“...y me harás el favor y la verdad...” (Bereshit 47,29)
Leímos en la Guemara, en el tratado de Berajot (hoja 31), que en la fiesta de casamiento del hijo de Rabina, los jajamim le pidieron a rab Hamenuna Zuta que cante una canción para alegrar al novio. Y comenzó a cantar “¡Qué será de nosotros que en el futuro nos espera la muerte! ¡Qué será de nosotros que en el futuro nos espera la muerte!” Preguntaron los jajamim, ¿qué clase de canción es esa? Te pidieron alegrar al novio, ¿quién quiere ahora recordar el día de la muerte? Alegrar al novio y a la novia es un gran precepto, y vos ahora recordás la muerte, algo que trae tristeza...
Dijo el Saba Mikelem ztz”l, que para nuestros santos jajamim, el recuerdo del día de la muerte no trae tristeza, al revés, les trae alegría, como está escrito “y te alegrarás en el último día”, ya que no hay alegría más grande que cuando se nos aclaran todas las dudas, el momento en que podemos reconocer la verdad absoluta, ese es el día de la muerte, y su recuerdo, visto con inteligencia, nos muestra dónde está la verdad y eso solamente puede traer alegría.
Y así podemos explicar nuestro versículo, con ayuda de Rashi, que dice que el favor que se hace con los muertos, ese es el verdadero favor, ya que de este favor no esperamos ningún pago a cambio. Y esto también trae preguntas, ya que Jazal dijeron que el que honre a los muertos será honrado y quien se ocupe de enterrarlos dignamente también será enterrado con dignidad. Vemos que quien se ocupa de enterrar a un muerto tendrá su premio al morir, que también alguien se ocupará de su entierro. Explican los jajamim que la intención de Rashi es otra, cuando uno le hace un favor a otra persona, aunque lo haga con la mejor intención, sabe que la otra persona sentirá gratitud, y, en algún momento también le devolverá el favor, en cambio, al hacerle un bien a una persona muerta, la persona alcanza la categoría más alta, ya que, desde luego, no puede esperar nada de esta persona, el favor lo hace “leshem shamaim”, por el simple hecho de hacer el favor...
Cuando le hacemos un favor a nuestro compañero, no podemos estar seguros de haberlo hecho solamente leshem shamaim pero cuando una persona está parada frente a un muerto, esto le hace recordar el día de la muerte, como dijeron Jazal en el Pirke Avot, “observa estas tres cosas y no caerás en ningún pecado”, ya que la persona alcanza un grado de espiritualidad que lo aleja de la búsqueda de metas materiales, entonces todo lo que hace lo hace leshem shamaim, esta es la gran cualidad que trae el recuerdo del día de la muerte, y es lo que corrige, arregla automáticamente a la persona. Esto es lo que Iaacov Avinu le pide a Iosef, haceme un favor, pero no me alcanza que el favor sea “así nomás”, te pido que estés parado frente a mí también después de mi muerte, para que me puedas hacer el “favor verdadero”, sin ninguna otra intención. A pesar que en el camino al entierro de Iaacov había un cortejo descomunal, un gran honor, todos los reyes del mundo acompañaban al padre de Iosef Hatzadik, quien había salvado al mundo entero de una muerte segura, pero también debía estar allí Iosef, ya que su presencia sería solamente leshem shamaim. Y esa intención se logra solamente estando frente al difunto. Y si hoy vemos, lamentablemente, que el ver la muerte no influye sobre algunas personas, es solamente porque estamos tan “metidos” en la mentira y en la oscuridad, hasta tal punto que la “gran verdad” no llega a iluminarnos...
En el Cielo no juzgan a la persona por sus actos, sino por la escala de verdad con que se hicieron, hasta dónde la intención fue leshem shamaim, como está escrito en el libro “Or Iohel” sobre el versículo de la perashat Shemot, donde dice que “y porque las parteras (Iojeved y Miriam) temieron al Bore Olam...” No está escrito allí que las parteras salvaron infinidad de vidas de Israel, etc..., sino que “temieron a Hashem”, de esto estamos hablando, ya que esto incluye todas las buenas intenciones, el temor, porque la recompensa que recibiremos en el mundo venidero no será gracias a las buenas acciones sino a la “calidad” de ellas, si se realizaron con temor, y esto es leshem shamaim.
