"Vida y Muerte"
"Habló D'os a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: cuando una mujer concibiere y diere a luz a un varón, permanecerá impura siete días, como los días de sus dolores menstruales permanecerá impura. Y en el día octavo, será circuncidada la carne de su prepucio" (12:1-3).
La Torá comienza a enseñar las leyes del parto y los detalles que incluyen las leyes de "pureza e impureza" (tumá y tahará). El tema de purezas e impurezas comenzó en la sección anterior, al final de Sheminí, en donde las leyes de pureza ritual en los animales son desarrolladas. La "tumá" específica desarrollada en este capítulo es aquella de la nueva madre, y es comparada con el estatus de nidá. Las leyes de nidá, sin embargo, no son mencionadas en la Torá anteriormente. Es por eso que el uso de nidá como un comentario explicativo es difícil de entender.
Un segundo problema en el texto es que la Torá pide :
"Al cumplirse los días de su purificación ella deberá traer… un holocausto y… un sacrificio por el pecado" (12:6).
El holocausto es entendible, pero ¿por qué se le requiere a la nueva madre traer un sacrificio por el pecado? ¿Qué pecado ella cometió? El Talmud explica que el dolor del parto pudo haber sido tan severo que ella pudo haber jurado que no iba a estar más con su marido.
"Le preguntaron a Rabí Shimón Bar Iojai sus discípulos: ¿Por qué la Torá ordena que una mujer después del parto traiga un sacrificio? Él respondió: Cuando ella sufre al parir ella jura impetuosamente que no tendrá más relaciones con su marido. Es por eso que la Torá ordena a la mujer que traiga un sacrificio" (Nidá 31b).
El Baal HaTurim comenta que la separación por siete días que es como la nidá (la Torá pide siete días de separación, como está evidenciado en este versículo; la observancia actual de las leyes de nidá sigue la orden rabínica de agregar otros cinco días) es comparable a los siete días de duelo. Esta idea tiene sus orígenes en el Zohar, y es entendible respecto del período de nidá: el concepto de duelo durante siete días es la respuesta del hombre a la muerte, y el período de duelo es una separación de la sociedad. El gesto esencial es de teshuvá: las ropas de arpillera y las cenizas, nuestros símbolos más reconocibles de duelo, son vistos dos veces en el Tanaj: Mordejai y el pueblo de Ninevé usaron este símbolo para despertar a las personas a la Teshuvá. Podemos decir que cuando el hombre enfrenta la muerte, la respuesta es duelo, lo cual trae al hombre a considerar su propia mortalidad, enmendar su camino y arreglar el mundo. Cuando consideramos el tiempo de nidá como una clase de duelo, nos damos cuenta que la sangre menstrual es una representación muy literal de una vida que no llegó a existir, una oportunidad perdida para traer vida. Es por eso que el judaísmo, cuyo valor supremo es la vida humana, va tan lejos hasta pedir una respuesta a la pérdida de ese potencial de vida.
La enseñanza del Zohar provee entonces una visión de la esencia de las leyes de nidá, en donde el marido y la mujer se separan y observan su duelo privado por el niño no nacido. Pero ¿por qué el Baal HaTurim presenta este concepto en este momento, en el caso del nacimiento de un niño? En verdad, esta pregunta puede ser expuesta del versículo mismo: ¿Por qué la separación pedida después del parto es comparada con el estado de nidá?
En función de resolver estas dificultades, consideremos el comentario de Rashí a los primeros versículos de la parashá. Citando el Midrash, Rashí observa:
"Rab Simlai dijo: así como la creación del hombre fue posterior a la de los animales y las aves en la creación del mundo, así también sus leyes (del hombre) figuran posteriormente a las leyes de los animales y las aves" (Rashí 12:2).
Evidentemente hay algo sobre estas leyes que nos invita a comparar y contrastarlas con los días de la creación. La referencia del número siete debe alertarnos de una posible conexión con los siete días de la creación. En el sexto día, después de que todas las criaturas fueron creadas, el hombre fue creado. Se le ordenó al hombre:
"D'os ordenó al hombre diciendo: 'de todos los árboles del Jardín puedes comer. Y del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque en el día que lo comieres seguro morirás" (Bereshit 2:16-17).
