Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Hoja Nueva -Balak

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EL LADRON PROFETA  

“…esta es la profecía de Bilaam, hijo de Beor…” (Bamidvar 24,3)

¿Cuál es el mensaje principal de nuestra perasha? ¿Cuál es la relación del principio con el final? A nuestros ojos, se desplegará un gran mensaje.

Veamos lo que puede hacer la fuerza de una sola persona, sola, aislada. La perasha comienza con la iniciativa de un hombre, Balak, el rey de Moab. Y de la iniciativa de un hombre pasa a la fuerza de otro, Bilaam. La fuerza del mal, usada sólo para hacer el mal. Un ojo malvado con una fuerza de destrucción. Y si no fuera por la advertencia de Hakadosh Baruj Hu, quién sabe lo que habría ocurrido... Mi pueblo recuerda... lo que aconsejó Balak, el rey de Moab y qué contestó Bilaam, el hijo de Beor... para conocer la Rectitud de Hashem (Mija 6,5).

Y más adelante, hacia el final de la perasha, cuando Bilaam ya se da cuenta de que no podrá maldecir al pueblo de Israel, se le ocurre otra idea. Viene con un consejo para prostituir al pueblo de Israel y hacerlo caer en la idolatría, que provocó la muerte de veinticuatro mil personas. Y más tarde, Pinjas, hijo de Elazar, que se apoderó del Celo de Hashem, pudo salvar al resto del pueblo, haciendo que se detuviera la epidemia con su acto de gran valentía. El punto en común a todo: la iniciativa personal, de una sola persona, para el bien o para otro lado...

Había un hombre iehudi en Shushan Habira, llamado Mordejai. Explican nuestros sabios: no digas iehudi, sino iejidi (único), y ya sabemos todo lo que él hizo.

Y escuchamos de nuestros rabanim: en toda casa existe el “jefe” de la familia. En general, es el padre y para los integrantes de la casa tiene la misma importancia que tiene el Gadol Hador (el rab más sabio y grande) para su generación (Shabat 54b). Y esto encuadra perfectamente en la lógica: si un solo hombre, puede producir tantos sucesos como para “dar vuelta” toda una generación, y hacer que ésta se eleve y llegue hasta la cima, cuánto podrá hacer esta misma persona con sus cercanos, entre su familia...

Relató el rab Galinsky: “y no se levantó un profeta... en el pueblo de Israel, como Moshe, que conoció al Bore Olam y habló con El, frente a frente” (Devarim 34,10).

En Israel no se levantó ningún profeta como Moshe, pero en los otros pueblos sí se levantó. ¿Y quién fue? Bilaam (Sifri). Para que no se presenten con quejas los integrantes de los otros pueblos argumentando que si hubieran tenido profetas, habrían llegado a la misma altura espiritual que el pueblo de Israel (Rashi, Bamidvar 24,5).

Moshe y Bilaam recibieron, entonces, los mismos instrumentos, pero, ¿cómo los utilizaron? Moshe Rabenu fue el hombre más humilde entre todos los hombres (Devarim 12,3). Fue merecedor de grandeza, sabiduría, y entregó la totalidad de lo que recibió, enseñando la Tora a todo un pueblo, por eso su recompensa equivale al mérito que entregó a los demás, ese mérito lo protegerá para la eternidad (Avot 5,18).

Y Bilaam, con su mal ojo, con su soberbia, quiere asesinar a todo un pueblo con sus maldiciones, y aconseja para hacer pecar al pueblo, hace uso de los instrumentos que recibió de Hashem, de todos, de los materiales y de los espirituales, pero para el mal.

Esto es lo que está escrito en la Guemara (Jaguiga 12a), que con la luz que Hakadosh Baruj Hu creó en el primer día de la Creación, Hashem vio al hombre, desde el principio hasta el fin del mundo. Cuando Hakadosh Baruj Hu vio a los hombres de la generación del Diluvio y la generación de la torre de Babel, en las que sus acciones no eran buenas, hizo desaparecer esa luz, como está escrito que se ocultó la luz para los malvados (Iob 38,15).