Escuché, continua diciendo el rab hagaon Iaacov Noiman ztz”l, en nombre de rabi Najum, el hijo del Saba Mikelem, que explicó las palabras de Jazal: “los justos hacen con el ietzer hatov” (con el instinto bueno), o sea, que todo lo que ellos hacen, lo hacen desde el lado bueno. En cambio, los malvados, todo lo que hacen, inclusive cuando hacen algo bueno, lo hacen mediante el ietzer hara, ya que se comportan de la misma forma que una persona enferma, Hashem nos salve.
Una persona enferma, que tiene más de cuarenta grados de fiebre, puede llegar a levantar una cosa muy pesada, pero no porque es una persona fuerte o por una condición natural (esa misma persona no podría levantar ese peso en condiciones normales), sino “gracias” a la misma fiebre. Así, una persona enferma (nos referimos a la persona malvada) puede hacer cosas muy grandes, actos extremadamente buenos, pero todo gracias a su enfermedad, lo alenu. Así, una persona que corre detrás de los honores, puede hacer cosas muy buenas, buscando que lo honren más y más. Pero esto no tiene ningún valor, ya que está hecho con la enfermedad, con la fiebre.
Lo fundamental, es purificar nuestros corazones, que nuestros actos sean en verdad con una intención elevada, leshem shamaim, como dijo el Jidushe Harim ztz”l: que todos tus actos sean leshem shamaim, inclusive los leshem shamaim, que sean leshem shamaim...
Así es la Tora, así de grande, y esto debe saber toda persona antes de realizar una acción buena para sus semejantes, si no logra tener la siata dishmaia suficiente cuando quiere hacer algo para los demás, puede ser (sólo puede ser, no es obligación que así sea pero conviene que intentemos averiguarlo) que el motivo sea que su intención no es del todo limpia, que haya algún interés particular en la acción.
¿Podemos cambiar el mundo que es todo mentira? Seguro, para eso estamos acá...
Darje Musar.
VINIMOS AL MUNDO A PELEAR
“...que tomé del arameo con la espada y el arco” (Bereshit 48,22)
Una de las cosas que más llaman la atención de todo el mundo, y que el rab hagaon Iztjak Silverstein Shlita, llama como algo muy extraño, son los partidos de futbol.
Dice el rab, que nunca vio algo tan asombroso, como tanta gente puede estar tan “loca”, un equipo de jugadores de un lado “pelean” contra otro equipo que está del otro lado, de forma que todos corren detrás de una pelota con la intención de introducirla en el arco del otro. ¿Cómo se puede entender la pasión que esto genera, siendo semejante la tontería?
No solamente de esto se extraña el rab (a nosotros, en general, latinoamericanos, lo que nos extraña es que el rab se extrañe, para nosotros el futbol es “pasión de multitudes”), se asombra al ver que cantidades de personas son arrastradas por esta pelea, que concurren a estadios y “hasta pagan por verla”!!! ¿Cómo pueden pagar por ver a veintidós personas corriendo detrás de una pelota? Y escuchó el rab, sin salir de su asombro, que muchas veces, abrejim que iban rumbo al Colel, en Holon, tuvieron que desviarse del camino debido a los embotellamientos provocados por la cantidad de autos que se dirigían a un estadio (lo que no sabe el rab es que en la Argentina, se cierran varias cuadras alrededor de la cancha cuando hay algún partido importante).
¿Cómo explicar esta situación? Vi una carta del rab hagaon Natan Vaijtfoiguel ztz”l, encargado espiritual de la Ieshiva Leikud, que también se extrañó del “arrastre” que tenían los partidos de futbol, y explicó los motivos maravillosamente. Así escribió, y aparece en el “Kuntras Lekat Reshimot”, encontramos en este gran mundo, millones personas que viven “metidas” dentro de un partido de futbol. ¿Cómo explicar semejante cosa? ¿Acaso se trata de una locura generalizada?
