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Tora y Halajá

Una nueva visión sobre el Kashrut

Muchos creen, erróneamente, que el Kashrut(*) es una antigua costumbre creada por razones sanitarias. Afirman que fue implantada para prevenir la triquinosis u otras enfermedades existentes en esos tiempos y que ya no es necesaria en nuestra sociedad moderna, puesto que estos males ya pr&aacu
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Muchos creen, erróneamente, que el Kashrut(*) es una antigua costumbre creada por razones sanitarias. Afirman que fue implantada para prevenir la triquinosis u otras enfermedades existentes en esos tiempos y que ya no es necesaria en nuestra sociedad moderna, puesto que estos males ya prácticamente están dominados por el hombre. Pero, en realidad, ¡están muy equivocados! El Kashrut no tiene relación alguna con la triquinosis o cualquier otra enfermedad física; es más bien una senda para alcanzar la perfección espiritual, descrita en la Torá como 'kedushá- o santidad; vemos así que el Kashrut no fue establecida por razones médicas (Levítico, capítulo XI).

Para comprender la verdadera razón de ser del Kashrut, debemos primero volver a la historia bíblica del Arca de Noé y del gran diluvio universal. Esto nos permitirá tener una visión mucho más clara de las cosas. Todos conocen este relato y, por lo tanto, haremos sólo una breve sinopsis histórica, hace 4.100 años atrás, en la generación de Noé, los seres humanos comenzaron a ser terriblemente malvados y pecadores. Para castigarlos, Di-s hizo que se desencadenara un inmenso diluvio sobre el mundo. Llovió cuarenta días y cuarenta noches. Todos los hombres y animales perecieron, excepto Noé, su familia y los animales que protegía en su arca. Di-s decidió salvar a Noé porque era el único que había conservado su virtud y honradez en un mundo totalmente corrupto. Hay mucho que decir sobre la historia de este gran diluvio, pero no profundizaremos en el tema esta vez, pues nos interesa fundamentalmente hablar de Kashrut.

Sin embargo, uno de los puntos de este relato nos ayudará a comprender el concepto de Kashrut.

Después de castigar a la humanidad con el gran diluvio, Di-s le permitió, por primera vez, comer carne (Bereshit (Génesis) 9:3); hasta entonces el hombre era vegetariano según la tradición bíblica. ¡A primera vista esto nos parece extraño! ¿Por qué permitió Di-s al hombre comer carne sólo después del gran diluvio que lo destruyó prácticamente? ¿Por qué fue ese el momento oportuno para permitírselo?

Antes de responder estas preguntas veamos cuáles fueron los actos condenables de la generación de Noé. Según nuestros sabios se cometieron muchos actos pecaminosos en esa época, pero los peores fueron robos violentos y la inmoralidad. (Tratado Sanhedrín 57a). Para comprender por qué se permitió a los sobrevivientes comer carne debemos primero referimos a un factor primordial, un vínculo, entre ambos pecados: Surgen cuando el hombre se entrega a sus deseos físicos, es decir, a su instinto animal. Es importante recalcar aquí que, desde el punto de vista del judaísmo, el hombre está constituido por dos partes distinguibles; el alma que es instintivamente racional y espiritual, y el cuerpo físico, que es a su vez terrenal y representa la naturaleza animal del hombre. Se crean frecuentes conflictos entre estas dos fuerzas dentro del hombre como, por ejemplo, cuando nuestros deseos físicos nos alientan a hacer cosas que nos pesan en la conciencia (la voz del alma que nos llama). Para el judaísmo se logra una situación óptima cuando el alma se convierte en la fuerza dominante y el cuerpo sólo es su socio para ayudarla a cumplir con su misión en este mundo.

Muchos grupos, sin embargo, han errado conceptualmente en la historia de la humanidad y han propuesto que la fuerza dominante sea el cuerpo físico y que el alma o conciencia quede en silencio: es decir, que el hombre sea un tipo de animal exaltado con fuertes capacidades intelectuales, controlado no obstante por sus instintos físicos. Es un error filosófico cometido un sinnúmero de veces en la historia de la humanidad, y de resultados frecuentemente desastrosos.

Esto fue precisamente lo que sucedió con la generación del gran diluvio (o generación de Noé). Al asemejarse la conducta de aquellos hombres a la de los animales, se entregaron por completo a su origen e instintos físicos. Y por ello, así como no existe una normativa de la conducta sexual en el reino animal, tampoco se siguieron normas de comportamiento sexual en la generación de Noé. Así mismo, como los animales no conocen el concepto de calidad sagrada que tienen la propiedad privada y los bienes personales, crímenes y robos fueron cosa de todos los días.

Di-s entonces permitió a los sobrevivientes del diluvio que comieran carne para mostrarles, principalmente, que el hombre no es un animal con inteligencia. Cierto es que el hombre posee un cuerpo físico y deseos animales, pero también está dotado de un alma exaltada que le da la posibiIidad de trascender su naturaleza física y animal. Tiene muchas actividades en común con los animales como beber, comer y dormir, pero también puede filosofar sobre los aspectos más profundos de la moralidad y metafísica. Al dejarlo comer carne Di-s mostró al hombre que era superior a los animales, evitando así que cayera en los mismos errores que llevaron a la generación de Noé al pecado.

