Parashat Yitró
El mundo se ha partido en dos...
"Y bajó Hashem delante de todo el pueblo sobre el monte Sinaí" (Shemot 19,11)
Nuestra parashá gira por completo en torno al acontecimiento más importante dentro de la historia del pueblo de Israel, nos referimos a la entrega de la Torá en el monte Sinaí. Este hecho es el corazón de la Torá de Israel y el palpitar fundamental de su emuná (fe). Sin él, no hay autoridad que obligue a nada de lo dicho en todos los cinco libros de la Torá, y sobre la veracidad de este acontecimiento basaron todos los pensadores judíos sus enseñanzas filosóficas.
Esta revelación divina principal, en la cual se unieron los cielos y la tierra, y un pueblo completo vivenció una inspiración profética – que no hubo otra de la misma magnitud, y que no ha de haber – dejó su profunda impresión en el corazón colectivo de Israel hasta nuestros días. Fue sin lugar a dudas una revolución en la historia de nuestro pueblo y en la historia de la humanidad. Es un hecho: este acontecimiento, trascendió los límites de la experiencia humana e histórica conocida, señaló contenidos nuevos para el desarrollo vital del hombre como tal. Desde que Dios hizo escuchar los diez mandamientos en esta revelación, el mundo ya no es el mismo, aunque aun no ha llegado a su corrección total. También los escépticos, cuyo amarre a las teorías racionalistas les ha llevado a rechazar todo hecho que contradiga dichas teorías (un amarre así sólo parece comprobar que no todo racionalista es necesariamente lógico), estos mismos suelen pararse atónitos frente a las consecuencias morales y sociales de tal revelación divina.
Escuchamos, por ejemplo, los comentarios expresados por uno de los críticos bíblicos que analiza el tema desde perspectivas no precisamente tradicionales, así declara el profesor Keuffman:
"... Ciertamente, la fe de Israel, que nació dentro de una idea por completo nueva, ha cortado el mundo en dos – entre el mundo pagano y el mundo israelí. Desde un punto de vista formal es posible decir, que también esta creación no es finalmente sino una creación nueva y única del espíritu humano. Pero, desde un punto de vista del contenido no es posible afirmar lo anterior. Por lo tanto, debemos suponer aquí una acción muy especial de la supervisión divina, pero con una afirmación como tal hemos salido realmente de los límites de la historia experimental, e ingresamos en los límites de la fe..." (Historia de la Fe de Israel, Introducción, pag. 38,39).
No hemos traído este comentario para basar en él nuestra fe, sino para indicar con esto, que también aquel que se autodefine como crítico o historiador serio necesita tomar en cuenta este acontecimiento, obligatoriamente, para los términos que más allá de la experiencia histórica común se ubican conceptos fundamentales que unen el cielo y la tierra; obviamente esta conclusión requiere que tal crítico no escoja el camino simple y superficial de la refutación de hechos, especialmente cuando no cabe dudar de la veracidad de los mismos.
Acontecimientos "pequeños" acompañan en esta sección de la Torá al acontecimiento principal. Estos fenómenos laterales, que proporcionan tonos, por así decir, a la teofanía de Sinaí agregan niveles importantes para su comprensión. Señalaremos tres ejemplos:
1. Yitró se presenta.
Nuestra parashá comienza con la venida de Yitró, después de haber escuchado sobre la salida de Israel de Egipto: "y escuchó Yitró, el sacerdote de Midián, suegro de Moshé, todo lo que hizo Dios a Moshé y a Israel, su pueblo... Y vino Yitró... al desierto." (Shemot 18, 1-5)
Los sabios nos han enseñado sobre la venida de Yitró: "¿Qué fue lo que escuchó que lo motivó a venir? Que el Mar de las Cañas (Mar Rojo) se abrió y la guerra que Amalek hizo contra Israel". (Cf. Rashí).
Pero aun cabe preguntar: ¿Por qué precisamente estos hechos fueron los que motivaron a Yitró a venir al desierto, a incorporarse al campamento de Israel? ¿Por qué estos dos impulsaron a Yitró a abandonar su casa en Midián y viajar al desierto?
