Rav Elchanán Hertzman Z
Para Reflexionar Juntos

Carta a un rey de Israel

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Muy enaltecido rey, ¡hijo del pueblo de Israel!

Discúlpame, por favor, por el alto título que te adjudico. Sé que eres humilde y a tu corazón no le gusta ensalzarse a sí mismo y tener sentimientos de grandeza después de dos mil años de exilio confinado en guetos, de subir a las hogueras de la Inquisición, de haber sufrido la horca y la descoyuntura de los miembros, sabiendo que la ceniza de los quemados y los huesos de los martirizados están esparcidos por los cuatro confines del mundo.

Este fue el pago que recibiste después de construir países a los gentiles y crear para ellos culturas de entre las más escogidas. Desde el antiguo Egipto, cuando les erigiste las magníficas pirámides que llenan hasta hoy en día de asombro a los arqueólogos por el alto nivel técnico con que están edificadas. Y después de todo eso, el faraón se bañó en la sangre de tus hijos. ¿Me río de ti entonces al darte el título de rey?

D-s, bendito sea, el Rey del mundo, inculcó sus características al pueblo de Israel y es este último el que representa en el mundo las características más sublimes de la realeza. Tal como está escrito, "tal como El es misericordioso, así los judíos son también misericordiosos." Y, como si dijésemos, se desplaza con el pueblo de Israel de país en país y de un lugar a otro para mostrar al mundo entero que "para Mí he creado este pueblo, que canten mis alabanzas"

Me dirijo a ti, hijo del pueblo de Israel, rey de todo Israel. Si me preguntas por qué te llamo rey de todo Israel, te responderé que toda persona es un mundo en sí misma. Por eso el primer hombre fue creado único, para mostrar que toda persona individualmente es considerada un mundo entero.

Cuando el primer hombre estaba solo, ya en el mundo existían la tierra, el sol, la luna y estrellas de distintos tamaños; de igual forma, cuando nacieron sus descendientes y los seres humanos se multiplicaron, no por ello se vieron disminuidos en lo más mínimo los astros del cielo ni los fundamentos de la tierra.

Que te quede claro, por lo tanto, que los millones de personas y criaturas que hay en el mundo, no pueden disminuir ni aumentar en un segundo siquiera los días de vida que te corresponden ni quitarte un centavo de lo que el Cielo te ha destinado.

También tienes que ser consciente de que al igual que el primer hombre cuando lo hicieron caer con la fruta prohibida, fue castigado junto con sus descendientes, y si no hubiera sido por eso habrían vivido todos eternamente, también tú eres el primero en tu mundo, el primer hombre de las generaciones que saldrán de ti, y sobre ti recae la responsabilidad de lo que suceda a tus descendientes. Ten cuidado, por lo tanto, y cuida de no perjudicar a todo un mundo que saldrá de ti.

Entre tú y el primer hombre hay, ciertamente, gran diferencia. Pero justamente esa diferencia exige más de ti. Consiste en que el primer hombre no contaba con otro primer hombre precedente de cuyo comportamiento y avalares pudiera aprender a comportarse; pero tú sí tuviste un primer hombre antes que tú, y también profetas, sabios de la Mishná y del Talmud con experiencia de miles de años, que te piden que tengas cuidado con las caídas y el pecado y te enseñan cómo hacerlo.

Date cuenta y entiéndelo hermano querido. No trates de engañarte y jugar a hacerte el humilde, diciendo quién y qué soy yo para poder construir o destruir mundos con mis manos. Sólo te niegas a entender por pereza y por miedo a que profundizar en estas cuestiones te obligue aceptar el yugo de los preceptos y de las buenas acciones.

¡No! abre los ojos y el corazón, cuando vayas a comprometerte y casarte en buena hora con tu pareja, hazlo con pensamientos de santidad y pureza y aparta a un lado sentimientos naturales externos; santifícate y purifícate en tu fuero interior y no prestes atención al brillo externo que no tiene contenido ni raíces verdaderas.

 

 

Extraído del libro Aura Hogareña del Rav Elchanán Hertzman con la autorización de se editor.