El domingo pasado me encontré con unos amigos en el club. Yo tenía mi clase diaria de guemará -una pagina por día- como acostumbro, y con mi libro bajo el brazo esperé en la entrada del salón. Como faltaban unos minutos para empezar, me quedé en el loby charlando.
Y… Hola Roberto, ¿cómo van esas preparaciones para Rosh HaShaná?… Bueno…, es justo lo que hablamos con Lucy ayer, ella me dijo que el único asunto es el de las Jalot y las cabezas de pescado… todavía no está solucionado, aun no sabemos donde comprarlas o tal vez hacerlas en casa, pero el resto gracias a Di-s va en camino. Como tu sabes, son muchas comidas y también tenemos muchos invitados. Los platos tienen que ser variados para no aburrirnos, buenos vinos, y por supuesto un menú atractivo, imagínate, ¡mas que mal estamos hablando del año nuevo judío! ¿Hay que celebrarlo no…?
Pensé decirle necio, esto no es una fiesta…, pero me tragué las palabras. Pobrecito pensé, el “banquete” es todo lo que le preocupa antes del día del gran juicio celestial; Rosh HaShaná, es el día en que somos juzgados en forma particular, por nuestras acciones y comportamiento, y en forma colectiva como pueblo, y él esta con la cabeza en el banquete, en la fiesta…
La verdad es que me hubiera gustado “meterlo dentro” de mi shiur, tal vez el rabino lo hubiera inspirado un poco con las palabras previas a la clase del Mesilat Yesharim o el Shaarei Teshuvá, pero luego reflexioné, si lo hubiera hecho, ¿acaso mi amigo está preparado para una disertación de ética y moral judía?
Decidí explicarle el sentido de Rosh HaShaná de otra forma, con un breve cuento y una moraleja, sin llamarle la atención pero entregándole un mensaje para pensar.
Roberto, le dije, me gustaría mostrarte otra perspectiva de lo que es Rosh HaShaná. Yo se que no estás para cuentos, pero te pido que me escuches unos minutos.
Había en un país lejano un Rey muy adinerado, sus bóvedas estaban llenas de obras de arte, oro y piedras preciosas; en un lugar muy especial había un cofre donde guardaba la joya mas preciada e importante de su inmensa riqueza, un enorme diamante tallado especialmente para el Rey. Todos los días entraba a la bóveda, llegaba donde estaba el cofre y pensaba: nuevamente me voy a deleitar llenándome de placer y alegría al ver lo único “material” perfecto que hay en todo el mundo.
Un día decidió sacarlo, llevarlo afuera de su cofre y exponerlo a la luz del sol para ver su espectro multicolor, grande fue el desagrado cuando sintió que la hermosa pieza que portaba entre sus dos manos se deslizó cayendo sobre una piedra y luego hundiéndose en el lodo.
Rápidamente llamó a sus sirvientes y les ordenó rescatar el tan preciado tesoro. Su desilusión y enojo fue inmenso, una ralladura se había hecho a lo largo de la gema y se había manchado, ¡pero no con lodo, sino con alquitrán! Su tristeza no le permitía dormir, el rey entró en una depresión terrible. Al verlo así día tras día, entraron los consejeros reales y trataron de calmar a su majestad con distintas soluciones.
Se les ordenó a todos los joyeros del reino presentarse delante del Rey con una solución concreta para arreglar el diamante. Todos como si se habían puesto de acuerdo, no tenían una forma de arreglar semejante daño.
Pasó el tiempo y el Rey seguía preocupado por la gema, hasta que se presentó un humilde artesano. El monarca lo desafió, “si me arreglas la piedra preciosa te daré una parte de mi tesoro, si no, te colgaré en el cadalso” Humildemente el artesano le pidió una mesa de trabajo y un banco, y con mucha seguridad se dirigió al trabajo.
Pasaron los días, semanas y meses, al cabo de tres meses salió el artista con la perfección en su mano.
El Rey no podía creer lo que estaba viendo, la piedra era aún mas preciosa que lo que tenía antes, el artesano basándose en la ralladura, talló sobre la dura piedra una hermosa rosa, con sus brillantes pétalos y hojas, el defecto se convirtió en el hermoso tallo de la grandiosa flor.
Roberto, hasta acá es el cuento, pero tu me preguntarás y con mucha razón, que tiene que ver esto con Rosh HaShaná. Te contestaré. Di-s Todopoderoso nos entregó una gema perfecta, que nos insufló hacia dentro de nosotros y esta nos da la vida, se llama Neshamá, el alma. Cuando la recibimos estaba limpia brillaba, estaba perfecta, como lo decimos cada día en la tefilá “Elo-hay, neshama se natata bi tehora hi …” –Mi Di-s, el alma que disTe en mi pura es…” - pero la “sacamos”, salimos de la cámara real, la hacemos caer, la ensuciamos, la lastimamos… Y ahora que hacemos… Esto es Rosh HaShaná, el día que tomamos los pedazos, que tomamos nuestras transgresiones y pecados que durante todo el año ensuciaron nuestra alma y la pulimos nuevamente, la limpiamos, en otras palabras, hacemos Teshuvá y la devolvemos aún mas hermosa de lo que estaba. Pulimos esa alma, la pulimos y le decimos al Todopoderoso “si, es verdad que no supe cuidar la pureza, la forma de ese regalo tan maravilloso que me otorgaste, pero me arrepentí, quiero volver a Ti, recibe esta flor de regalo, es mi regalo es mi arreglo al daño que me causé este año, espero que la recibas con alegría y me perdones para seguir en Tu camino.
Es cierto, celebramos, comemos bien, cantamos y hasta podemos hacer un brindis por el “nuevo año” pero esto está lejos de ser lo primordial en Rosh HaShaná. Lo obligatorio, y debe estar presente en toda mesa judía, es el arrepentimiento, el retorno a nuestras fuentes, el reconocimiento de que Di-s es el Rey del mundo y solo a El le debemos todo.
Querido Roberto, te invito a ser partícipe de las clases de Torá en la comunidad, en el club o donde quiera que se dicten, y así juntos podremos aprender la belleza del judaísmo, entender y saber que transmitirles a nuestros hijos, que son realmente nuestras festividades, para que no se pierda el legado de Am Israel.