Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

Todo o nada -Yitró

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TODO O NADA

“no codiciarás” (Shemot 20,13)

Contó el rab Galinsky, que un día bajó al “camino negro” (la avenida Jabotinsky, uno de los límites de Bnei Brak) para viajar a la Ieshiva de Jadera. Al lado de una de las paradas de autobuses, había un kiosco, y allí una persona que vivía de la caridad, pidiendo “Tzedaka” en las calles, que ahora estaba cumpliendo con el precepto de las “cuatro copas de vino como símbolo de la libertad”, tomando “arak”.

Una persona que pasaba le dijo: a ver, ¿puedes decirme?, ¿para esto juntas dinero todo el día?

El borracho le clavó la mirada con esos ojos rojos a causa del vino, y gritó: ¡miren, por favor, miren todos! Hakadosh Baruj Hu me dio ya setenta y dos años de vida, y nunca nadie me preguntó qué hago con el dinero. Y tú que me has dado sólo medio shekel, ¿ya me estás juzgando?

Rabi Iojanan Aibshitz se asombra (Iaarot Dbash 1-5): un Shojet (el que mata los animales de acuerdo a la Tora para su consumo) fue a preguntarle al rab. Compró un toro por una suma muy importante, y después de degollarlo le encontró un defecto en los pulmones. El rab estudió el caso, profundizó en las leyes, y no encontró forma de permitir al animal. Y el Shojet aceptó la disposición y perdió esa gran cantidad de dinero, y vendió la carne del animal a un no iehudi por unas monedas.

Al día siguiente, el Shojet se presenta en un “Din Tora” (juicio) delante al rab. Está discutiendo con otra persona por una pequeña cantidad de dinero (comparada con la pérdida que tuvo el día anterior que fue muchísimo mayor). El rab escuchó la posición de cada una de las partes y decidió en favor del segundo, el Shojet debía pagar otra vez.

El Shojet quedó boquiabierto, y que se salven nuestros oídos de escuchar... Una de dos, o el rab es un burro e ignorante, que no sabe juzgar y se equivoca en cosas elementales, o está “comprado” por el soborno y tuerce el juicio. Toda la ciudad estaba encendida por este fuego devorador, y la congregación, enemistada por las discusiones.

El rab habló con el Shojet: ayer fuiste informado sobre una pérdida muy grande, y lo aceptaste sin quejas. Hoy, por una pequeña suma, ¿das vuelta el mundo?

Y el Shojet aclaró todo: yo no estoy enojado por la pérdida monetaria. Somos iehudim, creyentes, y aceptamos el Din Tora, lo que me molesta es que el otro gane...

La envidia es la primera de las cosas que sacan al hombre del mundo (Pirke Avot 4,21), y lo vamos a explicar. Está escrito: no envidiarás la casa de tu compañero, no envidiarás la esposa de tu compañero, ni su siervo ni su sierva ni su animal... no envidiarás ninguna cosa de tu compañero. Y surge de inmediato la pregunta, si al final generalizamos diciendo “ninguna cosa”, ¿para qué hace falta detallar al principio, la casa, la mujer, etc.?

Un hombre vive con su esposa y sus diez hijos en una casa de tres ambientes, tan apretados hasta sentir que les falta el aire. Caminando, pasan al lado de una mansión, ven los jardines, una casa inmensa, donde vive un matrimonio con sólo dos hijos, una casa con diez habitaciones, y se les salen los ojos...

Un momento, ¿acaso tú sabes si en esa casa hay Shalom Bait, si reina la paz, o si se está quemando como un infierno?

No, no lo sé, ¿quién te ha contado eso?

Yo tampoco lo sé, pero tal vez... tal vez no hay nada que envidiar...

Si quieres cambiar, entonces deberás cambiar todo, también llevarte las piedras y las cenizas...

¿Tú sabes si este hombre está metido en el mercado negro o la mafia?

¿De dónde sabes que sería bueno sentir envidia de ellos?

No hay que inclinar el ojo sólo hacia la hermosa casa, o hacia el burro o hacia el automóvil, la esposa o el personal que ayuda en la casa. El cambio funciona solamente cuando se realiza en conjunto, hay que cambiar todo, es un solo paquete, “y todo lo que tiene tu compañero”, y este paquete incluye “regalos”. ¿Tú estás dispuesto a cambiar?

No, mejor me quedo con lo que es mío...

Cuentan sobre un hombre que esperaba su turno para hablar con el “Ismaj Israel” Mealexander ztz”l. El prestó mucha atención a la forma en que funcionaba el lugar. Los pobres entraban, mostraban un papel con sus peticiones, entregaban unas monedas, recibían una bendición del rebe, y se retiraban enseguida. En cambio los ricos, que entraban con grandes sumas de dinero, se quedaban mucho tiempo con el rebe, hablando y hablando...

Cuando este hombre pudo entrar, dijo: entiendo que esta es la costumbre del mundo. Entiendo que así se comportan los doctores, y también así es la relación con el banco o con los negocios. Pero aquí, al lado del rebe, ¿también debe ser así, despreciando al que no tiene?

Al rebe no le molestó la pregunta, al contrario. Con una sonrisa le dijo: querido amigo, tengo mucho que hacer. Hay mucho que aprender para así poder elevarnos más. Pero, yo santifico mucho de mi tiempo para ayudar a más iehudim, aconsejarlos, bendecirlos, y mostrarles el mejor camino, de acuerdo a mis posibilidades.

Llega un pobre y vuelca sus pedidos. Yo sé enseguida qué le falta y qué viene a pedir, y puedo darle un consejo y una bendición en el acto. Pero cuando entra un hombre rico, y me sonríe, yo le pregunto “cómo está”, y él contesta “Baruj Hashem, todo está bien”. No falta nada y nada tampoco faltará. Entonces empiezo a conversar con él y vemos que todo ese bien es absolutamente falso, levantamos la alfombra y toda la tierra estaba debajo. No hay paz en el hogar, los hijos sólo traen dolores al corazón, los negocios están endeudados... Entonces, tengo tanto para aconsejar, redirigir, bendecir...

Pero, debes entender, lleva mucho tiempo descubrir que también el rico es muy pobre...

¿Hay algo para envidiar?

Traducido del libro Vehigadta – Iamim Noraim.

 

Leiluy Nishmat

León Ben Ezra ?”?

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