Rav Salomón Michan
Ser agradecidos

Agradeciendo diariamente

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Vivimos en un mundo maravilloso que, tristemente, casi no apreciamos. ¿A qué se debe esto? Primero, porque nos acostumbramos. Es decir, desde que nacimos hemos percibido todas las maravillas que Dios ha realizado en este glorioso mundo, pero así perdimos la capacidad de asombro.


Otro motivo es que se requiere esfuerzo para apreciar lo que tenemos. Debemos estar conscientes y tomar nota mental de cada cosa que está a nuestro alcance.


Finalmente, hay un tercer motivo: tal vez estamos rodeados de gente apática. Si es así, debemos tratar de alejarnos de ella. Por ejemplo, si alguien viaja a Europa muy seguido, llega el momento en que ya no se emociona. Por otro lado, hay quien alquila una casa de veraneo en un lugar cercano a su propia residencia, ¡y prepara su equipaje con tres días de anticipación!


Si queremos ser verdaderamente felices, vale la pena abrir los ojos y disfrutar de todas las bellezas que ha realizado Dios para nosotros. No solamente es correcto ver toda la naturaleza; también debemos enfocarnos en lo que ha realizado el hombre para nuestro beneficio.


Si nada más analizamos un árbol, veremos algo fantástico: ninguna de las hojas está justamente por encima de otra. Eso permite que cada una tome sol independientemente y pueda realizar así la fotosíntesis. De esta forma se beneficia el ser humano con el oxígeno liberado.


Agradece cien veces cada nuevo día
El Abudraham comenta que el valor numérico de la palabra Modim es igual a cien, que alude a las cien Berajot (bendiciones) que David Hamélej (el Rey David) instituyó para ser pronunciadas por cada Yehudí, como un antídoto contra la plaga en que morían cien Yehudim cada día.


¿Por qué David utilizó esta fórmula de decir cien Berajot contra esta plaga? El Midrash (la interpretación de la Torá) explica que “los malvados son considerados como muertos mientras viven”, pues no reconocen todo el beneficio que Dios otorga a la Humanidad: ven la salida del Sol, pero permanecen en silencio; comen y beben de lo más exquisito sin manifestar gratitud; nada hace que sus almas se conmuevan. Por esto son como muertos.


Los Tzadikim (Justos), sin embargo, siempre están vivos, porque bendicen y agradecen a Dios. Eso es lo que instituyó David Hamélej: recitar cien Berajot de agradecimiento, pues para agradecer se nos dio la vida. “Y todos los vivos Te Alabarán por siempre…”


Agradece y sigue pidiendo y agradeciendo
Nos dice la Torá cuando Leá tuvo a su cuarto hijo: “Esta vez voy agradecer a Dios. Por eso lo llamó Yehudá, y dejó de embarazarse”.
Al nacer el cuarto hijo de Leá le llama Yehudá, queriendo decir que agradecía a Dios por haberle entregado un hijo más. Sin embargo, dice el Pasuk que al tener a Yehudá, Leá dejó de embarazarse (aunque después volvió a concebir, ahí Dios la frenó por un largo tiempo).


La pregunta que surge es: al leer el Pasuk, se nota una relación entre el agradecimiento que hizo Leá con el hecho de que dejó de embarazarse; ¿por qué por agradecer dejó de embarazarse? ¿No debería ser al revés, que al agradecerle, Dios le mandara más hijos?


La enseñanza que quiere transmitir la Tora es que, cuando Dios nos manda Berajá y nos sentimos bien por eso, es necesario agradecer, pero es muy importante reconocer que todo depende de Dios y seguirle pidiéndole más, pues así demostramos que no somos independientes, sino que dependemos completamente del favor que nos hace Dios.


Por eso está escrito que Leá dejó de embarazarse, porque es importante reconocer que los favores del pasado fueron gracias a Él, pero es todavía más importante reconocer que todo el futuro depende sólo de Dios.
¿Por qué la gente es desagradecida?


