos los defectos del otro, conseguirán primero corregirse a sí mismos y llegar a la plenitud.

El reproche es como el bisturí del cirujano y no se puede utilizar en todos los casos. Hay que cuidarse especialmente de intentar reprender a la persona cuando está enfadada.

Hoy en día, tenemos en las yeshivot directores espirituales y lecciones de ética, y también en los colegios Beit Yaacov de niñas se estudia ética, lo que tiene una gran influencia y utilidad. Todos deben comprender al cónyuge y lo primero que hay que hacer es respetarse mutuamente y comportarse el uno con el otro con cortesía y buena educación. Cada uno de ellos debe tratar de enseñar al otro ya que de toda persona se puede aprender, tal como está escrito explícitamente, \"De todo el que me enseñó aprendí.\"

Los grandes médicos son los que tienen autoridad en el tema de la salud del cuerpo. Son ellos quienes reciben al enfermo en sus laboratorios y examinan en el microscopio los microbios de la enfermedad que hay en la sangre de la persona. De hecho, deciden los fundamentos de la curación.

Y si se produjera, D-s no lo quiera, un desastre que hiciera desaparecer sus laboratorios, la Humanidad entera estaría en peligro. Lo mismo sucede con lo que atañe a la salud del alma. Tuvimos grandes sabios, especialistas en las cuestiones del alma ocupados en sus laboratorios espirituales, que vieron con claridad la grandeza del alma del ser humano. Vino aquel gran desastre que fue el Holocausto y arrancó de nuestro seno a seis millones de nuestros hermanos. A ellos, a sus sabios y a sus \"laboratorios\". No nos queda sino cumplir el precepto \"el justo vivirá por su fe\", es decir, tener fe en que todas sus palabras son santas y en que los judíos son santos y creer firmemente que el precepto de juzgar al otro favorablemente no es hacerle un favor a nadie, sino una profunda verdad de la Tora.

Cuando una persona juzga a otra favorablemente, con ello está juzgándose favorablemente a sí misma, sus atributos, su nivel moral y todo su fundamento espiritual.

Cuanto más alabe a la otra, más señal muestra de que su propio carácter y nobleza de espíritu son dignos de alabanza y lo que ve en el prójimo es lo que hay en él mismo; y por el contrario, todo el que critica a otro, critica los defectos que él mismo tiene. Todavía no se ha visto que un manzano produzca ciruelas u otros frutos, porque estos últimos dependen de la raíz del árbol.

 

Este artículo esta tomado del Libro "Aura Hogareña" publicado con la autorizacion del editor en español Rav Moshe Samsonowitz