Todos conocemos el trágico final de la historia: Javá y Adam comieron del árbol, y a pesar que la muerte no fue un resultado inmediato a su transgresión, ellos se hicieron mortales. Aparentemente, el significado del decreto de D'os fue que comer del árbol traería muerte al mundo: "porque en el día que lo comieres seguro morirás". La reacción específica de D'os al pecado de Javá aclara nuestro tema:
"A la mujer Él dijo: 'yo incrementaré mucho tu tensión y tu embarazo. Con tensión parirás" (Bereshit 3:6).
En lugar de muerte, a Javá, y a todas las mujeres, se les dice lo que les espera en el embarazo y parto. El Talmud examina la frase "Yo incrementaré mucho tu tensión":
"Rabí Itzjak Ben Abdimi dijo: Javá fue maldecida con diez maldiciones, pues está escrito: 'a la mujer Él dijo: Yo incrementaré mucho' - se refiere a las dos gotas de sangre, una siendo de la menstruación y la otra de la virginidad. 'Tu tensión' - se refiere al dolor de criar hijos, 'y tu embarazo' - se refiere al dolor del embarazo…" (Eruvín 100b).
La implicación es que, si no hubiese sido por el pecado de la fruta prohibida, las mujeres no hubiesen tenido un ciclo menstrual. Sino que el parto hubiese sido sin dolor, automático y casi con resultados inmediatos de las relaciones físicas. Rashí entiende que la concepción y el nacimiento de Cain y Hébel tuvieron lugar en el mismo día, en el Jardín del Edén, en un parto anterior al pecado:
"Y ella concibió y tuvo a Cain. Rabí Elazar ben Azariá dijo: tres maravillas fueron hechas en ese día: en ese mismo día ellos fueron creados, en ese mismo día ellos cohabitaron, en ese mismo día ellos tuvieron descendencia. Rabí Iehoshúa ben Korjá dijo: Sólo dos subieron a la cama, pero siete bajaron: Cain y su hermana melliza, Hébel y sus dos hermanas mellizas" (Bereshit Rabá 22:2).
En un mundo perfecto e ideal, no hay dolor, no hay duelo. Ahora, quizás, podemos entender el comentario del Baal HaTurim. Cada parto nos recuerda del pecado y el castigo de Javá. Vivimos en un mundo limitado por la mortalidad, y somos forzados a darnos cuenta que el niño que nació está destinado a morir. Esto explica la separación que sigue al parto, la cual es comparada a la nidá. Ambos resultados del mismo pecado, y mientras que la nidá responde a una vida potencial que fue frustrada, la separación después del parto es duelo-teshuvá por la necesidad del proceso de parto y por la mortalidad del niño nacido en este proceso. La lógica al requerir un sacrificio por el pecado ahora se hace visible: el parto está tan relacionado con el pecado de Javá, que se identifica totalmente con él, y resulta de él que un sacrificio por el pecado a la culminación de este proceso parece completamente natural.
Ahora podemos entender por qué el período de separación que sigue al nacimiento de una hija es dos veces más largo que el descripto anteriormente referente al nacimiento de un hijo (de siete días): después del nacimiento de una niña, el duelo por nuestra mortalidad y dolor es más grande, porque la niña nacida no es sólo la víctima de la mortalidad sino también la transmisora. Ella, también, morirá, pero más conmovedoramente ella llevará los resultados del pecado a la próxima generación. Ella será la próxima en sufrir las consecuencias inevitables del pecado que son parte de la existencia humana.
Volviendo al comienzo de la parashá:
"Habló D'os a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: cuando una mujer concibiere y diere a luz a un varón, permanecerá impura siete días, como los días de sus dolores menstruales permanecerá impura. Y en el día octavo, será circuncidada la carne de su prepucio" (12:1-3).