La raíz de que la gente sea desagradecida es que desde niños muchos están acostumbrados a que todo es de ellos y todo se lo merecen.
Debido a esto, es nuestra obligación como padres educar a los hijos para que siempre sepan agradecer por todo lo que reciben. Ellos no deben pensar que se merecen todo, ya que cuando crezcan podrán caer en el error de pensar que ellos merecen todo, y serán malagradecidos.
¿Dar las gracias… o que me den las gracias?


La persona siempre tiene dos maneras de pensar, lo cual depende de su punto de vista y cómo es su forma de hacerlo.
Cuando llega la décima persona al Minián en el Bet Hakneset, puede pensar de dos formas:


•    “Gracias a ustedes nueve pude completar Minián. Yo les agradezco.”
•    “Gracias a mí, ustedes nueve pudieron completar Minián. Deben agradecerme a mí.”


En una ocasión cierta persona mayor dijo:
—Yo no tengo qué agradecer nada a mi padre, ya que él fue quien quiso traerme al mundo. Así que él debería agradecerme por estar continuando su apellido.
¡Hasta eso puede llegar la persona…!
Agradecer por lo que no vemos
Está escrito en Tehilim: Leosé Niflaot Guedolot Lebadó, “A Quien hace grandes maravillas Él sólo…”.


Pregunta el Yalkut Tehilim: “¿Acaso hay otro que hizo maravillas a David Hamélej y por eso escribió que Dios lo hizo solo?”.
Este Pasuk se refiere a lo siguiente: que sólo Él sabe las grandes maravillas que hace con nosotros. ¿Cómo es esto?


Por ejemplo, una persona está acostada en su cama y una serpiente venenosa se encuentra debajo de ésta. Toda la noche este hombre duerme tranquilo, sin saber que se encuentra en peligro de muerte. Cuando la persona se levanta de la cama por la mañana, la serpiente se asusta y se va de ahí.


Este hombre nunca supo ni entendió el gran favor que Dios hizo con él. El único que lo supo fue Dios. Y a esto se refiere el Pasuk: “A Quien hace grandes maravillas Él solo”, que sólo Dios sabe qué maravillas hizo.
No sabemos cuántas veces Dios nos ha salvado o protegido de diversas situaciones negativas. Ni nos damos cuenta de ello…


Agradecer en la Tefilá
Una de las pruebas a las que se somete el hombre en su vida es saber agradecer a quienes le han hecho algún favor.
Si analizamos todo lo que hemos recibido de Dios durante tantos años en nuestra existencia, no pararíamos de agradecer.
Encontramos en muchos lugares de la Tefilá en que agradecemos a Dios por lo que tenemos y lo que recibimos día a día. Pero no basta con decir aquellas partes en la Tefilá, sino que debemos sentir ese agradecimiento desde lo más profundo de nuestro corazón.


No caigamos en el error de pedir mucho y no agradecer; ¡debemos pedir mucho y agradecer mucho!


Nadie debe agradecer por mí
Como sabemos, en la Tefilá de Shajrit (el rezo matutino) y Minjá (la plegaria de la tarde), el Jazán (oficiante) debe repetir la Amidá, repetición que se llama Jazará. En ésta cada oyente debe poner atención y pensar que él mismo está diciendo todas las Berajot que dice el Jazán.
Sólo hay una parte de la Jazará donde el Jazán dice su parte y los oyentes deben decir otro texto: la Berajá de Modim, con la que agradecemos a Dios por todo lo que tenemos.


La pregunta obvia es: ¿por qué en toda la parte de la Jazará podemos escuchar al Jazán y se considera como si nosotros mismos lo dijéramos, a diferencia de la Berajá del agradecimiento, la que nosotros mismos debemos repetir?


