Rav Arie Natan
Visiones

Parashat Vaiera

"Y lo subirás allí como holocausto..." El mandato de presentar a Isaac como un holocausto, se sintetiza en los dos primeros versículos que tratan del tema: "Fue después de estos hechos, y Dios probó a Abraham. Le dijo: Abraham, y Abraham le dij
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"Y lo subirás allí como holocausto..."

El mandato de presentar a Isaac como un holocausto, se sintetiza en los dos primeros versículos que tratan del tema:

"Fue después de estos hechos, y Dios probó a Abraham. Le dijo: Abraham, y Abraham le dijo heme aquí. Entonces le dijo: toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, y anda a la tierra de Moriá. Y lo subirás allí como holocausto, sobre uno de los montes que te indicaré" (Bereshit 22, 1-2).

Simplemente no existe en toda la Biblia, un acontecimiento más dramático, más complejo y confuso que el mandato que recibió Abraham de sacrificar a su hijo, lo que provoca varios cuestionamientos: ¿Qué tipo de Divinidad pediría de un padre que hiciera algo así? ¿Qué tipo de padre podría obedecer una petición semejante, incluso que venga de la boca de Dios? ¿Cómo se explica que Abraham, quien discute con Dios para intentar salvar a personas extrañas, se queda callado frente a una "injusticia" que le piden que realice con su hijo? ¿Por qué Dios alaba a Abraham por tomar parte en este hecho y qué podemos nosotros aprender de algo que simplemente se presenta como no ético?

De manera simple podemos explicar que nunca hubo una intención de sacrificar realmente a Isaac, sino que como podemos deducir del versículo la orden fue "presentar" (elevar, en el original hebreo) a Isaac como holocausto y no de sacrificarlo; es decir que este mandato fue una prueba para registrar la obediencia completa del patriarca y su capacidad para enfrentarse a la prueba. Existe también una posibilidad de percibir que el propio Abraham intuía que desde aquel monte volverían ambos, tanto padre como hijo, como se declara: "quédense aquí junto al burro, y yo y el muchacho caminaremos más adelante, nos prosternaremos y volveremos a donde ustedes" (Bereshit 22,5).

Según un Midrash, Abraham llevó a cabo el ofrecimiento para lograr ameritar el mundo venidero. Estuvo dispuesto a obedecer el mandato divino, por cuanto como recompensa del sacrificio presentado en este mundo, su hijo, Dios le haría merecedor del mundo por venir. Mientras que Maimónides no relaciona la pronta respuesta de Abraham a realizar la voluntad del Creador con cierto temor que el patriarca haya tenido con respecto al futuro, sino la aprobación de presentar a Isaac como sacrificio proviene del mandato de "amar a Dios y temerle", no siendo el factor del miedo ante posibles castigos lo que llevó a que actuase. Vemos que según este sabio el principio del "mundo por venir" no fue parte de su sistema de conceptos; de tal modo cómo podemos entender que dentro del judaísmo, el concepto del mundo por venir con la carga relevante del premio y el castigo sean tan centrales. Así un gran pensador argumentó:

"Yo creo que la ética verdadera se comprueba precisamente de la mejor manera posible cuando no conlleva formalmente una amenaza o una promesa" Según esto, una persona atea que se arroja a si mismo delante de un vehículo que pasa para salvar aun niño pequeño realiza una acción ética verdadera, ya que no espera una recompensa por su obra. Por otro lado, es posible que una persona creyente, que cree con fe completa que en el futuro recibirá recompensa por sus acciones éticas y castigo por sus actos no éticos en el mundo por venir, hará un cálculo simple de costo y beneficio a largo plazo. Blase Pascale, el famoso filósofo y matemático francés, argumentó que la fe es un apuesta beneficiosa: los seres humanos no pierden nada cuando creen en un Dios que no existe; sin embargo si no sostenemos la creencia en el mundo por venir, y finalmente nos damos cuenta que el mundo por venir es una realidad, nos enfrentaremos a descender al guehinom y a perder nuestra vida en la eternidad por nuestra simple falta de fe. Nuestro maestro Maimónides se opuso de manera terminante a postulados de esta índole y declara:

"No diga la persona, he aquí me dedico a cumplir los preceptos de la Torá y a estudiar su sabiduría, para recibir todas las bendiciones escritas en ella o para ameritar la vida en el mundo venidero; del mismo modo me apartaré de los pecados que advirtió la Torá sobre ellos, para salvarme de las maldiciones escritas en la Torá o para no ser escindido de la vida del mundo venidero. No es apropiado servir al Creador de una manera semejante, ya que quien sirve a Dios así lo hace solamente por temor, no siendo este el nivel de los profetas ni de los sabios. Sólo sirven a Creador de este modo los ignorantes, las mujeres y los niños, a quienes enseñamos a cumplir por temor, hasta que aumente su entendimiento y puedan acercarse al cumplimiento por amor." (Mishné Torá, Sobre el Arrepentimiento, Cap. 10, 1).