La persona tiene una esencia de “guerra”. Somos todos peleadores. Y el verdadero campo de batalla está donde se desarrolla la pelea contra el ietzer hara,y los que no se quieren ocupar de la verdadera pelea, tiene que buscar otra pelea, y la encuentran, por ejemplo, en un partido de futbol... donde también se desarrolla una guerra, dos equipos, uno de cada lado, que pelean por entrar la pelota en el arco contrario.
LA BATALLA CONTRA EL IETZER
El rab de Lakewood nos aclaró el panorama: el hombre viene al mundo a pelear, a medir sus fuerzas contra el ietzer que intenta continuamente voltearnos. El que emplea todas sus fuerzas en ésta, la verdadera lucha, se salvará de tener que soportar otras guerras, puede ser que si no concentramos todos nuestros sentidos en la guerra que nos pide la vida, Hakadosh Baruj Hu nos pone en el camino, por la fuerza, guerras de “recambio”, guerras alternativas, nos hace pelear contra otros enemigos. Y esos enemigos pueden venir cada vez con un “uniforme” distinto, un día como un partido de futbol, otro día como una discusión con un vecino del edificio, otro día con un ruido fuera de casa que no nos deja dormir, etc.
EL SECRETO DEL EXITO EN LA VIDA
Así descubrimos el contenido de las palabras de Iaacov Avinu en nuestro versículo. La pregunta es ¿para qué Iosef necesita saber que Iaacov conquistó la tierra de Shejem con la espada y con el arco?
Iaacov aquí le revela a Iosef el secreto del éxito en su propia vida, e incluye también el control sobre Shejem que logró con la fuerza de la guerra: todo lo que conseguí en la vida, le dice a su hijo, fue por medio de la guerra, pero tenés que saber que no estoy hablando de una guerra en un campo de batalla, sino de la guerra contra el ietzer.
Esta es la explicación de la “guerra de la Tora”, que nos describe el Talmud en el tratado de Sanhedrin (hoja 93b). Allí trae la Guemara un versículo del libro de Shmuel (Shmuel 1, cap.16, vers.18), y dice que vio a quien sabe preguntar, sabe contestar, y sabe pelear en la guerra de la Tora...
Porque la sangre que corre por nuestras venas busca pelea, y quien puede batallar y ganar la guerra de la Tora, gana en todos los campos de batalla, no tiene que pelear contra gente extraña, no tiene que temer a accidentes o atentados, a misiles ni a bombas, nada puede alcanzarlo, porque está ocupado en la guerra de la vida...
Alenu Leshabeaj.
El rab Yitzjak Silverstein Shlita nos hace recordar tiempos lejanos, o cercanos. No con la precisión de la fecha ni de los protagonistas, pero nos hace ver que tan acertado está el rab en sus apreciaciones en cuanto a las guerras. Tratando de no equivocarnos, corría el año 1990, se jugaba el mundial y Argentina estaba en la final, puede ser, contra Alemania. Argentina ya había ganado en el 78 y en el 86, alguno de ellos también contra Alemania. Se jugaba un domingo por la tarde, y el rab Shaul Husni Shlita no tuvo mejor idea que convocar a sus alumnos, un grupo de veinte o treinta muchachos entre veinticinco y treinta y cinco años, a una clase especial de Tora que se dictaría precisamente a la hora en que se jugaba el partido. El que escribe, sin saber por qué, asistió al curso, junto con dos o tres muchachos más. En las calles no había nadie, todo el país estaba dentro de un televisor. Y nosotros estábamos allí, en Agudat Dodim (en el barrio de Flores), estudiando Tora. Afuera todo era silencio. Escuchamos uno que otro grito, sin saber precisamente lo que pasaba. Hasta que al final del primer tiempo aparecieron dos o tres muchachos que vinieron a ver qué pasaba por aquí y a contar que el asunto no pintaba muy bien. Finalmente Argentina perdió, y luego fue apareciendo uno tras otro, con una cara más larga que la otra, puede ser que arrepentidos de haber perdido el tiempo con el partido en lugar de aprovechar una clase de Tora, que fue una de las tantas victorias que tuvo el rab con estos muchachos que mientras tanto luchaban muy fuerte en la guerra de la Tora.
Leiluy Nishmat
León ben Isabel z”l – Rina bat Matilde A”H