Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

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??"?   SER REY SE LLEVA DENTRO? ?Y a Iehuda lo envió delante?? (Bereshit 46,48)   El hambre, es una palabra terrible. Siete años de hambre, hacen sentir el miedo a la muerte, presente a cada instante. Los hermanos de Iosef bajan a Egipto para comprar
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SER REY SE LLEVA DENTRO?

?Y a Iehuda lo envió delante??

(Bereshit 46,48)

 

El hambre, es una palabra terrible. Siete años de hambre, hacen sentir el miedo a la muerte, presente a cada instante. Los hermanos de Iosef bajan a Egipto para comprar comida, y descubren que el hermano perdido es el virrey de Egipto, y en sus manos están las llaves de todos los depósitos de comida del mundo.

Iosef le cuenta al faraón y el faraón se alegra ante la llegada de los hermanos de Iosef. Los invita y los recibe como todo rey recibe a sus visitantes, con todo el honor de la realeza, y les regala la tierra de Goshen, para que habiten allí.

Otros cinco años de hambre, y ahora, los hermanos de Iosef, tienen asegurado el sustento, con bendición. ¡Cuánta satisfacción! ¡Cuánta riqueza!

Y el faraón envía carrozas reales, para ayudarlos en la gran mudanza. El faraón le ordena a Iosef que envíe las carrozas de Egipto para ir a buscar a su padre. ?Y Iosef les dio carrozas (a los hermanos) según la orden del faraón?.

Sin embargo, finalmente está escrito, que Iaacov vio las carrozas que envió Iosef. ¿Iosef?! ¿Acaso no fue el faraón el que las envió? Es verdad, dijeron Jazal, pero Iehuda vio que sobre las carrozas que envió el faraón estaba grabado un símbolo de la idolatría. ¡Se levantó Iehuda y las quemó! (Bereshit Raba 94).

¡Esa es la fuerza de la Santidad! Este era un regalo del rey, una muestra muy especial del honor que le estaban brindando a Iaacov. Y el rey tiene todo el poder sobre su tierra. Con su boca puede hacer matar o apresar. Y si él puso una figura de la idolatría sobre sus carrozas, ¿para qué lo hizo?, para que la reciban, también esa es la prueba de su fuerza. Pero, ¿pararse y quemarlas? Esta es la fuerza de Iehuda, ¡el Rey de Israel!

¿Y qué pasaría si el faraón escucha lo que hizo Iehuda y se enoja? Y no hace falta que lo castigue, sólo prohibirles venir a Egipto a comprar más comida. ¿Qué harían en los próximos cinco años de hambre?

Iehuda no hizo cálculos, no pensó en lo que podría pasar en el futuro, Iehuda quema la idolatría que de pronto encuentra a su lado. ?Y a Iehuda lo envió delante?, Iehuda fue enviado a Egipto antes que todos, para preparar el camino, para preparar la llegada, porque así debe ser nuestro proceder: ¡me pongo de pie, con fuerza y con orgullo, defendiendo mis fundamentos!

Al principio del encuentro ya está escrito: ?Y Iehuda fue hacia él, y le dijo, mi señor? no se enoje con su siervo?, de aquí se aprende que Iehuda le habló a Iosef con mucha fuerza.

Aquí tenemos una extraña visión: por un lado, el virrey de Egipto, el imperio más grande, más poderoso del mundo antiguo. Domina a todo el mundo, cuando el mundo padece un hambre, que abarca a todas las naciones, sin excepción. Del otro lado, Iehuda. Al parecer, un pastor de ovejas de una de las tierras que padece el mismo mal que todas, el hambre. Y él, y toda su tierra están necesitados de la piedad del gobernador?

Y dijo el Midrash: ?aquí están presentes los reyes?, ellos son Iehuda y Iosef. A pesar de las aparentes diferencias, fueron puestos juntos. Uno estaba lleno de rabia contra el otro, y el otro igual. Se veía el temor, y ante la duda, se apresuraba el pánico. Aquí están los dos hermanos. Todos podían temblar al verlos, y decían: dos reyes están luchando, uno contra el otro, y a nosotros, ¿qué nos importa? ¡Es agradable observar cuando un rey lucha contra otro rey! (Bereshit Raba 93,2).

