Rav Salomón Michan
Vida Judía

La esencia del Yehudí

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Aprenderemos en este escrito que la esencia de un Yehudí es ser agradecido.

¿Quién fue el primero que agradeció?

Está escrito en la Guemará (el famoso Talmud escrito hace 2,000 años aproximadamente): “Dijo Rabí Yojanán en nombre de Rabí Shimón Bar Yojai: La primera persona de la historia del mundo que agradeció a Dios fue Leá’”.

Cabe preguntar: ¿acaso Abraham Abinu (nuestro padre) no agradeció? ¿Acaso Itzjak Abinu nunca agradeció? Es difícil pensar que ninguno de nuestros Patriarcas nunca agradeció…

Cuenta el Midrash (la interpretación de la Torá) que cuando Abraham Abinu invitaba gente a su casa para darles de comer y beber, cuando se iban satisfechos de la comida agradecían a Abraham; pero Abraham Abinu les decía que no le agradecieran a él, sino a Dios. Vemos de aquí que Abraham Abinu sí agradecía a Dios.

Para contestar esta pregunta, veamos la historia de Leá:

Cuando nació el primer hijo de Leá, le puso por nombre Reubén (“Vean mi sufrimiento”), ya que dijo: Vatikrá Et Shemó Reubén, Ki Amerá Ki Raá Ado-Nay Beoní, “Y le puso de nombre Reubén, queriendo decir: ‘Vio Dios mi sufrimiento’”. Por cuanto que Leá estaba marginada, pues Rajel era la amada de Yaakob, entonces Dios vio el sufrimiento de Leá y le mandó a este hijo.

Cuando le nació a Leá su segundo hijo, le puso Shimón (“Escuchen mi sufrimiento”), así como dice la Torá: Vatahar Od Vateled Ben Vatomer Ki Shamá Ado-Nay Ki Senuá Anoji, Vaiten Li Gam Et Ze Vatikrá Shemó Shimón, “Luego concibió otra vez, y tuvo otro niño; entonces dijo: ‘Ha oído Dios que fui odiada; por ello me dio a este hijo’, y le llamó Shimón”. Por cuanto que Dios vio el sufrimiento de Leá y tuvo a ese hijo, le puso Shimón, a fin de que la gente escuchara de su marginación.

Al nacer el tercer hijo, le puso Leví, ya que este nombre significa “compañía”, así como dice la Torá: Vatomer Ata Hapaam Ilavé Ishí ElaiAl Ken Kará Shemó Leví, “Y dijo: ‘Desde ahora me acompañará mi marido junto a mí’; por eso le puso de nombre Leví”. Es decir, dado que Leá ya tenía dos hijos, al tener el tercero necesitaba de alguna compañía para criarlos; con dos hijos ella podía lidiar, pero con tres ya necesitaba a un marido que le ayudara.

Y al nacer el cuarto hijo, le puso Yehudá, que significa: “Agradecimiento”, así como dice el versículo: Vatahar Od Vateled Ben Vatomer Hapaam Ode Et Hashem, Al Ken Kará Shemó Yehudá, “Y concibió nuevamente y dio a luz a otro niño y dijo: ‘Esta vez agradeceré a Dios’; por tanto, le llamó Yehudá”.

Explican Rashí, el Eben Ezra y muchos otros Jajamim (sabios), que Leá sabía por Rúaj Hakodesh (inspiración divina) que Yaakob iba a tener 12 hijos, y Leá sabía que eran cuatro parejas de Yaakob; entonces, a cada mujer le tocaba tener únicamente tres hijos. Ahora que Leá vio que ella trajo a un cuarto hijo (que realmente no le tocaba, de acuerdo con esas cuentas), no tenía más que decir sino únicamente: “Gracias”; por eso le puso como nombre “Yehudá”.

Realmente Abraham Abinu con seguridad agradeció, y nuestros otros patriarcas también, pero por lo que les tocaba recibir. Sin embargo, Leá fue diferente: ella agradeció por lo que no le tocaba.

Esa es la esencia del Yehudí: “Agradecer por todo lo que recibimos”. No debemos pensar que lo que recibimos nos corresponde; si pensamos que lo merecemos, no vamos a agradecer; pero si pensamos que no nos corresponde nada, siempre vamos a agradecer.

Cuando pensamos: “No lo merezco y Dios me lo dio”, vamos a agradecer de todo corazón y estaremos proclamando nuestro nombre de “Yehudí”.