Y esto lo podemos explicar mejor con un relato:

Cuando terminaron las oraciones, el rab se quedó en el Beit Hakneset, estudiando, como se aconseja y está escrito en el “Shuljan Aruj” (Oraj Jaim 155,1). Y está escrito en la Guemara (al final del tratado de Berajot), que el que sale del Beit Hakneset, entra al Beit Hamidrash, y se ocupa de estudiar Tora, podrá recibir y estar frente a la Divinidad. Como podemos leer, que pasarán de una fuerza a otra fuerza, y verán... a Hashem en Tzion (Tehilim 84,8).

El rab estaba muy concentrado en su estudio. Y no prestó atención a que todos salieron del Beit Hakneset, sin darse cuenta que entró una persona, que tampoco se percató de que el rab estaba allí sentado. Este hombre puso sus manos sobre el Aron Hakodesh, corrió las cortinas y abrió sus puertas, apoyó su rostro sobre la cobertura del Sefer Tora y pidió con todo su sentimiento: Señor del Mundo, no te apartes de mí, no me abandones, no saques la espiritualidad de mi persona.

Ahora el rab sí se dio cuenta de que allí había alguien. Giró su cabeza. Algunas veces se acercan personas para pedir la curación de los enfermos, o para salir bien en un juicio. Pero ahora, pensó: ¿Qué quieres tú aquí?

Señor del Mundo, no te apartes de mí. ¡Dame Ruaj Hakodesh!, así continuó sus pedidos, mientras el rab, no salía de su asombro. Luego cerró las puertas, besó las cortinas, y retrocedió con mucho respeto, mirando hacia el Aron Hakodesh.

El rab veía y no podía creer lo que veía: el ladrón de la ciudad, en persona, conocido por todos, aquí, pidiéndole a Hashem que le dé Ruaj Hakodesh...

Le hizo una seña para que se le acerque.

El ladrón se acercó, de forma muy respetuosa, con sus ojos envueltos en llanto, y a simple vista, se podía apreciar que casi no había dormido...

¿Qué es lo que ocurre aquí?, preguntó el rab, ¿Volviste al buen camino, te arrepentiste de todo lo hecho hasta hoy?

No rab, ya tocamos ese punto en otras oportunidades, contestó, y le dije al honorable rab, que ese es mi trabajo, la forma de conseguir el sustento, y como para cualquier otra persona, cada una con su trabajo, yo también tengo el mío...

Es verdad, pero pensé..., con semejante llanto, con semejantes pedidos..., tal vez hiciste Teshuva!

Voy a explicarle al rab, si me lo permite. Hasta hace muy poco tiempo, las casas eran muy pequeñas, un cuarto y una cocina, eso era toda la casa, nada más. Mi trabajo era muy simple, entraba, tomaba lo que quería llevarme, y en pocos minutos, ya salía...

Hoy en día, las casas son mucho más grandes, varios cuartos, montones de aparatos y muebles, hay muchos lugares donde se pueden esconder los objetos valiosos, además de cajas fuerte y compartimientos ocultos entre las paredes. Cuando usted entra a la casa (lo explica de una forma como si, jas veshalom, el rab tuviera su mismo trabajo), tiene que empezar a buscar dónde están escondidas las cosas de valor. Y el sustento se ha puesto más difícil día a día!

Pero, si yo tuviera Ruaj Hakodesh, de inmediato encontraría dónde ocultaron las cosas, y ahorraría muchísimo tiempo, un tiempo muy valioso, ya que cada minuto en la casa aumenta el miedo a que me descubran. Tal vez el honorable rab podría también rezar por mí..

Vemos ahora por qué Hashem tuvo que hacer desaparecer esa luz, para que los malvados no la utilicen para aumentar la maldad en el mundo.

Y esto es lo que dijeron (Berajot 61a), el ietzer hara, el instinto malo, fue comparado con una mosca, como está escrito (Kohelet 10,1), que la mosca de la muerte vuela muy rápido, y con ella trae un aceite perfumado. El perfume se siente a lo lejos y atrae, es un perfume persistente y suave a la vez... y atrae... Pero, cuando nos acercamos al aceite, la mosca lo estropea, lo envenena, aunque su perfume nos sigue acercando a él...

Lo mismo ocurre con todos los instrumentos que el hombre recibe, si los usamos para bien, no hay nada mejor que ellos, pero si los usamos para el mal, jalila, serán para nosotros solamente obstáculos, aunque a simple vista, como el perfume, podamos pensar que todavía les podemos dar un buen uso.

Traducido del libro Vehigadta – Leiamim Hanoraim.

Leiluy Nishmat

León Ben Ezra ?”



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