Iosef, en verdad era rey, vivía en el palacio real, rodeado de ministros y sirvientes. Pero Iehuda, ¿rey?! ¿Sobre quién era rey? Lo más que se podía decir sobre Iehuda, es que estaba rodeado por sus hermanos. Y cuando había una discusión, ya no lo rodeaban, eran todos iguales, y si en algún momento pretendió estar en una posición más alta, en ese mismo momento lo bajaban de su grandeza. Entonces, ¿podemos llamar ?rey? a Iehuda?

Y la respuesta: el reinado es una particularidad personal, un alma grande, noble, un cuerpo con una gran fuerza interior. El rey Shlomo, también, cuando fue despojado de su reinado, fue llamado ?el rey con su bastón? (Sanhedrin 20b), hasta que volvió a su grandeza.

Esto mismo es lo que preguntó la Guemara (Guitin 62a): ¿de dónde vemos que los sabios son reyes? La Tora que estudiaron los convierte en reyes, dado que para estudiar, para aprender y enseñar, sacaron de su interior esa fuerza única.

Cuando Iosef ve a Iehuda, cuando escucha sus palabras, entiende que está hablando con las palabras de un rey.

Como lo expresó el Midrash (Ialkut Shemoini), sobre el versículo ?y ese hombre (Elcana) subió desde su ciudad? (Shmuel 1 1,3), se elevó por sobre su casa, el hombre se elevó en su vecindario, se elevó sobre su ciudad, se elevó sobre todo Israel. Toda su elevación se produjo gracias a su fuerza interior?

Y este, resulta ser, el único camino que conduce al iahadut verdadero, a la grandeza del iahadut, y aunque Israel fueron pastores, de generación en generación, con seguridad, el estudio de la Tora, fue el camino hacia nuestra formación como pueblo. Ninguna fuerza puede decretar, utilizando elementos exteriores, que una cosa gobierne sobre otra, ni tampoco escuchamos unas palabras porque se han dicho en voz alta, porque se quieren imponer por la fuerza o porque pesan más en una negociación.

Existe la fuerza de la verdad, la fuerza de la eternidad. Está escrito que a una persona se la escucha porque tiene Irat Shamaim, no porque grita más o porque siempre tiene la última palabra. El temor a Hakadosh Baruj Hu hace que sus palabras se escuchen, sólo eso, ninguna otra cosa.

El reinado no necesita fuerza ni reconocimiento, y todos los que pretendieron demostrar que tenían poder, fueron tragados en el abismo de su principado.

Y no es broma que en la historia, todos los enemigos del pueblo de Israel, pasaron a ser conocidos para la eternidad, solamente gracias a que persiguieron a los iehudim, y su final, resultó ser más amargo de lo que quisieron provocarnos.

Cada uno de ellos, pasó por la historia quedando en el olvido para la humanidad. Pero cuando recorremos la historia del pueblo judío, aflora su recuerdo para la eternidad.

Por eso, nadie se acordaría de ellos si no fuera gracias a los iehudim. ¿Quién se acordaría hoy del faraón o de Sisera, de Nebujadnetzar o de Aman, de Titus o de Torquemada? A todos se los llevó el viento, y el iahadut vive, y se mantiene, eternamente.

Cuando el rab Caneman ztz?l (el Rav de Ponevitz), visitó la ciudad de Roma, buscando donaciones para la Ieshivat Poneviz, le advirtió a los que lo conducían, que no se iría de Roma sin visitar el monumento de Titus, el emperador romano que destruyó el Beit Hamikdash, el segundo Templo. Todos estaban extrañados, ¿para qué quería el rab visitar ese lugar?

La agenda estaba muy complicada y no encontraron lugar para complacerlo.

Ya rumbo al aeropuerto, para regresar, pasaron por el monumento. El rab bajó del automóvil y volvió a los dos minutos.

Le preguntaron qué hizo allí.

Me acerqué a su tumba y le dije: ¡Titus! ¡Titus! ¿Dónde estás, tú y todo tu imperio? Nosotros, los iehudim, ¡estamos aquí!

 

Traducido del libro Maian Hashavua.

 

 

 

 

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z?l

  Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

  Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom



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