Pero el comer carne tiene un lado positivo y otro negativo. Lo positivo, como dijimos anteriormente, es que demuestra al hombre que su mundo es más elevado y espiritual que el del animal. Sin embargo, y aquí el aspecto negativo, esto podría hacer que el hombre adquiriera instintos animales aún más profundos y arraigados.

Nuestra alimentación es fundamental y, por ende, si comemos carne animal podemos asemejarnos aún más a ellos que si somos vegetarianos. ¡Y esto contradiría el fundamento mismo por el cual se permitió comer carne! Es por eso que Di-s permitió a los judíos comer carne de una manera tal que aprovechasen sus beneficios sin caer en lo negativo.

Cuando Di-s permitió a Noe comer carne le dijo: “pero…no deberás comer la sangre”(Bereshit IX:4). Vuelve a estipular claramente lo mismo en las palabras siguientes:

“Si cualquier varón del pueblo de Israel comiere sangre, Yo (Di-s) pondré Mi Rostro contra la persona y la cortaré de entre su pueblo. ¡Porque la fuerza vital de la carne está en la sangre!\' (Vayikrá - Levítico: X:11).

Aquí la Torá nos ordena que no comamos sangre animal. Es por ello que el judío sólo puede comer carne de un animal sacrificado en forma ritual y cuidadosamente salado para limpiarlo de toda sangre. Nos planteamos, sin embqjpo, la pregunta siguiente: ¿Qué relación hay entre la sangre y los peligros involucrados en el comer carne animal? ¿Cómo podemos, eliminando la sangre, evitar que predominen nuestros instintos animales y alcanzar los objetivos positivos derivados del comer carne?

Najmánides (RaMB”aN), el gran comentarista bíblico del siglo XI nos ofrece la explicación siguiente:

“La Bibia prohibe comer sangre porque la fuerza vital del animal esta en la sangre… Y si el hombre come esa fuerza vital de un animal, se asemeja aún más a él\'. (RaMB”aN al Hatorá, Vayikrá -Levítico- XVII: 11).

Se requiere explicar un poco más este profundo comentario de Najmánides. Nos dice que la fuerza vital de un animal está en su sangre; podríamos entonces .agregar que la sangre contiene la esencia misma de la animalidad. Por lo tanto, si comiésemos sangre animal consumiríamos la animalidad y reforzaríamos con ello nuestro lado animal. Por ello, al desangrar la carne solo nos quedamos con los aspectos positivos que entraña la ingestión de carne

Es fácil demostrar que la esencia de la vida animal está en su sangre, si un animal pierde mucha sangre muere rápidamente, mientras que si pierde un miembro (carne), como por ejemplo una pata, sigue viviendo, de hecho, aunque perdiera varios miembros, seguiría con vida. La Torá entonces nos ordena sacrificar ritualmente al animal y salar la carne para no consumir su esencia.

Además de prohibimos comer sangre, la Torá nos proporciona otras pautas en lo concerniente a la carne. En el capítulo XI del libro de Vayikrá (Levítico), estipula que solo podemos comer animales terrestres que tengan dos signos distintivos para ser considerados kasher aptos, permitidos: pezuñas hendidas y un estómago compuesto, es decir, que sean rumiantes. Si no presentan estos dos signos, la ley judía prohíbe estrictamente comerlos.

El cerdo por ejemplo, es el único animal que tiene pezuñas hendidas pero no es rumiante, y su ingestión está prohibida. EI caballo es otro ejemplo: No tiene ni pezuñas hendidas ni es rumiante También nos está prohibido.

Surge nuevamente la misma pregunta ¿Cómo puede el hecho de que el animal tenge pezuña partida y sea rumiante evitar que nos afecten los aspectos negativos al comer su carne?¿Cómo pueden estos signos intensificar la grandeza espiritual?

Sin embargo, si analizamos estas preguntas, nos damos cuenta de que aquellos animales que tienen estos signos distintivos son mansos y herbívoros (vacas, terneros, ovejas, cabras). Se alimentan solo de vegetales por naturaleza y no son agresivos. Desde el punto de vista del judaísmo si comemos animales violentos, adquirimos esa característica, puesto que todo lo que consumimos nos afecta espiritualmente. Por ello, si comemos animales mansos y herbívoros no tendremos tendencia a la violencia. Vemos entonces nuevamente que nuestras leyes de Kashrut nos garantizan que sólo obtendremos beneficios en comer carne (así como lo establece el relato del diluvio) sin caer en lo negativo.

Concluimos que la Kashrut no tiene relación alguna con prácticas médicas o condiciones sanitarias, sino es más bien una senda para alcanzar perfección espiritual y apartar al hombre de su origen e instintos animales. Es una forma de trascender lo físico y lo mundano y ser santos como nos ordena la Torá. Es un sistema que nos permite vivir en un mundo físico sin perder nuestro lado humano y espiritual. El hombre es capaz de ser un "animal en dos patas" si lo desea, pero para el judaísmo esto no es lo correcto. Lo óptimo se alcanza cuando el hombre se santifica y purifica, trascendiendo lo meramente físico y animal y deja de ser "un atado de carne". Para lograr este propósito, Di-s nos entregó las leyes de Kashrut

(*)Kashrut: aptitud. Deriva de 'kasher', apto, permitido por la Torá.

Muchos de los conceptos que incluimos en este artículo pertenecen al Rabino Natán López Cardozo, catedrático de la Yeshivá 'Ohr Saméaj' en Jerusalén, Israel.



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