La respuesta es: cuando agradecemos, nadie debe agradecer por nosotros, sino que cada uno de nosotros debemos agradecer.
No es lógico ni agradable decirle a alguien: “Favor de decir gracias a Dios de mi parte, por todo lo que me ha dado en mi vida”.


Milagros grandes o milagros pequeños


En Purim y en Januká agradecemos a Dios por los milagros que nos hizo; lo decimos en Al Hanisim (sobre los milagros), así como agradecemos a Dios todos los días del año en la Amidá, en el texto de Modim (agradecimiento).
¿Cuál agradecimiento es más grande, Al Hanisim o Modim? Seguramente pensaríamos que Al Hanisim, por los grandes milagros que Dios nos mandó, ya sea en Purim o en Januká (cuando nos salvamos de la guerra, luchamos pocos contra muchos, el milagro de la vela de Januká, etc.), a diferencia de Modim, que es un agradecimiento por todo lo que Dios nos manda día con día.


Realmente el agradecimiento de Modim es mayor que el de Al Hanisim, ya que si en la Amidá se nos olvidó mencionar esta última no se repite la Amidá, a diferencia de que, si olvidamos decir Modim, debemos repetir la Amidá.
Esto nos enseña que debemos agradecer y alabar a Dios por todos esos “pequeños milagros” (los que vemos como parte de la naturaleza y no sentimos que lo sean) que recibimos día con día por la generosidad de Dios: poder respirar, hacer nuestras necesidades, caminar, comer, etc., son milagros que no vemos tan grandes como el milagro de Januká, cuando ganamos una guerra.


Así lo explicaron nuestros Jajamim: en los momentos que nos pasan milagros muy grandes, está prohibido olvidarnos de los pequeños (pequeños a nuestro entender), como caminar, comer, hablar, ver, etcétera.


Agradece por todo lo que sí tienes


Había una vez un rey que mandó construir un hermoso palacio en el centro de la ciudad. Esta bella residencia estaba rodeada por extensos jardines llenos de árboles frutales e incluía un lago que le daba un toque maravilloso. En la entrada se encontraba un letrero que tenía escrita la siguiente frase: “El palacio y todo lo que incluye será entregado como obsequio por parte del rey a aquella persona que esté contenta con lo que tiene”.
Muchos individuos pasaban por ahí y, a pesar de que deseaban vivir en un sitio como ése, se alejaban convencidos de que no cumplían los requisitos debido a que siempre querían tener más y más de lo que ya poseían.
Un día pasó por ahí un hombre rico, que además gozaba de buena salud, tenía una hermosa familia y se consideraba dichoso. Al ver el letrero, pensó que el palacio debía ser para él, ya que era un hombre afortunado y feliz con todo lo que poseía. Al ingresar con el rey para pedirle que cumpliera con su palabra y le regalara la mansión, el rey rió y le dijo:
—¡Tonto! Si en verdad estás contento con todo lo que tienes, entonces, ¿por qué te has fijado en el palacio y has deseado poseerlo?


Esta curiosa historia nos enseña que en ocasiones somos afortunados en muchos aspectos, pero seguimos queriendo tener cada vez más. En vez de malgastar nuestra energía física y emocional en la búsqueda de obtener lo que no tenemos, deberíamos enfocarnos en agradecer al Creador por todo lo que sí poseemos.


¿Cuántas personas descuidan a su familia debido a que están ocupados por acumular más y más dinero del que podrán gastar en toda su vida? Y si las cuestionas, te dirán que se esfuerzan y trabajan duro para que su familia tenga lo mejor.


Puede sonar absurdo, pero descuidan a su familia por dar todo a su familia.
Nadie niega que el dinero sea importante, pero no debemos olvidar que el dinero es sólo un medio y no una finalidad en sí misma.
Valoremos las cosas realmente importantes y agradezcamos al Todopoderoso por todo lo que nos ha dado.

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1 Bereshit 29:35.

2 Tehilim 136:4.

3 Masejet Sotá 40a.

4 Otzrot Hatorá.