UN PROCESO LENTO
“…y vendrá con el Cohen” (Vaikra 13,9)
No cabe duda que es mucho más ameno leer y estudiar, profundizar y hablar, sobre cosas que traen alegría y felicidad. Temas como la Gueula, la Salvación, nos traen alegría y nos gusta estudiar sobre eso.
Pero, la vida no la vivimos en un Gan Eden lleno de flores, y en las flores, muchas veces encontramos espinas.
Estamos frente a la perasha de las lesiones, y como siempre, tenemos que profundizar para encontrar el mensaje que la Tora nos quiere transmitir.
El primer mensaje que recibimos, resalta y busca nuestros ojos: las lesiones, que vienen con milagros y maravillas, como dice el Ramban, y el castigo del Cielo tras la serie de pecados, como dice la Guemara, no aparecen de la noche a la mañana, no vienen “de pronto”.
Ningún hombre se despierta por la mañana, y se entera que desde este momento está leproso, Hashem nos guarde.
No y no.
La Tora nos atestigua que primero, se ve como un golpe, con el pasar del tiempo se asemeja a una quemadura, y la herida parece curarse formándose una costra, pero luego esta se cae y debajo se deja ver la piel con la herida. Y la lesión se expande y entonces, la impureza es inobjetable.
Esto viene a decirnos, o si queremos expresarnos mejor, es una señal y un alerta: las lesiones vienen a causa de nuestros pecados, y como consecuencia del juicio que nos han hecho en el Cielo, castigándonos con el castigo justo, preciso. Hay una relación entre pecado y castigo, entre el camino a pecar y el camino que estamos transitando.
Y las lesiones espirituales, tampoco llegan como una tormenta devastadora, ni como una catástrofe súbita de la naturaleza, no! Comienzan con un golpecito, que se cura, como si nada hubiera pasado, y la herida está, pero cubierta, otra vez con esa costra, se cicatriza, la costra se cae, y debajo aparece el veneno que ahora podemos ver…
Todo el mundo habla sobre las adicciones, cientos de miles de niños, flores, almas puras, reciben toda clase de cosas que los dañan, física y espiritualmente. Todos hablan de la desvergüenza y la desintegración del respeto. A veces comienza con un golpe, con enviar al joven a un instituto con un régimen de estudio envenenado, que reniega y se burla de todo lo sagrado. Otras veces comienza con una cauterización (al fuego), porque se envía al joven a un instituto donde la enseñanza se hace con todos mezclados, y en los jóvenes se enciende fuego, que no cicatriza sino quema, o la lesión puede ser también con tecnología, que si no está bien dirigida puede destruir cualquier alma.
Y los padres piensan: no es grave, es como una costra que se caerá. Pero quién puede saber qué es lo que aparecerá cuando esa costra se caiga, qué está escondiendo abajo. Entonces, de pronto nos encontramos con una lepra en un estado crítico. Pero no sucedió en forma repentina porque el proceso ya venía de lejos y ahora llega a su etapa final. Y la realidad, ahora, sólo ahora, nos estremece: la enfermedad es la lepra, Hashem nos salve.
¿Y qué nos queda por hacer? Hay un solo medicamento para esto: “y vendrá con el Cohen”. A la enseñanza que tiene pureza, la enseñanza limpia, buena y salvadora. A la enseñanza que enseña, que cura, que proporciona a los padres y a sus hijos una satisfacción permanente.
Pero debemos ser muy cuidadosos, también en las casas buenas, de familias maravillosas, que envían a sus hijos a los mejores institutos de enseñanza, y que estudian en un ambiente más que excelente. A veces ocurre, en estas casas, que se produce una lesión, un hijo o una hija sale del camino. Todos quedan asombrados, como golpeados contra una pared, y algunos se apiadan. Los padres están aturdidos, doloridos, avergonzados. Y los que tienen que soportar todo, el mal y el sufrimiento, son esos jóvenes. Ellos tendrán que enfrentar la vergüenza, el desprecio, cuando en la mayoría de los casos, fueron solamente las víctimas. Y detrás de toda esta confusión, podemos encontrar un alma que siente, que está herida, a la que le caen las lágrimas, que pide ayuda, tenemos que levantarla en lugar de hacerla caer con más fuerza. Como un satélite que perdió su órbita y está deambulando por el espacio, sin rumbo. Y todos se preguntan: ¿cómo pudo pasar esto tan de repente?
Pero estas cosas no aparecen de repente. Ya lo dijimos, hubo un golpe, pero intentamos curarlo casi burlándonos de él. Entonces, todos los síntomas nos indicaban que se estaba curando. Pero bajo la cascarilla crecía la herida, el veneno. Pudo ser un amigo inadecuado, un libro que no revisamos antes de que llegue a las manos del joven, o el acceso a alguna nueva tecnología que no fue aplicada para el bien, una inyección venenosa, que explota en el interior del cuerpo y se desparrama.
Y después de que todo ocurrió, es tan difícil de arreglar. Volver los engranajes hacia atrás. Pero hay algo que podemos hacer, evitar ese primer golpe, ese es el mejor consejo. Cuidar a nuestros hijos, apoyarlos y dirigirlos hacia el bien. Alejarlos de los peligros que los pueden desviar. Alejarlos de las lesiones.
Traducido del libro Maian Hashavua.
Leiluy Nishmat
Israel Ben Shloime z”l
Lea (Luisa) Bat Rosa Aleha Hashalom