Rav Chaim Aryeh Chadash
Perlas

¡Ay del día del juicio!

'Joséf le dijo a sus hermanos: 'Yo soy Joséf. ¿Mi padre sigue vivo? Sus hermanos no pudieron responder porque quedaron estupefactos delante de él. Cada vez que el rabino Elazer leía este passuk gritaba: "Si la reprimenda de un ser humano tu
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'Joséf le dijo a sus hermanos: 'Yo soy Joséf. ¿Mi padre sigue vivo?

Sus hermanos no pudieron responder porque quedaron estupefactos delante de él.

Cada vez que el rabino Elazer leía este passuk gritaba:

"Si la reprimenda de un ser humano tuvo un impacto tan profundo, ¿cuánto más será el impacto de la reprimenda de HaShem".

Abba Kohen Bardela dijo:

¡Ay! de nosotros del día del juicio! ¡Ay de nosotros en el día de la reprimenda!

Joséf era el menor de los hermanos sin embargo, sus hermanos no pudieron resistir su reprimenda. ¡Entonces cuánto más cada uno de nosotros quedará mudo ante la reprensión de HaShem!

Hay una pregunta muy conocida: ¿Qué forma de reprensión es inherente a la actitud de Joséf? Cuando le exclama directamente a los hermanos: 'Yo soy Joséf, al parecer estas palabras no parecen implicar nada, ¡ninguna amonestación en absoluto!

Sin embargo los Ba'alei Mussar explican que los hermanos se quedaron impresionados, anonadados por la realidad que de repente se les presentó. Se dieron cuenta de que todo lo que Joséf había soñado hace tantos años, todo se había cumplido al pie de la letra.

Hasta ahora los hermanos creían que los sueños de Joséf eran falsos, producto de su fértil imaginación, y por lo tanto sentenciaron a Joséf a la muerte o a la esclavitud. Estaban tan seguros de sí mismos que supusieron que incluso HaShem fue socio de su veredicto.
 

Durante años, los hermanos estuvieron convencidos de que habían actuado sin errores. Incluso cuando ellos exclamaron, “pero nosotros somos culpables” reconocieron que realmente tienen la culpa, pero aún así no dudaron de su veredicto. Sólo lamentaron no haber sido más sensibles a sus súplicas, “por cuanto vimos el sufrimiento de su alma, cuando nos suplicaba pero no le hicimos caso”.


Ahora se enfrentaban a toda la verdad. Vieron que los sueños de Joséf se hicieron realidad y que no eran producto de su rica imaginación. Los hermanos lo habían condenado a la muerte o a la esclavitud en falso.

Su juicio había sido manchado por una “gota” de derechos que creían tener solo por intereses  personales.

Esta es la reprimenda más dolorosa, el reproche más intenso que una persona puede tener es cuando se da cuenta de que ha conducido toda su vida basándose en presunciones falsas.

Muchas personas pueden encontrarse en una situación así. Han vivido sus vidas pensando
que todo lo que hicieron fue l'shem Shamayim-- con motivos puros. Entonces la verdad
sale a la luz y se dan cuenta de que en cambio, estaban motivados solo por intereses creados.
Darse cuenta de esto envuelve con vergüenza la vida de la persona .

¿Cómo podemos nosotros tratar de evitar decisiones erróneas si incluso hombres tan grandes como los hermanos de Joséf se han equivocado?

Aunque no estamos en posición de juzgar las Tribus santas de Isarel, los doce shevatim, la Torá registra esta historia para que nosotros aprendamos una lección. Quizás los hermanos tuvieron la culpa de haber juzgaron a Joséf por su cuenta. Podrían haber consultado primero  con su padre Yaacob o con su abuelo Yizjak, que aún vivían (Yizjak  tenía 168 años en ese momento y Yaacob tenía 108). El mayor de los hermanos tenía aproximadamente sólo 30 años,ellos deberían haber  conversado y aconsejarse con ellos, con los Avot—los patriarcas.

Un adulto joven no debe responsabilizarse de un acto ni pronunciar un veredicto sin antes consultar con sus mayores. Esta es una lección que debemos estudiar y aplicar a nuestras propias vidas.

Debemos ceder y aconsejarnos ante los mayores de nuestra generación.

¡Ay del día del juicio!



Sobre el Autor

Rosh Yeshiva, Yeshivat Ohr Elchanan en Jerusalem




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