Rav Yehuda Levi
Elul, Rosh Hashana y Yom Kipur

Un Cambio de Pensamiento

Un Cambio de Pensamiento "Antes de que el mundo fuera creado… D'os había pensado crearlo, y estaba tallando el mundo, pero Él supo que éste no se mantendría… hasta que creó el arrepentimiento" (Pirké Derabí Eliéze
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Un Cambio de Pensamiento

"Antes de que el mundo fuera creado… D'os había pensado crearlo, y estaba tallando el mundo, pero Él supo que éste no se mantendría… hasta que creó el arrepentimiento" (Pirké Derabí Eliézer cap. 3).

Mirando Hacia Adelante

Nuestros Sabios nos enseñaron que una de las particularidades que la teshuvá posee, es que fue creada antes que el universo.  Esto nos viene a enseñar que el mundo no podría perdurar sin la posibilidad del arrepentimiento, pues D'os no hubiese creado un mundo si su destrucción ya estaba garantizada de antemano (Rabenu Nisim, 1308 - 1376).

No mucha gente está de acuerdo con esta idea, y esto se debe a que la mayoría de nosotros fracasamos en entender la gravedad de las consecuencias de nuestros pecados.  Hemos crecido escuchando palabras tranquilizadoras como: "lo hecho, hecho está", "debes comenzar un nuevo capítulo", etc., y por eso pensamos que es fácil darle la espalda al pasado y comenzar nuevamente.  Pero el mundo no funciona de manera tan simple.  

Un empresario que queda colmado de deudas puede desear evitar irse a la bancarrota, y de hecho, a él le gustaría dar vuelta la página de sus libros contables y decir "comencemos otra vez", pero para él esto será solamente un sueño.

Una buena acción es eterna así como lo es una mala acción.  El crecimiento espiritual de ayer aún existe hoy como una realidad en la persona, y la mancha espiritual de ayer continúa afligiendo hoy al alma del pecador.  Es por eso, que el arrepentido no se consagrará sólo porque se resolvió no cometer más pecados, pues los pecados del año anterior siguen siendo aún una parte integral de él. 

¿Cómo el Arrepentimiento Puede Ayudarnos?

El acto de pecar, en sí mismo, disminuye al pecador, rebajándolo.  Implanta dentro de él una indiferencia por lo malo y la maldad, que más tarde corre el peligro de tornarse en una tolerancia al mal, que finalmente puede llegar a convertirse en un apetito por el mal, y eventualmente en una repugnancia por el bien.   

Así como una persona diabética con un incontrolable deseo por las cosas dulces, racionalizará sus deseos alegando que "una vida privada de placer no es vida" y comerá lo prohibido para él hasta llegar a su fin, así también los pecados destruyen el alma del pecador, impidiéndole disfrutar de la espiritualidad y las buenas acciones.

Si se le da a un niño un martillo y clavos para que juegue, pero él los usará para hacer agujeros en las paredes, nosotros se los quitaremos inmediatamente.  ¿Puede acaso el niño lograr que se los devuelvan insistiendo que sólo romperá algunas paredes más, pero se restringirá escrupulosamente de romper las puertas y los muebles?  ¡Definitivamente no!  Entonces, ¿por qué se le permitiría al pecador seguir con vida cuando la usará para transgredir la voluntad de su Creador?  

Pero hay una salida.  Quizás, el más grandioso regalo de D'os, pues sin él el hombre no podría recomponerse después de su caída (y ya sabemos que su propia condición de ser humano lo condena a caerse).  Realmente, el pecador puede retornar y ser limpiado de toda mancha.

"Retornen a Mí y retornaré a ustedes, dijo D'os" (Malají -Malaquías- 3:7).  D'os nos pide que retornemos a Él y nos promete que si nosotros hacemos esto, Él retornará a nosotros ayudándonos en nuestro arrepentimiento.  Para completar su expiación el hombre necesita de la ayuda de su Creador.  Si no fuera por la misericordia Divina, todos sus pecados quedarían en él.  Si él nunca hubiese pecado, no sentiría la tentación de pecar, ya que el pecado hubiese sido extraño a sus deseos y experiencias.  Sin embargo, una vez que se perdió la inocencia, ésta no podrá ser obtenida nuevamente, sin el aseguramiento de D'os de que Él aceptará a los arrepentidos e implantará en ellos un nuevo corazón y un nuevo espíritu.  (Véase Iejezkel -Ezequiel- 36:26).

Los Fundamentos del Arrepentimiento

Hay tres componentes fundamentales dentro del proceso del arrepentimiento: primero se debe abandonar el pecado, luego la persona debe arrepentirse, y por último, él debe confesar sus culpas delante de D'os.

¿Qué significa "abandonar el pecado"?  Que el pecador decida no cometer ese pecado nuevamente y que remueva totalmente el pecado de sus pensamientos.

¿Qué significa "arrepentirse"?  Que entienda con todo su corazón que abandonar a D'os es amargo y malo para él; que el transgredir la voluntad de D'os conllevará un castigo, y por eso debe arrepentirse de lo que hizo.

¿Qué significa "confesarse"?  Que admita verbalmente delante de D'os (y no de otras personas) todo lo que ha hecho, diciendo: "Yo he pecado delante de Ti haciendo tal y tal cosa, pero yo me arrepiento de todo lo que hice, estoy avergonzado de ello, y nunca más haré esto nuevamente".

Pero nos ha sido enseñado que el arrepentimiento sólo es eficaz respecto de los pecados entre el hombre y D'os, ya que las faltas entre el hombre y su prójimo - como robar o hablar mal del otro causándole daño, etc. - no serán perdonados por D'os hasta que uno no repare el daño que le causó a su prójimo, y también le pida perdón.

Por otro lado, a pesar de que es verdad que no alcanza con reparar la falta, sino que también es obligación pedirle perdón al prójimo, la persona a la cual le están pidiendo su perdón tiene prohibido endurecer su corazón y rechazar una reconciliación con la persona que le ha hecho algo.  Debemos intentar perdonar rápidamente al otro, a la vez que también debemos tardar mucho en enojarnos.  Además, cuando se nos pide perdón debemos perdonar de todo corazón, incluso si la otra persona nos ha causado mucha angustia, ya que no debemos ser vengativos ni guardar rencor.

Debemos aprovechar este hermoso regalo que es Iom Kipur, dedicándonos en él a una plegaria profunda sustentada en un arrepentimiento sincero, para que de esa manera seamos merecedores de pedirle al Todopoderoso que se apiade de nosotros y nos purifique, consagrando nuestras vidas, y encaminándolas por la senda de la verdad.



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