La Torá ordena que en el octavo día el hijo sea circuncidado. El número ocho representa lo que está más allá de lo físico, más allá de los siete días de la "naturaleza". La ideade la circuncisión es que el hombre controle sus deseos, trascendiendo su propia identidad física. En ese sentido, la circuncisión es un perfeccionamiento de la naturaleza que eleva al hombre. Fueron Adam y Javá los que sucumbieron en sus deseos provocando la cadena de la mortalidad y el dolor, y la Torá aquí nos da la posibilidad de romper esa cadena.
Las leyes de nidá detallan la cuenta de los siete "días limpios" anteriores a la inmersión en la mikve (baño de inmersión ritual), a lo que nos referimos como "maim jaim", literalmente "aguas de vida". Otra referencia en la Torá a una cuenta, es en los días del omer, específicamente el período entre Pesaj, el día de la liberación, y Shavuot, el día de la entrega de la Torá. El Zohar (Vaikrá 97 a-b) compara la cuenta de los siete días limpios con la cuenta de las siete semanas del omer.
"Y contarán para ustedes desde el día siguiente a la fiesta (Pésaj)… siete semanas completas serán". "Dijo Rabí Jiá: observa que cuando Israel estuvo en Egipto ellos estaban bajo un dominio extranjero y estaban adheridos a la impureza como una mujer en los días de su impureza. Después de que fueron circuncidados ellos entraron a la pureza, llamada "pacto". Y por cuanto que se adhirieron a ella dejó de existir la impureza en ellos así como esta mujer que cuando deja de tener sangre impura está escrito: 'y contará para ella siete días', así también aquí por cuanto que ellos entraron a la pureza, dejó de existir la impureza en ellos. Y les dijo D'os que a partir de ese momento deberán contar la cuenta para purificarse: 'y contarán para ustedes' - para ustedes es la cuenta, así como está escrito 'y contará para ella siete días' - para ella es la cuenta, así también para ellos es la cuenta. ¿Para qué? Para purificarse en las sagradas aguas superiores y después adherirse al Santo Rey para recibir la Torá. Respecto de ella está escrito: 'y contará para ella siete días', y aquí está escrito: 'siete semanas'. ¿Por qué siete semanas? Para tener el mérito de purificarse en las aguas de ese río que es llamado "aguas de vida". Y de ese río provienen siete semanas y es por eso que se necesitan contar siete semanas para ser meritorios a él. Y así como la purificación de la mujer se realiza por la noche así también está escrito que el rocío caía sobre el campamento de Israel por la noche… ¿y cuándo cayó ese rocío? Cuando se acercaron al monte Sinai ese rocío cayó completamente y se purificaron y su impureza los abandonó y se adhirieron al Santo Rey y recibieron la Torá… Observa que todo hombre que no cuenta esta cuenta de siete semanas para ser meritorio a esta pureza no es llamado puro, y no es merecedor de tener una parte en la Torá. Y quien llega puro a este día y no ha perdido la cuenta, cuando llega a esta noche él debe estudiar Torá y adherirse a ella y cuidar la elevada pureza que recibió en esta noche y será purificado" (Zohar, sección 3, pag. 97 a-b).
Así como una mujer cuenta el tiempo entre tumá y tahará, así también el pueblo de Israel cuenta el período entre su redención de la impureza y sufrimiento de Egipto, y la culminación de ese período en el Sinai. Cuando una mujer emerge de la mikve, lo que sigue es su reencuentro con su marido y una oportunidad para que una nueva vida entre al mundo. Cuando el pueblo Judío se encontró con D'os en el Sinai, ellos, también formaron una unión que dió nueva vida y esperanza. La imagen de la Torá como un árbol de vida es algo que ha sido repetido en varias ocasiones, así como la comparación de la Torá al agua.
En el Sinai, los judíos recibieron la Torá, el verdadero elixir de vida. La adhesión a la Torá mantiene al hombre activamente en unión con D'os. Cuando el tiempo llegue y todo el mundo acepte la palabra de D'os y Su Torá, la muerte se convertirá en algo del pasado, así como está escrito:
"La muerte será borrada para siempre, y D'os limpiará todas las lágrimas" (Isaías 25:8).
En ese día no habrá más muerte ni sufrimiento.