La relación es por cierto profunda. Yitró, como sabemos por la Torá oral, era uno de los grandes pensadores de su generación, fue una persona que buscó toda su vida la verdad. Sobre muchos altares presentó ofrendas, muchos fueron los cultos idolátricos a los cuales peregrinó, todo lo que tuvo al alcance de su mano. Sin embargo, todos le dejaron una gran y amarga decepción, así sus vivencias transcurrieron hasta que llegó Moshé al umbral de su casa y le abrió el corazón a la fe básica de los patriarcas fundadores del pueblo de Israel.
Cuando llegó a sus oídos el milagro de la abertura del Mar de las Cañas (Mar Rojo), se convenció por completo de todo el poder del Dios de Israel. Es decir, él personalmente encontró su camino hacia Dios. Pero junto con esto, también escuchó una crónica actualizada de los acontecimientos en el desierto: Amalek atacó a Israel. Si después de una serie de hechos milagrosos que encuentran su cúlmine con la abertura del Mar, no pudieron detener a Amalek de atacar, quiere decir que las situaciones lógicas de la historia, como debería haber sido el abstenerse de atacar a Israel protegido por Dios, no siempre son decisivas, sino que junto a las conclusiones lógicas a las que se pueda llegar, las cuales no son suficientes para basar la fe, su propio camino a Dios necesita tener bases que trasciendan lo natural, estas bases las entregará la revelación divina en el monte Sinaí.
2. Las mujeres antes que los hombres.
Entre los preparativos, merece nuestra atención especial el enunciado con el que comienza el diálogo entre Moshé y Dios: "Así dirás a la casa de Yaakov, y dirás a los hijos de Israel" (Ibíd. 3). Los sabios nos explican a qué partes de la sociedad se dirigen estas expresiones, "la casa de Yaakov" son las mujeres con las que es necesario hablar de manera tierna; mientras que "los hijos de Israel" son los hombres a los cuales se deben comunicar los castigos y los estudios... (Cf. Rashí).
Así, delante nuestro hay una clara declaración que primero deberán escuchar las mujeres, es decir el Creador pide de Moshé que explique antes a ellas el acontecimiento que se aproxima. Explicarles con un lenguaje y un estilo que sea apropiado y se adapte a sus características, las cuales son sutiles y emotivas más que aquellas que caracterizan a los hombres. Estudiamos pues que la revelación del Sinaí y la experiencia profética que lo nuclea, fueron también copartícipes las mujeres, en una situación de igualdad con los hombres en el mérito que proporciona el Judaísmo – nos referimos al mérito de acercarse a Dios – aunque sean distintos en funciones. Esta igualdad religiosa está en franca contradicción con el estatus vigente en la sociedad pagana de aquellos días, y en otras sociedades posteriores, este hecho enseña mucho sobre la revolución de conceptos que trajo consigo aquella revelación en el monte Sinaí.
3. Un momento de adultez.
En aquellos días el pueblo de Israel mostraron un temple de adultos sorprendente, así nos enseña el Midrash sobre el versículo que declara: "Y vinieron al desierto del Sinaí y acamparon en el desierto, y acampó allí Israel frente al monte" (Shemot 19,1-2). Así los sabios entendieron en cada uno de los conceptos contenidos en este versículo:
"Grande es la paz, que en todos los viajes está escrito "viajaron", "acamparon" – viajaron con discusiones, acamparon con discusiones - sin embargo cuando llegaron frente al monte Sinaí, se hicieron todos como un solo grupo, como se declara: "acampó allí Israel", no está escrito "acamparon allí Israel". Dijo el Creador: ciertamente esta es la hora en que entregaré la Torá a mis hijos". (Midrash Rabbá Vaikrá 9,9), O sea en el momento que recibieron la Torá fueron todos como un solo hombre, como un solo corazón. (Rashí)"
Este fue un momento de bondad en la historia de nuestro pueblo, un momento sin discusiones y partidismos que por ese solo hecho es necesario elevarlo como un milagro. Dios observó este momento y lo aprovechó para entregar la Torá ("ciertamente esta es la hora en que entregaré la Torá a mis hijos"). Este es el momento más apropiado, ya que la finalidad es aumentar la paz en el mundo, por lo tanto en el momento que este valor se encuentra dentro del pueblo es el mejor amino para acercarse a la Torá misma. Este valor expresa madurez, lo apropiado para embellecer la madurez los conceptos espirituales que se comunicaron en el monte Sinaí.