Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

¡CUIDADO! AMIGO SE ACERCA

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¡CUIDADO! AMIGO SE ACERCA 

“...y me bendecirán también a mí”

(Shemot 12,32)

Malditos serán los malvados. El faraón se bañaba todos los días con la sangre de los bebés de los hebreos intentando así curarse de su lepra.

Ciento cincuenta bebés de Israel por la mañana, y ciento cincuenta bebés por la noche (Shemot Raba 1,34). ¡Cuántos iehudim murieron por los trabajos forzados que el faraón exigía! ¡Cuántos niños fueron ahogados por sus decretos! ¡Cuántos castigos recibieron nuestros padres cuando no pudieron completar el trabajo de cada día! Endureció su corazón. Y su propio pueblo recibió castigos y sufrimientos por su propia negligencia. Malvado, un monstruo hecho a semejanza de otro monstruo... y su altura alcanzaba sólo el medio metro. Un enanito diabólico, con la figura de un monstruo, como las palabras de la Guemara (Moed Katan 18): cuanto más pequeño, más grande era su soberbia, hasta decir: ¿Quién es Hashem, para que escuche su voz?

Y Hakadosh Baruj Hu tiene el remedio adecuado y probado para preguntas como éstas. Un hombre estaba frente al justo, el Baal “Iesod Haavoda” Mislonin ztz”l, y conversaba con él diciéndole que tenía muchas dudas sobre la fe, que no lo dejaban tranquilo.

El justo le contestó: tú no eres el primero al que le pasa esto. También el faraón tenía dudas y preguntó: ¿quién es Hashem?, y tuvo su respuesta... a los golpes, con las plagas. Sobre cada pregunta, un golpe, otra pregunta, otro golpe, hasta recibir las respuestas a todas sus dudas...

¡Cuántos golpes hemos recibido en los últimos tiempos! Tanto grupal, como individualmente. ¿Cuándo comprenderemos que estos golpes se deben al debilitamiento de nuestra fe? ¿Cuándo diremos: basta, ya sabemos que se trata del Dedo de Hashem!?

El malvado faraón recibió muchos golpes, uno tras otro, hasta que entendió el mensaje. Y a la fuerza lo entendió, corrió en la mitad de la noche buscando la casa de Moshe Rabenu, y le dijo: “levántense y salgan de entre mi pueblo... vayan y sirvan a Hashem”, pero al decir esto no estaba todavía conforme, y debió agregar: “y me bendecirán también a mí”.

Preguntó el rab “Torat Jajam” ztz”l: ¿por qué “también” a mí? Y contesta con las palabras del Midrash, que cuando el faraón envía al pueblo, los bendice: ¡vayan en paz, salgan en paz! (Shemot Raba 20,10), por eso pide que él también sea bendecido de la misma forma que él bendice al pueblo, de todo corazón!

¡Qué vergüenza, qué descarado! Imaginemos a un jefe del ejército alemán de la segunda guerra, encargado en el campamento de exterminio de Auschwitz, que golpeaba a la gente hasta matarla, que colgaba personas, abusaba de ellas, asesinaba, etc. etc. Ahora, cuando terminó de hacer todo esto, cuando termina la guerra, corre a abrir las puertas del campamento y deja en libertad a los detenidos y les dice: “y me bendecirán también a mí”... piensen bien de mí y devuélvanme la bendición, de la misma forma en que yo los bendigo al salir de mi infierno... ¿qué le podemos contestar? Lo menos que podemos hacer es colgarlo de la plaza de la ciudad donde él mismo colgó a tantas personas...

Hay una regla que siempre se cumple: el no iehudi no puede bendecir al iehudi con el corazón. Es una ley conocida, que Esav odia a Iaacov. Y Iaacov deberá endurecer su cuello para recibir el beso de Esav, lo deberá convertir de antemano en un cuello de mármol, esperando una mordida en lugar de un beso...

Y hay algo más: rabenu Harambam z”l escribió en una carta a su hijo, que el faraón es el ejemplo del ietzer hara, del instinto malo. El ietzer hara es la fuente de los deseos y las pasiones materiales y más de una vez se disfraza de un amigo o de un ser querido. Nos sugiere que debemos dejar un poco la Tora por cuestiones de salud o descanso, ventilarnos un poquito por caminos no del todo recomendables. Nos dice que es como cumplir con un precepto, el hablar maledicencia sobre fulano, y en otros casos que es una obligación despertar una pelea entre dos personas, y que está prohibido, perdonar o dejar pasar, porque si hacemos eso, pueden pensar que somos tontos. El nos quiere hacer “cumplir” muchos preceptos, pero nosotros debemos saber, que así como el faraón siguió siendo siempre el faraón, igualmente el ietzer hara siguió siendo ietzer hara. Los escritos lo llaman “odiado” (Mishle 25,21) y cuando está disfrazado de amigo, es doblemente peligroso.

Nosotros no precisamos ni las bendiciones ni los consejos, no del ietzer hara ni tampoco del faraón. Nos alcanza con las bendiciones y consejos de Moshe Rabenu y del Ietzer Hatov.

Traducido del libro Maian Hashavua.

Leiluy Nishmat 

León Ben Ezra ?”?