El amor al Creador manifestado por Abraham al obedecerlo y presentar a Isaac como un holocausto, es reflejo de la visión de mundo que caracteriza la vida del patriarca en todos sus marcos, Abraham fija su fidelidad a Dios por sobre toda función o sentimiento, incluso los paternales. Bajo este marco de ideas vuelve la pregunta central sobre la esencia de la prueba de la "akedá", es decir el ofrecer a Isaac como holocausto. La mejor respuesta la podemos encontrar en las palabras de la Torá cuando nos declara: "Ahora se que tú eres un temeroso de Dios", sin embargo si entendemos en primera instancia que "temor" implica "miedo" ¿Qué prueba ética es esta? El obedecimiento a una orden no ética a causa del temor, no manifiesta el temple o la justicia del hombre que obedece. ¿Qué hubiera ocurrido si un rey humano hubiera mandado a Abraham a realizar una acción semejante? Probablemente no alabaríamos a alguien que por miedo al soberano de turno sacrifica a su hijo, o simplemente trataríamos de comprender la difícil y hostil situación por la que el padre atravesó.

Para responder a estos planteamientos debemos introducirnos en el análisis de lo que significa, al menos de manera general, la realidad de las pruebas encontradas en el Tanaj, de manera específica en lo referente a Abraham. Los sabios en el Midrash nos enseñan una parábola ejemplificadora: "el artesano que fabrica cántaros o vasos no suele revisar golpeando a aquellos que son de baja calidad, ya que probablemente se rompan, sino que golpea a los de buena calidad, ya que a pesar que los revise varias veces no se rompen" (Bereshit Rabá 56,2). En las pruebas que suelen presentarse a los seres humanos existe un factor positivo de suma importancia, el hecho de verse envuelto en una situación difícil, metafóricamente los golpes sobre los cántaros, puede significar que el Creador ha visto en este ser humano una persona de nivel y temple, alguien que es capaz de soportar las pruebas y sobre llevarlas con el convencimiento que expresan parte de la voluntad de Dios. El ejemplo del alfarero es exacto en enseñarnos que del mismo modo que el golpe sobre los utensilios de mejor calidad produce un ruido, la fortaleza del justo que enfrenta las pruebas, causa una impresión tan profunda en la sociedad cercana a él que es como si un ruido asegurase que estamos ante alguien diferente, de "mejor calidad". Así Abraham fue probado para que el mundo entero supiese el temple que tiene para afrentar pruebas.

Los sabios también enseñan que de la misma manera que un árbol es podado para que crezca mucho mejor, la poda expresa los sufrimientos por los que ciertas personas pasan, sin embargo este es un factor de crecimiento, cuando se realice la poda de un árbol, la intención fue que creciese de manera óptima. Así al recibir un marco mínimo donde la persona se mueve, se crea un ambiente dentro del cual esta persona convive, si bien las pruebas nos nuclean dentro de nosotros mismos, para evitar esta reacción, el Creador ha determinado que si los justos bufen como prueba es para que ellos mismos se superen cada día más; la poda es símbolo de este núcleo de sufrimientos que rodean a la persona; en tanto estos sufrimientos sean bien aprovechados y se aprenda a elevarse a partir de ellos, se habrá encontrado el crecimiento del propio árbol, la superación personal. Abraham pasa por estas pruebas y como testimonio ético de su fidelidad al Creador las supera a todas, en cada un de ellas se presenta el sentido de la elevación y perfeccionamiento personal.

Los dos ejemplos traídos del pensamiento de los sabios nos remiten a dos dimensiones de lo humano, una dimensión personal, el caso de la poda, y una dimensión social, el caso de los vasos de vidrio; las pruebas tienen un carácter doble, por un lado contribuyen al crecimiento personal y por otro llevan a que dentro de un ámbito social se perciba al justo y a su temple.

El punto del entendimiento de ambas dimensiones de los sufrimientos o pruebas gira en torno a la capacidad para comprender el momento vital en que nos encontramos y saber aprovecharlo lo mejor posible, en esto radica la grandeza de Abraham y su fortaleza ejemplar.



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