Un hijo llamado “Gracias”

Como ya mencionamos, Leá puso a su hijo el nombre de Yehudá, que significa “Gracias”.

Imaginemos que nombramos a nuestro hijo: “Gracias”. “¡Gracias, ven para acá!”, “¡Gracias, ve hacer la tarea!”, “¡Gracias, ven a comer!”

Pensemos: sobre cualquier detalle que Dios nos mandara diríamos “gracias”. Seguramente viviríamos mucho más contentos y felices, ya que cada momento que recordamos que Dios nos manda “todo lo que necesitamos”, sentimos mucha más alegría y felicidad.

No es casualidad que nosotros seamos llamados “Yehudim”, ya que nuestra esencia es ser agradecidos, principalmente con Dios, Quien ve por nosotros a cada momento de nuestra existencia.

¿Cuál es la traducción de Yehudí?

En Meguilat Esther (el Rollo de Esther) se nos dice: Ish Yehudí Hayá…, “Un hombre Yehudí era…”. El Targum (la traducción o explicación del Pasuk, versículo) lo menciona de la siguiente manera: “Era un hombre Jasid (piadoso), que agradecía y rezaba a Dios”.

Por tanto, el sinónimo o explicación de qué es ser un Yehudí es agradecerle y rezar a Dios.

¿Con qué comenzamos nuestro día?

Todos sabemos que nuestro día comienza con Modé Aní Lefaneja…, “Agradezco yo frente a ti…”. Sin embargo, debemos entender por qué Dios nos pide comenzar nuestro día con estas palabras.

La respuesta es:

Dios quiere y desea que desde que despertamos hasta que vayamos a dormir seamos gente que sabe agradecer y recordar que nuestra esencia es “ser agradecidos”.

Somos más grandes que los Ángeles

Nos dice la Guemará: “Es más querido [para Dios] el Pueblo de Israel que los mismos ángeles”. La razón es que los miembros del Pueblo de Israel pueden alabar a Dios en el momento que quieran, a diferencia de los ángeles, que no pueden alabar a Dios más que una vez al día.

Y respecto a ello, hay quien dice que una vez a la semana; otros, que una vez al mes, o una vez al año, o una vez cada siete años, o una vez cada 50 años; y hay quien dice que una vez en toda la historiad de la humanidad.

Así, una de las grandes categorías que tenemos es la oportunidad de alabar a Dios en cualquier momento que tengamos la oportunidad. Y por supuesto, no es necesario esperar milagros para alabarlo y agradecerle.

El agradecimiento nunca se anulará

Dice el Midrash: “Rabí Pinjas, Rabí Leví y Rabí Yojanán dijeron en nombre de Rab Menajem Degalia: Cuando llegue la Gueulá (la Redención), todos los Korbanot (sacrificios) se anularán, menos el Korbán Todá (el sacrificio del agradecimiento)”.

Cuando llegue la Gueulá todos los Korbanot que se traen para perdonar los pecados se anularán; por ejemplo, el Korbán Jatat, el Korbán Asham, el Korbán Olá,, etc., pues ya no existirá el instinto del mal (Yétzer Hará) y no habrá pecados. El único que nunca se anulará será el Korbán Todá, ya que en un futuro habrá tanta abundancia en el mundo y los favores de Dios serán incalculables que aquel será algo que todos los Yehudim estaremos apasionados por traer, para agradecer a Dios por todos esos favores.

Hay una explicación hermosa sobre esto:

El Korbán Todá nunca se anulará, pues aunque parezca que agradecemos a Dios por todas las bondades que nos manda, en realidad le agradecemos por la oportunidad que nos da de poder alabarlo y agradecerle, ya que no todos los seres vivientes tienen el mérito de poder agradecer a Dios.

Y esto lo decimos todos los días en la Amidá (la oración de pie): Modim Anajnu LajAl Sheanajnu Modim Laj, “Te agradecemos a ti, Dios… por el hecho de que tenemos la oportunidad de agradecerte”.

Así como dice Rashí: “Por el hecho de que nos diste la oportunidad de estar apegados a ti y de poder agradecerte”.

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Masejet Berajot 7b.

Bereshit 29:32.

Bereshit 29:33.

Bereshit 29:34.

Bereshit 29:35.

Meguilat Esther 2:5.

Otzrot Hatorá (Mejudadim Bepija, Purim 5770).

Julín 91b.

Vayikrá Rabá 27:12.

Masejet Sotá 40a, “D.H. Al”.